La madrastra

Entre estertores sus manos agarraban mi cabeza y su cuerpo temblaba y se convulsionaba...

Imperiosa necesidad…

Al volver del instituto la pillé cocinando. Entré y sin dar muchas explicaciones le hice una impactante petición.

—¡Vamos Beyda, desnúdate! —le ordené de repente.

—¿Cómo dices? —preguntó extrañada.

—¡Qué te desnudes, quiero verte desnuda! ¡Obedece o se lo contaré todo a mi padre!

Beyda quedó petrificada, mi amenaza de nuevo tuvo ese efecto. Intentó resistirse pero volví a ordenárselo y su resistencia fue vencida. Allí mismo en la cocina se abrió el vestido y me mostró sus braguitas blancas y su sujetador.

Mientras, yo saqué mi erección y comencé a masturbarme delante suyo.

—¡Oh Beyda, quítate el sujetador y enséñame tus tetas! —le ordené.

Esta vez no hubo resistencia, ella simplemente lo hizo. Y yo seguí masturbándome, mientras ella miraba para otro lado.

—Esto no está bien Aday —me dijo en un susurro.

—¡Oh vamos Beyda, quítate las bragas! —le dije ignorando su advertencia.

Ella obedeció, así pude volver a contemplar su sexo peludo.

—Mueve las tetas —le ordené de nuevo.

—¿Cómo?

—Muévelas de un lado a otro —le especifiqué.

Y lo hizo, sus tetas se movían de izquierda a derecha y viceversa.

—¡Qué cuerpazo tienes Beyda! —dije yo mientras me la meneaba delante suyo—. ¿No quieres probar mi polla?

—¡No eso nunca! —replicó—. Si me pides eso puedes decírselo a tu padre, porque no lo haré, ¿entiendes?

—Está bien, no te pongas nerviosa, que ya acabo —dije acelerando el ritmo.

Ella me miró con el rabillo del ojo, yo empuñaba mi herramienta con fuerza y la movía con energía. Entonces sentí llegar el semen por la base, el calor previo y electrizante en el justo instante en que todo estalla. Y estallé, mi semen salió a borbotones de mi glande y regó el suelo de la cocina. ¡Oh, qué sensación!

Cuando terminé me limpié con servilletas y de nuevo ella miró y vio el desaguisado.

—¡Te has portado bien Beyda! No ha sido nada difícil, ¿verdad? —le dije mientras me marchaba al instituto.

Ciertamente el suelo estaba pringado de mi leche, ahora ella tendría tiempo de ver lo caliente que me ponía.

Salí y entré en mi cuarto hasta que llegase mi padre, sólo entonces saldría y almorzaríamos como si tal cosa. Aunque Beyda y yo lo sabíamos, ambos teníamos un secreto, algo que ocultar a mi padre, fue entonces cuando comprendí que aquel secreto también me amenazaba a mí, pues, ¿qué pensaría mi padre si descubría que me follaba a mi madrastra…?

Post-desayuno, ¡con sorpresa...!

A la mañana siguiente volví a esperar a que mi padre se marchara y Beyda, temiéndose lo que venía a continuación intentó disuadirme de mis intenciones.

—Aday, ¡no podemos estar todos los días así! —me dijo intentando que me marchase.

—No, tienes razón. Hoy quiero algo distinto: ¡Bájate las bragas! —le ordené—, o…

—¿O qué, se lo contarás todo a tu padre? —replicó ella perdiendo la paciencia.

—¡Exacto! —dije yo cambiando mi actitud.

—¡No follaré! —dijo ella de repente.

—¡Tranquila, no es eso lo que quiero! —dije yo para tranquilizarla.

Se sacó las bragas por los tobillos y las guardó en un bolsillo de su vestido y como si lo anticipara se abrió el vestido y se mostró desnuda ante mí.

—Vamos súbete a la encimera y siéntate sobre ella —le pedí.

—¿Para qué? —preguntó ella inquieta.

—¡Tú hazlo! —dije yo perdiendo un poco la paciencia.

—¿Y ahora qué? —dijo finalmente tras sentarse como le había pedido.

Ahora ábrete y déjame ver tu raja. Dije yo mientras sacaba ya mi erección.

Mi petición la desconcertó, pero igualmente obedeció. Mientras yo me masturbaba ella se abría su raja y su interior sonrosado me maravilló.

Entonces pasé a la acción y sorprendiéndola me acerqué suavemente.

—¡Qué me vas a hacer!

—¡Tú calla, no te follaré! —dije yo para tranquilizarla.

Mi cara se acercó a su sexo y entonces ella comprendió cuáles eran mis intenciones.

—¡No, no me hagas eso! —dijo demasiado tarde.

Pues mi cara entró entre sus muslos y mi lengua se clavó en su sexo y comenzó a lamer desesperadamente. Al momento detecté su sabor salado y algo más zafio y natural, tratándose de un sexo femenino, pero no me importó en absoluto pues la calentura que tenía era tan grande que más que echarme para atrás me atrajo aún más.

—¡Para! —dijo ella protestando.

Yo pensé que lo decía porque no quería que yo hiciera aquello que estaba haciendo así que seguí aferrándome a su culo sobre la encimera.

—¡No lo haces bien! ¡Me haces daño! —aclaró quejándose.

Entonces sí me separé.

—¿Y cómo debo hacerlo? —dije yo respirando agitadamente pues la excitación que sentía se me salía por la boca y hacía que me faltase el aliento.

—Más suave y despacio —dijo ella finalmente.

Nos miramos y sentí que quería volver y lo hice. Ahora traté a su sexo con más delicadeza. Lamí suavemente sus labios de abajo a arriba. Me centré en su clítoris y lo rodeé con mi lengua, lo besé y luego lo chupé, todo muy despacio como ella me había dicho.

—¡Oh Aday, esto no está bien! —dijo ahora para mi sorpresa.

—¿Lo hago bien? —pregunté a modo de confirmación.

—Mejor, pero esto no está bien —repitió una vez más.

No la escuché, volví a comer su raja y puse más pasión, toda la que pude. Clavé mi lengua en su hoyo y ésta recogió sus jugos, estaba ciertamente excitada. Seguí lamiendo sus labios vaginales y volví a chupar y lamer su clítoris. Me centré en este último, poniendo la boca en forma de ‘O’ y succioné suavemente, sin prisa pero sin pausa.

Entonces pasó algo que no me esperaba. ¡Beyda se corrió en mi boca!

Entre estertores sus manos agarraban mi cabeza y su cuerpo temblaba y se convulsionaba. Apretó sus muslos y me dificultó seguir chupando como lo estaba haciendo así que me limité a sentir el calor en mis orejas y cómo su cuerpo se estremecía con mi boca frente a su caliente sexo. Finalmente este se tensó tanto que pareció un arco a punto de disparar su flecha y cuando ésta salió disparada, se relajó y cayó a plomo, sentado como estaba sobre la encimera de la cocina.

—¡Me alegra que te haya gustado! —le dije victorioso saliendo de entre sus muslos.

Ella me miró con cara extasiada, aún estaba disfrutando de las mieles del orgasmo, sin ser consciente muy probablemente de lo que allí había pasado.

Entonces saqué mi erección frente a ella y comencé a masturbarme con frenesí. Esta me miró desde su asiento, ligeramente por encima de mi cintura sobre la encimera y contempló como en pocos segundos mi eyaculación estallaba alcanzando un primer y potente chorro su sexo abierto ante mí y yo, al verlo, me acerqué un poco más y seguí escupiendo mi semen impactando de nuevo en su raja, la que me había comido tan sólo hacía unos instantes.

Beyda suspiró con sorpresa al sentir el primer impacto, luego se dejó hacer mientras una ráfaga de segundos y terceros impactos fueron llegando y perdiendo fuerza rápidamente, pero el daño ya estaba hecho, su sexo había sido regado por mi esperma y esto probablemente no se lo esperaba, pero a pesar de la sorpresa, no dijo nada…

Recuperando el aliento tras mi orgasmo frente a ella, terminé por coger un paño de cocina y limpiármela delante de Beyda, para luego guardarla en mi calzoncillo y subir la cremallera.

—¡Ya llego tarde! —le dije de improviso.

Y como si tal cosa cogí la mochila y salí corriendo de la cocina. Tiempo tendría ahora de limpiarse y pensar en lo que había pasado, tal vez no era aún consciente, pero algo había cambiado, pues yo le había dado placer y ella lo había disfrutado. ¡Quid pro quo! ¡Algo por algo!


Gracias a todos los que estáis apoyando la publicación de mi obra La madrastra . Es reconfortante saber que hay gente que le gusta lo que escribes y lo valoran hasta el punto de recomendarlo a otros lectores. Sinopsis de la obra:

Beyda es la madrastra y Aday el hijastro, entre ambos sucederá algo imprevisto, un accidente que les llevará a mantener una tórrida relación. En principio forzada, pero luego, surgirá algo que los unirá inesperadamente, como suceden estas cosas en la vida…