La madrastra

¡No pensé que fuese tan moderna! Mientras lo hacía el...

Pillados “in frangati”…

Todo empezó aquel día en que iba a jugar al fútbol y finalmente el partido se suspendió por lo que regresé a casa antes de lo previsto. Entonces fue cuando los pillé... No podía creerlo a pesar de que los tenía allí mismo, delante mío, ¡follando!

Ante todo he de decir que mi madre no es mi madre es mi madrastra. Mi verdadera madre murió en un accidente de tráfico, según me enteré más tarde iba bebida al volante y se estrelló contra un árbol, por lo que mi padre, tras pasar el luto conoció a Beyda. Ella me crio desde los cinco años o así, y de mi verdadera madre sólo guardo algún recuerdo difuso perdido en la memoria del inconsciente, a veces sueño con ella, pero para mí no es alguien real, sólo un recuerdo montado por mi mente que se me aparece en sueños. Y el hecho de saber que Beyda no era realmente mi madre tuvo mucho que ver en lo que sucedió aquel día.

Nunca sospeché nada hasta aquel momento, automáticamente pensé en cómo mi mejor amigo era capaz de hacerme algo así, pues me lo tomé como una afrenta personal, después de todo, ¡era mi “madre” coño!

Nada más entrar escuché los gemidos y alarmado pensé que mi madrastra se había caído y se había hecho daño, así que subí rápidamente a la segunda planta de la casa y fui a su dormitorio, de donde procedían aquellos gemidos.

La puerta estaba entreabierta y avanzando por el pasillo de repente vi su reflejo en el espejo del aparador que había a los pies de su cama, tras reconocer su cara me paré en seco, pues algo no me cuadró en la imagen parcial que me ofrecían los apenas diez o veinte centímetros de puerta que estaban abiertos.

En aquel espejo se reflejaba su cara tendida en la cama y su cuerpo desnudo, con sus enormes pechos al aire reclinada hacia atrás pero no tumbada por completo, pues debí estar echada sobre los muchos cojines que gustaba tener encima de la cama. Con sus carnosos muslos abiertos y entre ellos una cabeza de pelo negro y rizado, que mi madrastra agarraba con sus manos, enredando sus dedos entre sus rizos inconfundibles, que en seguida identifiqué como Cael, ¡mi mejor amigo!

Este estaba echado sobre la cama, también desnudo, ¡y se afanaba en comerle el chocho a mi madrastra! ¡Que no paraba de animarlo diciéndole: !Así, sigue, qué bueno!

¡Qué ingenuo fui al pensar que aquellos gemidos eran de dolor! ¡Qué ingenuo fui al pensar que cuando mi amigo me decía que: “mi madre” estaba buena; ¡Estaba de cachondeo! ¡Qué ingenuo al no darme cuenta de miradas o conversaciones entre ellos! ¡Qué ingenuo...!

Me quedé allí en la puerta, viendo la tórrida escena, sin ser capaz de entrar ni de salir corriendo, tan pasmado como un tonto, debía tener la boca abierta y la cara desencajada.

El caso es que una vez que se me pasó la impresión inicial me puse muy nervioso pensando en qué hacía: ¿Entraba y los pillaba in—fraganti ? ¿O me quedaba allí viéndolos follar?

En aquellos tiempos yo veía pelis porno de nuestros padres con mi amigo. Hasta nos masurbábamos en el mismo salón, pues estábamos muy unidos. Comíamos juntos a veces en su casa y otras en la mía y no parábamos de hablar de tías, culos, tetas y coños.

Para mí aquello era toda una novedad, ¡ver una pareja follando en directo! Vale, ya sé que era mi madrastra y esto me daba cierta repulsión, ¡pero no dejaba de tener un morbazo colosal!

Y en estas disquisiciones internas estaba cuando mi madrastra le dijo que lo dejara que ahora se la iba a chupar ella, así que me oculté para que no me viesen ellos a mi reflejado en el cristal del aparador y me asomé con discreción. En parte ya lo había decidido, ¡miraría y ya vería si entraba o no a darle un susto!

Él se echó en los cojines y mi madrastra se puso con la cabeza en dirección a los pies de la cama. Tomó su miembro erecto con una mano y se agachó a chupársela. No se la tragó en un primer momento, prefirió juguetear con su glande entre sus labios, como ya había visto yo tantas veces hacer en las pelis porno.

Mi amigo se quedó extasiado desde el primer roce de los labios de mi madrastra, con la misma cara de panoli que debía tener yo en un primer momento.

Poco a poco la fue metiendo más y más, chupándola hasta entrar en el fondo de su garganta, ¡la verdad es que lo hacía bien! ¡No pensé que fuese tan moderna! Mientras lo hacía el perro de Cael comenzó a meterle los dedos en el chocho pues ella estaba a cuatro patas y su culo lo tenía cerca como para alcanzar tan íntima parte de su anatomía.

Esto le gustó a mi madrastra que gimió y dejó de chupar unos segundos, gimió y luego pareció tener una idea.

—¿Cómetelo tú también a mi vale? Hagamos el sesenta y nueve —le dijo mientras se incorporaba y le pasaba una pierna por encima de la cabeza para luego posar sus nalgas cerca de su cara.

Tras esto volvió con energías renovadas a su tarea mientras mi amigo seguro que tenía su chocho en la boca. Y yo allí, ¡mirando sin hacer nada! Aunque bueno nada, nada, no… Lo cierto es que los pantalones de fútbol a punto de estallar, así que decidí sacarla allí mismo y masturbarme viéndolos, ¿por qué no? Me estaban dando un buen espectáculo, pensé dejando ya atrás el pudor inicial.

—¿No te corras vale? —dijo mi madrastra alarmada de repente.

—Vale, entonces follemos ya —pidió mi amigo, que parecía no tenerlas todas consigo.

Mi madrastra se levantó de nuevo, mostrándome todos sus encantos: gordas tetas, negro coño y cuerpo en general esplendorosamente exuberante y se giró para enseñarme su gordo y redondo culo mientras se colocaba encima de mi amigo, que era tan delgado como yo y se clavaba su larga picha en su gran chocho con un gemido de éxtasis hasta hacerla entrar poco a poco y terminar con ella bien adentro. Aquello era fenomenal, ¡un polvo en directo! Yo no paraba de cascármela al otro lado de la puerta en el pasillo.

Luego cambiaron de postura y mi amigo la puso de culo y a cuatro patas en la cama se la calzó desde atrás. Yo los veía perfectamente reflejados en el espejo, pues estaba en paralelo a él. Veía como las tetas de mi madrastra se bamboleaban, veía como él embestía su culo con fuerza y se aferraba a sus anchas caderas. Veía la cabeza de pelo negro y acaracolado de mi madrastra moverse con cada embestida mientras se sacudía a un lado y a otro gozando sin parar.

—¡Creo que no aguantaré mucho! —dijo mi amigo de repente.

—¡No, no te corras todavía, aguanta! —le gritó mi madrastra.

—Vale, lo intentaré —dijo él resoplando.

—¡Sólo un poco más! —dijo mi madrastra mientras con una mano se frotaba su clítoris y con la otra se apoyaba en la cama.

Mi amigo tuvo que sacarla un par de veces y descansar, pues se ve que era incapaz de aguantar con ella metida dentro de su sexo todo el tiempo. Y ella decidió cambiar de postura una de esas veces y ponerse ahora debajo para que él la cubriese en la clásica del misionero. Yo seguí allí expiando con ganas de correrme, pero parando para no hacerlo.

—¡Ya no aguanto más! —exclamó él de repente incorporándose.

—¡Venga dámela toda! ¡Riégame con tu leche! —dijo ella desde detrás suyo.

Mi amigo se la sacó y comenzó a masturbarse frenéticamente delante de ella. En pocos segundos su miembro comenzó a escupir su carga y ésta impactó sobre el vientre, las tetas y se fue concentrando en su ombligo. Al final mi amigo se la acercó a la boca y ella se la chupó con gran placer mientras con sus manos se cogía ambas tetas y se las acariciaba esparciendo la leche que había impactado en ellas.

—¡Oh has estado fantástico! —exclamó tras sacársela de su boca.

—¡Tú también! —sonrió mi amigo—. Bueno me voy que prometí a Aday ir a verlo en el partido —dijo el muy bribón, por cierto Aday soy yo....

—¡Vale, muy bien! Oye, ¿cuándo nos vemos otra vez?

—No sé, a ver si puede ser el viernes, hago rabona en el insti y me vengo aquí.

—¡Estupendo, te espero ansiosa! —dijo ella soltándole un jugoso morreo de labios.

Yo me escondí en mi cuarto pues mi amigo se estaba vistiendo y en cualquier momento saldría pitando. Mientras tanto yo pensaba: ¿y ahora qué? —y seguía allí esperando a oírle salir, con los nervios a flor de piel.

Post-pillada…

Cuando oí la puerta de mi casa cerrarse, supe que mi amigo se había marchado. Así que, sigilosamente salí de mi cuarto. Todo estaba en silencio de modo que me encaminé hacia el dormitorio donde había tenido lugar la pillada.

Como un gato, pisaba suavemente el suelo, sin zapatillas para no hacer ruido. Fue entonces cuando volví a oír a mi madrastra hacer pis en el baño que había contiguo a su dormitorio, así que entré como un gato por su casa y ni corto ni perezoso asomé la cabeza por la puerta.

Cuando me vio, desnuda, dio un grito.

—¡Pero hijo! ¡Me has dado un susto de muerte! —dijo mientras con una mano se tapaba sus enormes pechos y con la otra.

Desnuda, apenas podía tapar tanta exuberancia, con un brazo tapó sus pechos y con la otra mano su monte de venus.

—Bueno no si hubiese sido Cael, no te habrías asustado, ¿verdad? —pregunté con ironía, sin piedad.

—¡Cómo dices! —exclamó poniéndose nerviosa.

—Que si hubiese sido Cael en lugar de yo, no te hubieses asustado, ¿verdad?

Mi madrastra se quedó petrificada.

—¿Pero… pero, por qué me preguntas eso hijo? —dijo por fin levantándose y girándose hasta alcanzar un albornoz para taparse pudorosamente su cuerpo desnudo.

Al girarse pude contemplar su gran culo y me sorprendió su redondez y tersura, por no hablar de sus hermosos pechos y su Monte de Venus peludo, que aunque tapados, a tan corta distancia distrajeron mi atención y me hicieron sacar detalles sutiles y excitantes de su fugaz visión.

Cubierto ya su cuerpo salió del baño y se dirigió hacia la cama, donde momentos antes se lo habían montado los amantes, el lugar sin duda parecía el campo de batalla, con todo revuelto, incluyendo sus ropas mezcladas con las sábanas y el tanga más allá. Discretamente lo cogió y lo metió en uno de los bolsillos del albornoz.

—Vamos Beyda, deja ya de fingir, nunca pensé que podrías pedirle a mi amigo que se corriera en sus tetas, ¡eso sí que ha tenido gracia! —le espeté a bocajarro.

De nuevo ella se quedó más petrificada que ante la descarnada descripción del zafio acto que había contemplado, tras lo cual se me quedó mirando con los ojos muy abiertos.

—Pero, ¿es que nos has visto? —preguntó temerosa con tanta cautela como le fue posible.

—¡Pues claro mamá! —exclamé—. ¡Qué buen polvo! ¿no? —le dije sonriendo.

—¡No me he dado cuenta! —dijo con franqueza—. Por favor, ¡no se lo digas a tu padre! —añadió a continuación con una expresión de incredulidad y estupefacción reflejada en su rostro.

—¿Ahora te preocupa eso? Y yo que pensé que estarías preocupada por lo que pensaría tu hijo adoptivo al verte follando con su mejor amigo —dije con todo el sarcasmo que fui capaz de sacar de dentro de mí.

La expresión de su cara volvió a cambiar y me miró directamente a los ojos.

—¡Por supuesto que lo siento Aday! —dijo entre sollozos—. Espero que puedas perdonarme por lo que te he hecho —añadió muy políticamente correcta.

—¡Ah que te perdone! Vale, ¡ya estás perdonada! —repliqué con sarcasmo explícito.

A continuación ella se desplomó sobre la cama más que sentarse y apartó la incómoda mirada de mí.

—Lo siento hijo, ya sé que es muy fuerte, es tu amigo y entiendo cómo te debes sentir. ¡Oh, no sé cómo he podido! —repetía con cierta exageración a mi entender.

Hasta me dio pena verla tan abatida, pero en realidad lo que tenía por dentro era una mezcla entre rabia y excitación. Así que di los pasos necesarios para acercarme a ella y sentarme al borde de la cama a su lado.

—Venga Beyda, te perdono, no pasa nada, ¿vale? —le dije mientras le cogía la mano.

Entonces ella me miró y por fin pareció calmarse un poco.

—No se lo dirás a tu padre, ¿verdad? —me preguntó de nuevo.

Esto me puso un poco nervioso, pues intuí que todas sus lágrimas no eran más que una actuación encaminada a ganar mi silencio por medio de la lástima.

—Bueno Beyda, verás yo no tengo inconveniente en olvidar este incidente —le dije con voz rotunda.

—¿En serio, lo harías? —dijo mientras me besaba la mejilla.

—Si, pero quiero que sigas viéndolo, pues me ha gustado mucho veros follar, ¿sabes? —confesé sin tapujos.

Beyda quedó de nuevo petrificada y girándose hacia mí se apartó un poco escandalizada por mi afirmación.

—Pero, ¡cómo puedes decirme eso! —dijo con cara de espanto.

—Vamos Beyda, he visto cómo gozabas jodiendo con él, ¿por qué iba yo a privarte de un placer así? —le dije pasándole la mano por los hombros.

Ella no podía creer lo que estaba oyendo, a su propio hijo animándola a follar con su mejor amigo y engañar a su marido. Esto sin duda la descolocó.

—Pero hijo, me da vergüenza oírte animarme a hacer algo así con tu amigo —dijo mirando sus manos recogidas en su regazo.

—No pasa nada Beyda, el sexo es como la comida, lo necesitamos. Lo único que pido a cambio es poder mirar mientras lo hacéis, como he hecho hoy —le dije mirándola a los ojos.

Esto ya no pareció gustarle y la expresión de su cara cambió desde la extrañeza hasta la ira.

—¿Tú mirando? —preguntó ella muy escandalizada—. ¡Imposible, me moriría de la vergüenza! —exclamó acalorada.

—Qué va Beyda, pero si lo haces genial con él, ya te acostumbrarás —le aseguré apretando su hombro con mi mano, intentando convencerla de mi propuesta.

—¡No lo creo! —me espetó ella rotundamente levantándose y dándome la espalda.

Me quedé sentado en la cama y la dejé que me diese la espalda uno tiempo, esto sin duda la puso algo nerviosa y tensó la situación, nos miramos pero luego apartó la mirada

—Verás Beyda, antes, cuando te he visto desnuda me ha maravillado ver tu culo, tan redondito y terso, le dije mientras inadvertidamente le metía la mano bajo el albornoz y le acariciaba suavemente el cachete derecho.

—¡Cómo te atreves! —dijo mi madrastra separándose de mí rápidamente y como por acto reflejo lanzó su mano contra mi cara y una bofetada resonó con estrépito en el silencio de la habitación.

Admito que no me lo esperaba, me sentí tan desconcertado que en un principio no supe cómo reaccionar, hasta que sentí prender la mecha de la furia en mi interior. ¡Cómo había podido hacerlo! —me dije a mí mismo.

Me levanté y la empujé con brusquedad tirándola literalmente encima de la cama. Luego me acerqué a ella y me coloqué entre sus muslos abiertos.

—¡Tú no eres mi madre! ¿Entiendes? Así que harás lo que yo diga o se lo contaré todo a Danilo —dije, Danilo era mi padre adoptivo.

Fueron unos segundos eternos, los dos respirábamos agitadamente cuando fui consciente de que el albornoz se había abierto y su sexo peludo se dejaba entrever en los pliegues de la tela. Entonces cogí la cinta que lo anudaba y de un tirón deshice el nudo abriéndolo de par en par para mostrar su cuerpo desnudo bajo él.

Ella lo cogió e inmediatamente lo cerró para cubrirse, pero una vez más agarré sus brazos y con furia los separé, llevándome el albornoz con dicha acción y abriendo de nuevo las puertas hacia su cuerpo desnudo frente a mí.

—¡Tú estás loco Aday!

—Harás lo que yo diga o se lo contaré todo a mi padre, ¡te lo prometo! —bufé en su cara ligeramente inclinado sobre su cuerpo desnudo.

Mis palabras cayeron como una losa en su cara y ésta quedó inmóvil y desnuda frente a mí, ya no se cubrió más.

Entonces bajé mi bragueta e introduje mi mano en ella sacando mi tremenda erección. Al verla, Beyda quedó estupefacta. Luego comencé a masturbarme delante suyo, mientras esta yacía inmóvil, desnuda y boca arriba tumbada en la cama. Respirando agitadamente, sorprendida por mi tempestuosa reacción. Ya no luchaba, sólo observaba, me observaba a mi masturbándome con frenesí encima suyo, observaba cómo empuñaba mi miembro y como, con furia, me la meneaba frente a ella.

Aquello era superior a todo lo que había imaginado, el morbo me hacía tragar una saliva que mi boca no tenía en aquellos momentos de excitación extrema. Los segundos parecieron estirarse y el tiempo detenerse, no tardé mucho en acercarme a mi clímax mientras ella, expectante, yacía abierta de piernas frente a mí, mostrándome su cuerpo desnudo, sus grandes pechos y su coño peludo, respirando agitadamente, seguramente presa aún de la sorpresa por mi atrevida acción.

Finalmente estallé, me dejé ir y los chorros salieron de mi glande con gran fuerza, impactando por todo su cuerpo. Su barriga, sus grandes tetas y finalmente los últimos, con menos fuerza, en su sexo peludo.  La escurrí hasta la última gota mientras ella, atónita era testigo de toda mi corrida.

Sentía que las piernas me fallaban, todo mi cuerpo temblaba tras el tremendo frenesí y el estrés sufrido. Fue como si el orgasmo hubiese sido el final y ahora, cada músculo de él, se aflojará y amenazara con derrumbar toda la estructura.

Ella no dijo nada, quedó inmóvil hasta que hube acabado y luego simplemente cerró su albornoz cubriendo todo el desaguisado sobre su piel y se deslizó por un lado de la cama, levantándose y entrando en el baño para ducharse.

Para cuando terminó, yo ya me había marchado…


La madrastra sinopsis:

Beyda es la madrastra y Aday el hijastro, entre ambos sucederá algo imprevisto, un accidente que les llevará a mantener una tórrida relación. En principio forzada, pero luego, surgirá algo que los unirá inesperadamente, como suceden estas cosas en la vida…