La Madrastra (5)

Esta vez no hubo resistencia, ella simplemente lo hizo...

Imperiosa necesidad…

Al volver del instituto la pillé cocinando. Entré y sin dar muchas explicaciones le hice una impactante petición.

—¡Vamos Beyda, desnúdate! —le ordené de repente.

—¿Cómo dices? —preguntó extrañada.

—¡Qué te desnudes, quiero verte desnuda! ¡Obedece o se lo contaré todo a mi padre!

Beyda quedó petrificada, mi amenaza de nuevo tuvo ese efecto. Intentó resistirse pero volví a ordenárselo y su resistencia fue vencida. Allí mismo en la cocina se abrió el vestido y me mostró sus braguitas blancas y su sujetador.

Mientras, yo saqué mi erección y comencé a masturbarme delante suyo.

—¡Oh Beyda, quítate el sujetador y enséñame tus tetas! —le ordené.

Esta vez no hubo resistencia, ella simplemente lo hizo. Y yo seguí masturbándome, mientras ella miraba para otro lado.

—Esto no está bien Aday —me dijo en un susurro.

—¡Oh vamos Beyda, quítate las bragas! —le dije ignorando su advertencia.

Ella obedeció, así pude volver a contemplar su sexo peludo.

—Mueve las tetas —le ordené de nuevo.

—¿Cómo?

—Muévelas de un lado a otro —le especifiqué.

Y lo hizo, sus tetas se movían de izquierda a derecha y viceversa.

—¡Qué cuerpazo tienes Beyda! —dije yo mientras me la meneaba delante suyo—. ¿No quieres probar mi polla?

—¡No eso nunca! —replicó—. Si me pides eso puedes decírselo a tu padre, porque no lo haré, ¿entiendes?

—Está bien, no te pongas nerviosa, que ya acabo —dije acelerando el ritmo.

Ella me miró con el rabillo del ojo, yo empuñaba mi herramienta con fuerza y la movía con energía. Entonces sentí llegar el semen por la base, el calor previo y electrizante en el justo instante en que todo estalla. Y estallé, mi semen salió a borbotones de mi glande y regó el suelo de la cocina. ¡Oh, qué sensación!

Cuando terminé me limpié con servilletas y de nuevo ella miró y vio el desaguisado.

—¡Te has portado bien Beyda! No ha sido nada difícil, ¿verdad? —le dije mientras me marchaba al instituto.

Ciertamente el suelo estaba pringado de mi leche, ahora ella tendría tiempo de ver lo caliente que me ponía.

Salí y entré en mi cuarto hasta que llegase mi padre, sólo entonces saldría y almorzaríamos como si tal cosa. Aunque Beyda y yo lo sabíamos, ambos teníamos un secreto, algo que ocultar a mi padre, fue entonces cuando comprendí que aquel secreto también me amenazaba a mí, pues, ¿qué pensaría mi padre si descubría que me follaba a mi madrastra…?

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