La luz del fuego 6
Carolina comienza a preguntarse qué es lo que siente por Mariana.
Esa noche mientras recorría el corto camino del piso de Mariana al mío cavilé sobre el visto bueno para el intercambio. No quería tomar una decisión emocional pero me encontraba totalmente sobrecogida por las emociones, finalmente pensé que sería injusto decidir por ella, así que buscaría conversar con Mariana. Sin embargo no quería, o más bien quería pero sabía que no debía, encontrarme con ella fuera de la universidad, porque podría repetirse lo de aquella tarde.
Pasé tres días pensando cómo pedirle que nos encontrásemos y finalmente me decidí por el impersonal correo electrónico, pues esta sería la manera más lógica para que una profesora citara a un estudiante. En un mensaje escueto la citaba a presentarse a mi despacho para conversar sobre su solicitud de intercambio, igual fue la respuesta: un breve mensaje cortante dirigido a la doctora Romero. Me supo mal y pensé en seguida que estaría dolida por la forma en que me acerqué a ella.
Para el día convenido me levanté como cuando iba a verla en clase: ansiosa, insegura y hecha un manojo de nervios. Duré siglos decidiendo cómo vestirme pues aunque iba a la universidad y quería verme profesional, no podía evitar querer estar guapa. En alguna parte de mi cabeza estaba la nota mental de lo increíblemente guapa y joven que era Mariana, y a pesar de mis pocos años más no quería que se arrepintiera de lo que había pasado.
Cuando finalmente atravesó la puerta del despacho venía tan fresca y natural como siempre, como si acabara de pisar la tierra un segundo antes. Se sentó en silencio y sacó una libreta de apuntes, atenta como si fuera a comenzar la clase.
- Hola – comencé en vista de que ella no iba a romper el silencio
- Hola – contestó sin más
- Bueno… ¿qué tal está todo? – pregunté ansiosa
- Bien, gracias
- Mariana… – pero Mariana no me miraba, tenía puesta su máscara de chica dura – ah… esta semana vamos a reunirnos a ver el caso de tu solicitud de intercambio y quiero saber qué decir…
- Doctora, imagino que usted sabrá bien cuál es el concepto de su área de estudios – contestó seria mirando a la libreta
- Oye – le dije suavemente – el concepto de mi área de estudios es el que tu necesites… – pero no hubo respuesta. – No sé por qué estás enfadada pero esto no tiene que ser difícil, luego podemos hablar de lo demás…
- No pensaba que esta citación por correo pudiera ser para hablar de lo demás… - dijo fastidiada -
- Para serte sincera, desde ese día no he podido parar de pensar en que tengo que autorizar que te vayas, para mi tampoco es fácil. Lo pensé mucho y finalmente creo que lo mejor es que tu me digas qué quieres. Mariana, si pensara solo en mí no podría decir nada, pero soy tu profesora e irte a Milán podría ser importante para tu carrera…
- También quisiera saber qué opinan tus padres, cómo planeas costear esto…
- Bueno, mis padres no pintan nada en esto. Tengo el dinero, tengo un dinero que me dejó una tía – explicó fastidiada por el tema
- Entonces… – la miré, toda la historia familiar era rara pero no quise entrometerme
- Entonces… – y me aguantó la mirada – no quiero ser un rollo de verano. Si me voy lo dejamos aquí.
- Vale, te diré lo que diga el comité. Guapa…
Sin mediar otra palabra se levantó se levantó y guardó su libreta.
- No te vayas así – dije rápidamente – no vas a ser un rollo de verano…
- Carolina, me escribiste un correo – me reclamó – un puto correo después de… todo esto
- Ey, espera. Yo te escribí un correo ¿y tú?
- Tú sabes dónde vivo, cómo encontrarme…
- Mi móvil está en la firma del correo – dije rápidamente – y lo sabes desde el primer día de clase. Siéntate – le dije usando la típica voz de profesora, lo que me valió una mirada de odio
- ¿Qué? – se sentó pero sembró su mochila en la otra silla
- ¡Nada! Me estás volviendo loca… - dije exasperada – deja de actuar como si estuviera matando a tu madre cada vez que te hablo. Mira, Mariana, me gustas, mucho más…. ya lo sabes, pero esto en una situación imposible
- Y yo igual – me dijo más tranquila – estoy confundida y me cabreo, lo lamento, me enfado contigo… quise irme para dejar esto atrás y ahora que sé que no me lo inventé, no sé qué hacer. Pero si me quedo tienes novia y este puto trabajo! – me reí y nos quedamos mirando
- ¿Café? – dije finalmente
- Sí, pero no aquí…
- Aquí, recuerda que no quieres ser un rollo de verano… - le dije con una sonrisa triste
- Vale.... pero háblame, cuéntame qué estás haciendo.
Nos quedamos hablando de todo y de nada durante un buen rato, nerviosas, contentas de vernos y tensas por no poder tocarnos. Cuando por fin cerró la puerta sentí que me estaba ahogando: lo típico, se me olvidaba respirar cuando tenía a Mariana Salvador al frente.
- ¿Qué ha pasado al final con tu estudiante...? La que te tiraba los trastos – me preguntó Adriana el día siguiente mientras hacíamos el café habitual
- Bueno, nada – fingí desinterés pero me puse nerviosa
- No me digas – respondió con incredulidad – ¿te la estás follando?
- No me gusta ese presente continuo – dije con una sonrisa pícara – solo fue una vez… - puse cara de niña pillada en falta
- Una vez más de lo recomendable – sonreía abiertamente - estás loca, Caro, sabes que eso puede terminar mal ¿Cuándo fue esto?, ¿has vuelto a verla?, ¿qué tal ha estado?
- ¡Ah! ¡Tantas preguntas, Adriana, por dios! – me estaba agobiando – A ver, ha sido… la semana pasada, ha estado muy bien – sonreí ligeramente - Y sí la vi, la vi ayer, pasó por mi despacho. – me miró con incredulidad – Bueno, tampoco pasó nada, hablamos de su intercambio… es que no te lo he dicho: quiere irse de intercambio un año, se graduaría en Italia.
- Ya. – dijo
- ¿Qué? Yo tengo que autorizárselo – dije con un gesto de agobio
- Estas pillada, te veo – me dijo divertida – es lo que tienen los encuentros prohibidos
Me planteé seriamente si era posible que estuviera enamorándome de Mariana. Traté de desechar rápidamente el pensamiento.
- No estoy pillada. Lo mejor es que se vaya pero también sé que la echaré de menos.
- Si esto se sabe en la uni…
- Si, es claro. Pero la universidad es cualquier cosa, es un trabajo. Me preocupa Natalia
- Caro, si te echan de la uni por meterte con una estudiante lo vas a tener muy jodido para que te cojan en otra… – me miró seria – Natalia sería el menor de los problemas
- ¿Aunque ya no sea mi estudiante? Mira, mientras tuve que ponerle notas no pasó nada, fue después… Conozco tantos colegas que salen con estudiantes ¡hasta se casan con ellas y no pasa nada!
- Ya, pero ¿cuántos de esos colegas son lesbianas? Sabes que los prejuicios existen, no quieres convertirte en la lesbiana depredadora. Si puedo darte un consejo, déjala ir. Fue un buen polvo y se acabó… todo lo demás será un lío
- Fue un polvo, sí, pero… - buscaba las palabras para mi propio sentimiento – me removió cosas...
- Caro, déjalo estar. Tu tienes una chica ya, y no se ve que la vayas a dejar ni que quieras hacerlo. Si sigues en este juego solo conseguirás confundirte. ¿Recuerdas cuando tu y yo….? – dejó en suspenso su frase
- Sí – dije algo avergonzada
- Nos gustamos estuvo bien lo que pasó pero no era el momento – dijo - y la vida nos ha mostrado que estamos mejor como amigas. Tal vez esto sea similar…
Usé el camino a casa para pensar. Adriana tenía una gran capacidad para ponerme las cosas en perspectiva y podía tener razón, debía tener razón; pero la incertidumbre que sentía en el pecho me pesaba, no me imaginaba lo que sería llegar a clase sin ver esa chica entre los estudiantes… También estaban aquellas cosas que no nos habíamos dicho: quién era la rubia del coche rojo, la seriedad de mi relación con Natalia... Bua.
Disculpas por la tardanza!