La luz del fuego 4

Me siguió hasta el coche solo un paso detrás de mi, aunque no esperaba que lo hiciera, y de hecho habría preferido que no lo hiciera. Las ideas atravesaban mi cabeza a la velocidad de la luz y sentía las piernas temblar ligeramente, ¿qué iba a pasar cuando llegáramos al coche?

Clase a clase me costaba más trabajo sacar de mi mente a Mariana, era innegable que me gustaba mucho; me levantaba ansiosa y si no la veía durante el día llegaba a casa melancólica. No era justo con Natalia, que siempre era especial y dulce. Sentía que me estaba volviendo un poco loca y no sabía con quién hablar, a mis amigos no podía decirles nada de estos pues todos me dirían que era una ridícula que estaba dejándose impresionar por una jovencita, pero sobre todo estaba Natalia...

Ese día terminé clase y mientras guardaba las cosas se me acercó, un poco más de lo normal, pues sentí el perfume cítrico que desprendía su pelo.

-       Doctora

-       Mariana

-       Quería contarle que tengo una exposición. Si tiene un tiempo me gustaría que venga  – tenía una sonrisa pícara en la cara

-       ¿Sí? ¿Una exposición de? – me hice la distraída

-       Fotografía… en la Sala Beta

-       Ah excelente  –Beta, arte contemporáneo, bua…

-       ¿Vendrá?

-       ¿Cuándo abre?

-       Mañana en la noche  – pensé que en la inauguración estarían los compañeros e inclusive otros profesores, sin embargo me daba mucha pereza seguir socializando con la gente de la universidad fuera de ella

-       Oh, mañana me va mal, pasaré el lunes

-       Pero no verá a la artista  – se apresuró a decir

-       Bueno pero veré las fotos ¿no es eso lo importante? – esto se ponía interesante

-       No… sí. En fin, también estaré el martes en la tarde. Además le debo un café…  – mirada fija, sostenida, a su estilo

-       Cierto. No prometo nada, tal vez nos veamos el martes  – ¡qué mirada tan intensa!

-       No falte, Carolina  – me dijo seria

Y no falté. Al siguiente martes precisamente a las 4 estaba entrando a la Sala Beta. Mariana estaba sentada en el suelo leyendo, con un vestido vaquero claro suelto que se escurría por sus hombros. Con la luz de la sala su piel era un escándalo, veladuras tornasoladas de óleo: lisa, brillante, casi transparente.

Estuve en el marco de la puerta mirándola un buen rato, pensando en sus hombros, la miel de su pelo, de sus ojos. Recordando ese perfume cítrico que me hacía desear clavarla contra la pared como un cuadro y besarla hasta que ya no tuviera labios. Luego levanté la vista y vi las fotos: no estaba mal, temas cotidianos con excelente luz y buena composición…

-       Carolina – dijo al fin

-       Hola, al final vine…  – me había puesto nerviosa

Caminó hasta la puerta lentamente, estirándose como un gato sin apartar sus ojos de mi

-       Empezaba a pensar que no vendrías  – mientras me daba dos besos, qué confianzas…

-       No sabía si tendría tiempo  – dije al fin congelada por su mirada

-       Mira por ahí, voy a estar en la mesa del fondo – me dijo al fin  – pero no quiero saber lo que piensas, me da vergüenza…  – se rió inquieta

-       Vale, pero no me puedo quedar mucho…

Recorrí las fotos con calma: una playa en invierno, dos pares de zapatos de mujer contra una pared, una serie de fotos de Mariana golpeada y sanando de sus golpes con los ojos llorosos, una ventana lluviosa con vista al centro, que no podía ser su ventana… ¿qué estaba viendo yo? Si sumaba lo poco que sabía de esta chica no me cerraban las cuentas: en la universidad se veía como una moderna cualquiera con ciertos recursos, pero su casa era básicamente una pocilga, luego estas fotos que contaban una historia más bien sórdida, pero ella era básicamente una sonrisa. No entendía nada.

-       Terminé – dije acercándome a la mesa mientras me sonreía

-       Gracias

-       ¿Me puedes explicar un poco de la curaduría? – me atreví a tutearla como ella había hecho unos momentos antes

-       No – dijo bajando la cabeza con una pequeña sonrisa

-       ¿Entonces? ¿A qué vine hoy si no puedo hacer preguntas a la artista?

-       A verme – dijo seria – mis fotos – aclaró atropelladamente

-       Y al café …  – dije tratando de salir de ese momento comprometedor  – que no me has dado

-       ¿Tienes prisa? – dijo casi en un susurro

-       Un poco, tengo que preparar clase – dije pensando que al día siguiente la vería sentada en el tercer puesto de la primera fila

-       Pero aquí no hay café, tendremos que ir a la otra calle

-       Vamos... pero démonos prisa ¿vale?

Caminamos en silencio. Iba embriagada en su perfume, distraída en su pelo iluminado por la luz de la tarde, pensando que se arriesgaba mucho esta chica, si no me estaba tirando los trastos tal vez yo estaba loca, para mi era evidente que sí, que quería decirme algo.

-       Bien ¿en qué íbamos? – dijo cuando nos sentamos

-       Te había pedido que me explicaras la curaduría pero no hubo suerte– le dije

-       Es difícil, no quisiera hablar de ello – dijo mirando el café mientras nos quedamos en un silencio que ella finalmente rompió – mejor cuéntame cómo es eso de preparar la clase…  – volvió a sonreír

-       Bueno, es un proceso aburrido: leer, tomar algunas notas, hablar sola abundantemente para aclarar ideas… - reímos juntas

-       Me gustaría verte…  – dijo riendo

-       No creo, eso ya no sería hablar sola. Y digo muchas tonterías

-       No sé. Pienso que hablas muy precisamente, casi se ven los signos de puntuación cuando hablas – notaba su mirada en mis labios

-       No es tan preciso cuando lo estoy preparando…  – dije muy nerviosa

-       Siempre es así, no solo en clase. Soy fan – dijo dando un trago al café mientras yo sonreía ampliamente  – de cómo salen las palabras perfectas de tu boca, de cómo se mueven tus labios cuando hablas

Sentí ese latigazo en el vientre y me di cuenta de que no estaba respirando, solo mirándola como si el mundo se hubiera detenido en su boca. Me llevé la mano a la cara y me tapé un ojo porque todo esto me estaba superando ampliamente.

-       Perdona – dijo avergonzada – fue demasiado

-       Esta conversación no puede seguir… aquí  – finalmente fui consiente de que estábamos en un sitio público y me levanté

Me siguió hasta el coche solo un paso detrás de mi, aunque no esperaba que lo hiciera, y de hecho habría preferido que no lo hiciera. Las ideas atravesaban mi cabeza a la velocidad de la luz y sentía las piernas temblar ligeramente, ¿qué iba a pasar cuando llegáramos al coche? Debí haberme indignado de tal manera que esta chica no me contara nada más nunca más, debí haberme encargado del problema, porque lo que me pasaba con ella se estaba metiendo donde no podía meterse, donde ya había alguien.

Cuando finalmente llegamos, subí de prisa y ella también, suspiramos como si hubiéramos corrido hasta allí, otra vez me golpeó su perfume…

-       De verdad perdona, me pasé tres pueblos

-       Te pasaste más – dije seria mientras las dos mirábamos al frente – el problema es que yo también pienso en tus labios , –comenzó a acercarse  – en tu pelo…,  –cada vez más cerca  – y en la curva de tu cuello…

Y me calló con un beso suave, lento, tan dulce como cítrico que respondí obnubilada momentáneamente por la suavidad de sus labios y los movimientos de su lengua. Al terminar me sentí extraña, como si toda la última media hora no debiera haber ocurrido.

-       Esto no puede volver a pasar

-       Va a volver a pasar Carolina, nos apetece…

-       Eso sin duda, pero tengo pareja

-       No me importa – me tomó de la mejilla

-       Bueno… seguro que a ella sí ¿no crees? – le dije recordando que yo era la adulta de la conversación –. Anda, te dejo en tu piso.

Y así fuimos en silencio todo el rato, cualquiera se lo habría creído de no ser porque su mano tibia iba sobre mi rodilla.