La luz del fuego 2
Carolina y Mariana se encuentran en privado
- Tengo que decirles que en el examen les fue fatal. El análisis de muchos no estuvo a la altura de lo que hemos discutido aquí y me preocupa; recuerden que estoy disponible en el horario de atención para resolver dudas de cara a los siguientes temas. Antes de que toquemos las vanguardias todo el tema de arte clásico debe ser claro para ustedes. ¡Ya son 3 cursos sobre el tema los que tienen en la espalda!
- Pero doctora… – la misma voz...
- ¿Ah? – no estaba de humor para los retos públicos de la señorita Salvador
- El profesor Casadiego no explicaba Renacimiento según Gombrich
- Bien, eso es sencillo de resolver. Tienen ustedes el libro de Gombrich en sus manos, si quieren saber lo que opina del Renacimiento Gombrich bien pueden dirigirse a los capítulos pertinentes. Pero la historia es una sola.
Continué la clase molesta hasta que lo olvidé. Al final de la hora salieron todos menos Mariana Salvador, quien se me acercó.
- Doctora Romero, me parece importante explicarle que la respuesta sobre historiografía renacentista habría valido para el profesor Casadiego – Ni un solo titubeo en su voz, seguridad plena, máxima, reto…
- Perfecto, señorita Salvador, – riposté con fría tranquilidad – pídale al profesor Casadiego que le suba la nota
- No me parece la respuesta – subió ligeramente la voz mientras me miraba fijamente
- No me parece la actitud ni la forma – continué con total calma sosteniéndole la mirada – Le sugiero que revise las lecturas y apuntes, y pase por mi oficina si tiene argumentos sólidos para que revisemos la evaluación de su examen. La historia es la historia, independientemente de quienes la versionen, debe tener similares contenidos.
- ¿Tiene sentido pasar por su oficina si usted no quiere dialogar? – siguió empujando…
- Tiene todo el sentido, el diálogo no está en duda, lo que está en duda es la estrategia que usted está utilizando. Subamos, tomemos un café.
No sé por qué lo hice pero la desarmé. Le extendí el brazo para que pasara y cerré la puerta del salón. Caminando detrás de ella noté nuevamente sus rizos claros ¿eran color miel o algo más subido? La luz los transformaba en un espectáculo tornasol de castaño a rubio que rebotaba contra sus hombros en casa paso. Cuando comenzamos a subir la escalera dejé de pensar en el color de su pelo pues su culo estaba justo frente a mi y no podía evitarlo: era perfecto, era una obra de arte que bien podría analizar Gombrich.
Ya en la oficina traté de ocupar mis pensamientos en servir el café, pero una vez me senté en el escritorio y la miré supe que me había metido en problemas llevándola hasta allí.
- Doctora… – comenzó mientras revolvía el café – no sé si lo que voy a decirle es muy atrevido pero no creo en esa visión de la historia. Creo que cada uno la ve a través de su subjetividad, todos sentimos los hechos diferente
- Eso es innegable, señorita Salvador – respondí aterrizando en la conversación
- Mariana… – a apresuró a corregir sonriendo
- Mariana. Eso es innegable – lo anoté mentalmente ¿debía yo también ofrecer mi primer nombre? – pero esa visión nos aleja del conocimiento. Si cada quien tiene dentro de sí una verdad, la verdad no es conocible – y no pude evitar preguntarme por las verdades que Mariana guardaba bajo su pecho
- Si, pero el positivismo nos aleja de lo humano. Tiene usted razón en que los hechos son hechos; pero la historia, según le he entendido, también se ocupa de interpretarlos. La posición analítica que usted nos solicita en clase tiene que tener eso en cuenta.
- Así es –no me esperaba una discusión epistemológica de una chica de 7to de carrera que planteaba una posición diferente a la mía pero igual de válida.
- Entonces… – dijo ansiosa
- Entonces puede escoger su nota, señorita… – la miré fijamente
- Mariana. – interrumpió – No puedo hacer eso
- ¿Por qué?
- Porque usted es la profesora, doctora – una profesora acorralada, pensé
Y es que si yo no fuera la profesora nada de esto estaría pasando; ni los retos, ni los piques, ni las conversaciones sugerentes de oficina. Tampoco estaría tan dudando tanto de lo que me pasaba con ella.
- Eso es una circunstancia, Mariana – primer nombre – como los números que usamos para valorar lo que no se puede medir. Tiene usted un 10, porque el pensamiento crítico vale más que la memorización de datos históricos – dije fingiendo naturalidad mientras pensaba cómo despacharla lo antes posible – la veo en clase
- De acuerdo – dijo levantándose. Justo antes de cerrar la puerta me miró – Gracias por el café, el próximo lo invito yo
Me quedé inquieta, pensando por qué creería ella que habría un próximo café.
Ese día cambiaron las cosas para mi porque dejé de ver a Mariana como un proyecto inacabado y se convirtió en una chica más, ese pensamiento comenzó a aturdirme porque había alguien en casa que dormía a mi lado. Yo ya tenía una chica.