La luz del fuego 16
Pensé que estaba cansada de tener el corazón en la mano, esperando que Mariana me quisiera y por eso Renata me reconfortaba.
Esos últimos días hasta las vacaciones de verano fueron terribles, pues había dejado la pelota en la cancha de Mariana y aparte tenía que ver a Rossi en cada reunión y por los pasillos. Vi a Mariana un par de veces por la Facultad mientras pagaba el resguardo de su título y visitaba la oficina de aquella maldita bruja. No sabía que era capaz de guardar tantos celos en el pecho, nunca había sido celosa y me sorprendían ciertos pensamientos que me había pescado teniendo respecto a ellas.
Finalmente terminó aquella tortura. Me haría bien tomar unas largas vacaciones paseando por los museos, siendo la guiri que toma demasiado sol y acostándome con alguna extraña en un pueblo perdido italiano. Lo necesitaba, así que los primeros días de vacaciones me encontré planeando cómo escaparme. En eso estaba cuando recibí una llamada de un número austríaco.
- Quiero verte, Carolina – fue el saludo que me regaló Renata
- Bueno… vente a Milán – dije alegremente – por cierto, hola ¿qué tal estás?
- ¿No se molesta tu chica… Mariana es? No seas tan formal, Romero
- No estamos juntas, Renata. Vente
- ¿Qué dices?
- Te dije que no era mi pareja… en fin, que no pasa nada. Voy a bajar a la Toscana la próxima semana, si te vienes hacemos un recorrido chulo juntas.
- Ya, me imagino los recorridos – había mucha picardía en su voz
- Renata… - le reproché
- Ay Carolina, ya sé que la amas. Está todo bien, a menos que te quieras volver monja por ella – reí – y claro que quiero ver la Toscana contigo.
- Venga. ¿cuándo vienes?
- Bueno, estoy en el aeropuerto, si me das tu dirección nos vemos en un rato
- Estás loca, brasilera. Te la dejo en un whatsapp, no pagues más de 15 euros al taxista
Recibí a Renata en mi piso. Sería larga la estancia y yo no tenía más sitio que mi propia cama de dos plazas, así que la acomodé en mi habitación pensando que igual terminaríamos follando y probablemente no necesitaríamos más que una cama.
Tenerla en casa fue extraño pero no desagradable, recorrimos Milán, esta vez pude hacerlo acompañada, y no hacía daño que otra académica y artista estuviera a mi lado, recordé que eso hacía parte de la química que teníamos, hasta cierto punto era romántico. También le conté lo que había pasado desde mi llegada con Mariana. Habíamos pasado a otra parte de la amistad con mucha mayor complicidad, lo que era raro, pues todavía nos encontrábamos de noche en la cama y follábamos como dos adolescentes.
El día de la partida estábamos ya recogiendo todo cuando sonó el telefonillo. Al cogerlo me encontré con la voz dudosa de Mariana Salvador, así que la hice subir con prisa. Abrí la puerta y nos quedamos un poco congeladas, incómodas, hasta que Renata se aclaró la garganta obligándonos a romper ese momento.
Mariana no dio más de 4 pasos dentro del salón, yo iba solo un paso detrás tratando de dar el pego, de que aquello era normal, antes de que se viniera abajo el castillo de naipes.
- Mariana ¿verdad? – dijo Renata, plantándole dos besos – encantada
- ¿Encantada? – Mariana estaba más bien incómoda, me miró dudosa
- Renata Cardoso
- Renata es una amiga de Viena – interrumpí
- ¿Una amiga? – Mariana estaba tan desconcertada que solo atinaba a responder preguntando lo último que había oído.
- Sí, Carolina tiene amigas… – hubo algo de sarcasmo allí pero todas hicimos el esfuerzo por dejarlo pasar – Bien, querida, conversen mientras cojo la mochila, Caro, debemos irnos pronto.
Renata desapareció por el pasillo hacia mi habitación sin que Mariana le quitara un ojo de encima, luego me interrogó con un gesto ferozmente serio. Me mantuve impasible, no tenía por qué explicarle nada, así como ella se había encargado de dejarme claro que no me debía explicaciones.
- Venía a hablar contigo pero veo que te pillo de salida – la intensidad de sus gestos me iba a romper el pecho
- Sí, lo siento. Tendrá que ser otra vez
- ¿Dónde conociste a tu… amiga? – dijo con desprecio
- En la universidad, en Viena, ya te lo conté
- Ya… ¿y dónde vais?
- De vacaciones por la Toscana – tan pronto me oí decirlo supe que se oía mucho más comprometedor de lo que era
- ¿Juntas? – asentí – Es el lugar más romántico de Italia – me reprochó, solo pude subir los hombros pero seguía mirándome como si pudiera matarme con los ojos
- Me imagino cómo lo sabes – respondí mordaz
- No, no te lo imaginas – dijo rápidamente – ¿te la follas?
No nos estábamos diciendo mayor cosa pero la conversación había subido varios decibeles, acercándose a una discusión.
- Jo, Mariana ¿tu no te follas a otras? – le dije copiando como me había respondido lo de Rossi. Me miró desconcertada, abrió la boca para hablar un par de veces pero no salió nada.
- Que lo paséis bien – dijo por fin con desprecio mientras abría la puerta
- Salúdame a nuestra jefa – alcancé a decir antes de que azotara la puerta con fuerza.
Me quedé allí inmóvil, tratando de recuperar un poco el aliento y el control, sin percatarme de que Renata llevaba un buen rato parada a la salida del pasillo.
- ¿Qué ha pasado? – me sobresaltó la voz de Renata. Me avergonzó tratar de calcular cuánto tiempo llevaba viéndonos. Vino a abrazarme y me aferré con toda la fuerza de mi cuerpo, como si ella tuviera la clave de la cordura y la compostura hasta que pude calmarme. – Te llevo al lugar más romántico de Italia ¿eh? Lástima que estés enamorada hasta las trancas de otra… allí van a saltar chispas en cualquier momento – reímos –recoge tu mochila que como nos deje el tren te voy a echar una bronca que hará que esta parezca una caricia.
Recuerdo pocos veranos tan maravillosos como el que pasé con Renata entre los pueblos, los vinos, los quesos y los tíos que nos invitaban copas con la idea de llevarnos a la cama, pero no había suerte, ya compartíamos la cama nosotras. A pesar de tener el corazón roto como nunca en la vida estaba teniendo un romance de verano con una chica maravillosa, inteligente, estimulante y muy consiente de que no tendríamos nada a largo plazo. Eso no la detenía de entregarse un poco sin pensarlo e invitarme a lo mismo, era difícil describir lo que estábamos haciendo y más difícil imaginar por qué.
Despertaba temprano cada día a ver la curva de su culo envuelta en las sábanas al descuido, me gustaban las primeras palabras que salían de su boca por la mañana, cuando su cerebro aún no sabía en qué idioma hablar ni trataba de controlar su acento. Había algo de una alegría liviana allí donde los últimos años era una maraña oscura de inquietud, lo que me resultaba en una confusión espectacular sobre lo que pasaría cuando terminara aquel paréntesis de la vida real que estábamos teniendo.
El final de ese mes de viaje nos pilló en Siena, la que sería mi ciudad favorita de la zona, por su maravillosa arquitectura renacentista, fiestas y viejitas italianas entrañables. La ciudad trepaba desde un centro deprimido hasta unas colinas imponentes que regalaban tremendas vistas. Subía cada día a toda prisa, dejando a Renata muy atrás, para tomarme un momento, admirar todo aquello y pensar un poco.
¿Qué me pasaba con Renata? No quería deformar las cosas: éramos amigas, de las que follan sí, pero amigas. El rechazo de Mariana, que era como lo veía yo, me había lanzado a propulsión en los brazos de Renata, pero no era algo permanente, ella estaba de paso y no se molestaba en ocultarlo ni en hacer planes para remediarlo.
- Qué concentración, doctora Romero – Renata me rodeó la cintura con el brazo – ¿las vistas o es otra cosa… con nombre propio? – reímos –¿preparada para volver?
- Bueno, no creo que se pueda estar listo para salir de aquí… – recorrimos con la mirada aquellas colinas maravillosas
- Cierto. Pero ¿no quieres resolver las cosas con tu amada de una buena vez?
Puse mi brazo en sus hombros y nos estrechamos un momento, esa fue mi respuesta
- ¿Sabes que eres la campeona de las señales contradictorias, Carolina? – volteé a verla divertida – si no me hubieras dicho tan claro que estás colgada de otra pensaría que…
- Todo es muy difícil, Renata, a veces no sé lo que quiero… - traté de disculparme
- Sí, y este viaje no lo hace más claro – dijo seria – seguro que nos ha confundido más… a las tres – la miré con cara de no entender – tu y yo aquí es una cosa, pero Mariana pensando en nosotras aquí es otra
- Mariana está con otra, creo que es hora de cerrar esa puerta. Estoy tratando de cerrarla aquí arriba, de abrir los horizontes ¿no te jode?
- Bueno sí, me jode – reímos – te habrías podido decidir un poco antes ¿no? Caro, esa puerta no está cerrada, esa escena de celos de tu piso… - Renata tenía razón pero me inquietaba discutir el tema con ella pues tampoco estaba tan clara respecto a lo que había pasado en ese viaje entre nosotras
- Bueh, bajemos, ya está bien de este tema
Bajamos en silencio, con ese mismo abrazo estrecho que nos habíamos dado en aquel descampado de la colina. Pensé que estaba cansada de tener el corazón en la mano, esperando que Mariana me quisiera y por eso Renata me reconfortaba, lo cuál era una forma bastante egoísta de vivir aunque a ella no le importara.