La luz del destino

Un cuento no erótico.

14-ago-09

LA LUZ DEL DESTINO

En medio de su oscura vida apareció una luz, intensa, brillante, subyugadora, por la que se sintió irremisiblemente atraído de inmediato.

Y allí se dirigió, volando tan abstraído y absorto que no detectó la presencia de aquella otra polilla hasta que casi choca con ella. El aire que les rodeaba se agitó alterado por el revoloteo de las alas que prácticamente se habían llegado a rozar despertando a nuestro protagonista de la especie de hipnosis en la que estaba sumido.

  • A ver si miras por dónde vas – le increpó ella malhumorada.

  • Perdone señorita, es que la luz me cegó – se disculpó él un poco avergonzado.

  • Bueno, no pasa nada – dijo ella más tranquila – Es normal que estuvieses distraído si ibas directo a tu destino.

  • ¿Mi destino? Perdone pero no la entiendo – se intrigó él.

  • La luz. El destino. ¿Es que no conoces la historia?

  • Pues a decir verdad, no. Es que soy forastero, pero me encantaría que me contase todo lo que sepa sobre ella. Quizá le parezca una tontería pero estoy convencido de que tiene que ser un lugar mágico, es increíble la fuerza con la que "me llama", ¿acaso usted no lo nota?

  • Claro que es mágica y claro que noto su llamada, es la Luz del Destino, la que decide quién vive bajo su brillo y quién sucumbe bajo su poder. La capacidad de resistirme a ella es lo que me hace especial. Yo la adoro, la respeto y vuelo a su alrededor esperando que elija a alguien para mí, alguien con quien yo pueda ser feliz. Mira ahí abajo, está sembrado de cadáveres de los que se enfrentan a ella buscando respuestas, llegan los insensatos, llenos de arrogancia, se abalanzan sobre su resplandor pensando que su simple llamada les hace excepcionales y acaban fulminados por su implacable juicio.

Tal declaración hizo que él se fijase detenidamente en aquella pequeña y dorada polillita. A simple vista no era de llamar la atención, demasiado pequeña para lo que estaba considerado "tener buen cuerpo" entre el género femenino de su especie, pero era cierto que tenía un aire enigmático y seductor, un olor delicioso y una curvatura de antenas de lo más sexy.

No era de los que creían en paparruchas de tipo paranormal, pero había que rendirse a la evidencia de que aquella luz era totalmente sobrenatural y la explicación que ella ofrecía le parecía de lo más verosímil, sobre todo al ver el aplomo con que aquella pequeña se mantenía allí charlando cerca de la luz sin dar señales de inquietud, cosa que a él le estaba costando un esfuerzo enorme, ya que su vista y su concentración tiraban cada vez con más fuerza hacia aquel brillo; además de la prueba irrefutable de todos aquellos cuerpos sin vida diseminados por el suelo.

Intentó reflexionar, ¿no era una temeridad, sabiendo lo que sabía, seguir el impulso de acercarse?, pero el deseo le ganó la partida a todas sus dudas y amordazó sus miedos.

Antes de partir de nuevo hacia aquel incierto destino alcanzó a decirle a la pequeña polilla:

  • Ojala sea yo el elegido.

Y ya no le dio tiempo a escuchar su respuesta si es que la hubo, porque en ese momento rindió su voluntad y llenando su mente de claridad se precipitó hacia su objetivo.

A la mariposa dorada le temblaron las patitas cuando vio a aquel apuesto y simpático polillón lanzarse sobre la Luz; observó expectante, deseando con todas sus fuerzas que algo maravilloso ocurriese.

Pero todo discurría igual que siempre, no notaba ningún cambio, en cualquier momento se escucharía aquel escalofriante chisporroteo con el que la todopoderosa Luz mostraba su desaprobación y su sentencia.

En el último instante, cuando nuestra polilla estaba a unos milímetros de su objetivo y el impacto era inminente, algún dios decidió que era hora de irse a dormir y apagó el interruptor.

Sobrevino la oscuridad absoluta.

Lo siguiente de lo que fue consciente la polilla fue que estaba en el suelo, arrugado, agotado, ardiendo de fiebre, pero vivo y feliz, sobre todo cuando la mariposita dorada se posó solícita a su lado con una expresión de absoluta alegría en su cara.

El destino acertó con ellos, vivieron juntos su corta vida y fueron muy felices.

Y colorín colorado éste cuento se ha acabado,… al menos hasta que llegue la noche, la lámpara vuelva a lucir y algún insignificante ser haga de ello algo especial.