La Luna fue testigo. Parte 1: Tras bambalinas

Daniela es una joven independiente y plena, pero su vida cambiara cuando conoce a Mauricio un joven encantador con un pasado difícil de tolerar.

Daniela bloqueo a todos. Estaba cansada de mendigar cariño en una aplicación. De hablar con gente y repetir el mismo dialogo una y otra vez. Cuando solo se guiaba de unas pocas palabras en las descripciones y una cara bonita. Basta!- pensó. Su vida acaecida por el estudio y su trabajo demandante no tenía tiempo para jugar a tener interés por hombres que sencillamente querían ir a su casa a tener sexo.

Su independencia, sus planes, su familia y amigos eran el centro en su vida y así quería que continuara.

Ese fin de semana se preparó un café cargado, tenía que realizar muchas cosas en su departamento pero no sabía por dónde empezar, su cursada virtual había cesado, el verano venia tranquilo y prometedor. Vacaciones, al fin.  El cumpleaños de su hermana menor había pasado y no había hecho nada para festejarlo, recién ahora los protocolos permitían ir a bares, a causa de la pandemia del Covid -19. Entonces se le ocurrió decirle a su mejor amigo Paolo que la ayudara a organizarle una salida tranquila. Daniela era así. Tenía una chispa que muchas veces encandilaba a las personas al límite de atormentarlas, avasallante con sus ideas e  impulsos, y así mismo muy en el fondo era una persona sensible y taciturna. Una mezcla de facetas impredecibles pero transparentes.

Paolo accedió a la salida, y en ese momento se les ocurrió a ambos invitar al mejor amigo de Paolo, Mauricio. Un chico simpático y con aires de “entrador”, alguien así sumaba mucho en la salida, así que Daniela no dudo, quería que el ambiente estuviera cargado de buena onda.

El día llego, Mauricio pasó con su auto a buscarla a ella y a su hermana por la casa de su madre- a la cual iba los fines de semana. Sentado en el asiento del acompañante estaba Paolo, se saludaron y partieron. En el bar la noche se tornó amena, el clima acompañaba. La charla se puso interesante y como casi siempre Daniela al segundo trago estaba ebria. Cuando estaba en ese estado se ponía más sociable, más risueña y no tenía problemas de hablar y hablar toda la noche. Mauricio se mostró como se esperaba, un joven simpático, risueño, con una voz sexy, y muchas ideas para seguir celebrando.

La noche fue larga y prospera, pasearon por varios lados. Todo salió bien.

Al día siguiente Daniela, la cual estaba interesada levemente en un amigo en común de Mauricio y Paolo, no dejo de hablar de Mauricio todo el día y de pensarlo.

Tantos años de conocer a Paolo y de saber la existencia de Mauricio, era la primera vez que habían tenido la oportunidad de salir todos juntos. Daniela sintió en ese momento que la charla, las risas, hacían que Mauricio se convirtiera en un chico interesante, pero lo negó rotundamente. Primero, tantos años y ahora aparecía esta persona para hacerla pensar, ella estaba tranquila con sus cosas, no necesitaba a alguien en su vida en ese momento, además, Mauricio nunca la vería como una mujer interesante, el venia de una dolorosa separación y seguía pensando en eso. No había lugar para ella en su mundo.

Los días pasaron, Daniela volvió a su departamento y no podía dejar de pensar. Gran defecto el de ella, volver sobre una idea o pensamiento una y otra y otra vez. Recordaba esa noche, el como Mauricio y ella tenían las mismas ocurrencias para realizar viajes, escapadas… era un ida y vuelta continuo. Se sentía una adolescente de nuevo, y lo peor de todo era que Mauricio creía que a ella le gustaba otra persona. Ella no quería que el supiera sus intenciones, porque ni ella aceptaba lo que le pasaba. Era una lucha interna. ¿Qué quiero? ¿Qué siento? ¿Hago algo al respecto? Le confeso a Paolo que no dejaba de pensar. Paolo le advirtió, él está en un momento difícil, especial, donde el duelo de la pérdida de un amor de años, que no término de la mejor manera lo dejo destrozado. Daniela sabia esto pero ella no era mujer de temores tener. Años de amores no correspondidos, era bastante kamikaze al momento de sentir. Y hacia bastante que no tenía ese sentimiento.

Se aclaró la falta de interés hacia la otra persona que los chicos creían que Daniela tenía. Ella no respondía sus mensajes, pero los de Mauricio sí. Y rápidamente el grupo de amigos se dio cuenta.

Los días pasaron, y para Navidad  caía un fin de semana largo. Daniela tuvo la idea de decirles a los chicos para hacer una escapada a algún lado. Primero le habían dicho que no, ya que su amigo iba con ellos, pero por problemas personales (casualidades, tragedias de la vida) el chico no iba así que a último momento le dijeron a ella. No lo dudo.

Se embarcaron al pueblo de San Pedro donde Mauricio tenía la casa de su abuela deshabitada.

Ese mismo día, se prepararon para ir a cenar, a tomar unas cervezas y divertirse un rato. En secreto Daniela seguía peleando contra lo que sentía. Esa atracción innata, era difícil de disimular, más cuando tomaba. Paolo siempre supo lo que pasaba.

Cuando volvían para dormir, la ruta solo estaba iluminada por una luna amarilla gigante, la cual Daniela adoraba y no dejaba de nombrarlo. Apoyada en los asientos de ambos chicos no dejaba de parlotear sobre lo hermosa que estaba la luna. El campo se iluminaba hermosamente. Y cada vez que se acercaba a Mauricio su corazón se aceleraba. ¿Sera que el también sentía atracción?

Un segundo y Mauricio estaciono a la vera de la ruta.

-¿Por qué paramos?- preguntó Daniela

-Para mirar la luna- respondió él

Eso fue suficiente para darle el valor que necesitaba, se inclinó sobre su asiento y mientras Paolo hacia que miraba para otro lado, se besaron. La química broto rápidamente. Daniela sentía el calor emergiendo desde sus piernas hasta la punta de su cabeza, tenía ganas de desnudarlo en ese mismo instante. Al mismo tiempo que podía sentir la dureza en él, consecuencia de ese beso apresurado, inesperado y suave.

Llegaron a la casa y apenas Paolo se fue al otro cuarto, comenzaron a desvestirse, las respiraciones entrecortadas, el rubor en sus mejillas. Daniela no aguantaba más. Se tiraron en la cama y Mauricio comenzó a quitar su ropa, chupaba sus tetas, sentía su piel. Ella solo quería que la coja. Las ganas eran inaguantables. El abrió sus piernas para saborear su clítoris. Y ella se apresuró a desvestirlo. Quería verlo, quería comerlo entero. Chupo su pene y casi al instante él la puso en cuatro, penetrándola violentamente. Situación que a ella la volvió loca. Estaba demasiado duro y ella hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre. Sintió cada centímetro del miembro el cual era perfecto para ella. Él la tomo por las caderas y la llevo contra la mesa, donde siguió cogiéndola más y más rápido. Las piernas de Daniela temblaban. Jamás se hubiera imaginado una noche así con alguien que siempre estuvo en su vida, de alguna que otra manera, tras  bambalinas.