La luna
En un futuro los robots son tan perfectos como los mejores sementales.
Las tardes de verano desde aquella parte de la luna eran encantadoras. Se veía la tierra de forma diferente y especial. Ese colorido que hacia confundirse a los continentes con el mar, y lo mejor, la ausencia de nubes en la mayoría de las zonas.
A ella le gustaba sobre todo imaginar que veía a la gente de la tierra desde arriba, desde aquella distancia. Se movía con ellos por la calle, entraba en los restaurantes, y podía meterse con ellos en sus casas.
Cuando decidió solicitar un puesto en la administración colonial de la luna, sabia que lo peor iba a ser la soledad. Pero luego pensó que no se sentiría en cualquier caso mucho más desolada de lo que ya lo estaba en la tierra. Aquí ganaba mas dinero, tenia mas prestigio, y lo mejor de todo, le habían asignado para ella sola un H-1.
Le encantaba leer las historias de los primeros colonos de la luna. Cuando todavía se producían accidentes en los viajes espaciales, que duraban una eternidad, o se pensaba que solo se colonizaría para descongestionar la tierra. Y las vicisitudes de tener que vivir con oxigeno artificial, y lo mejor, los enfrentamientos con los colonos.
En cierta manera daba pena que todo aquello hubiera ya pasado. Hoy los viajes duraban 15 minutos, ni para una pastilla rejuvenecedora, los bosques que se habían plantado y regado desde el espacio daban ya el suficiente oxigeno, y los colonos estaban confinados en sus reservas correspondientes.
Y las explotaciones minerales funcionaban a pleno rendimiento, y la administración era un ejemplo de perfección. ¿Por qué no había entonces funcionado? Las instalaciones de las colonias eran sencillamente perfectas. Lo tenían todo, y todo se regalaba. Y sin embargo nadie quería venir a la luna.
De hecho ella levaba ya casi dos meses viviendo y manteniendo unas instalaciones que habían sido diseñadas para albergar a mas de 30.000 personas. Y justo ese era el tiempo que llevaba sin ver a ningún ser humano. La persona más cercana estaba en la colonia de al lado, a 600 kilómetros, y que por cierto era un viejo sabelotodo, del que no querría oír ni hablar.
Claro que en la tierra también pasaba meses y meses sin hablar. Ya nadie encontraba placer con la conversación, y se estaba perdiendo él hábito de relacionarse.
Y gran parte de culpa de todo esto la tenía el H-1. Era materialmente perfecto.
Los que podían permitírselo solo tenían que proporcionar a la empresa que los fabricaba las características físicas y psicológicas personales. Ellos se encargaban en 4 horas de hacerte llegar lo que más te convenía según esa descripción, o bien podías elegir el modelo que ha ti más te gustara.
Y no fallaban nunca. Si eras un hombre atractivo, extrovertido, gracioso y trabajador, en cuatro horas tenias en la puerta de tu casa una señorita de aspecto impresionante, muy habladora, a la que le encantan los chistes y las situaciones divertidas y que estaba siempre dispuesta para ayudarte infatigablemente en tu trabajo.
Ella lo tuvo muy claro desde el principio. Nada de descripciones personales ni gaitas. Sabia perfectamente lo que quería y envió detalladamente la descripción. Le importaba en particular el físico. Pidió un hombre no más alto que ella. Guapo, pero discreto, con facciones suaves y ojos oscuros. Nada de pelo. Solo unos rizos sueves en la cabeza. En ninguna parte mas del cuerpo, ni siquiera en la cara. Nada de músculos. Fuerte, pero sin avasallar. Insistió especialmente en el tema sexual. Quería una maquina de follar. Un pené generoso, muy generoso, de por lo menos 20 centímetros. Por supuesto que fuese inagotable. Ella diría cuando parar. Tampoco nada de iniciativa, ella le diría cuando como y lo que tenia que hacer. Y lo haría con pasión, como si le fuese la vida en ello.
En el tema de la conducta del H1 solo pidió dos cosas. Una que fuese buen conversador y otra que le dejase a ella la iniciativa.
Cuando fue a embarcar en el vehículo que la llevaría a la luna, un apuesto y sonriente joven de ojos negros, pelo corto ensortijado, y con un generoso y visible paquete en la entrepierna le esperaba a la puerta de la nave.
-Buenos días, Carla. Encantado de conocerte. ¿Cómo quieres llamarme?
-Dios mío. Eres guapísimo. Te llamaras Frasquito. ¿Y por cierto, como sabes mi nombre?
-Lo sé todo de ti.
-¿Y yo no se nada de ti?
-No hay nada que saber de mí. Hace una hora que me han conectado. Yo empiezo a vivir ahora.
-Eso es estupendo. ¿Sabes cuanto dura el viaje?
-Desde esta zona del planeta y hasta la zona lunar que nos dirigimos, exactamente 18 minutos y 10 segundos.
-¿Cuánta gente viaja con nosotros?
-Nadie. Es un vuelo especial para ti, quieren que te hagas cargo rápidamente de la zona.
Las nuevas instalaciones eran sencillamente maravillosas. Decir que la tenia todo, seria quedarse corto. Lo tenia todo, y en abundancia. Casas, avenidas, teatros y todo tipo de servicios, listos para entrar en funcionamiento. Jardines, parques y bosques cuidados al milímetro. En cuanto a la sede administrativa, su nueva vivienda, todo era de ensueño.
Una casa central, que hacia de vivienda, rodeada de oficinas administrativas, todo ello en un conjunto perfectamente armonioso, con jardines, fuentes, estanques. Y lo mejor, sin necesidad de mantenimiento. Todo se autoabastecía y regeneraba.
-Este sitio es maravilloso. Lo vamos a pasar de miedo aquí. Llévate el equipaje y espérame en el dormitorio.
Cuando encontró la cocina, y pidió de comer, se le hizo la boca agua mientras salía del túnel de pedidos un jugoso plato de escalopines con salsa tártara, y fruta del tiempo. Después tomo café suave, y helado, y no se privo tampoco de una copita de licor.
Sí. Lo pasaría bien en este sitio ten solitario. Al fin y al cavo eso era lo que ella quería. Soledad. Soledad para poder pensar, leer, escribir, mirar, y..........casi sin notarlo un escalofrió recorrió su entrepierna. Todavía no había saboreado el plato principal.
Se dirigió con deliberada clama hacia el dormitorio. Y a medida que se acercaba más excitada se sentía.
En este momento su mente estaba bien, se sentía una mujer importante y pionera.
Su estomago estaba bien, acababa de comer su plato favorito.
Y en unos segundos su sexo, que ya estaba pidiendo una generosa ración, también estaría satisfecho.
Cuando entro en el dormitorio no pudo dejar de sorprenderse. Savia que el H-1 era muy eficiente, pero aquello se salía de lo corriente se mirase como se mirase. Y ella lo mira y lo midió con bastante buen cálculo. Un atractivo y sonriente joven lo esperaba completamente desnudo al lado de la cama. Su pene, 22 cm., Completamente erecto, parecía sonreírle también.
Dios, que ejemplar, y para mi sola- pensó- conforme se iba acercando y desnudándose mientras llegaba hasta donde la esperaba.
La maquina le cogió de la mano con dulzura y la invito a sentarse en la cama. No, nada de preámbulos.
Se acostó, abrió las piernas todo lo que pudo, levanto el culo y le hablo con firmeza.
-Chupa fuerte.
No se sorprendió al descubrir lo bien que lo hacia. Aquello no era una lengua, era un mar de sensaciones que la invadía desde el clítoris hacia todas las direcciones de su cuerpo. Esa lengua magistral era larga, suave, y parecía tener la sabiduría de hacerla gozar con cada nueva succión.
Al cavo de 2 minutos ya no pudo aguantar más. Nunca había tenido un orgasmo con ningún hombre mientras se lo chupaban, simplemente sé havia excitado un poco, pero cuando empezaba a coger el gusto se cansaban y lo dejaban.
Havia sido extraordinario, pero quería más.
-Túmbate en la cama boca arriba.
Cuando se sentó encima de aquel enorme y estirado miembro pensó que dejaba la luna y alcanzaba las estrellas. Tubo que cerrar los ojos, creyendo que no seria capaz de soportar tanto placer. A los tres minutos otro orgasmo la hizo tambalearse. Y hubiese caído de la cama al suelo, si unos fuertes y amables brazos no la hubieran sostenido.
Pero quería más. No, necesitaba más. Cuando llegaba a su segundo orgasmo en 5 minutos, savia que inmediatamente necesitaría más.
Se puso a cuatro patas encima de la cama.
-Metemela
Fue muy despacio al principio. Tan despacio que casi se desespero.
-No quiero preámbulos. Metela hasta el fondo y muévete con alegría.
Y así lo hizo. Con firmeza pero sin brusquedad. Y fue tal la maestría que a los 3 minutos ya savia que no tardaría en volver a correrse.
Le temblaron las manos, las piernas, el cuello, él estomago. Todo, vibra todo su cuerpo. Callo boca abajo en la cama, con la boca abierta para intentar introducir aire en un cuerpo que pensó expiraría de placer. No había tenido ni la más mínima duda, lo había hecho con tal perfección, que lo miro de reojo desde la cama. Seguid sonriéndola. Y aquel miembro que seguía exactamente igual. Pero ya no podía más.
Solo un poquito más.
-¿Té gustaria que te la chupara?
-No
-¿Y por que no?
-Porque a ti no te gusta chaparla.
-Bien. Veo que te han programado como les dije.
-Nunca fallan.
-Pues mira por donde me apetece chapártela ahora.
-Adelante. ¿Quieres que me corra dentro de tu boca?
-¿Puedes correrte?
-Si tu me lo pides, sí
-¿Y que se supone que hechas por tu bonita polla?
-Una sustancia compuesta por agua, glucosa, sal, aminoácidos, gelatina, y colorante.
-Un caramelo liquido ¿Verdad?
-Efectivamente, mas o menos eso. Te puedo dar el sabor que te guste. Menta, fresa, piña, océano, espacio infinito, etc, etc.
-¿Y natural?
-Por supuesto.
-Vale. Lo dejamos para otro dia.
-Como tu quieras.
Se levanto y se fue ha ducharse. Cuando volvió el seguía sentado en la cama con aquel enorme miembro exactamente igual que al principio.
Pensó que se resistiría, pero ¿Por qué habría de hacerlo?
Se acerco, se tumbo en el cama y abrió las piernas.
Esta vez no fue necesario pedírselo. Sabia lo que ella quería y como lo quería.
Como siempre fue sueve y despacio al principio y con bastante fuerza a mediada que se acercaba al orgasmo. Perfecto. Aquella maquina follaba de forma perfecta.
-Tengo que ponerme a trabajar un rato. Pasate luego por la sala de juegos y echaremos una partida de ajedrez. Mientras, ordena la ropa en los armarios, haz la cama, no sé. ¿Sabes cocinar?
-Si
-Me gustaria para esta noche un asado de cordero, y de postre un pastel de fruta fresca.
-¿A que hora lo quieres?
-Para después de la partida de ajedrez.
-Bien.
Una enorme sonrisa de alegría y satisfacción la acompañaba cuando entro en su despacho de trabajo.
Era un sueño. Todo era un sueño. El trabajo, su vida, sus ilusiones.
Seguramente si lo hubiese planeada no habría salido tan bien, Una vez más le funcionaba el instinto.
Cuando llevaba dos horas preparando los informes que tendría que enviar aquella tarde a ultima hora a la central se dio cuanta que su trabajo seria bastante aburrido. Seguramente cuando consiguiera entrar en la rutina no le llevaría mas halla de media hora hacer el informe diario, que por otra parte era su único trabajo, ya que no nunca pasaría nada, puesto que no havia nadie para que pasara algo.
Mejor, así tendría todo el dia, y toda la noche, para hacer lo que quisiera y fuera capaz de imaginar. Bien, bien, bien.
Pensó al momento que tanto tiempo libre había que administrarlo, sobre todo para no malgastarlo. E instintivamente trazo unos horarios maestro, que perfeccionaría con el tiempo.
Por supuesto nada de madrugar. Se despertaría cuando el sueño quisiera.
Desayuno tranquilo, y lectura y actividades ligeras, como escuchar las noticias y ponerse al dia en toda la información y actualidad.
Después un poco de ejercicio físico. Seria maravilloso recorrer aquellos enormes jardines, bosques, parques. Por no hablar del completísimo gimnasio de que disponía.
Almuerzo sobre el medio dia, y por supuesto siesta relajante.
Por la tarde varia alguna película, charlaría con los amigos, algun juego virtual, terminaría la lectura de la mañana..........lo que fuese surgiendo.
Antes de cenar haría el trabajo de la jornada y lo enviaría a la central.
Antes de las 10 cena, y después..............también lo que fuese surgiendo.
Tanto proyecto, trabajo, novedades, le habían dado un hambre tremenda. Comería lo que fuese. Rápidamente se dirigió a la cocina y le extraño cuando no encontró a Frasquito ni restos de la comida. La sorpresa fue mayor cuando entro en el amplio comedor y encontró la mesa servida con un gusto exquisito. No faltaba nada. Su codero asado, la botella descorchada del vino favorito, las flore del pacifico recién cortadas y empapadas en rocío, y por supuesto velas aromáticas en el centro de la mesa.
Dios que lujo y que buen gusto en los detalles. Si hasta el cordero estaba humeante.
Se lanzo y no reparo en la glotonería. Comía con fruición, con gula, paladeando hasta los mas escandidos sabores. Seguramente en su vida había comido un cordero tan bien preparado y tan en su punto como aquel.
Frasquito. Era un genio. Con el hambre se había olvidado. ¿Dónde estaría? Lo llamo con un grito. Al instante apareció por la puesta con su característica sonrisa.
-Buenas noches. No hace falta que me grites. Percibo sonidos ultrasónicos de baja frecuencia incapaces de ser captados por cualquier humano. Para que me entiendas te diré que desde el otro extremo de la casa puede escuchar tu respiración.
-Es es bueno. Oye la cena es estupenda. Y el cordero, bueno el cordero es el mejor que me he comido en mi vida.
-Es normal
-Veo que la modestia no te la han enseñado.
-No me he explicado. Quiero decir que es normal que te guste, porque este plato responde exactamente a tus gustos específicos.
-¿Y tu que sabes de mis gustos específicos?
-Lo sé todo de ti
-Por Dios. ¿Y como sabes mis gustos culinarios?
-Investigando.
-¿Te has molestados en saber mis platos favoritos y como me gustan?
-Yo no, las personas que me crearon.
-Vale. Pues es estupendo, porque ya te digo, el cordero, delicioso.
-¿Jugamos ya la partida de ajedrez?
-Si. Espera un momento que tengo que ir al baño.
Cuando iba por el pasillo una extraña y desagradable sensación le nublo su extraordinario humor. No podía adivinar que era aquella cosa que la hacia sentir algo parecido al miedo, pero que no era temor, sino mas bien desasosiego.
Cuando se sentó en el Water descubrió de pronto lo que le pasaba. Se subió las bragas y desecho el pestillo de la puerta. Se sentó en el borde de la bañera, y con una voz que desde luego ella no pudo escuchar llamo a su robot.
En 3 segundos le contesto desde el otro extremo de la puerta.
-Ya estoy aquí. Dime lo que necesitas.
-Pasa Frasquito
Siempre con su sonrisa entro y la miro con una expresión interrogativa.
-Frasquito. Respecto a lo que me has dicho antes de tu...........¿seria posible que no fuese tan fino tu oído?
-¿Te refieres a si puedo regular la intensidad de mi agudeza?
-Justamente.
-Por supuesto.
-¿Y seria posible que lo acomodaras exactamente a la audición humana?
-Naturalmente
-¿Puedes hacerlo ya, y dejarme sola?
-Te espero en el comedor. Ya esta regulado.
Volvió a sentarse en el wáter, y lo primero que hizo fue llamar en un pequeño susurro a frasquito. No contesto nadie, pero no hizo a gusto la labor que le había llevado al cuarto de baño.
Cuando llego al comedor la mesa estaba retirada, la luz había cambiado de intensidad, y frasquito se acomodaba frente a un lujoso tablero de ajedrez. Su pelo negro estaba ligeramente húmedo y una bata de seda oriental cubría su desnudez.
A la tercera jugada ya sabia que nunca podría ganarle al ajedrez.
Y si no había emoción, tampoco lo encontraría divertido. La partida duro exactamente 12 jugadas.
-¿Sabes que siempre me he considerado una gran jugadora de ajedrez?
-Desde luego. Pero es imposible competir conmigo. Siempre perderás.
-Eso es estupendo, porque no volveremos a jugar.
-También puedo regular mi nivel de destreza. Si te parece lo rebajare un poco.
- No gracias. Me parecería entonces cada vez que jugamos que tu lo haces con los ojos vendados, y eso no me gustaría .
FIN PRIMERA PARTE