La lujuria desconocida 5

La navidad es una época tranquila y sin mucho sobresalto, ¿Qué pasará cuando acaben?

Perdonad por tardar una semana en subir este relato, intentaré terminar el siguiente durante el finde.

Desperté pronto para estar de vacaciones. Oía a mis padres aún por la casa antes de marchar a trabajar. Los recuerdos del día anterior se agolparon en mi memoria. La noche anterior había caído agotada en la cama y me había dejado llevar por el sueño. Hoy, sin embargo, una vez pasada la excitación del día anterior, solo quedaba dentro de mí el arrepentimiento y las ganas de repetir. Me odié a mí misma en la cama echada, sabiendo que luego iría a ver a Carlos y tendría que fingir que todo era normal y no pasaba nada raro. Me mataba el tener que engañarle.

El día lo dediqué a buscar vestido de nochevieja con unas amigas, vi alguno que me gustó, pero como aún tenía tiempo decidí esperar un poco más antes de comprar nada precipitadamente. Me animó y me distrajo un poco el estar con mis amigas y luego volví a casa para comer con mis padres. Intenté dormir un poco de siesta, pero el sueño me rehuía pensando en lo poco que faltaba para que Carlos terminara su examen. Finalmente decidí echar una partida al ordenador para distraerme.

Cuando Carlos llegó, yo le estaba esperando en la parada del bus. Me había arreglado como si fuera a salir de fiesta, quizás un poco ligera de ropa para el frío que hacía. Llevaba un mono negro de pantalón corto con un escote lateral bastante considerable y un sujetador también negro que había comprado para llevarlo con ese mono. Por supuesto llevaba un abrigo encima y me había puesto un gorro con orejeras y unos guantes de lana. Cuando bajó del bus me tiré encima de él para darle un beso.

-Hola, cariño-me saludó tras el beso con una sonrisa de oreja a oreja- que ganas tenía de verte.

-Y yo- le dije devolviéndole una sonrisa que era real sólo en parte.

Nos cogimos de la mano y nos dirigimos a su casa. Le pregunté por su examen y él por los míos. Me sentía muy a gusto a su lado, y me dolía cada vez más el engañarle. No os he hablado mucho de su personalidad, pero es un chico tierno y dulce. Siempre tiene una sonrisa en la cara y me alegra el día cada vez que me ve un poco triste. Le gustan los videojuegos y las cosas frikis, series, animes, libros, etc., gusto que compartimos en gran parte. Hace menos deporte del que debiera, aunque hace habitualmente y se conserva en un estado de forma bastante aceptable, hablo más de salud que de físico. Nos conocemos desde que éramos muy pequeños porque nuestros padres son amigos, por eso también me dejan quedarme siempre que quiero en su casa y viceversa.

Subimos a su casa. En el ascensor nos besamos en cuanto se cerraron las puertas. Quedaba claro que este último tiempo sin hacerlo hacía que Carlos tuviese bastantes ganas. El pobre ya tenía una erección cuando salimos del ascensor 5 pisos más tarde. Entramos a su casa cogidos de la mano entre risas. No perdió el tiempo y me atrajo hacia él para besarme. Me quitó el abrigo y sin dejar de besarnos lo posó sobre una silla. Me aparté de él para que viese la ropa que llevaba, quería estar guapa para él. Sus ojos me recorrieron entera para quedarse fijos en mis pechos. Su mano siguió a sus ojos para acariciarme suavemente el pecho por encima de la ropa. Se acercó a mí para seguir besándonos y yo me entregué a él.

Me acarició el culo y luego me impulsó para cargarme hasta su habitación. Nos desnudamos el uno al otro con prisas y acabé en la cama encima de él, que estaba sentado. Nos miramos a los ojos un instante y me acarició la cara y el pelo. Aún llevaba puestas las bragas, pero no nos importó, nos fundimos en un largo y húmedo beso y el guio su miembro para penetrarme. Sentí como entraba dentro de mí, pero no aparte mis labios de los suyos. Por desgracia estaba usando condón. Normalmente lo usamos, pero alguna vez lo habíamos hecho sin él y nos gustaba más a ambos.

Estuvimos un rato en esa posición haciéndolo lento. Nuestras respiraciones se habían agitado y los besos eran más ocasionales. Me besó el cuello mientras me acariciaba el pecho izquierdo, siempre ha tenido afición por ese en concreto. Mis manos se hundían en su pelo y en su espalda atrayéndolo hacia mí. Sus labios bajaron lentamente hasta llegar a mi pecho y posteriormente al pezón. La posición debía de ser un poco incómoda, porque al poco me dio la vuelta, echándome de espaldas a la cama, en un gesto más violento de lo habitual en él. Aumentó el ritmo y noté como empezaba a sentir el placer recorriendo mi cuerpo. Los gemidos se escapaban de mi boca y yo no hacía nada por retenerlos. Nuestras bocas se unían esporádicamente y él acariciaba cada rincón de su cuerpo.

Noté que el orgasmo estaba cerca, pero el acabó antes de que pudiera llegar yo. Noté como se corría en mi interior a través del condón, atrapado entre mis piernas cruzadas en su espalda. Me dio un poco de rabia, pero me pareció normal después de un tiempo sin correrse. Nos miramos y le besé con cariño, primero en la boca y luego por toda la cara.

-¿No te has corrido? –preguntó.

-No- respondí un poco tímida- pero no te preocupes, luego seguimos.

Él sonrió y se salió de mi interior, pero en vez de quitarse de encima empezó a bajar por mi cuerpo besándome hasta llegar a mi sexo, donde me quitó las bragas. Jugó con su lengua, recorriendo su exterior antes de ponerse a chupar y a meterme la lengua. Yo me dejé llevar, no era algo que hiciésemos a menudo, de hecho, debía de ser la tercera vez. Masajeó con sus dedos la parte superior, donde se encuentra el clítoris, sin dejar de chupar. Como no acertó del todo con el sitio yo misma guie sus dedos hasta el punto correcto. Le acaricié el pelo mientras sentía como me venía el orgasmo, que me recorrió todo el cuerpo durante unos cuantos segundos.

No fue tan intenso como el del día anterior, pero de alguna manera fue igual de bueno o mejor. Nos quedamos abrazados en la cama, yo apoyada en su pecho, hablando, acariciándonos y besándonos. Pensé que querría una segunda ronda, pero se quedó dormido, por el cansancio del examen, y me dio pena despertarlo. Salí de la habitación vestida con las bragas y el mono, sin sujetador, se me veía el pezón desde el ángulo adecuado, pero me pareció sexy e íbamos a estar solos en casa durante unas horas más.

Me puse una serie en la tele y cogí el móvil para responder mensajes. Estuve un poco con el móvil, pero estaba desconcentrada. No podía evitar pensar en lo bien que me sentía estando con Carlos y en lo bien que se sentía mi cuerpo con el morbo que me proporcionaba Ricardo. No sé cuánto tiempo estaría durmiendo Carlos, pero cuando se levantó eran cerca de las 9 de la noche. Sus padres llegarían alrededor de las 11 ese día así que tampoco teníamos mucho tiempo. Al verle aparecer con cara de adormilado y sonriente no pude evitar sonreír y sentir una oleada de amor. Fue en ese momento en el que decidí que tenía que contarle sí o sí todo lo que había pasado con Ricardo. Sentí pánico sólo de pensarlo, pero a la vez me sentí cómoda y aliviada por primera vez en todo el día. Decidí, eso sí, que se lo contaría al terminar los exámenes de enero para no distraerle, pero antes de volver a quedar con Ricardo.

Volvimos a hacerlo en el sofá después de pedir la cena, y supo apreciar el detalle de que me hubiese dejado el sujetador en la habitación. Yo estaba bastante contenta con mi decisión y planeaba aprovechar hasta el último minuto, por si acaso una vez se lo contara decidiese cortar conmigo. Sus padres llegaron cuando terminábamos de cenar. Yo me había vuelto a poner el sujetador y estaba echada sobre él, apoyando mi cabeza en un cojín sobre sus piernas mientras él me daba caricias y comentábamos la película. Como sus padres dormían en su casa ese día, no pudimos volver a hacerlo, además, Carlos estaba agotado y se quedó dormido muy pronto. Yo por mi parte tardé bastante en dormirme, pensando en lo que pasaría cuando se lo contase.

El día siguiente lo pasé con Carlos y con su familia. Hicimos una ruta de senderismo y comimos en un restaurante que conocían sus padres. Llegué a mi casa para la cena doblemente cansada, por el senderismo y por el sueño. Cené algo rápido sola, mis padres salían a cenar y Carlos había quedado con unos amigos y decidí irme temprano a la cama. Por desgracia no terminaba de quedarme dormida, así que a la media hora acabé cogiendo el móvil. Como no había nada interesante empecé a pensar en todo un poco. Sobre todo, le di vueltas a lo de Carlos, hasta que otra vez empecé a recordar lo que había pasado el jueves. Me empecé a excitar y me levanté a por el vibrador que me había regalado Ricardo y al cogerlo me acordé de que me había pedido que le mandase la foto.

Dudé un poco, pero finalmente le envié un mensaje con ambas fotos, la del vibrador y la que me había sacado con mi móvil en su despacho, de la cual ni me acordaba hasta que la vi. Dejé puesta la foto en la que estaba en su despacho. Es difícil describir la sensación que tuve al ver esa foto. Estaba mirando a la cámara, con un gesto de zorra tremendo. Me excité muchísimo al verla, al verme a mí misma como a una guarra. Los pezones completamente duros, cubiertos por su semen, el cual me había restregado por toda la teta. Los regueros de semen que caían por mi cuerpo. Mis bragas medio bajadas, dejando a la vista mis pelos cuidados y rasurados, pero al menos ocultando lo más importante. La fuerza de esas sensaciones hizo que me corriera en seguida con el vibrador. Mientras el placer terminaba de desaparecer de mi cuerpo pensaba en lo raro que era que tuviera orgasmos más intensos masturbándome que haciéndolo con Carlos.

No hay mucho que contar de los días de “vacaciones” de Navidad. Con la amenaza de los exámenes de enero no pude hacer todo lo que me hubiera gusta, pero sí que pude quedar bastante con Carlos, lo cal agradecí mucho, y estar con mi hermano, al cual no había visto desde que empezara el curso. El resto del tiempo mayoritariamente lo dediqué al estudio, con alguna salida ocasional a tomar algo con mis amigas del instituto.

La única excepción fue la nochevieja. Como todos los años nos reunimos con mi familia materna. Entre tíos primos etc. éramos 22 personas. Por suerte mi abuela tiene un comedor muy grande. Había quedado con mis amigos del colegio, Carlos incluido, a la 1 para ir de fiesta a una discoteca donde ya habíamos reservado entradas. Salí con mi hermano y 2 primos que tienen nuestra edad de casa de mi abuela tras las habituales despedidas. Llevaba un vestido dorado y negro, bastante ajustado, aunque sin escote, que me llegaba un poco por encima de medio muslo. Llevaba tacones altos a juego, de unos 10 cm aprox, y me había pintado los labios de un rojo bastante oscuro.

El comienzo de la noche fue tranquila, aunque con bastante alcohol de por medio. Éramos un grupo bastante grande, pero empezamos a disgregarnos y Carlos y yo fuimos a bailar un rato. Bailamos un buen rato, tanto juntos como con varios amigos/as que estaban por allí, más haciendo el tonto que otra cosa. Carlos no es mucho de meterme mano en discotecas ni en público y ese día no fue una excepción, lo único que hizo fue acariciarme suavemente la espalda y el culo mientras bailábamos pegados.

Tanto Carlos como yo habíamos quedado con nuestros respectivos amigos de la universidad, así que nos despedimos durante un rato y quedamos en volver juntos a casa cuando acabásemos. Yo por mi parte había quedado en otra discoteca con todos los que salían por mi ciudad. Eran las 4:30 cuando llegué con Laura y nos encontramos con el resto del grupo. La mayoría iban bastante borrachos, con alguna excepción, como la de Marcos, que más que borracho parecía llevar el puntín. Yo por mi parte no había querido beber mucho, pero algo sí que había tomado.

Todo fue bastante normal. Nos felicitamos la navidad y el año nuevo. Dijimos tonterías, nos tomamos una ronda de chupitos todos juntos y luego una copa en la terraza mientras hablábamos. Yo no podía evitar recordar que Ricardo me había pedido que le diese un poco de bola a Marcos, pero la verdad es que no estaba por la labor de hacer nada y menos delante de todo el resto de gente. Cuando vi que la gente empezaba a acabarse la copa y que nos iríamos pronto le puse un mensaje a Carlos para ver cuánto le quedaba a él. Me respondió poco después que le quedaba un rato aún y que me vendría a buscar cuando acabara y que le avisase si cambiaba de sitio. Poco después nos despedimos y me dispuse a volver sola, Laura se había esfumado, a la discoteca con el resto de mis amigos, pero sentí una mano en el hombro que me retenía. Me di la vuelta y me encontré a Marcos, que no estaba en el momento de la despedida.

-¿Y el resto?- preguntó.

-Acaban de marchar.

-Y tú, ¿Te vas a casa ya?

-Pretendía volver a la discoteca mientras vuelve Carlos a buscarme- respondí, sabiendo que iba a tratar de liarme para que me quedara.

-¿Y por qué no te quedas aquí un rato?- preguntó él mientras me acariciaba el brazo.

-Es tarde, es mejor que vuelva-contesté con voz ligeramente dudosa. Lo cierto es que había recordado lo que me había pedido Ricardo y por algún motivo supe al hablar que me iba a quedar un rato.

-Ven-dijo cogiéndome del brazo suavemente al notar que no estaba muy convencida- vamos a bailar un rato, te prometo que luego te devuelvo a tu novio.

Entramos cogidos de la mano a la discoteca, donde me guio entre la aglomeración hasta encontrar un hueco donde había un poco de espacio, el justo para entrar nosotros, pero no para evitar que nos empujasen y chocasen los de alrededor. A mí personalmente no me gustan las aglomeraciones tan grandes, y menos cuando voy a bailar, pero a Ricardo probablemente le hubiera encantado, porque no podía evitar pegarme a Marcos por mucho que quisiera. Él iba con un traje gris oscuro bastante bonito y elegante. La verdad le quedaba muy bien, quizás demasiado para mi bien. No llevábamos bailando ni un minuto cuando sus manos empezaron a recorrer mi espalda por encima del vestido.

Decir que estábamos bailando es como decir que una tortuga corre, la realidad es que simplemente nos rozábamos, casi sin atender a la música, en parte queriendo y en parte obligados por la multitud. Mis manos agarraban su nuca y mis pechos se pegaban completamente contra su camisa blanca. Le miré a los ojos, pero nuestras bocas estaban más cerca de lo que era sensato, así que aparté la mirada rápido. Ya se empezaba a notar su erección crecer cerca de mi propio sexo. Yo misma empezaba a calentarme, no por la situación en sí, sino por la expectación de lo que intuía que iba a pasar a continuación.

Y en efecto su primer movimiento no se hizo esperar. Su mano derecha se deslizó como si fuese lo más normal del mundo y me agarró fuerte, no una caricia, la nalga entera. Me sorprendió que fuese tan descarado, agarrarme de esa manera, como si diera por hecho que yo no me iba a quejar. Acerqué mi boca a su oído y gritando para hacerme entender por encima de la música le dije “Para”. Me entendió perfectamente porque separó ligeramente su mano de mi culo y me pegó un suave azote, no muy fuerte, lo justo para que quedase claro que me había oído y no tenía intención de parar.

En ese momento tomé la decisión de quedarme, debería haberme marchado, y sabía que sería otra cosa que debería contarle a Carlos, pero sinceramente quería quedarme. Inicialmente había accedido por Ricardo, pero la forma en la que me trataba de alguna manera me excitaba, y el saber que Carlos vendría a buscarme a esa discoteca y que me podría pillar también me ponía. Habiendo quedado claro que yo no me iba a marchar y que él pretendía seguir sobándome el culo, entendió que tenía vía libre. Me sobó el culo un buen rato, ahora ya con su erección al máximo, con ambas manos.

-Me encanta tu culo- gritó apretándolo más fuerte mientras hablaba para enfatizar sus palabras.

Dijo algo más que no entendí, pero sus gestos fueron bastante elocuentes. Me giró, a lo que no opuse resistencia, y pegó su polla a mi culo. Al llevar tacones más altos me quedaba totalmente en el culo y la sentía entera a través de las finas telas. Yo ya estaba mojada y la excitación había hecho presa de mi cuerpo. Me puse a bailar para él, rozando mi culo contra su paquete, moviéndome con él buscando el contacto. Estuvimos así un rato hasta que me atrajo hacia él. Sintiendo su respiración en mi oído y su excitación en mi culo. Sus manos me abrazaban por la cintura, con mi mano derecha apoyada sobre la suya. Me apartó el pelo del lado derecho y pensé que me iba a besar el cuello como la última vez así que giré la cabeza para dejárselo libre, pero él no me besó.

No pude evitar sentir decepción muy a mi pesar y me volví a girar para mirarle por encima de mi hombro derecho. Su expresión era tranquila, de dominio absoluto. Me quedé tan embelesada por sus ojos azules y su sonrisa que casi no noté como su mano izquierda subía por mi cuerpo en busca de mi pecho. Cuando lo rozó por debajo me di cuenta y llevé mi mano para detenerlo por acto reflejo. Detuvo su mano izquierda temporalmente y, con su mano derecha me giró la cabeza exponiendo mi cuello. En el preciso instante en el que sentí sus labios en mi piel, su mano subió para acariciar mi pecho izquierdo. Lo único que pude hacer yo al respecto fue dejar escapar un gemido que quedó ahogado por la música y el barullo. Yo sentía que mi cuerpo se derretía peligrosamente bajo sus caricias, no sé si Marcos lo notaría a través del vestido, pero tenía los pezones tan duros que serían capaces de rayar diamante.

Me giré con gran esfuerzo de voluntad tras poco tiempo así porque sabía que si no lo hacía en ese momento no lo podría hacer más. Aun así, no me separé de él, me pegué, quedando nuestros labios casi rozándose. Por miedo a que me besase me pegué más a él quedando mi cabeza sobre su hombro. Sus manos habían echado raíces en mi culo y no parecían tener ganas de moverse de allí. En un arrebato le mordí suavemente la oreja y luego bajé al cuello, donde le devolví el beso que me había dado. Ahora sí movió su mano izquierda para apretar mi nuca contra su cuello, mientras su mano derecha se colaba por debajo de mi vestido y me lo subía para acariciarme por debajo.

En ese momento pensé que no podía estar más excitada, pero me equivocaba. Abrí los ojos que había cerrado al dejarme llevar y vi a mi novio a lo lejos en la discoteca, durante un segundo se me paró el corazón por miedo a que me hubiese visto, incluso paré el beso en el cuello a Marcos, pero me di cuenta de que me estaba buscando. Mis labios y mi lengua se movieron para seguir comiéndole el cuello, sintiendo su mano perdida por dentro del vestido, rozando zonas peligrosas. Por algún motivo el que me pudiese pillar en cualquier momento, el verle allí a unos pocos metros sin saber lo que sucedía me mataba, tanto de excitación como de culpa.

Tras alargar ese instante un poco para poder saborearlo, me acerqué al oído de Marcos y le dije que estaba mi novio. No retiró su mano de mi culo instantáneamente, primero me acarició un par de segundos más para luego agarrarme con fuerza, mirándome a los ojos. Me fui sin decir nada más a saludar a Carlos. Me recoloqué un poco el vestido que estaba subido y fui a darle un beso. Le besé con ansia, en un beso muy húmedo que él aceptó encantado sin saber la causa. Seguía besándole cuando noté una mano que no era la de Carlos acariciándome el culo. Me volví y me encontré a Marcos. Hizo un gesto de despedida con la mano y dijo algo que no oímos por el ruido.

Por desgracia cuando llegamos a su casa ya era tarde y Carlos estaba cansado. Al día siguiente teníamos comida con su familia así que no hicimos nada. Él se quedó dormido en seguida y yo con la calentura que llevaba me tuve que masturbar a su lado para calmarme un poco.

Como os he dicho el resto de las vacaciones y de los exámenes transcurrieron sin mayor novedad. No pude evitar masturbarme varias veces recordando el momento en el que vi a Carlos en la discoteca mientras me metían mano, pero por lo demás nada raro. Lo hice con Carlos en varias ocasiones y quedé con Ricardo en vernos el viernes siguiente a terminar exámenes, cosa que sucedía una semana antes, alrededor de la segunda quincena de enero.

El tiempo pasó más rápido de lo que me hubiera gustado y me vi saliendo del último examen. Esta vez había sido Carlos quien había acabado antes que yo los exámenes y habíamos quedado en que me recogería en la estación. En el bus no paraba de darle vueltas una y otra vez a lo que ya le había dado mil vueltas, cómo decirle a Carlos todo. Me bajé y le saludé cariñosa, pero un poco distante. Fuimos hasta su casa sin hablar mucho, creo que él pensó que estaba cansada por el examen. Fue cuando llegamos a su casa y él empezó a darme besos, buscando más, que no aguanté más.

-Carlos, tengo que contarte una cosa.