La lujuria desconocida 4

Empiezo a darme cuenta de mi realidad y de lo que mi cuerpo quiere

A la mañana siguiente, ya habiendo asumido lo sucedido, me sentí traicionada por mi propio cuerpo. Una cosa era que hiciera lo que me pidiese por el chantaje, que a estas alturas ya había perdido valor, y otra muy distinta era que lo disfrutase. Y es que no quería admitir lo que realmente ocurría, y es que me estaba empezando a gustar la forma que tenía Ricardo de tratarme y las cosas que me pedía hacer. No quería asumirlo, por lo que en mi cabeza no paraba de darle vueltas al tema. La situación no mejoró cuando vi que Ricardo me había enviado una foto. Antes de abrirlo ya sabía lo que me iba a encontrar, el día anterior solo me había sacado una, pero no estaba preparada para lo que me encontré.

La foto me impactó mucho. La suma de pequeños detalles de los que ni era consciente en el momento en que me la hizo. El rastro de semen resbalando por mi muslo derecho. Mi pierna izquierda subida al reposabrazos, enseñando mi braga empapada en la que se marcaba todo mi sexo. Mi cara desencajada y la forma en la que me mordía el labio inferior sin darme cuenta. Sinceramente no me reconocí, sabía que era yo, pero a la vez era como si estuviera viendo a otra persona. Volví a masturbarme, esta vez mirando la foto. Luego la guardé con el resto, ni por un momento pensé en borrarla.

Me gustaría decir que aproveché el tiempo de descanso que tenía para pensar en cómo salir de la situación o al menos en cómo mi propio cuerpo traicionaba mis intenciones hasta tal punto, pero lo cierto es que me centré en los exámenes y en Carlos. De hecho, más bien intenté no pensar en el tema. Estudiar me vino bien para despejar la cabeza de las dudas y los pensamientos obscenos. El poco tiempo libre que me quedaba lo dedicaba a ver series y a quedar con mi novio cuando él también podía, aunque no os voy a engañar, casi no lo hicimos durante las tres semanas que quedaban hasta terminar y tener vacaciones. Además, él terminaba un par de días más tarde que yo, por lo que tampoco lo íbamos a poder hacer nada más acabar yo.

Tuve el último examen un miércoles. Lo tuve por la mañana, y por la tarde, al no poder quedar con mi novio que tenía que seguir estudiando, quedé con mis amigos de la uni a tomar algo durante la tarde como celebración. Por desgracia, la mayor parte del grupo se acabó rajando y quedamos solo 5. Laura, mi amiga del colegio, la pareja de la que os hablé en otro relato y Marcos. Estuve a punto de poner una excusa, pero me apetecía salir y tomar algo y además queríamos hablar de donde vernos en nochevieja.

Salí de casa con unos leggins negros de invierno, abrigo y jersey, una camisa debajo y una camiseta negra bastante básica con un escote ligero. De camino al bar donde habíamos quedado me escribió Ricardo para decirme que tanto el jueves como el viernes iba a estar corrigiendo exámenes en la uni y que me podía pasar sin problema. Me lo pensé con un poco de calma y acabé quedando con él al día siguiente sobre las 12. Borré la conversación justo cuando llegaba al bar.

Al final me alegré de haber ido, llevaba bastante sin quedar tranquilamente a tomar algo y los exámenes me habían dejado agotada. Estuvimos unas 2 horas charlando y bebiendo cerveza. La primera en marcharse fue Laura, que seguía quedando con el mismo chico, y un rato después todos decidimos irnos a casa para la cena. Serían cerca de las 10 de la noche. La pareja se marchó por su lado y nos dejó a Marcos y a mí solos. Él insistió en acompañarme a casa diciendo que ya le quedaba de camino y no vi razón para negarme. Fuimos charlando y riéndonos todo el camino a casa y luego nos quedamos 5 minutos en mi portal. Cuando ya le dije que me estaban esperando mis padres para cenar y nos despedimos se acercó a mí para darme dos besos.

Todo bastante normal hasta que paso su mano derecha por todo mi culo. Yo simplemente lo empujé para alejarle de mí y le dije algo así como “¿De qué vas?, pero no estaba realmente enfadada y él simplemente se rió y se despidió. Subí a casa a cenar con mis padres y me fui directa a la cama porque estaba agotada.

Al día siguiente me desperté de muy buen humor. Había dormido 10 horas y me sentía llena de energía. Aproveché que tenía tiempo para desayunar con calma y darme una buena ducha con música. Estuve dudando un rato qué ponerme. Acabé decantándome por unos vaqueros ajustados de los que llegan hasta el ombligo, una camiseta roja de invierno y abrigos para no pasar frío. Iba también con guantes y gorro de invierno, casi parecía un esquimal. De ropa interior llevaba un conjunto rojo muy bonito, la verdad se me estaba acabando el repertorio de conjuntos de ropa interior.

Maldije mi suerte cuando me encontré a Marcos en la parada del bus, y eso que iba de bastante buen humor. Le di conversación durante el camino, contándole que iba a ver a Ricardo por lo de la tutoría. Le mantuve apartado, después de que el día anterior me tocase el culo me había quedado claro que él no había olvidado la noche en la que bailamos, pero yo tenía a Carlos y sinceramente no quería nada con él. Llegué media hora antes de mi cita con Ricardo, así que acompañé a Marcos a la administración, ya que él tenía unos trámites que hacer. La suerte quiso que por el camino nos encontrásemos a Ricardo que venía de la cafetería.

-Hola, Ana, cuanto tiempo- se acercó Ricardo a saludarme.

-Hola-le respondí algo tímida, por algún motivo mi corazón me latía más deprisa de lo normal.

-Bueno, veo que estás ocupada- dijo mirando a Marcos- te espero en mi despacho.

Intenté mantener la compostura, aunque no había habido nada raro entre nosotros, salvo quizás la forma de mirarme, me daba miedo que Marcos pudiese descubrir pudiese descubrir lo que hacíamos en la intimidad del despacho, incluso sabiendo que era un miedo irracional. Como podéis suponer Marcos no pensó nada raro y seguimos nuestro camino. A la mínima oportunidad le dije que me estaba esperando el profesor y me fui. Llegué a su despacho antes de la hora, pero tampoco importaba mucho. Antes de entrar me di cuenta de que no me sentía como los primeros días, en los que aborrecía ir, de alguna manera sabía que no lo iba a pasar mal. Mi reticencia en todo caso venía de que parecía disfrutarlo.

-Hola otra vez- me saludó efusivamente cuando entré- Ven, siéntate.

Me acerqué al asiento que me señalaba al otro lado de su escritorio y me senté después de quitarme alguna de las capas de ropa para no asarme de calor, ya que en su despacho la temperatura era bastante agradable.

-¿Qué tal los exámenes?- me preguntó, supongo que en un tonto intento de tener una conversación.

-Bien, creo que apruebo todas- yo no quería hablar con él, pero tampoco me salía ser borde sin motivo.

-La mía desde luego sí- me dijo acercándome un examen- felicidades, aunque en la pregunta 7 cometiste un error tonto, pero muy bien.

No pude evitar alegrarme cuando vi que había sacado un 9. Alguno pensará que esa nota la había comprado con mis visitas a su despacho, pero lo cierto es que siempre he sido muy buena estudiante. Repasé el examen de arriba abajo para ver en qué había fallado, y por eso no reaccioné a lo que estaba diciendo hasta que le oí mencionar a Marcos.

-¿Disculpe?- le dije- no le he oído.

-Preguntaba que quien era ese compañero tuyo, ¿Marcos se llama verdad? Me suena de verlo por clase.

-Sí, se llama Marcos, es un amigo.

-Ya veo. Pues a mí me pareció que él no te veía tanto como una amiga.

-Cómo me vea él no es problema suyo- le dije un tanto molesta.

-Vamos, tranquila. No pretendía juzgaros a ninguno de los 2, al contrario, pienso que tú deberías de darle más alas al pobre chaval.

-Tengo novio- le respondí.

-No te estoy diciendo que le pongas los cuernos a tu novio, solo que podrías jugar un poco con el chaval este, pero olvidemos el tema de momento. ¿Tienes planes para navidades?

-No, estar en casa con mis padres y mi hermano, que está estudiando en Madrid. Bueno, y estudiar para los exámenes de enero.

-No me gusta nada el nuevo sistema de partir los exámenes entre diciembre y eneros, pero al menos yo acabaré mañana de corregir y ya podré quedarme de vacaciones.

  • ¿Te gustó la foto que te mandé? – antes de esa pregunta estuvimos hablando un poco más de nuestras familias etc. – a mí me pareció que estabas increíble. No he podido evitar mirarla de vez en cuando estas semanas que hemos estado separados.

Abrí la boca para contestar que no me había gustado, pero las palabras se negaban a salir de mi boca, a pesar de que la foto no me gustaba, incluso aunque no hubiera podido evitar que se me viniera a la mente las pocas veces que me había masturbado durante las últimas semanas. Volví a cerrar la boca sin haber hablado y me ruboricé aún más al ver su sonrisa de satisfacción.

-Dime, ¿Qué te apreció la foto? – presionó él.

-Asquerosa- conseguí decir con un hilo de voz, pero mirándole a los ojos.

-Vaya, cuanto lo siento- dijo sarcásticamente el cabrón de el-entonces la borrarías, ¿No?

-No- acabé respondiendo yo, apartando la mirada avergonzada.

-¿Y qué hiciste con ella?

-Nada.

-¿Nada? – se levantó para acercarse a mí mientras hablaba con calma- Entonces supongo que no te tocarías mirándola, recordando lo que pasó aquí mismo. Dime, ¿Te tocaste?

-Sí- dije en un susurro casi inaudible.

-No te he oído.

-Sí- respondí yo más alto.

-¿Sí, que?

Levanté los ojos para mirarle otra vez. Solo con esa conversación y yo ya estaba excitada. Estaba ya a mí lado, y a juzgar por el bulto que le crecía delante de mí, él también se había excitado con la conversación.

-Sí que me toqué- respondí aún más alto y en tono casi desafiante.

-¿Y por qué no me enseñas cómo lo hiciste?

Estoy convencida de que en ese momento me quedé pálida. No me esperaba para nada que la conversación acabara de aquella manera, no sé si él lo tendría planeado así. Incluso se me bajó parte de la excitación, una cosa era masturbarle y enseñarle las tetas y otra muy distinta que me viese desnuda entera y encima masturbándome.

-Tranquila, hoy casi no hay nadie por aquí, así que tampoco importa si haces ruido- dijo intentando tranquilizarme y convencerme como si eso fuera lo que me importaba- además te puedes poner en mi silla, así la mesa te tapará, yo me quedaré viéndote desde aquí.

Me quedé un rato pensando, y el esperó con paciencia. Sabía que estaba lo suficientemente excitada como para masturbarme con calma, y prefería masturbarme yo que hacerle una paja a él. Además, si no iba a ver nada. Me acabé convenciendo a mí misma de que era lo que tenía que hacer, si me negaba quizás acabase pidiéndome algo aún peor.

-Está bien- respondí al fin- pero no pasarás el escritorio, y te quedarás aquí sentado todo el rato.

-Vale- dijo sin dudar.

Me levanté fijándome en que con la espera su erección había decaído y en un arrebato de locura me pegué a él y le acaricié el paquete por encima del pantalón hasta que se le puso dura. Luego me aparté y me fui hasta el otro asiento. Me quité la ropa sintiéndome observada por él en todo momento, quien por cierto ya se había sacado la polla y ahora sí que la tenía dura. Me dejé puestos la braga y el sujetador y cogí mi móvil. Me senté de forma que mis piernas quedaran tapadas por el escritorio y me puse lo más cómoda que pude.

Empecé a acariciarme distraída mientras buscaba la foto en el móvil. En realidad, mi mente estaba empezando a ponerse al día y se acababa de dar cuenta de lo que iba a pasar con lo que sentía una mezcla enorme de miedo vergüenza y excitación. Por fin apareció la foto y la excitación comenzó a ganar la batalla. Miré hacia el que estaba dándose un suave masaje mientras me miraba, no se había sentado, pero tampoco parecía que desde ahí pudiese ver nada y lo dejé estar. Mi excitación crecía por momentos, pero estar con el teléfono en la mano era bastante incómodo, así que lo deje en la mesa sin prestarle más atención.

Le miré a él y a su miembro mientras me acariciaba todo el cuerpo suavemente. Lo primero que hice fue quitarme el sujetador para poder acceder a mis pezones. Me sorprendió la facilidad con la que me desprendí de la prenda delante de él, sin darle mayor importancia. Jugué con mis tetas durante un buen rato, con calma, incluso llegué a humedecer mis dedos con saliva para darme más placer. En todo momento le miraba a los ojos, aunque de refilón veía cómo él iniciaba y paraba la masturbación cada poco, guardando sus fuerzas para no acabar antes de tiempo.

Bajé mi mano derecha y me empecé a acariciar el clítoris por encima de las bragas rojas. No estaba tan excitada como el día de la foto, pero aún así empecé a sentir el placer de mis caricias de manera inmediata. Contuve los gemidos de manera inconsciente, tanto por Ricardo como por las personas que pudieran escucharnos desde fuera. Aunque él no viese nada, el simple hecho de que me viese sentir placer y masturbarme empezó a excitarme. El hecho de sentirme observada por él, de notar su deseo y de verle también al masturbarse. Y también el hecho de que me estaba masturbando por y para él, como si no fuera más que una puta a la que pudiera ordenarle hacer lo que él quisiese.

Todo eso desembocó en que mis dedos encontrasen el camino hasta mis profundidades, siendo incapaz de reprimir un gemido. Vi en su cara que sabía perfectamente que ahora sí que me estaba masturbando de verdad. Paré un segundo para bajarme un poco las bragas y que no me molestasen el movimiento. Volví a meterme los dedos, en esta ocasión ya metí el tercero, y dejé de mirarle a los ojos para quedarme embobada con su miembro. El placer y la excitación eran cada vez mayores y yo cada vez me dejaba llevar más. Ya no reprimía los gemidos, aunque intentaba que no fuesen muy altos.

Eché la cabeza hacia atrás, apoyándome en la silla y arqueando la espalda y seguí metiendo y sacando mis dedos con los ojos cerrados. Noté que se acercaba un orgasmo, y decidí buscar a Ricardo con los ojos, pero al abrirlos no le vi a él, vi a su polla a escasos centímetros de mi cara. De algún modo eso me puso aún más cachonda, incluso entreabrí la boca al verla tan cerca. Si hubiese dado un paso más en mi dirección se habría encontrado con mi boca abierta y dispuesta a recibirlo. Dejó de masturbarse, pero en vez de acercarse se alejó un poquitín, dándome un poco de espacio. Yo supuse que quería que terminase yo el trabajo y llevé mi mano izquierda para terminar de masturbarle mientras mi mano derecha seguía en mi sexo a punto de llevarme al orgasmo.

Nunca había hecho una paja con mi mano izquierda, pero tampoco hizo falta, unas pocas sacudidas más tarde noté como iba a correrse, podría haberme apartado o haber movido su polla, pero me quedé quieta salvo por mi mano derecha. Su polla literalmente explotó sobre mí, bañándome con 3 abundantes chorros de semen. Alguna vez Carlos se había corrido en mis tetas, pero nada como aquello. El primer chorro me bañó las tetas, escurriéndose por mis pezones y llegando hasta el ombligo. El segundo y el tercero fueron más arriba, manchando mi cuello y hombro. Alguna gota fue incluso más arriba, concretamente una calló sobre mi labio inferior. Saboreé esas escasas gotas sin querer, aunque solo consiguió encenderme más. No voy a decir que me gustó su sabor, no fue así, pero no me importó en absoluto.

El que Ricardo se corriese sobre mí fue el detonante que me llevó al clímax. Me corrí mirándole a los ojos sin poder evitar gemir de placer, aún con su polla en la mano, exprimiéndole las últimas gotas que caían al suelo. Aprovechó mi momento de placer para acariciarme el pecho izquierdo manchado con su semen, abarcando la totalidad de su forma y apretándola. Yo no estaba en condiciones de quejarme, si no de disfrutarlo, y fue lo que hice con los últimos latigazos de placer recorriéndome el cuerpo. Solté su miembro ya más tranquila, aunque todavía sintiéndome genial. Me quedé quieta sin limpiarme. Me di cuenta de que estaba esperando a que me sacara la maldita foto, y lo cierto era que quería que me la sacara, quería ver las pintas de putón que tenía. No se hizo mucho de rogar. Cogió mi móvil, que estaba desbloqueado encima de la mesa y lo usó para sacarme la foto.

Cuando terminó aproveché para limpiarme como pude. El también ayudó en la tarea, centrándose en mis tetas, cuyos pezones seguían duros. Cuando terminé de quitarme la mayor parte empecé a vestirme, pero vi que Ricardo no me quitaba ojo y al mirar hacia abajo vi que se le había vuelto a poner dura. “Joder con el viejo” recuerdo pensar.

-No te preocupes, podemos hacerlo en el coche- me dijo al ver que yo iba a coger su polla otra vez.

Me ruboricé y me concentré en vestirme, había ido voluntariamente y sin que él me dijese nada a masturbarle. La verdad es que en esos momentos no me reconocía a mí misma, es como si una tercera persona cogiese el volante durante un tiempo. No podía culpar de todo lo que había pasado a Ricardo, tenía que empezar a asumir que estaba disfrutando bastante más de lo que hubiera sido normal. Incluso el propio Ricardo empezaba a parecerme cada vez más atractivo, ya no por su físico, si no que me veía arrastrada hacia su persona y hacia su forma de tratarme.

Fuimos juntos hacia su coche. A mitad de camino viendo que no había nadie me cogió de la cadera y caminamos cogidos como si fuéramos pareja. Se me hizo un poco raro, pero mi cuerpo seguía sensible después del orgasmo y aún me pedía más guerra. De hecho, ya estaba pensando en que nada más llegar a casa me iba a masturbar en la ducha para quitarme su olor de encima y eliminar el calentón todo a la vez. Dos pájaros de un tiro.

Entramos en el coche donde volví a quitarme el abrigo y el gorro. Al abrir el abrigo pude oler su semen en mi cuerpo y en mi ropa. Me sentía una guarra y a pesar de que había sido un orgasmo que no conseguía ni en los mejores momentos con mi novio, todavía seguía excitada. Miré el móvil para ver si me había escrito alguien. Dejé la foto para verla luego y abrí un mensaje de Marcos diciéndome que marchaba ya y que nos veíamos en nochevieja. El resto eran mensajes de mis amigas y notificaciones del insta. Incluso se me pasó por la cabeza lo que opinaría la gente si se subiese una de mis fotos a Instagram por error y la viesen mis conocidos. La idea no hizo más que calentarme.

-Entonces, ¿Marcos es solo un amigo?

-Sí- respondí yo dejando el móvil para hablar con él- ¿Qué estás, celoso?

-Un poco- dijo medio riéndose- pero la verdad es que me gustaba la idea de que fuese más un amigo con derecho a roce.

-Ya, claro, lo que me faltaba. No, gracias, ya tengo suficiente con tener que venir a verte a ti.

-No digas eso, que ambos sabemos que lo disfrutas casi tanto como yo- me respondió con toda su cara, aunque no se lo pude rebatir, no después de haberme corrido poco antes con su semen en mis tetas- ¿Y si te lo pidiera yo?

-¿Pedirme el qué? – contesté yo tras pensarlo un poco.

Su comentario me había dejado fría, pero por algún motivo no podía negarme categóricamente a nada de lo que ese hombre me pedía. Sabía que lo que iba a decirme a continuación no me iba a gustar.

-Que le sigas el juego, que juegues con él. Que veas hasta donde puedes llegar, que le calientes para luego dejarle con las ganas. Y luego contarme paso a paso todo lo que has hecho con él.

Me quedé en silencio. Se notaba que era una fantasía que tenía. Había oído de hombres a los que les gusta ver como se follan a su novia, en este caso yo no era ni su novia, ¿Sería que lo que le ponía era el poder hacer conmigo lo que quisiera? Como fuera podía ver, incluso con su pantalón puesto, lo mucho que le atraía la idea. Por mi parte no me atraía tanto y menos después de lo que había pasado la última vez con Marcos, pero el cuerpo me traicionó.

-Está bien, pero yo decido hasta donde llego con él- acabé respondiendo, una respuesta fruto de la calentura que llevaba en ese momento y que luego desearía haber meditado más a fondo- y si en cualquier momento quiero parar no volveremos a hablar del tema.

-Genial- respondió sonriendo y posó su mano derecha en la cara interna de mi muslo, acariciándome suavemente- Por cierto, tengo un regalo para ti, ahora en cuanto aparquemos te lo doy. Después de eso pasó a conversaciones más normales, pero su mano siguió acariciando mi pierna.

-Gira aquí a la derecha- le dije un rato después cuando estábamos llegando a mi casa.

Hizo lo que le indicaba y llegamos a una especie de patio interior con zonas para aparcar. Le había dicho que girase porque sabía que iba a querer que le masturbase y esa era una zona muy poco transitada. En cuanto aparcó me quité el cinturón y me moví para poder sacarle su miembro del pantalón. Me humedecí la mano con saliva y empecé a hacerle una paja suave y lenta, se había corrido hacía poco y no quería hacerle daño. El cerró los ojos y se reclinó un poco, soltó un gruñidito de placer que hizo que me entrara la risa.

En respuesta a mi risa, alargó su mano y empezó a masajearme las tetas por encima del jersey. Sus caricias me pillaron desprevenida, no pensé que ya se sintiese con confianza como para hacer eso, pero sí que gustaron y cuando bajo la mano para meterla por dentro de la camiseta me gustaron aún más. Me acariciaba con solo mi sujetador en su camino y yo le hacía una paja lenta con ambas manos. Nos miramos a los ojos y de repente me entraron muchas ganas de besarle y morderle el labio, incluso me acerqué un poco, pero para mí los besos son un gesto muy íntimo y finalmente decidí que eso estaba fuera de los límites.

Mi mano derecha se perdió entre mis muslos sin poder evitarlo, detalle que no le pasó desapercibido a Ricardo. No me masturbé, simplemente me acaricié un poco por encima del pantalón. Sus caricias me estaban matando y solo pensaba en que se corriese para poder subir a mi casa a masturbarme. Aceleré el ritmo de mi mano derecha y con la izquierda le acaricié los huevos. Él por su parte metió su mano por el sujetador y me acarició el pezón. Se corrió con un gruñido, por suerte me dio tiempo a poner la mano izquierda. Salió bastante menos que la anterior, pero suficiente como para llenarme la mano izquierda.

Cuando se recuperó, abrió la guantera y sacó un paquete de toallitas húmedas sin abrir. Que hubiese comprado un paquete solo para que yo me pudiese limpiar su semen me pareció bastante ofensivo y tremendamente morboso. Me limpié con una toallita que me tendió mientras él se guardaba la polla y buscaba algo en el asiento de atrás. Cuando acabé de limpiarme me tendió una bolsa pequeña de color negro. Le miré a los ojos con una sonrisa, había pensado que lo del regalo era una broma.

-¿Te pensabas que lo del regalo era una broma? – me dijo leyendo mis pensamientos- venga ábrelo, aunque igual no es lo que te imaginas.

Difícilmente podía defraudar a mi imaginación, porque en esos momentos mi mente estaba demasiado concentrada pensando en lo que iba a hacer al subir a casa. Saqué un paquete rectangular envuelto con un papel de corazones de la bolsa y lo abrí, con cuidado de no rasgar el papel. En la caja se veía una foto de un vibrador morado de silicona, no de los que imitan la forma del pene, si no de los que son más ergonómicos.

-Mándame una foto cuando lo uses- me dijo a modo de despedida y me dio un beso en la mejilla, al cual correspondí con no propio y un gracias a su oído.

Realmente no estaba segura de sí lo iba a usar o no. Para que nadie lo viese lo escondí en mi mochila y lo subí a casa. Yo nunca los había usado, pero tenía amigas que sí y me habían dicho que funcionaban muy bien. Subí a casa sabiendo que iba a estar sola ya que mis padres trabajaban. Me fui a la habitación y me desnudé para meterme en la ducha, pero cuando me estaba desabrochando el sujetador mi mochila atrajo mi mirada y decidí abrirlo por curiosidad. Lo saqué un poco nerviosa de la bolsa, lo activé y empezó a vibrar, bastante lógico por una parte, pero en mi estado me llevé una sorpresa. Tenía varias velocidades, pero tampoco me paré a leer las instrucciones. Decidí usarlo, pero me fui al baño para lavarlo un poco antes de metérmelo en mis intimidades.

Ya de vuelta en mi habitación me terminé de quitar el sujetador, me dejé temporalmente las bragas y cogí mi móvil. Me eché en la cama y, poniéndome en una postura en la que no se me viesen las tetas le mandé una foto dándole un beso al consolador. Ahora sí que dejé el móvil a un lado y me quité la poca ropa que me quedaba. Estaba empapada y deseando correrme otra vez. No entendía cómo podía estar así de cachonda habiéndome corrido menos de una hora antes.

Me llevé el vibrador a la boca y me lo metí de manera un poco torpe. Solo quería humedecerlo un poco para asegurarme de que no me hiciese daño, al fin y al cabo, estaba acostumbrada a la polla de Carlos y esta era un poco más delgada que la de Ricardo y de unos 17cm. No era tan grande como otros que había visto por internet, pero yo lo prefería así, de ser más grande no sé si me hubiese atrevido. Lo tuve un poco más en la boca, disfrutando de hacerle una felación a un aparato cuando a mi novio casi siempre se las negaba. Mientras lo hacía me llevé mi mano izquierda al clítoris y me lo masajeé suavemente.

Terminé mi mamada improvisada y me lo llevé cubierto de babas a mi sexo. Me sorprendió lo fácilmente que entró al principio, más o menos hasta la mitad, casi sin hacer fuerza. Me encantó la sensación de su grosor en comparación a lo que estaba acostumbrada. Apreté para meterlo un poco más soltando una mezcla de gemido y grito cuando acabé de penetrarme con el vibrador. Empecé un suave mete saca a un ritmo tranquilo sin dejar de acariciarme el clítoris. Encendía la vibración y me dejé llevar por las sensaciones que me transmitía mi cuerpo. Alterné entre mi clítoris y mis pezones hasta que sentí que me llegaba el segundo orgasmo del día. Seguí con el mismo ritmo que llevaba hasta que exploté en un orgasmo muy intenso que me recorrió el cuerpo entero. Seguí con el vibrador dentro un par de minutos mientras saboreaba los restos del placer obtenido.

Limpié el vibrador y lo guardé de vuelta en su caja y en un altillo de mi armario dentro de otra caja donde esperaba que nadie lo encontrase. Puse una manta encima de la cama para tapar la mancha, bastante grande, por cierto, que habían dejado mis fluidos. Me metí en la ducha donde reflexioné un poco en lo que me estaba pasando. Ya no podía negar que me gustaba lo que pasaba con Ricardo, era un hecho innegable como atestiguaban mis sábanas mojadas. Pero eso no hacía que me sintiera mejor respecto a Carlos, si no peor. Le estaba poniendo los cuernos con mi profesor. Que le quería era obvio, quería seguir con él y ser suya, pero sabía después de lo vivido que nunca alcanzaría ese nivel de placer sexual con él. Recordé mi promesa de jugar a calentar a Marcos y me arrepentí un poco. La próxima vez que le viera probablemente sería en nochevieja, así que tendría que encontrar un buen vestido para esa noche.