La lujuria desconocida 3

Cada vez me dejo llevar más, hasta donde llegaré?

Al día siguiente me desperté con dolor de cabeza, aunque en realidad llevaba despertándome cada poco toda la noche. Me revolví en la cama sin ganas de hacer nada. No era una resaca horrible, pero tampoco me encontraba bien y además todos los recuerdos del día anterior se agolparon en mi mente. La sensación de sus manos en su cuerpo, de saber que aquello estaba mal y no querer pararlo, la sensación de sentir en mi culo y espalda hasta qué punto se sentía atraído por mí, la sensación de sus labios en mi cuello.

Inconscientemente al principio empecé a tocarme, primero fuero caricias suaves, recordando todo lo que había pasado el día anterior. Luego me quité la parte de arriba del pijama, quedándome con las tetas al aire. Me centré durante un buen rato en mis pezones, simplemente disfrutando de las sensaciones que me transmitía mi cuerpo. Finalmente llegué a la zona baja y me desnudé por completo. Otra vez comencé con caricias suaves, aunque ya estaba muy mojada, para luego seguir introduciéndome dos dedos suavemente.

Me masturbé. Pensando en Carlos, y luego en todo lo que había pasado la noche anterior, cada roce, cada caricia. Luego pensé en la sensación de quedarme desnuda frente a Ricardo, ya no solo el cuerpo, si no el hecho de tener que obedecer sus órdenes y en las fotos que me había mandado. Y por último no pensé en nada, solamente me dejé llevar por mi cuerpo. Por la electricidad que me recorría con cada caricia de mis dedos. Y estallé. En un gran orgasmo, uno de los más grandes que había tenido hasta entonces. Por suerte mis padres no estaban en casa o probablemente hubieran oído mis gemidos.

Curiosamente después de aquello me sentí mucho más tranquila, culpable por lo que había sucedido, pero más tranquila. Me sentía más en control de mi propio cuerpo e incluso la resaca se me había aliviado un poco.

Mirar mi móvil fue mi error. Tenía varios mensajes de Marcos disculpándose por lo del día anterior y diciendo que se había dejado llevar por el alcohol y también un mensaje de Ricardo diciendo que él solo podía verme el miércoles o el jueves por la mañana. A Marcos no le respondí porque no me sentía con ánimos de hablar de aquello, por mucho que se disculpase yo había dejado que pasara y me sentía muy culpable. Y a Ricardo le contesté que no podía quedar por las mañanas debido a las clases, lo cual era cierto en parte, y que nos veríamos el viernes.

Decidí egoístamente no contarle a Carlos lo que había pasado el sábado, aunque por dentro me estaba pasando factura. Intenté evitar a Marcos en la universidad, pero dado que íbamos a las mismas clases y compartíamos amigos me resultó un poco difícil. El martes consiguió quedarse a solas conmigo y hablar de lo que había pasado. La forma en la que le quitó importancia consiguió que yo misma me tranquilizase y acabara pensando que tampoco había sido para tanto, en realidad no había pasado nada más allá de unos roces. Noté que algo había cambiado en su forma de mirarme y tratarme, pero tampoco le di importancia en ese momento. Al día siguiente fui a casa de Carlos para estudiar juntos, no para hacer nada porque estaban sus padres en casa. Simplemente me apetecía estar con él y ver que nada había cambiado.

Con todo lo de Marcos me había olvidado bastante de Ricardo y antes de darme cuenta me encontré el viernes delante de su despacho. Como ya daba por hecho que me iba a tener que quitar el sujetador y luego quería hacer algo especial por Carlos, me había puesto un conjunto de ropa interior azul de encaje. La tela era bastante fina y semitransparente, no dejaba ver los pezones, pero se podía ver un poco a través de la tela. Por encima llevaba unos leggins grises gruesos de invierno y una camisa blanca que me tapaba un poco el culo, aunque no me había quitado el abrigo en todo el día.

Toda la seguridad en mí misma que había conseguido acumular durante la semana se esfumó con el viento poco después de entrar en su despacho. Él se mantenía en silencio, esperando a ver qué hacía yo, mientras que yo empezaba a sentirme incómoda y observada. La necesidad de hacer algo debido al nerviosismo hizo que me quitase el abrigo y el jersey que llevaba y empezara a desabrocharme la camisa. Se levantó cuando me quedaban dos botones y fue hacia la puerta para cerrarla.

Tras cerrar la puerta se acercó a mí, que me había quedado con la camisa a medio abrir, y desabrochó hábilmente los botones restantes. Me hizo girarme, quedándome de espaldas a él. Contrariamente a lo que yo pensaba no se pegó a mi cuerpo, si no que simplemente me apartó el pelo, echándomelo a la espalda y me retiró suavemente la camisa, acariciando mi piel desnuda desde el hombro hasta mi mano. Me estremecí involuntariamente con su contacto. Notaba su presencia y su respiración justo detrás de mí, aunque en ningún momento me giré para mirarle.

-Me gusta el sujetador que has elegido hoy- dijo con voz profunda, casi en un susurro.

Sé que os parecerá raro, a mí también me lo pareció, pero en el momento sentí cierta alegría de que le gustase el conjunto que me había puesto para Carlos. En ese momento ya estaba un poco excitada, cada día me excitaba antes y más fácilmente, quizás por la costumbre.

Sin soltar mi mano me guio hasta el escritorio y me hizo inclinarme. Me empezó a sacar fotos y a pedir poses para él. Luego me pidió que me quitase los leggins, cosa que hice sin apenas dudar. Me pidió un par de poses más y luego se volvió a acercar a mí. Me hizo darme la vuelta otra vez y comenzó a acariciarme los hombros. Poco a poco sus manos fueron bajando hacia el cierre de mi sujetador y lo soltó. Él mismo me quitó el sujetador dejando mis pechos al aire con sendos pezones apuntando orgullosos hacia delante. Durante un momento pensé que iba a acariciarme el pezón, pero en el último segundo apartó la mano.

Notaba mi corazón acelerado.  Si hubiera querido habría podido tocarme el pezón en ese momento y no creo que me hubiese movido. Me sacó unas fotos, pocas, sin sujetador, aunque mi mente en ese momento vagaba lejos de mi cuerpo sumida en pensamientos. Volví a la tierra cuando dejó el móvil sobre el escritorio, y me arrepentí instantáneamente de haberle dejado sacarme fotos con las tetas al aire. Iba a protestar y a pedirle que las borrara, pero no me dejó hablar.

-Tranquila-dijo levantando una mano al ver que yo iba a protestar- no pienso compartir estas fotos con nadie. Ven, acércate.

Seguía sin gustarme, pero en realidad tampoco cambiaba mucho entre tener un sujetador o no tener nada. Hice lo que me pedía y me acerqué a él, quedándome a unos pasos de distancia.

-Más cerca- me dijo haciéndome un gesto con la mano para que me acercara.

Me hizo acercarme hasta que su miembro estuvo a punto de tocarme. Durante la sesión de fotos lo había liberado de su encierro y lucía brillante por el líquido. Yo no tenía muy claro qué más pretendía que hiciera. Para no acercarme más y tocar su pene, apoyé mi mano izquierda en su pecho. Lo noté bastante duro, se notaba que hacía ejercicio, aunque sin llegar a estar “mazado”. Cogió mi mano con delicadeza y lentamente la fue guiando hacia su polla. Yo, que había estado mirándole a los ojos hasta entonces, bajé la mirada para ver como mi llevaba mi mano hasta posarla sobre su miembro.

No me resistí, tampoco comencé a masturbarle, al menos no inmediatamente. Sentí la dureza de su miembro, era la primera vez que tocaba una que no fuese la de Carlos. Me sorprendió su dureza y su grosor, las había visto más largas en algún vídeo porno e igual de gruesas, pero el notar su dureza hizo que mi mente se apagase. Literalmente no conseguía pensar en nada. Mi mano derecha se movió para intentar abarcar la totalidad de aquel pedazo de carne con escaso resultado, mientras que mi mano izquierda acariciaba distraída su pecho.

Subí la mirada hasta encontrar sus ojos. Casi por voluntad propia mi mano comenzó a moverse sobre su polla, empezando una lenta paja. Desabrochó su propia camisa y mano acarició su pecho desnudo, enredando suavemente mis dedos entre sus pelos. Sus ojos brillaban por el placer que estaba recibiendo y a mí la situación me parecía tremendamente erótica. No creo que haga falta decir que estaba cachonda en ese momento.

Aumenté el ritmo de la paja. Estaba claro que él estaba disfrutando el momento y tengo que decir que a mí no me desagradó tampoco. Subió su mano izquierda y empezó a acariciarme el cuello y la cara. Poco a poco fue acercando su pulgar hacia mis labios entreabiertos. Jugó con ellos durante unos instantes y luego trató de meter su dedo en mi boca. Para sorpresa creo que de ambos abrí la boca y dejé que su dedo entrase.  Mi lengua se encontró con su dedo.  Cerré la boca aún con su dedo dentro, de haber podido ver aquella escena en tercera persona creo que no me habría reconocido.

Ese gesto fue demasiado para su miembro. Por suerte noté que se iba a correr y tuve los reflejos necesarios para poner mi mano izquierda y evitar que se corriera sobre mí. Noté el primer cañonazo impactar con bastante fuerza contra mi mano, seguido por otros dos. Parte de la corrida acabó en el suelo y el resto dentro de mi mano hecha cuenco. Durante la corrida había sacado su dedo de mi boca y repentinamente la situación había cambiado. Yo seguía igual de cachonda, pero el momento erótico había pasado y era capaz de controlarme.

Me beso la cabeza en un gesto casi paternal que me enfureció un poco después de todo lo que había pasado. Me limpié como pude la mano con papel higiénico que me dio y me vestí. Él no me perdía ojo, se había subido el pantalón, pero todavía tenía la camisa abierta. Recordé que quería comentarle que por los exámenes no quería ir durante unas semanas. Esperaba también ganar algo de tiempo para pensar algo que hacer y ganar un poco de espacio.

-Quería..-apenas me salió la voz y tuve que carraspear-quería comentarte una cosa. Como van a llegar ya los exámenes había pensado en que podíamos dejar estas reuniones, al menos durante un tiempo.

-Está bien- dijo tras pensarlo un rato- tus estudios son lo primero. ¿Qué te parece si vienes el viernes que viene y te dejo tranquila hasta que termines los exámenes?

-Eso sería genial-mi alegría era casi palpable. Mientras hablaba terminé de recoger la mochilita donde llevaba los apuntes y demás cosas.

-Solo tengo una condición entonces. Cuando acaben los exámenes de Diciembre, durante las vacaciones, nos veremos un día.

-Está bien-acepté un poco a regañadientes, pero entre que no quería tentar mi suerte y que quería ir al baño para lavarme la mano lo antes posible accedí sin demasiado problema.

-¿vives en X, verdad? ¿Quieres que te lleve?

-No gracias, mi novio me espera en la parada del bus- me sentí culpable al decir aquello y pensar en Carlos.

Lo cierto era que Carlos también tenía bastante que estudiar y habíamos quedado en vernos directamente en su casa para que no tuviera que ir hasta la parada. Salí del despacho con una queda despedida y me fui al baño. De camino mire el reloj y vi que quedaba algo más de media hora para el siguiente bus. Me lavé la mano y aproveché para mirarme al espejo. Estaba un poco despeinada y en mi cara aún se notaba el rubor.

En cuanto a mi cuerpo ya se había tranquilizado un poco, pero todavía estaba alegre y, al empezar a recordar lo sucedido, empezó a reclamar su premio. Me metí en uno de los urinarios y dejé las cosas en el suelo como pude. Me quité la ropa que me acababa de poner y me senté en el retrete. La posición era bastante incómoda, pero la excitación era mayor. Me acaricié por encima de la braga. La noté húmeda, lista para ser penetrada. Mis pezones se habían endurecido y me los acaricié por encima del sujetador.

La excitación me superaba y mi mano no tardó en meterse por debajo de mis bragas. Me acaricié el clítoris suavemente mientras mi mano izquierda jugaba con mis pechos. Cejé en mis caricias para quitarme el sujetador y poder tocarme directamente. Mis manos volvieron a sus puestos y aproveché para meterme dos dedos dentro. A pesar de que intentaba hacerlo en silencio se me escapaba algún gemido que por surte no oyó nadie al ser viernes por la tarde en una zona poco transitada de la uni como eran los despachos.

Aunque traté de evitarlo, las imágenes se sucedían en mi cabeza como diapositivas. Rememoré toda la sesión con Ricardo, desde las fotos, hasta su dedo en mi boca y como se lo había chupado y su posterior corrida. El orgasmo me alcanzó entre quedos gemidos y fluidos procedentes de mí sexo, que goteaba bastante poniendo el suelo perdido. Unos espasmos más tarde me sentía exhausta y a la vez completamente viva. Los últimos coletazos de placer recorrían mi cuerpo y aún no había llegado el momento de pensar en todo lo que había sucedido con la cabeza más fría.

Cogí el bus casi corriendo. Fue cuando me senté y me puse a mirar por la ventana que me empecé a plantear todo lo ocurrido. ¿Qué me había pasado, cómo había acabado cediendo tanto? Y lo peor, ¿Lo había disfrutado? No podía negar que me había excitado más que nunca antes en mi vida, ni siquiera con mi novio o en la discoteca con Marcos. Por algún motivo aquello me excitaba y no era una atracción física, o no solamente física, como la que podía sentir por Marcos. Me consolé pensando en que solo me quedaba un día más y luego tendría unas semanas para desconectar, calmarme un poco y pensar las cosas.

Casi sin darme cuenta había llegado a casa de Carlos. Estaba tan sumida en mis pensamientos que incluso me pasé de portal. Subí y estudiamos un rato juntos, pero yo seguía inquieta y no tardamos más de una hora en acabar haciéndolo. Para su sorpresa y regocijo ese día incluso usé la boca para darle placer. Estando con él no me planteé nada, lo quería, y solo eso me importaba. La noche transcurrió tranquila, pedimos comida, vimos una peli y acabamos haciéndolo otra vez antes de irnos a dormir temprano para levantarnos a estudiar.

La alarma sonó demasiado temprano para mi gusto, creo que si mi novio no hubiese estado conmigo no me hubiese levantado. Él se fue a preparar el café mientras yo terminaba de amanecer. Al ver el móvil vi que Ricardo me había enviado un par de fotos. Esa vez no me sorprendí. Ya que mi novio estaba en la cocina decidí echarles un ojo antes de borrarlas. En la primera salía aún con sujetador, con los pezones totalmente marcados en la fina tela. Después de ampliarla un poco me pareció ver que se notaba una pequeña mancha de humedad en mi entrepierna ligeramente abierta. Pasé a la segunda, donde se me veía de perfil, mirando a la cámara, ya sin sujetador. Me llamó la atención la cara que tenía, no sé si es la expresión correcta, pero me pareció que tenía cara de guarra, desde luego cara de excitación sí que tenía. Para mi alivio no me excité, parecía que mi cuerpo se había quedado tranquilo después del día anterior. Estuve a punto de borrarlas, pero en el último momento me arrepentí y las guardé junto con las otras. De borrarlas siempre estaba a tiempo.

Por suerte el resto de la semana transcurrió con bastante normalidad. Yo tenía la cabeza llena de exámenes de ingeniería y ni tuve tiempo ni quise pensar en otras cosas. Con Marcos todo iba normal, más cariñoso que antes de que “bailásemos” juntos, pero nada de carácter sexual, simplemente alguna mirada y algún gesto cariñoso, nada más. La parte mala fue que antes de darme cuenta ya volvía a ser viernes, aunque al menos tenía la ventaja de que tendría unas 3 semanas de descanso después.

Entré en el despacho de Ricardo sin esperar siquiera a oír contestación. Iba feliz, casi como si me dieran vacaciones, y quería acabar con aquello cuanto antes.

-Buenas tardes-me saludó al verme entrar y se levantó.

-Hola-le respondí yo, más enérgica de lo habitual cuando iba a verle.

Pensé que iba a cerrar la puerta como siempre, pero de la que pasaba me dio un suave beso en la mejilla. No diré que me excitó, pero el gesto hizo que se me pusiese roja. Por algún motivo me dio hasta vergüenza que tuviese un gesto cariñoso conmigo. Después del casto beso sí que cerró la puerta como siempre, aunque nunca había llamado nadie los viernes mientras estaba con él.

-Supongo que no quieres perder mucho tiempo hoy-dijo avanzando hacia mí- ¿Qué te parece si hacemos una única foto y así acabamos antes?

-Está bien-dije yo- también quería pedirle que por favor no me mande más fotos.

-¿No te gustan?

-No, y además, ¿Y si las ve mi novio o alguien de mi familia? - pregunté yo algo indignada.

-Sí, sería un problema-dijo, y tras pensarlo un poco añadió- entonces te las envío siempre a la misma hora, así podrás asegurarte de que nadie te coge el móvil en ese momento. Luego las puedes borrar.

-¿Y por qué tienes que mandármelas?-pregunté yo queriendo gritar, pero sin atreverme por miedo a que alguien me oyese.

-Porque sales increíble, ¿No te parece?

No le respondí a eso. Lo cierto era que en las fotos sí que me veía atractiva, más de lo que me había visto nunca. Esas fotos tenían un alto componente erótico y yo no podía negarlo. Al ver que yo no hablaba se acercó más a mí, hasta casi pegarse. Volvió a darme un beso en el pelo aprovechando que yo había apartado la mirada tras su pregunta. Posó dos dedos en mi barbilla y me la levantó para que le mirase.

-No debes avergonzarte de ser hermosa-dijo con voz queda, casi un susurro.

Luego comenzó a desvestirme él. Primero la chaqueta y el jersey. Luego las dos camisetas que llevaba puestas. Yo dejé que hiciera lo que quisiera, haciendo los movimientos justos para permitirle desnudarme. Detuvo su afán de desnudarme durante unos segundos para acariciar la piel que había quedado expuesta. Noté como con su roce mi piel se ponía de gallina y mis pezones empezaban a endurecerse. Como esa noche no iba a quedar con mi novio llevaba un conjunto de ropa interior de diario, más soso y enseñando bastante menos. Aun así, no pareció importarle en absoluto por la forma en que se comía mis pechos con la mirada.

Yo ya notaba que me estaba excitando. Mis manos habían ido a parar a sus hombros mientras el exploraba mi cuerpo. En ningún momento tocó mi culo o mis tetas, pero eso no lo hizo más fácil. Les llegó el turno a los pantalones. Me hizo sentarme en una silla para quitarme las zapatillas tipo vans que llevaba. No me quitó el calcetín, pero sí que aprovechó el momento para sobarme los pies, apretándolos, casi como en un masaje. Sus manos fueron subiendo. Acarició suavemente mis piernas hasta llegar a medio muslo, donde se detuvo. En ningún momento apartó sus ojos de los míos, disfrutando de ver que sus caricias me estaban afectando.

Finalmente decidió acabar con el juego y me desabrochó el pantalón así sentada como estaba. Me los quitó con mi colaboración que me levanté un poco e hice fuerza para que pudiera tirar de ellos. Cerré las piernas para que no viese nada. Tiró mis pantalones junto al resto de ropa que estaba repartida por el suelo.

-Quítate el sujetador-me dijo apremiante.

Le hice caso y vi como él se quitaba los pantalones. Otra vez me encontré frente a su miembro, solo que esta vez mi cabeza estaba a su misma altura. Durante un momento pensé que quería que se la chupara, ya sabéis que no me gusta, pero al acercarse se quedó a poco más de un palmo de mi cara y no se acercó más. Como no dijo nada más yo llevé mi mano contenta de que no me pidiese otra cosa. Estaba un poco menos lubricada que el otro día, quizás porque todo había ido más rápido. Veía como de su punta, justo delante de mis ojos salía una gotita, pero aun así estaba demasiado seca. Ni siquiera pensé mucho lo que hacía cuando dejé caer saliva sobre mi mano y volví a llevarla a su pene que ahora sí estaba más lubricado.

Me sentía como una guarra, sentada delante de mi profesor masturbándole, con las bragas mojadas y las tetas al aire, pensando que en cualquier momento aquello podría explotar en mi cara y bañarme entera. Ahora ya no me quedaba ninguna duda de que estaba mojada, notaba la humedad abajo y mi cuerpo me pedía que llevara mi mano libre a mi entrepierna para darme placer, cosa que no pretendía hacer.

-Acaríciate los pechos-me dijo él como leyendo mis pensamientos.

Mi cuerpo lo deseaba y no me vi lo suficientemente fuerte como para protestar. Mi mano subió acariciando mi vientre hasta llegar a mi pezón izquierdo, el cual acaricié y luego pellizqué un poco. Un gemido involuntario se escapó de mis labios con el pellizco. Intensifiqué el ritmo de la paja. Tras unos minutos así, yo estaba conteniendo gemidos y mordiéndome el labio inferior, noté que él ya estaba a punto de correrse. Llevé mi mano izquierda para tapar los chorros inminentes. El aprovechó para bajar la mano derecha hasta mi pecho y pellizcarlo suavemente.

Yo solté un gemido, no precisamente de queja, y él se corrió sobre mi mano. Hubo menos cantidad que la semana anterior, pero suficiente como para que gotease parte. Un poco se cayó sobre mi pierna derecha, mientras que el resto cayó al suelo, aunque en ese momento no me di cuenta. Soltó mi pezón cuando terminó de correrse. Yo simplemente me recosté hacia atrás en la silla intentando recuperar el aliento y la compostura. Vi cómo se subía los pantalones y sacaba el móvil. Yo aún no me había recuperado, pero recordé que el trato había sido una sola foto.

-Abre un poco las piernas- me pidió.

Como la silla era un poco estrecha, subi mi pierna izquierda al reposabrazos y dejé que me hiciera la foto. No me di cuenta de que tenía todavía su corrida en la mano. Me limpié a mí misma, fue cuando reparé en que se había caído parte en mi pierna, y el suelo, y luego empecé a vestirme.

-¿Va hoy tu novio a recogerte?- preguntó.

-No- respondí yo sin pensar.

-En ese caso te llevo yo.

Intenté buscar una excusa para no ir, pero lo cierto es que no había ninguna, de hecho me ahorraría una media hora o más. Ante mi silencio dio por hecho que accedía y se puso a recoger sus cosas. Salimos juntos de su despacho y le dije que tenía que pasar por el baño. Entré y me miré al espejo, estaba ruborizada, despeinada y con ganas de hacer los mismo que la semana pasada y meterme en uno de los baños, pero simplemente me arreglé un poco y salí otra vez.

Nos fuimos hasta su coche. No entiendo mucho de esas cosas, pero era un audi rojo bastante bonito. Me daba vergüenza que me vieran andando por la uni con él, aunque sin saber lo que pasaba tampoco nadie tenía por qué pensar nada raro. Nos metimos en el coche y le dije donde vivía. Él llevaba el grueso de la conversación yo solo respondía cuando me preguntaba directamente, estaba un poco distraída. Me habló de su mujer y de sus hijos, me preguntó cosas sobre mí y para mi sorpresa me sentí menos incómoda de lo que pensaba.

Nos paramos en el semáforo de entrada a la ciudad. Su mano pasó de la palanca de cambios a mi pierna y empezó a acariciarme distraídamente. Mi cuerpo estaba ya excitado y sensible y no pude evitar abrir un poco las piernas, aunque él no subió, se quedó a medio muslo. El semáforo se abrió y su mano se alejó de mí, pero no por mucho tiempo. En cada semáforo me acariciaba mientras seguía hablándome de su familia. Cada vez su mano llegaba un poco más arriba y yo abría un poco más las piernas para permitirle subir. Su paquete había crecido y saltaba a la vista que tenía una erección.

Paramos frente a mi casa y el quitó su mano de mi pierna. Había llegado cerca de donde el muslo acaba y empieza el monte de venus. No pude evitar mirar a su paquete. Él siguió mi mirada y se desabrochó el pantalón. No me dijo nada ni me hizo ningún gesto, yo misma alargué la mano para bajarle los calzoncillos y agarrarle la polla. Me eché un poco de saliva en la mano a pesar de que esta vez no era tan necesario y le casqué una paja mientras le miraba a los ojos. Ni me paré a pensar en que podría pasar alguien y vernos a pesar de que estaba oscuro, simplemente le masturbé. Duró menos que las otras veces y no me di cuenta de cuando se iba a correr, así que salpicó un poco alrededor, por suerte también se corrió menos abundantemente, aunque sí que me manchó la mano derecha.

Se subió los pantalones y calzoncillos. Yo recogí mis cosas para marcharme, pero me sujetó suavemente la mano. Me giré para ver qué quería. Se acercó para darme un beso en la mejilla, cerca de los labios y luego acercó sus labios a mi oído.

-¿Vas a usar los dedos o algún juguete?- me preguntó en un susurro.

-Dedos-respondí, aunque apenas me salió la voz- no tengo vibrador.

Me despidió con una sonrisa y yo subí corriendo a casa, con la mano derecha aún manchada de su corrida. Entré saludando con un grito para ver si estaban mis padres en casa. Al ver que no estaban fui corriendo a mi cuarto, dejé las cosas en el suelo y me desnude corriendo. Estaba empapada. Me tumbé en la cama con mi mano ya entre mis piernas y me metí dos dedos. Me pareció más fácil meterlos y sacarlos que de costumbre, así que metí un tercero. Me imaginé a mí con Ricardo en su despacho. Me imaginaba que en vez de una paja me la acercaba a la boca y yo la abría solícita para chuparle su pollón. Y que después me levantaba y me echaba contra el escritorio, quedando de espaldas a él y me penetraba. Tarde nada en correrme, en estallar en un profundo orgasmo mientras notaba como una cantidad enorme de líquido salía de mi vagina, aunque sin llegar a ser squirt. Me quedé en la cama echada durante un buen rato, disfrutando de la sensación del orgasmo y de mi cuerpo, hasta que llegaron mis padres y me tuve que levantar para vestirme.