La lujuria desconocida 2

Mi profesor me sigue chantajeando y yo tengo demasiado en lo que pensar.

Hola!! Me alegro mucho de que los comentarios que tuvo el anterior relato fuesen buenos. No estoy acostumbrada a escribir y hay veces que me siento un poco torpe. Muchas gracias a todos y todas por leer mis relatos.

Era el tercer viernes que iba. Como los dos fines de semana anteriores la vergüenza y la culpabilidad habían conseguido que no lo hiciera con mi novio, había decidido que esa noche lo iba a hacer con él sí o sí. Me había puesto un conjunto de ropa interior blanca que sé que a mi novio le gusta, pero que no es de tela muy fina, por lo que no es transparente ni revela nada realmente, aunque siempre he pensado que ese conjunto me hacía buenas tetas. Por encima llevaba 3 o 4 capas más de ropa porque ya empezaba a refrescar.

No me hacía mucha gracia enseñarme así a Ricardo, pero mis opciones eran bastante limitadas. No sé si lo había dicho ya, pero mi universidad está en una ciudad distinta de donde yo vivo con mis padres, en total tardo unos 35 minutos yendo en el autobús universitario. Por eso el tener que quedarme de tarde en la universidad hacía que no tuviese tiempo de cambiarme antes de salir con mi novio, que había cogido la costumbre estas dos semanas anteriores de irme a buscar los viernes a la parada del bus cuando terminaba con mi profesor.

Llamé a la puerta pensando que todo iba a ser como los días anteriores, no es que eso me alegrase, pero estaba mucho más tranquila pensando en que eso no era tan malo. De alguna extraña manera estaba empezando a acostumbrarme, el último día incluso abrí un poco las piernas para que pudiese hacerme fotos. La costumbre había conseguido que perdiese el miedo que tenía al principio y, al ir más relajada, también había conseguido que me excitase un poco más la situación. Viéndolo en retrospectiva el haberme empezado a acostumbrar debería de haberme preocupado mucho más, pero en aquel momento no pensaba en eso, solo en acabar con aquel “castigo” cuanto antes y volver a mi vida normal con Carlos.

Tengo que reconocer que Ricardo me resultaba atractivo desde el primer día. No es que me lo quisiera tirar ni nada, simplemente de forma objetiva se conservaba muy bien para su edad, era atlético y tenía ese tipo de belleza madura que hay a muchas chicas jóvenes que les atrae. Le saludé de manera escueta y me quité el abrigo. Él no decía nada, ni siquiera me devolvió el saludo, aunque no apartaba su mirada de mí.

Me sentí ligeramente intimidada y seguí quitándome capas hasta quedarme en una camiseta escotada y ajustada que me había puesto para salir luego con Carlos. Aunque sabía que me iba a pedir más, no quería quitarme voluntariamente nada más. Por suerte y por desgracia el silencio, que para mí era incómodo, no duró mucho más.

-Que guapa vienes hoy-me dijo a modo de saludo.

-Quedé luego con mi novio-dije con voz queda, apenas un susurro.

Me comió con la mirada durante unos segundos más y luego se levantó y se acercó a mí. Se paró más cerca de lo que me gustaría, pero como hasta el momento no había intentado tocarme nunca decidí no apartarme. Su mujer no debía de atender mucho sus necesidades, pues ya se notaba que tenía un ligero bulto en los pantalones. Sí, no pude evitar mirar de reojo de la que se me acercaba.

Al ser más alto que yo, él mide 1.8 metros, y estar tan cerca podía ver todo mi escote, y cuando digo todo es que no me veía el ombligo de puro milagro, pero por algún motivo tenía sus ojos clavados en los míos. Llevó su mano derecha a mi cara y me acarició suavemente. Mi cuerpo reaccionó de formas diversas. Por un lado, su gesto tenía un claro componente erótico y hacía que empezase a excitarme. Por el otro, no quería que él me tocase y me desagradaba, además el no estar oponiendo resistencia a su caricia hacia que me sintiese mal conmigo misma. Sentimientos encontrados, aunque en aquel momento ganaba el de desagrado.

En ningún momento de la caricia habíamos roto el contacto visual. Yo tenía la sensación de que apartar la mirada era como mostrar sumisión, pero cuando su dedo gordo llegó a la comisura de mi labio moví la cabeza para apartarme de él. No fue un gesto muy brusco, solo lo suficiente como para que no llegase a tocarme el labio.

Volvió a llevar su mano a mi mejilla y con suavidad, pero con firmeza me hizo girar la cabeza para volver a mirarlo. Y esta vez, lentamente, volvió a lleva su dedo gordo hasta mi labio. Noté como su dedo gordo acariciaba mi labio inferior mientras le miraba a los ojos y todo lo que podía pensar en esos momentos era “Si alguien nos viese ahora pensaría que soy su puta”. Desde mi punto de vista la situación en la que estábamos denotaba más sumisión por mi parte que el simple hecho de mostrarme en ropa interior que, al fin y al cabo, es como ir a la playa en biquini y que te miren.

Lo peor de eso fue que consiguió con ese simple gesto excitarme. No sé qué se encendió en mí, pero incluso llegué a sentir una cierta humedad ahí abajo. Ricardo no tentó más a su suerte y retiró el de mi labio, no sin aprovechar para separar mis labios y hacer que abriera un poco la boca. En cuanto quitó su dedo yo me aparté de él, consiguiendo un poco del espacio que necesitaba profundamente.

-No vuelvas a hacer eso- le dije al apartarme. Él solo sonrió como respuesta.

-Veamos que llevas hoy puesto.

Antes de darme cuenta ya me estaba quitando yo misma la camiseta. Aproveché para comprobar si el pezón se marcaba a través de la tela, pero, a pesar de estar duros, parecía que este sujetador los mantenía a raya. Sentí un cierto alivio al ver que no se marcaban y me tranquilicé un poco. Dejé la camiseta doblada en la silla donde también había dejado mi abrigo y demás. Me desabroché los botones del pantalón vaquero que llevaba, pero cuando me fui a agachar para poder quitarme los zapatos me detuvo poniendo su mano en mi hombro, parecía que lo de no tocarme se había acabado.

-Hoy no hace falta que te quites el pantalón, hoy nos centraremos en la parte de arriba ya que vienes con ese conjuntito tan sexy.

La mano que tenía apoyada en mi hombro cogió el tirante de mi sujetador y, siguiéndolo, deslizó su mano por el hasta llegar a donde se unía con la copa. No llegó a tocarme nada, solo un ligero roce en el lateral del pecho. Obviamente me molestó que hiciera eso, pero había sido una caricia tan casta que tampoco le di tanta importancia. Pensándolo ahora es curioso cómo le di más importancia a una caricia en el labio que a un roce en el pecho.

Luego fue todo más o menos como de costumbre. Me pidió que me pusiera en varias posturas para sacarme fotos, casi me sentía como una modelo. Recuerdo que una de las posturas que me pidió hacer ese día fue ponerme detrás del escritorio con los pantalones ligeramente abiertos para que se viese el comienzo de mis braguitas e inclinada hacia delante para que se me marcasen más las tetas.

Estaba aún detrás del escritorio cuando guardó el móvil. Pensé que ya había tenido suficiente por ese día y di la vuelta al escritorio para ir hacia la silla donde había dejado mi ropa.

-Aún no-me dijo al ver que yo iba a vestirme-hoy quiero que hagas una última cosa por mí- Me quedé mirándole con el pantalón a medio abrochar- Quítate el sujetador.

Fue una orden, no una petición. Yo solo pensaba en maneras de librarme de aquello y no encontraba ninguna. Puede que para bastantes chicas el enseñarse en ropa interior o que les vean las tetas no sea nada, pero no para mí. Hasta el momento solo Carlos me había visto sin sujetador.

-Eso no-dije con voz lastimera, más una súplica que una verdadera objeción.

Me di cuenta yo misma al hablar de que ni yo sonaba convencida. Fue ese momento el que eligió para sacar su miembro a pasear. Para entonces ya estaba acostumbrada bastante acostumbrada a verlo. Me había extrañado que no se lo hubiese sacado antes, pero pensé que simplemente no la tenía dura o algo. Bueno dura era claro que sí que la tenía.

Nos separaría poco más de medio metro. Estábamos frente a frente. Yo mirando su polla y el esperando a que me quitase el sujetador. No sé en que momento tomé la decisión, pero subí la mirada a sus ojos y llevé mis manos a mi espalda para desabrocharme el sujetador. Se oyó el click del cierre. No lo dejé caer, si no que me lo quité con cuidado de que no viese mis tetas. A pesar de no ver nada el simple hecho de que me lo quitase hizo que su pene pegase un bote considerable.

Me miraba de la misma forma en la que me imagino que un león hambriento mira a una gacela herida. Lo único que le impedía ver la totalidad de mi pecho era mi brazo derecho. Notaba los pezones bastante duros, aunque aún no del todo.

Debería decir que mis pezones son mi mayor punto erógeno, sin contar mi sexo, seguido por mi cuello. No solo se me ponen duros enseguida, sino que también son muy sensibles. He oído hablar de mujeres que tienen orgasmos solo con que les toquen las tetas. Yo no soy de esas, pero me excita muchísimo y me da mucho placer. En cuanto a su tamaño y color son más bien chiquititos y de color rosa un poco oscuro.

Con suavidad, pero con firmeza me cogió la mano del brazo con el que me tapaba las tetas y me lo retiró poco a poco. Mis tetas cayeron en todo su esplendor para su disfrute. Él no les quitaba ojo a mis pezones mientras llevaba su mano derecha a su pene y empezaba a masturbarse, su mano izquierda aún estaba cogida de mi mano derecha. Era la primera vez que le veía masturbarse.

Me acariciaba mi mano derecha sin que yo hiciese ningún esfuerzo por liberarla, como si estuviera en trance. No podía apartar la vista de su miembro hinchado. No le había visto coger lubricante ni nada, pero parecía bastante húmeda, a mi novio cuando le masturbo siempre necesito usar lubricante, aunque solo sea mi saliva. En ningún momento intentó tocarme las tetas, solo las miró.

Noté que estaba cerca de correrse y por primera vez levanté la mirada al mismo tiempo que el hacía lo propio. Nos miramos a los ojos y supe que se iba a correr. En ese momento podría haberse corrido encima de mí y no me hubiese podido apartar, y yo lo sabía. Se corrió mirándome a los ojos. Vi el momento exacto en el que liberaba su carga. Por suerte liberó mi mano derecha y usó la suya para parar los chorros.

Bajé la mirada y llegué a ver el segundo y el tercer chorro impactar contra su mano. De potencia en ese momento no pude juzgar, pero de cantidad ya os digo que iba sobrado. Parte del semen se escurrió al suelo donde formó un pequeño charco. Y él, una vez pasado el orgasmo, se dio la vuelta para coger papel higiénico que tenía en el escritorio y limpiar el desastre.

Yo aproveché para volver a vestirme entera. Cuando terminé él ya había terminado de limpiar.

-Hasta luego-dije con la voz cascada, notaba la garganta seca.

-El martes no sé si podré verte-respondió él-dame tu número de teléfono y te escribo en cuanto lo sepa.

Le di mi número, no estaba muy convencida, pero me sentía sin fuerzas para discutir. Salí del despacho a toda prisa sin mirar atrás y fui hacia el baño de mujeres. Al entrar me di cuenta de que Ricardo había venido detrás de mí, durante un momento temí que quisiera entrar conmigo, pero entró al de hombres, supongo que para limpiarse las manos.

Yo por mi parte entré a uno de los retretes y eché el cerrojo. Respiré hondo para tranquilizarme y miré mi vestimenta. Me di cuenta de que con las prisas se me había olvidado volver a abrocharme el pantalón, pero antes de abrocharlo metí mi mano derecha con cuidad. Toqué las bragas por fuera y noté la humedad que se había filtrado a través de la tela. Incluso ese toque suave me dio algo de placer, estaba realmente excitada. Me empecé a desvestir la parte de arriba y me acabé quitando el sujetador. Tenía los pezones aún muy duros y no pude evitar acariciármelos un poco. Por dentro me llamé guarra a mí misma, por excitarme en contra de mi voluntad y encima con un señor que abusaba de mí. Intenté disculparme y tranquilizarme pensando que era porque llevaba varias semanas sin tener sexo con Carlos, pero en el fondo sabía que no era solo por eso, aunque no lo admitiera jamás.

El calentón me bajo un tanto en el viaje en bus. Nada más bajarme del bus vi a Carlos. Como siempre nos saludamos con un beso.

-¿Te apetece ir al bar (No quiero decir nombre) a tomar algo?-me preguntó.

-Hmmmm-le dije intentando ser seductora mientras pegaba mi cuerpo al suyo y le susurraba en la oreja- ¿Y qué tal si vamos a tu casa y compensamos estas semanas de atrás?

Sentí un poco de bulto ahí abajo así que supuse que se le habría puesto al menos un poco dura. Como contestación me comió la boca de una manera bastante menos casta que el beso de saludo. Apenas hablamos de camino a su casa, que está bastante cerca, aunque nos besamos bastante. Yo me había olvidado por completo de lo sucedido con Ricardo y solo pensaba en hacerlo con Carlos. Entramos en su portal besándonos y con su mano en mi culo.

No nos separamos casi ni para abrir la puerta de su casa, si llega a pasar algún vecino no creo que nos hubiésemos enterado siquiera. Nos besamos quitándonos las chaquetas de camino a su habitación. Acabamos tirados encima de la cama dándonos un beso muy húmedo. Él estaba encima de mí y con una mano me abrazaba mientras que con la otra me acariciaba lentamente todo el cuerpo. Él se separó un poco y yo le mordí suavemente el labio juguetona. Nos miramos a los ojos expresándonos cariño sin palabras, hay veces que una mirada lo dice todo.

Bajó sus labios a mi cuello donde empezó a besarme y morderme. Yo le quité la camiseta como pude y acaricié su espalda atrayéndolo más hacia mí. Su mano se había colado por dentro de la camiseta que llevaba puesta y me tocaba suavemente los pechos. Cuando se cansó de besarme el cuello me quitó la camiseta y continuó bajando, dándome besos, hasta el pantalón, el cual me desabrochó y me quitó.

Le acaricié con mi pie, aún llevaba calcetín, su paquete. Noté su dureza a través de la tela y le hice un gesto para que se quitase su pantalón no se hizo de rogar y se quedó solo con el calzoncillo. Nos volvimos a enrollar y en algún momento yo acabé encima de él. Me quedé erguida encima de él y me quité el sujetador, enseñándole la misma vista que había tenido Ricardo poco tiempo antes. En ese momento me acordé de lo sucedido esa tarde y me excité aún más si cabe.

Le quité sus calzoncillos, pero yo no me quedé desnuda del todo, aún tenía puestas las bragas blancas y mis calcetines. Me senté encima de él y, apartando mi braga, introduje su miembro en mi interior. Creo que es la vez que más mojada había estado en mi vida. Tomo la píldora, así que no quise usar condón, a pesar de que habitualmente si lo usamos. Su pene se deslizó por mi interior fácilmente. Yo había cerrado los ojos, pero los abrí cuando terminó de entrar en mí por completo. Nos miramos a los ojos y disfruté un poco de ese momento de conexión entre los dos sin moverme.

Poco a poco empecé a moverme. Quería hacerlo lento, sin apurar las cosas, aunque notaba que él buscaba aumentar el ritmo. Aun así, mantuve el ritmo suave disfrutando de la sensación de tenerle dentro. Él jugaba con mis tetas, sobretodo con mis pezones, pellizcándolos suavemente y dando pequeños tirones. Me incliné sobre él sin dejar de moverme para poder besarle y empezamos a decirnos cosas como “te quiero” al oído.

En cierto momento me cogió y me tumbó debajo de él. Sentía que él estaba cerca de acabar y yo también. Al final terminamos casi al mismo tiempo. Nos echamos un rato, yo apoyada sobre su pecho acariciándole. Estuvimos hablando durante bastante tiempo sobre nuestros amigos, las clases y demás. Lo volvimos a hacer, aunque yo esta vez no conseguí llegar y luego nos levantamos para jugar un rato al ordenador.

Desperté antes que Carlos al día siguiente. Me quedé un rato abrazada a él, pero al ver que no se despertaba decidí levantarme. Cogí su camiseta y mi móvil y salí de la habitación. Tenía varios mensajes ya que la noche anterior no le había prestado mucha atención al móvil, pero me sorprendió uno de un número que no tenía guardado.

El mensaje decía: “Finalmente el martes no voy a poder estar, recuperamos la clase otro día” y luego había dos fotos tomadas ese mismo martes en las que aparecía yo en ropa interior, en una sentada en su escritorio con las piernas un poco abiertas de forma que se me notaba todo ahí abajo y la otra centrándose en mis pechos. Lo primero que sentí fue miedo de que Carlos pudiese ver las fotos, pero por alguna razón no las borré del móvil, si no que las escondí y las borré de la conversación. Luego le mandé un mensaje diciendo que como se le ocurría mandarme eso y borré también la frase.

Bloqueé el móvil y me fui a la cocina a preparar café. Me acordé de que tenía más mensajes sin leer y me puse a ello. La mayoría eran del grupo de la universidad, con el cual iba a salir esa noche de fiesta y el resto de mis amigas. Cuando terminé de leerlos y de contestar no pude evitar abrir las fotos que me había mandado Ricardo, que apenas había mirado la primera vez.

Ambas fotos me parecieron bastante eróticas, pero sobre todo me sorprendió que en ellas no parecía desagradarme el hacer de modelo para ese hombre. Oí un ruido y cerré las fotos para que Caros no las viera. Nos saludamos tiernamente y luego nos fuimos rápidamente a la ducha para que nos diese tiempo a llegar a comer con mis padres.

Durante todo el día estuve dándole vuelta a lo de las fotos y a lo que había sucedido el viernes. La situación no podía seguir así. Él tenía un control total sobre mí, pero en algún momento tendría que borrar el vídeo. Lo peor era que no se me ocurría ninguna forma de evitar que me chantajeara, y contárselo a Carlos si al principio no era una opción ahora aún menos.

Finalmente llegó la noche. Me vestí para salir con un top negro con bastante escote y unos pantalones negros ajustados, parecidos a vaqueros, pero con la tela más similar al cuero falso. En la cena al fin conseguí desconectar de todo el tema, quizás porque bebí un poco más de lo que estoy acostumbrada. A decir verdad, iba un poco borracha, no borracha de vomitar y andar tirada por el suelo, pero lo suficiente como para decir tonterías y que el resto se den cuenta de que vas borracha.

En la cena éramos 8, 4 chicas y 4 chicos. Un chico y una chica eran pareja desde antes de empezar la clase, y otros dos estaban liados desde hacía poco más de una semana, aunque creo que solo lo sabíamos 2 personas más del grupo. Luego estábamos Laura, una amiga mía del instituto, un poco guarrilla todo hay que decirlo, y yo y otros dos chicos Juan y Marcos. Con Juan no me llevaba mucho, habíamos coincidido varias veces, pero nunca había hablado a solas con él. Marcos por otra parte se estaba convirtiendo en mi mejor amigo. Es un chico muy guapo, rubio y de ojos azules, bastante alto y atlético, y además tiene ese encanto que hace que todas se vuelvan locas por él. De hecho, por lo que sabía tanto por él como por más gente de clase, se había acostado ya con 4 chicas de nuestro curso de la uni.

Lo pasé muy bien en la cena y luego nos fuimos a un bar de chupitos/discoteca que nos gusta bastante. Nos tomamos todos una ronda de chupitos, yo no suelo beber, pero esa noche hice una pequeña excepción. Pronto la gente empezó a desaparecer, unos a saludar a alguien o las parejas a lo obvio y me quedé sola con Laura, que me estaba comentando de su nuevo ligue, un chico un par de años mayor que nosotras con el cual había quedado poco tiempo después.

Por suerte antes de que ella marchase volvió Marcos y no me tuve que quedar sola. Estuvimos hablando un rato bastante pegados por la música. Él bebió algo más, pero yo decidí parar. Me contó de la última chica con la que había estado que no le dejaba en paz, es un poco flipado, y al cabo de un rato me dijo que por qué no íbamos a bailar.

Accedí sin dudarlo ya que me encanta y fuimos a la zona donde estaba bailando la mayor parte de la gente. Estábamos bastante apretados, así que bailábamos bastante pegados cantando y haciendo el tonto. En cierto momento di una media vuelta, pero me empujaron un poco y acabé totalmente pegada a Marcos. Mi culo estaba pegado a su paquete. El llevaba unos pantalones chinos, tipo no procedencia, de color beige oscuro. Esos pantalones son bastante finos, así que al apoyarme noté su paquete entero. Me aparté en seguida, pero aun así me pareció notar que la tenía dura.

Intenté mantener la distancia con él, pero era imposible con la cantidad de gente que había. Estaba un poco incómoda y las ocasionales miradas de Marcos a mi escote no ayudaban. Además se me estaba empezando a pasar un poco el ciego, aunque seguía un poco borracha. Me acerqué para decirle que saliéramos, pero al acercarme noté en la pierna algo duro y miré hacia abajo para ver que era. Con la poca luz que había pude ver la tienda de campaña que tenía ahí abajo montada, con razón ligaba tanto.

Abrí los ojos al darme cuenta de qué era lo duro que había sentido, y aún sentía en mi pierna. No me aparté, cosa que él aprovechó para cogerme de la cadera y pegarme del todo a él. Antes me había parecido que la tenía dura, pero en tamaño no tenía nada que ver a lo que había en ese momento ahí abajo. Yo no reaccioné, ni siquiera seguí bailando, solo dejé que me llevara el, sintiendo todo su miembro. Me acariciaba la parte baja de la espalda, por debajo de mi top, acariciando mi piel. Me estremecí y noté que me empezaba a excitar. Salí del trance en el que estaba cuando deslizó su mano un poco más abajo y la posó sobre mi culo. Me lo acarició por encima del pantalón durante unos 5/10 segundos antes de que reaccionara y me intentara apartar, girándome un poco para que su mano se quitase de mi culo.

La solución fue casi peor, ya que aprovechó mi movimiento para dejarme de espaldas a él, con mi culo rozándose contra su miembro, el cual notaba perfectamente, y sus manos acariciando mi bajo vientre y mi ombligo. Yo por mi parte intenté liberarme sin demasiado ahínco, consiguiendo solo rozarme aún más con él. Yo cada vez me notaba más excitada, queriendo a la vez salir de allí corriendo y quedarme a disfrutar de la situación. Al ver que mis escuetos esfuerzos por marcharme desaparecían del todo subió sus manos. Con la derecha me acarició el hombro y con la izquierda me apartó el pelo del mismo lado, dejándome el cuello expuesto. En ningún momento dejamos de rozar nuestros cuerpos a pesar de que él ya no me retenía.

Marcos continuó con su ataque y me besó el cuello. Yo no reaccioné, solo disfruté del momento, hasta que unos besos en el cuello más tarde se me vino a la cabeza Carlos, Ricardo y en general mi vida. Fue como una inyección de realidad, de miedo incluso. Salí prácticamente corriendo de allí, sin dirigirle la palabra a Marcos. Iba con tanta prisa que solo me acorde del abrigo que había llevado cuando salí a la noche helada. Tuve que volver a entrar, pero por suerte no me cruce con él.

Llegué a casa solo con ganas de echarme en la cama y dormir. Tenía la cabeza echa un lío y no estaba en condiciones de desentrañarlo en ese momento. Me desvestí rápido queriendo dormir, pero al llegar a las bragas no pude pasar por alto lo húmedas que estaban. Por algún motivo las escondí, como queriendo ocultar mi vergüenza y me metí en la cama. Lo último que recuerdo pensar antes de dormirme es que aún estaba cachonda.