La locura de Ivan

nueva entrega de la serie, el año que viene, a la misma hora y en el mismo lugar

Algo había cambiado.

Ya había pasado mucho tiempo desde el primer encuentro. Muchas citas, muchas confesiones, y muchos sentimientos ahogados.

Iván pensó que tal vez, era el momento de acabar con aquello, de seguir con su vida pasando página y quiso probar suerte en ello.

Comenzó a no escribirle a diario, a no decirle jamás que le llamara, como antaño, que él mismo le decía cuando podía y se pasaban las horas pegadas, escuchándose la voz y sintiéndose cerca.

Ella, notando el cambio, no quiso preguntarle nunca. Él era su prioridad, y si actuaba así, era porque Iván lo necesitaba y no seria ella la que se interpusiera en su camino.

Con el corazón roto, siguió llevando su vida, sin dejar cada día de mirar su buzón de voz por si alguna vez, él, se dejaba caer.

Así, dos meses.

Una mañana, al levantarse, Elena comprendió que Iván ya no la quería y que debía seguir con su vida, comprender que él, había elegido continuar sin ella y que ya, había dejado de ser su chica especial. Tal vez, había encontrado otra... Tal vez.

Y hubo cambios en su vida.

Un chico nuevo comenzó a frecuentar la cafetería donde ella desayunaba cada día, por un amigo en común fueron presentados y algo le gustó de él. Tal vez su juventud o lo guapo que era, pero el tema es que cuando hablaba con él, no pensaba en Iván y eso, le daba tregua a su cabeza.

Comenzaron a quedar para salir al cine, a cenar alguna vez y así fue cuando él, en un momento de descuido, le robó un beso que ella se dejó quitar. Sin embargo, una corriente le atravesó el espinazo y le hizo parar. Abrió los ojos y se encontró con alguien que no era Iván besándola y aun, no estaba preparada para ello.

Por su parte, Iván seguía con su vida. Su trabajo, su mujer... Un domingo, había quedado con ella y unos amigos para cenar.

Estaban en un bar tomando unas copas, la noche había sido distendida, aunque él, tenía la cabeza como siempre, en otra parte. NO podía dejar de pensar que sería de ella, cómo se encontraría y aquello no le dejaba ser feliz. Estaba atrapado en dos mundos. Las copas, el humo de los los cigarrillos, el ambiente... le trajo de recuerdo esa primera cita y entonces la puerta del bar se abrió entrando por ella una chica alta y rubia que por un momento pensó que era ella. Pensó que su corazón se iba a parar, y hasta que el rostro de la chica no fue visible, aquellos segundos para él, fueron eternos, como años y se puso pálido como la nieve. Tanto que los demás se dieron cuenta preguntándole si se encontraba bien.

Elena, esa misma noche, había salido con el chico otra vez y en esta ocasión, le invitó a subir a casa. Pensaba que era el momento de saber si podía follar con otro hombre que no fuera Iván, y esa noche lo iba a intentar.

Nada más cerrar la puerta el joven la cogió por sorpresa atrayéndola hacia él y besándola de manera muy grata. Si demasiada `prisa, bajó sus manos a su cintura y muy despacito le acarició su bonito culo. Ella se separó y le dijo que pasara a tomar una copa. Después de servirle, ella veía en sus ojos la fuerza de su deseo y se acercó a él para besarle. Él, con bastante maestría, le desabrochó la blusa, sacándola de sus pantalones, deslizando sus manos sobre sus hombros para sacarla con cuidado. Miró su pecho y suspiró. La besó por el cuello y bajó hasta el nacimiento de los seno, mientras la besaba con suavidad, por detrás, le desabrochaba el sujetador dejándolo caer. Entonces contempló su bonito busto y los agarró con una mano. A ella le gustaba lo que hacía y pensaba que era muy experto para lo joven que era.

Elena se levantó y lo llevo de la mano al dormitorio. Nadie la había poseído allí, solo Iván en su pensamiento, cada noche, al acabar el día, le hacía el amor. Pero ahora un hombre de carne y hueso, estaba a punto de hacerlo.

Se bajó los pantalones delante de él. Rubén, así se llamaba, estaba sentado en los pies de la cama mirándola alucinado. Ella se puso frente a él y dejó que le bajara las bragas. Entonces él se levantó y se desabrochó los pantalones. La camiseta ya había salido despedida y los pantalones le apretaban en su erecta verga. La tumbó y se puso sobre ella, besándola por todas partes, agitado y nervioso pues era demasiada mujer para él. Quiso entrar dentro de ella, pero Elena le frenó. "Primero, protección", le dijo ella, "de acuerdo, pero, yo controlo muy bien, no deberías preocuparte", "no es por eso pensó".

Y entonces Iván volvió a aparecer y ella no podía que otro hombre se vaciara en su ser, eso, solo era para él. Elena tomaba precauciones para evitar embarazos, no había problemas en que el chaval se corriera dentro, el problema es que ese privilegio, lo seguía teniendo para bien o mal, su deseado Iván.

Cuando Rubén entró dentro de ella lo hizo con delicadeza y la verdad, es que el chaval lo hacía demasiado bien, pero no era él, no lo era y esa gata salvaje no salía por ninguna parte.

¿Té pasa algo?- preguntó Rubén parando y mirándola a ella.

NO, ¿Por qué me preguntas?

Porque no te siento aquí. Tengo la sensación que no te gusta.

Claro que me gusta. No seas tonto. Venga, sigue.

Y Rubén siguió haciéndolo y cuando ella lo vio prudente, fingió un orgasmo fantástico para que el pobre chico no se sintiera frustrado.

Ni siquiera iba a ser capaz de follar a gusto con otro que no fuera su Iván.

Cuando acabó no le dejó quedarse a dormir, con mucha sutileza, lo acompañó a la calle.

Fue entonces cuando encendió su PC y vio un mensaje de Iván.

"Che, loquilla, ¿cómo vas?, hoy casi sufro un infarto al ver a una chica que se te parecía y creer que era tú..., esto, no es bueno para la salud"

Una sonrisa se dibujó en su cara. Iván no la había olvidado.

Ella le contestó.

"Hola mi vida: acabo de follar con un chico y no ha ido demasiado bien".

A la mañana siguiente ella le vio en la cafetería, Rubén tenía una cara diferente, pacificadora y relajada. Le había gustado estar con ella y le encantaría repetir. Ella se sentó frente a él y le dio un beso que a él le sorprendió.

¿Te gustaría repetir?- le dijo ella sin más preámbulos.

¿Tu que crees?- dijo él sorprendido.

Pues ven a casa a comer.

Allí estaré.

Por otro lado, al llegar a la oficina Iván, al abrir su correo y encontrarse el de Elena no le hizo ninguna gracia. De repente, su niña, su chica especial había sido de otro. Él, que antaño fantaseaba con la idea de verla follar con otro, dejarla hacer delante de él cosas que solo hacían entre ellos le llamaba la atención. Pero ahora había sido real, un hombre la había besado, la había poseído y la había hecho suya. Y Elena era de él.

No pudo trabajar aquella mañana. No pudo comer, no pudo hacer nada.

Llegó a su casa y era un fantasma. Quería escucharla, gritarle que no lo hiciera más, que no permitiera que ningún otro le pusiera la mano encima.

Encendió el ordenador.

Sin rastro de ella.

Llegó su mujer y le llamó para cenar. Ni una palabra soltó en toda la velada. Juntos, vieron una película que no prestó atención. La sangre le hervía a cien. La necesitaba, no le bastaban los recuerdos, la quería solo para él.

Se fue a la cama con su esposa y ella se quedó dormida en breve.

Y allí estaba Iván. Con la espalda apoyada en la pared, mirando hacia ninguna parte y sintiendo como su mujer, ajena a todo, dormía plácidamente.

Se levantó y escribió a Elena. "Llámame cuando puedas".

Por la otra parte, Elena había conseguido tener un orgasmo con Rubén. Pero para ello, necesitó tirar de su fantasía y recuerdos. Mientras aquel chico se desvivía por ella, Elena no sentía nada, solo un placer mínimo a lo que él le ofrecía. Entonces, apareció él.. Al cerrar los ojos ya no era Rubén sino Iván, y ya no eran las caricias de Rubén sino las de su amante secreto. Y con los ojos cerrados, consiguió que las sensaciones se duplicaran proporcionándole un orgasmo de categoría por fin.

Al llegar por la noche, esta vez sin compañía, encontró el mensaje de Iván y rápidamente le llamó.

Habían pasado tres meses ya desde él ultimo contacto.

¿Qué té pasa cariño?

Estoy perdido Elena. Creí controlar la situación pero es imposible.

No digas eso, solo estas agobiado.

Siento que te pierdo, y es lo que debería, por ser tan cobarde.

Tú sabes que jamás me perderás, que pase lo que pase, lo nuestro no cambia.

Me encuentro fatal.

¿Pero por qué? Si ya te dije que nada ha cambiado.

Si ha cambiado, acabo de descubrir que te quiero.

Y Elena no tuvo respuesta para eso. Se le ocurrió tener una cita mas con él, para que así ese estado de ansiedad se apaciguara y entendiera que ella iba a estar con él siempre, porque él, era para ella lo único realmente importante, por eso ella le esperaba siempre, pero en este momento estaba Rubén y no se merecía esto tampoco. Ella, no podía estar con uno y con otro, en este momento, se lo tenía que pedir Iván.

Yo sé que me quieres, igual que yo a ti.

No, tu me has querido infinitamente mas, y yo no sé corresponderte. Yo no quería que esto cambiase.

No tiene que cambiar. Sigamos así. Pídemelo Iván y allí estaré.- Hubo un silencio.

En el bar de la primera cita, a la misma hora, pasado mañana.

Echo.

Entonces, ambos planearon una nueva cita que diera rienda suelta a su pasión y reorganizara toda esta locura de Iván.

Cuando llegó el día, ella, estaba tan nerviosa como el primer día. Y al bajar del taxi, frente al bar, una oleada de deseo la poseyó tras esa puerta estaba él.

Pero no estaba allí, no estaba dentro del bar, la estaba esperando fuera, en la puerta, impaciente por verla.

Por dios, que guapa estás.

Hola Iván, que ganas de verte.

Y se abrazaron y se besaron.

En el mismo taxi se fueron para el hotel de ella, ya en el ascensor, él, no pudo reprimirse, besándola con ansiedad y apretándose a ella. Al llegar a la habitación, la cogió por la cara para besarla con fuerza. Ella le devolvía los besos con la misma pasión. Él, intentaba torpemente quitarle el vestido, pero no había manera, ella, se apartó riendo, y le sacó el cinturón. Arrodillándose, le bajó los pantalones y los calzoncillos, y comenzó a hacerle una mamada allí mismo, en el pasillo de la habitación, frente al espejo del armario. Iván, la veía reflejada de espaldas, arrodillada frente a él, con un leve y suave movimiento de cabeza que él sujetaba. Verla a través del espejo aun le excitaba más, no podría aguantarla mucho tiempo, se sentía como si fuera el final de la humanidad, el final de todos los tiempos y la hora de su muerte y necesitaba esa visión para disfrutarla más. Si más preámbulos, la levantó del suelo y le levantó el vestido, ni siquiera le quitó el tanga que llevaba, tan solo lo apartó y apoyada en el espejo, la poseyó fuertemente. Su calor, su aroma, le tenía embriagado, pero a su mente vino una sucia imagen de otro disfrutando de lo mismo y la ira le poseyó instintivamente. Comenzó a follarla muy fuertemente, sin contemplaciones y ella se quejó, le estaba haciendo daño pero él no paraba. Ella le dijo que parara, que no siguiera así, es más, hasta se asustó un poco, entonces él, volvió en si y paró, con la respiración agitada y la cabeza más temblada.

Perdóname.

¿Qué té pasa, nene?

No lo sé, me ha dado una locura, porque me tienes loco.

La besó tiernamente y le volvió a pedir perdón. Fueron para la cama y lo hicieron desde el principio, pero sin tanta pasión, con más ternura y más dejándose llevar.

A la mañana siguiente, tenían que volver a sus vidas, pero quedaron en verse en la siguiente semana, para, retomar con mas cautela su relación y regresarla al punto divertido y excitante que estaba, antes que la locura de Iván y los celos, lo echaran a perder.

El trato era divertirse.

El trato era respetarse.

El trato era estar juntos cuando la ocasión lo permitía.

El trato era sexo desenfrenado.

Y algo... había cambiado.