La llené y ni se dió cuenta
Como me follé a una joven vecinita bebida en un garage.
Esta historia es verídica y sucedió hace unos meses, cuando en mi ciudad eran ferias y la gente abarrotaba las calles y plazas. Me llamo Jorge y tengo 37años. Soy empleado medio y jamás he engañado antes a mi esposa Elena, de 32 años, pues tiene un bonito cuerpo con el que me saco los gustos cada vez que quiero.
Ese día era sábado, una excelente jornada de fin de semana próximo a finalizar los festejos, sobre las 6 de la tarde. Como de costumbre me dispuse a meter el coche en el garage, que no era más que un recinto vallado, con tierra en el suelo y que aprovechábamos algunos vecinos para meter el vehículo. Aparqué y tras cerrar bien me dispuse a marcharme hacia la puerta, distante unos 100 metros, cuando observe varias sombras tras unos vehículos viejos.
Los coches pertenecían a gente del portal, que por no perder la plaza los mantenían allí, acumulando polvo. Tras los mismos había varias cajas, latas vacías de aceite, neumáticos viejos y unos sofás que alguien había dejado allí, a la espera de no se sabe que.
Con miedo, por si se trataba de gentuza, recorrí el trecho que me separaba de la puerta y subí a mi casa. estuve un rato haciendo cosas hasta que recordé el suceso y me asomé a una ventana para volver a mirar al coche, no fueran a rajarle las ruedas o a romperle algo.
Como la distancia era grande, me acerqué a por los prismáticos que guardo para cuando voy al campo. Miré buscando a las personas que había visto ocultas. Por fin los hallé sentados en el viejo sofá. eran cuatro chicos y dos chicas, una de ellas vecina del bloque, de unos 14 años que bebían y reían mientras encendían algunos porros.
Como no eran el prototipo de ladrón que esperaba abandoné la investigación y me dispuse a continuar con mis trabajos domésticos, pues mi esposa y los niños no volvería hasta unos días después. Tras un rato largo, me invadió la curiosidad y volví a mirar por la ventana. La chica del portal, Irene creo que se llama, se encontraba empujando a uno de los chicos, que insistía en abrazarla una y otra vez. Al ver semejante espectáculo creo que me excité de inmediato. Seguí mirando. Ahora volvían a beber. Dos de los chicos, tras un rato más se levantaron y se fueron, abandonando el recinto por un roto de la verja. Allí quedaron Irene, otra chica que no conocía y los dos jóvenes, todos bebiendo y fumando.
Al instante sonó el timbre de la puerta. Dejé todo y abrí. Era un compañero del trabajo que me traía una bandeja de comida, pues sabía que estaba sólo en casa.
Pasamos como dos horas comiendo y hablando.
Finalmente me dijo que se iba, así que le acompañé a la puerta. Era noche cerrada, y el patio no tenía luz, por lo que le acompañé a la puerta exterior para evitar que se tropezase en algún bache o se manchase de barro con los charcos del suelo.
Me despedí amablemente y volví hacia el portal. En ese instante volvió a mi cabeza el grupo de jóvenes y me dirigí hacia ellos con la intención de espantarlos de allí, pues ya era tarde y no quise dejarlos allí con mi vehículo cerca, pues aunque no está nuevo, es el único que tengo y quiero que me dure muchos años más.
Al acercarme a ellos, no escuché nada, salvo e cantar de los grillos. La verdad es que eran casi las 11 de la noche y no se movía nadie por allí. Caminé entre los coches viejos y les llamé. Nadie contestó. Supuse que se habrían ido. Estaba a punto de volverme cuando algo me llamó la atención. Allí, sobre el viejo sofá había un bulto tumbado. Pensé que se estaban cachondeando de mi y me cabreé.
-Eh, aquí no podéis estar...- les dije. pero nadie contestó. Me acerqué más y empujé el bulto con la mano. No se movió.
-Eh, quien está ahí...?. volví a preguntar.
Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad ví mejor el panorama. Por todos los lados no había más que botellas de licor vacías y papeles de tabaco.
Enseguida me percaté que el bulto del sofá era la chica del portal. La moví pensando que estaría dormida con la intención de despertarla.
Nada, la chica debía de estar borracha y no era capaz de reaccionar. En ese momento mis instintos más bajos afloraron de mi interior.
Volví a llamarla y a moverla. Nada.
Esta vez la empujé pero empujándola del pecho. Sentí su seno bajo mi mano y mi pito reaccionó al momento. La chica estaba vestida con una camisa de manga corta azulada y una falda de cuadros. Miré alrededor para asegurarme de que no había nadie en el patio ni en las ventanas. La oscuridad era mi aliada.
Volví a moverla esta vez cogiéndola de una pierna. Nada. la muy zorrita estaba como una cuba. Coloqué su cuerpo boca arriba, con miedo por si los chicos volvían. Las piernas le colgaban inerte por uno de los lados del sofá. La chica se veía super sabrosa con esa faldita y esa camisa. Por fin me decidí y me toqué los muslos. Mis manos ascendieron por sus piernas hasta llegar al elástico de su braguita. Con cuidado introduje uno de los dedos bajo la goma y palpé dentro. Una buena mata de pelo cubría el coñito de la chica. me relamí de gusto solo de pensar lo que se escondía bajo aquel matorral. Así que aparté un poco las piernas y continué avanzando con mis dedos. Encontré la raja húmeda, así que metí mi dedo corazón dentro de ella esperando topar con si virgo. Mi gozo en un pozo, la chica no solo no era virgen, sino que mi dedo estaba encharcado de zumo. Saqué el dedo y lo llevé a mi nariz. Era leche. Alguno de los chicos se la había follado. En ese momento mi instinto no pudo contenerse más. Le metí las manos bajo la camisa y le toque los pechos por encima del sujetador. Eran como dos pequeñas montañitas. Me recreé en ellos y los saqué de su encierro. Tenía unos pezones maravillosos. Eran tiernos y pequeños. Los pellizqué con cuidado. Cuando me cansé de acariciarlos y amasarlos me incorporé buscando de nuevo alguien que pudiese sorprenderme. Como todo estaba tranquilo me arrodillé, le levanté la camisa sin desabrochársela y le chupé los pezones como un bebé. Los relamí hasta cansarme, pasando de uno a otro recorriendo con mi lengua su tierna aureola.
Como mi rabo estaba a punto de vaciarse, decidí que era la hora de tirarme a la chica. Así que separé las piernas de la chica, le subí la falda, le aparté el elástico de la braga, y tras sacarme el rabo, se lo pasé un par de veces por entre los pliegues de su raja. Ahora noté como de su vagina salía un líquido espeso, producto del gusto de uno de los chicos. Así que empapé la punta de mi ariete, que ya estaba empapado de por si, y tras apuntar a su chochito comencé a penetrar dentro de la chica. Noté como sus carnes se separaban cada vez que mi polla se clavaba más y más, hasta que mis huevos tocaron su culo y mis rizos se unieron a los suyos.
Deje que mi picha creciese dentro de ella mientras notaba como la leche que llevaba dentro iba rezumando de su almeja hasta mojar sus muslos infantiles. Con las manos volví a sobarle los pechos, recreándome en sus pezones a los que amasé una y otra vez hasta hartarme.
Como aquella situación era peligrosa para mí, comencé un ligero mete y saca, suave al principio y más continuo después que comenzó a elevar mis calores. El roce de sus labios vaginales me producía un inmenso gozo que se acentuaba con la humedad de su almejita y la graciosa espumilla que se iba amontonando en sus rizos, producto de la leche que le habían dejado no hacía mucho. Como aquello no iba a durar mucho, comencé el bamboleo de una forma cada vez más intensa, profundizando todo lo que podía para volver a sacarla hasta casi la punta y de nuevo meterla de un golpe. Noté como mis rodillas comenzaron a flaquear tan pronto como la leche comenzó a fluir de mis huevos, subiendo por mi rabo hasta abandonar mi polla yendo a clavarse en el útero inflamado de la niña.
Creo que fueron cuatro o cinco los cañonazos que le di, invadiendo con mi semen toda su gruta caliente. Me tuve que morder los labios para no gritar, en uno de los orgasmos más intensos que he tenido. Dejé que la leche fluyera dentro de su almejita, y cuando las últimas gotas se mezclaron con sus jugos comencé a sacarla muy despacio, notando como las palpitaciones aún no cesaban en mi rabo. Cuando toda mi carne abandonó su chichi aún me pude permitir el lujo de limpiar las gotas que quedaban en la cabeza de mi rabo en su pelambrera. Como sabía que aquella situación jamás se iba a volver a repetir, arranqué algunos pelos rizados de su conejo que aún guardo en mi casa, y tras volverle a colocar las tetas dentro del sujetador y la camisa, le devolví la braga a su sitio, colocándola la falda que había subido hasta su cintura. Me marché a casa con la intención de tomar mi cámara de fotos y retratar sus bellezas antes de que despertase, pero cuando volví, uno de los chicos del grupo había regresado y se afanaba en despertarla, así que me marché a casa.
No la volví a ver hasta unos días después en que coincidí en el ascensor con ella. La miré de arriba abajo y suspiré para mí.
-anda que si supieras que te llené el coño de leche...-
Desde entonces, cada vez que la veo la miro con otros ojos, y me gustaría poder decirle algo, pero no me atrevo, además no creo que le gustase lo que iba a oir.
Un abrazo a todos y todas.
Carlos