La llegada de mi cuñada (parte 3)
Tercer día de convivencia. Tarde en la playa con mi cuñada y mi novia.
Al día siguiente mi novia tuvo el día libre por lo que tuve que posponer mis planes de follarme a mi cuñada. Raquel quiso ir a la playa y aunque a mí, no me apetecía mucho, era vital que no sospechara nada. Lucía había quedado con sus amigas por lo que en un principio sería una tarde en pareja. No obstante, cuando se enteró de que íbamos a ir a la playa, nos dijo que se habían cancelado sus planes y nos preguntó si podía ir con nosotros. Raquel lamentó que sus planes se chafasen y, naturalmente, le dijo que se viniera. No me gustaba la idea de llevarlas a ambas, pero tuve que aceptarlo.
Ese día no había demasiada gente, el cielo mostraba algunas nubes que no impedían apreciar un sol de finales de agosto. Hacía calor, pero corría una brisa fresca cerca de la costa. Raquel llevaba un bikini amarillo de dos piezas y Lucía uno bicolor, la braga era de color rojo y la parte de arriba negra. A pesar de que Raquel siempre había sido una chica guapa, de caderas anchas y bonitos pechos. Lucia era el centro e todas las miradas.
—A esta le van a salir novios hasta de debajo de las piedras —observó Raquel divertida.
—Habrá que vigilarla —respondí siguiendo su broma.
Nos pusimos crema y nos tumbamos un rato en la toalla.
Al rato fuimos a darnos un baño, pero Raquel consideró que estaba demasiado fría y enseguida regresó a la toalla. Hice el amago de regresar, pero esta insistió en que nos quedáramos nosotros. Lucía parecía evitar mi mirada con una mezcla de timidez y arrepentimiento. En cuanto supe que Raquel estaba durmiendo en la toalla, nadé al encuentro de mi cuñadita y la agarré por detrás. Solo de pensar en la corrida del día anterior y en las ganas que tenía de follarla, mi polla despertó de su letargo. Al notarla en su culito, Lucía dio un ligero respingo.
—¿Por qué has venido? —no parecía saber que contestar— ¿tan celosa estabas?
Nadamos hacia una rocas para ocultarnos levemente del resto de la gente. El choque de las olas había producido en ellas la erosión formando algo parecido a una gruta. El agua nos llegaba por la cintura, pero la marea estaba subiendo por lo que no teníamos mucho tiempo. Mordí su cuello, la volteé y nos quedamos mirándonos unos segundos.
—Esto no está bien... —yo era consciente de que no lo estaba. También de que Lucía me miraba con unos ojos oscuros repletos de curiosidad y que, aunque lo intentaba, no podía ocultar lo excitada que se sentía.
Se entregó a mis besos sin recelos, se colocó a horcajadas sobre mí, sintiendo que entre mi polla y su coño, no habían más que un poco de tela mojada.
—¿tanto te gusta? —era evidente que movía su cuerpo para sentir el roce de miembro sobre su rajita. Parecía avergonzada, como si no pudiera entender porque a pesar de que estaban haciendo algo moralmente incorrecto, su cuerpo me seguía buscando y reaccionado a cada roce.
—lo siento.
—Está bien —la besé un par de veces mientras seguíamos rozandonos—, yo tampoco puedo resistirme a ti.
Escuchar aquello la hizo sentirse avergonzada. Era probable que no supiera las reacciones que causaba en los hombres con su cuerpo perfecto y su cara de niña de papá.
Levanté ligeramente la parte superior de su bikini para jugar con sus tetitas sin distracciones.
—umm —sus quejidos tenían la facultad de volverme completamente loco. De no ser porque la marea está subiendo y de que ya llevábamos demasiado tiempo alejados de Raquel y de la toalla, habría perdido la cabeza y me la habría follado allí mismo. Pero nuevamente, aquello tendría que esperar.
—Tienes razón, creo que deberíamos dejarlo.
Ella se abrazó más a mí a modo de respuesta.
—No, por favor —suplicó.
—¿Creía que no estaba bien?
Ella bajó la cabeza avergonzada y yo resistí la tentación de sonreír.
—me gustas... —sus pezones seguían al descubierto y su cara reflejaba culpabilidad. La besé nuevamente dejandome llevar, antes de susurrarle al oído.
—Eras mía —aquello hizo que se ruborizara—, quiero escucharlo de tu boca.
—Soy tuya.
Le puse una mano en mi polla que parecía desear salir de su encierro.
—¿Sabes que voy a follarte verdad?
Era evidente que ya lo había pensado pero escucharlo de mi boca le hizo dar un nuevo respingo.
—Responde —insistí
No le pregunté si ya la habían follado antes porque sus reacciones delataban su inexperiencia.
—Sí —dijo tras una leve vacilación.
—Muy bien —acepté— volvamos a la toalla.
Estar en aquella gruta empezaba a ser peligroso por lo que tampoco podíamos seguir allí mucho tiempo aunque quisiéramos. La marea había subido y ya no tocábamos el fondo, pero tras unas cuantas brazadas, no tardamos en sentir la arena de la playa bajo nuestros pies.
—¿Hoy habías quedado con tu novio?
Ella bajó la cabeza por lo que intuí que la respuesta era "sí"
—¿por qué no lo has hecho?
Antes de salir del agua me miró con esos ojos de niña buena.
—Soy tuya...