La llamada

Siempre disponible, el Amo llamó a la sumisa para demandar su atención. La dejará usada, destrozada.

Su sumisa, tan fiel como siempre, dejó todo lo que estaba haciendo cuando vio la pantalla de su móvil iluminarse, leyendo “Señor” en la pantalla. Cogió el teléfono feliz, ilusionada por escuchar la voz de su amo.

“Escúchame, puta. Me estoy masturbando y quiero que me cuentes todo lo que te puedo hacer, hasta que me corra. Cuando me corra, colgaré. No eres más que un objeto que utilizar para mi placer.” A ella se le secó la boca, solo se atrevió a decir “Sí, Amo.”. “¿No eres más que un objeto verdad? Yo cuando voy al váter, después de tirar de la cisterna no le digo nada más al vater. Simplemente lo uso y me marcho. Y tú no eres más que eso, ¿Verdad, zorra?”. Notó como se empapaba su coño desnudo al escuchar esas palabras, aunque la voz de su Amo siempre la ponía caliente.

La sumisa, tímida como siempre no sabía qué decir. Tenía mil fantasías sucias, que asustarían a algunas personas; y le daba vergüenza compartirlas. El Amo empezó a hablar, poniéndola aún más mojada… “Me encantaría que estuvieras aquí, me la pusieras dura, y metérsela en la boca a otra putita como tú” Estaba empapada pero no se atrevía siquiera a preguntar si podía tocarse. El placer de su Amo era lo único que importaba en ese momento. En ese momento y siempre. Él le hacía preguntas que ella, con su boca seca y ese tono de voz que tenía cuando estaba caliente, respondía tímidamente. Le ordenaba abofetearse, entre risas le decía “me gusta como ha sonado la bofetada, date dos más”. Le encantaba que se riera de ella. “Eres una puta patética que hace lo que sea porque le preste atención, ¿Verdad, zorra?”

La cantidad de cosas que se dijeron durante la conversación están difusas, cuando te abandonas al placer todo se vuelve borroso. Ella le decia todo lo que le dejaría hacerle, todo lo que le podía hacer, dándole razones de por qué valía la pena prestarle atención, porque sabía que su Amo se marcharía en cuanto le empezase a aburrir. “Me podría violar el culo” “Todo lo mío es suyo…” “Cuando tenga mi propia casa tendrá llave y podrá violarme cuando quiera” “No tendría limites con Usted” “Le serviría en absolutamente todo”

Él hacía que ella repitiese mantras horribles, denigrantes, que hicieron que a ella le resbalara una lágrima por su mejilla. Estaba de rodillas en el suelo, con el coño mojado, al teléfono con un hombre que solo con chasquear los dedos derribaba sus barreras morales. No podía ser más feliz.

Cuando Él le dijo que estaba a punto de correrse, ella siguió contándole escenarios, historias, mostrándole su sumisión. Se oyó un fuerte gemido y colgó. Ella cayó con la llamada, y se sentó en el suelo, con la cabeza apoyada en el borde de la cama mirando con la ventana después de lanzar el móvil a la cama.

Se sentía usada, denigrada, tenía alguna lágrima seca en su mejilla. Tenía la mirada perdida, pensando en la conversación que acababa de tener. Tenía tantos sentimientos mezclados que se sentía enormemente mal. Inconscientemente, metió la mano en el pantalón de su pijama. Cuando notó sus dedos empaparse sonrió. Era feliz.