La llamada
A veces, la calentura no espera a nadie, ni siquiera a que tu novio se desocupe del teléfono.
Salvador le besa suavemente en el lóbulo, recorriendo su pecho desnudo con las palmas de sus manos. Sus hábiles dedos juguetean con sus pezones, los cuales se han puesto erectos ante su suave tacto; les pellizca, provocándole escalofríos que se intensifican al sentir el cálido aliento de su novio en la nuca, a la cual le proporciona pequeños mordiscos que le hacen suspirar.
Repentinamente, el teléfono de Alex comienza a vibrar en el escritorio. La familiar tonada de llamada entrante hace a la pareja volver al mundo real por tan solo un momento antes de volver a enfocarse en sus actividades de pareja bajo mutuo acuerdo, sin intercambiar palabras al respecto.
Continúan sus jugueteos: Salvador sube una mano hasta ponerla frente a Alex y ofrece sus dedos a éste, quien los toma en su boca y ensaliva, pasando la lengua entre ellos y jugueteando. Se toma su tiempo, saboreando cada dígito como si de un dulce se tratara. Los dedos, al salir de su boca, brillan bajo la luz de la habitación con la saliva que los recubre y con ellos traza una línea en su pecho lentamente, dejando detrás de sí una húmeda marca que llega hasta su ombligo y continua bajando por su cadera, haciéndose paso entre las considerables nalgas del chico hasta finalmente acabar en la entrada de éste. Alex suspira al sentir el dígito de su novio describiendo círculos alrededor de su entrada con el dedo ensalivado, y exhala cuando el dígito se le es insertado con suavidad.
Una vez más, el teléfono vuelve a sonar. Salvador, exasperado, le pide un momento a su novio y toma el teléfono para apagarlo, pero Alex le detiene.
“Mejor contesta, ¿qué tal si es importante?”
“Lo dudo: es Ramón, ya sabes como es.”
“Pues con más razón. Nos va a andar molestando hasta que no te diga qué quiere”
Un tanto molesto ante la interrupción, Salvador contesta el teléfono. Su amigo, como sospechaba, no tiene nada importante que contarle, la gran urgencia que tiene es hablarle de las últimas noticias de María: que si sabe algo de ella, que si le está evitando, que si está en lo correcto enojarse porque según le parece le dejó plantado, que si aún valdría la pena hacer los planes que tenían contemplado para el fin de semana... Salvador intenta impacientemente desligarse de la conversación, pero su amigo encuentra la manera de arrastrarle de vuela a sus problemas de pareja.
Alex, mientras tanto, le contempla divertido desde la cama, acostado boca abajo en ella, completamente desnudo con sus blancas y lampiñas nalgas al aire y las piernas alzadas. Sabe cuán locuaz puede llegar a ser su amigo en común, y tras un par de minutos de espera se levanta y abraza a su novio para guiarle a la cama, haciéndolo sentarse arriba de él. La erección de Alex, a diferencia de la de Salvador, no ha desaparecido por completo, con ella moja la espalda de Salvador con líquido pre-seminal, y la restriega contra su espalda y sus nalgas morenas y peludas; éste intenta ignorar las acciones de su novio puesto que aún sigue ocupado en la línea telefónica, pero no puede evitar estremecerse cuando él mismo comienza a ser víctima de los mismos tratos que apenas hacia un momento le había propinado a su novio: el chico a sus espaldas le acaricia los bíceps, apretándolos con suavidad, recorre el contorno de los músculos y le toma de los pectorales, probando su firmeza. Salvador hace fuerza en el pecho, endureciendo los músculos y dándole al muchacho aún más lugar de donde aferrarse, y al hacerlo también comienza, inconscientemente, a apretar las nalgas aprisionando en ellas el delgado y largo miembro de su novio; la fricción calienta aún más a éste, y ayudado por el sudor de sus cuerpos lo desliza en medio de la hendidura del trasero perfecto de Salvador.
En el teléfono, Ramón parlotea incesantemente acerca de lo que hará si se entera que el supuesto primo de María es más que eso. Salvador se limita a decir “ajas” y “síes”, pero ya ha dejado de prestar la mínima atención a lo que se le dice por teléfono, concentrado en las sensaciones físicas que le provoca su novio. Éste se divierte buscando nuevas formas de provocarlo, haciendo de su misión el darle placer.
Alex le regresa el favor que antes había hecho Salvador en él y juega con sus pezones, pequeños y oscuros. No son tan sensibles como los suyos, pero aún así son una zona erógena que le hace respirar de forma más lenta y deliberada; confía que Ramón no note el cambio en su respiración, e intenta pensar en una manera de cortar la llamada, pero su mente se encuentra en blanco, incapaz de concentrarse en lo que su amigo le intenta decir acerca de lo que sucedió el viernes pasado.
Mientras aún juega con los pezones del otro, Alex comienza a mover las caderas, intentando alzar el peso del chico que se encuentra sentado arriba de él, tarea que no es sencilla dada su propia delgada complexión en comparación a la de Salvador, quien le supera en peso por diez kilos. A pesar de ello, y gracias a la cuantiosa cantidad de sudor que se ha acumulado entre los cuerpos de ambos, es capaz de moverse un poco adelante y atrás, alzándolo como haría un toro intentando hacer caer a su jinete, mientras magrea su verga a todo lo largo del gran culo.
Tomando con ambas manos las enormes nalgas, uno de los activos más imponentes del chico, le empuja para adelante para separarlo brevemente del contacto con su verga. Puede ver los vellos del área enredados entre sí producto de todo el líquido pre-seminal que le ha embarrado en nalgas y parte baja de la espalda, una imagen que le calienta en sobremanera; abre las nalgas al otro, descubriendo entre todos los vellos el ano, pequeño y rosado, de su novio. Salvador generalmente toma un rol activo en la relación, pero en contadas ocasiones a Alex le nace explorar de manera cercana el área entre los grandes montículos de carne de su pareja, por lo que el agujero de Salvador se mantiene generalmente escondido e imperturbado.
En esta ocasión, Alex mete su dedo índice a la boca y lo posa en sus pliegues anales. El hoyo, no acostumbrado a ser penetrado, pone resistencia a los avances del dedo pero con un poco de presión por parte del muchacho pronto cede, dejando entrar a aquel ensalivado dedo. Salvador gruñe, pero su interlocutor no parece notarlo en lo absoluto.
Con la punta del dedo adentro de él, la inserción del resto del mismo resulta trivial. Alex es capaz de girar la muñeca y hacer un suave movimiento de mete-saca, explorando las entrañas de su novio hasta encontrar, gracias a su experiencia propia, lo que busca: un pequeño punto, no demasiado disimilar en su forma a una nuez, al que al hacer presión le produce a su pareja una ola de calor que pasa por su cuerpo desde el culo hasta la cabeza de la verga. Salvador inhala con fuerza ante el masaje prostático y cierra los ojos, entregándose a la manipulación manual, mientras que Alex sigue explorando el área, ejerciéndole presión y rascando suavemente con la uña del dedo.
Salvador no se atreve a abrir la boca para continuar la conversación telefónica, teme que su voz se quebraría al hacerlo o algún otro sonido poco digno escaparía de él. El calor en su entrepierna se esparce por su cuerpo, le llena de lujuria.
Por su parte, Alex puede ver los efectos que la estimulación provocan en Salvador, por lo que entusiasmado por ello decide continuar con el juego. Al dedo que tenía adentro intenta sumarle uno más de la misma mano, lo cual logra con más trabajo que el anterior; aún con tan solo dos dedos, el agujero tiene problemas para abrirse lo suficiente para acomodarlos, por lo que el chico se ve obligado a esperar a que el esfínter se acostumbre antes de moverlos un poco, separandolos en lo posible y moviendolos a lo largo del muy estrecho camino; poco a poco el ano del muchacho se va dilatando lo necesario para permitirles más libertad de movimiento, pero en el inter de ello su víctima respira por la nariz de forma más exagerada, respingando al sentir que el tercero de los dedos se une a sus hermanos en su interior.
El acceso de tres dedos en Salvador no es algo inaudito pero sí inusual, por lo que aunque no es virgen en ser analmente pasivo, es tan poco común que experimenta las sensaciones como si se tratara de la primera vez. Su previa experiencia en el área, sin embargo, le es de utilidad al menos para saber que debe relajar el área, puesto que entre más se resista más dura sería la situación para él.
Tras unos minutos de constante estimulación, el ano de Salvador se ha dilatado lo suficiente para permitir que los tres dedos se adentraran más allá de sus nudillos, siendo Alex capaz de llegar a sobar la próstata de su novio con uno de los dedos para causarle más placer; el pene de este ha adquirido un grosor impresionante (otro aspecto de su físico que volvía loco a Alex), llegando a su longitud máxima de 20 centímetros. La cabeza del miembro se le ha oscurecido, haciéndose paso para asomarse entre los pliegues del glande, producto de la erección. Con la mano que tiene libre Alex le toma de la verga para hacer su estimulación más directa, mientras que los dedos en su trasero ahora salen por completo y vuelven a entrar; parecía que su culo se había acostumbrado perfectamente a recibirlos.
Ramón ahora hablaba de... algo que Alex no puede entender. Su voz se escucha lejana a través del auricular, pero, ¿qué le importaba a él? Es sólo en automático que sostiene el teléfono celular pegado a la oreja, no lo piensa.
Abre los ojos cuando siente algo diferente a los dedos en la entrada de su culo. Gira la cabeza y con ojos como platos mira a su novio apoyando la cabeza de su verga en su lugar; su novio hace contacto visual con él, y con una pícara sonrisa le jala de las caderas, haciéndole caer de sentón directamente en su miembro. Esta vez, Salvador no puede evitar el grito que le sale del alma.
“¡Güey! ¿Qué pasó, estás bien?”, la repentina punzada de dolor le hace regresar a la realidad de golpe, realidad en la cual habla por teléfono con Ramón, su amigo. Avergonzado, se apresura en crear una excusa.
“Si, no manches, me pegué bien cabrón con la pata de la cama... eso me pasa por andar caminando descalzo y hablar por teléfono al mismo tiem-- ay, ay…” Salvador se interrumpe a sí mismo nuevamente, no pudiendo evitar quejarse ante el escozor que tiene en el culo. Alex, con la verga aún adentro aunque sin moverse, aprieta su propio miembro haciendo que se ensanchara en su interior, lo que le provoca nuevas molestias. “Lo siento, creo que aún me duele un poco... oye güey, creo que ya me voy para revisarme, no vaya a ser me haya pegado más cabrón de lo que parece...”
“¡Espera! ¡No manches, sólo deja te digo de lo que piensa hacer Esteban con la...!” La voz de Ramón va desapareciendo de la consciencia de Salvador ahora que Alex ha comenzado a moverse nuevamente. Le agarra de las caderas y retrocede un poco antes de volver a introducir su largo y delgado miembro hasta el fondo, todo con movimientos lentos y deliberados. Con la mano derecha le masturba suavemente, mientras que la izquierda la pasa por todo su pecho, dedicándole particular atención a sus pezones y pectorales.
El estar sentado en la cama no le permite a Alex gran facilidad de movimiento, sólo puede mover un poco las caderas con Salvador ensartado en él como su jinete. Pronto el movimiento no es suficiente para el muchacho, por lo que empuja a su novio para que se ponga de pie, lo gira para que mire hacia la cama y con una mano en la espalda le hace inclinarse, apoyando la mano que tenía libre en el borde de la cama. Salvador no pone resistencia, dejándose mover libremente.
En la nueva posición, Salvador tiene las caderas alzadas y con ello el culo se le marca particularmente musculoso, viéndose exquisito a los ojos del otro. Saborea la imagen unos momentos antes de volver a colocarse detrás de él, apoyando la cabeza de la verga en los pliegues anales y ejerciendo presión; entró con gran facilidad.
Ahora que le es posible moverse con mucha mayor facilidad, Alex comienza a bombear con gran fuerza, metiendo el tronco entero en un solo movimiento y sacándolo así también, sólo para repetir la operación una y otra vez. Con cada embestida, las bolas de Alex se pegan contra el trasero del otro, haciendo un sonido de piel golpeando con piel. Salvador tiene la suficiente consciencia como para rogar mentalmente que aquel sonido no fuese lo suficientemente ruidoso como para escucharse del otro lado de la línea telefónica.
“Oye, Chava, ¿estás bien?” el tono de Ramón es de preocupación. Salvador traga saliva, empieza a temer lo peor.
“S-sí, ¿por qué lo preguntas?” su voz casi no se quiebra al responderle.
“Porque suenas sin aliento, como si hubieras estado corriendo...” Salvador sostiene el teléfono con el hombro y con la nueva mano libre se tapa la boca, avergonzado.
“Ugh... estoy bien... sólo me sentí un poco... uh... marea- marea- ¡MAREADO!” la voz de Salvador cede en la última palabra, coincidiendo con una embestida particularmente fuerte de Alex que casi le hace perder el equilibro y caer sobre la cama.
“OK, ¿Qué chingados? ¿Qué pasa?”
“Te digo... que no pasa nada... sólo me siento un po-OO-oco mal... no es nada...” Aún a pesar de que parece que serán atrapados en el acto, Alex no para; al contrario, parece querer penetrarlo con más fuerza aún.
Aunque la explicación no parece haber convencido a Ramón por completo, por lo menos es suficiente para que ignore el tema y continúe con la conversación. Salvador ahora se tapa la boca con la mano para evitar que cualquier sonido le delate frente a su amigo, y hace lo posible para normalizar su respiración. Su respiración no es la única que se ha alterado: a espaldas de él, su pareja ha empezado a bufar, él no se frena en expresar su calentura verbalmente y ahora lo hace de forma particularmente notoria. En vez de seguirse tapando la boca, Salvador tapa el auricular con la mano.
Sin dejar de darle estocadas, Alex se inclina y en el oído opuesto al del celular le susurra que está próximo a venirse. Puede sentirlo, también: las pulsaciones de la verga del muchacho se pueden sentir con asombrosa claridad en su interior, son inconfundible señal de que pronto estallará. Sin reparar en el ruido que hace, Alex se aferra de las caderas de su novio con renovada fuerza, y comienza a embestirlo de tal forma que ahora sí llega a perder el equilibrio, cayendo de frente a la cama. Esto no detiene al otro chico, quien simplemente comienza a cogerlo de forma rápida y violenta al tiempo que Salvador hunde la cara en la almohada, buscando ahogar los sonidos.
Alex se congela en la posición en la que llega al orgasmo: con su miembro clavado hasta el fondo de aquel culo. Su verga, en el interior de este, expulsa chorro tras chorro de semen que se va adentrando en lo más profundo de Salvador. Puede sentirlo, aquella sustancia se golpeaba contra sus paredes anales y le llena las entrañas. Suspira aliviado, pensando que aquella experiencia sexual ha acabado, y sólo gruñe un poco cuando el otro saca su miembro con delicadeza. Tendrá el culo adolorido durante las siguientes horas, eso era seguro.
Pero Alex tiene otras ideas. Ahora que había visto satisfecho su propio deseo sexual, tiene la intención de devolver el favor, quiera su novio o no.
Haciéndose paso entre las piernas del muchacho, que aún tiene la cabeza hundida en la almohada, encuentra su verga aún erecta. Sin darle oportunidad para que se de cuenta de sus intenciones abre la boca y saca la lengua para cubrir por completo la cabeza, succionando para crear una bomba de vacío con ella. Salvador da un pequeño quejido, única señal de vida que muestra.
Con la experta precisión de alguien que sabe exactamente lo que hace, Alex toma en su boca una buena parte del miembro, agarrándolo con una mano entera y ejerciendo un poco de presión, subiendo y bajando por todo el falo hasta ensalivarlo por completo. La misma saliva sirve de lubricante para la mano. No pasa mucho tiempo antes de que Salvador, como Alex antes de él, estuviese bufando y respirando laboriosamente.
Desesperado, Salvador sabe que se acerca a su propio orgasmo. Se le está dificultando mantener la boca cerrada, algunos gemidos se le escapan pero para consuelo de él Ramón no se interrumpe por ellos. Pero conforme la estimulación va en crescendo sabe que está librando una batalla que está destinado a perder. Apretando los dientes, Salvador suelta el grito que lleva en el interior mientras se corre en la boca de su novio.
“¡Ah...! ¡Puta madre...! ¡¡PUTA!!” Dispara toda la leche que lleva un buen rato acumulada en los huevos, la suelta mientras que Alex traga golosamente cada gota, limpiándole con la lengua las comisuras de la boca. No deja caer absolutamente nada de la preciada semilla.
Del otro lado de la línea, Ramón le cuestiona una y otra vez qué es lo que ocurre por allá.
“Tranquilo, güey, sólo me la estaban chupando.” Salvador, más relajado que nunca y con los ojos medio cerrados, ha encontrado finalmente algo con qué callar a su amigo, al menos por unos momentos. Cuando éste vuelve a hablar, trastabillea unas excusas y cuelga sin más ni más. A Salvador ya no le preocupa.
Alex, acurrucándose a su lado, rie a carcajadas.
“¿Y por qué no simplemente pusiste el teléfono en ‘Mute’?”