La lista (parte 4)

Cuarta parte del experimento con Valentyina...

El presente texto no conforma un relato en sí mismo, sino que es parte de un experimento que me ha propuesto Valentyna para la elaboración de un relato escrito de manera conjunta y contada en primera persona por los protagonistas, encargándome yo de Malena, la parte femenina y ella de Carlos el protagonista masculino. Sin más, continuo con este experimento de relevos...

Estaba allí sentada, aun con la respiración agitada y con un extraño nerviosismo que ya nada tenía que ver con el mequetrefe de Julio, cuando de repente oí la voz del nuevo ponente, supe quién era antes de levantar la mirada, conocía esa voz profunda, ese deje, ese acento... era el grandullón del baño quien hablaba...

No tardé en quedarme completamente hipnotizada con sus palabras, el entusiasmo con el que hablaba, la pasión que ponía en cada explicación, la cercanía en cada ejemplo...y Dios esa boca...me obligué avergonzada a dejar de mirarla, y entonces fue peor, me encontré con esos ojos color café, y la vergüenza al sentirme “cazada”, hicieron arder mis mejillas.

La ponencia acabo, y empezaron las preguntas, a las que respondió con el mismo entusiasmo. No cesaban las preguntas, hasta el punto de tener que interrumpir la cosa, por parte de la organización, recordando y promocionando el diplomado en que aún había plazas.

Como una loca, fui por supuestísimo a inscribirme, con el corazón latiéndome a mil por hora hasta que lo conseguí, por el miedo a no llegar a tiempo, y al volver le vi hablando con la chica, que había recordado lo de las plazas libres, vi como coqueteaba con él, y como le ponía la pulsera de la fiesta, a la que yo en un principio no pensaba asistir. Pero entonces saqué el móvil, y tras encontrar a mis amigas aun por los alrededores del campus, les pedí que se acercaran que necesitaba un favor:

—Marta, necesito que me prestes alguno de tus vestidos, y tu Lau que me maquilles un poco, para la fiesta –les espeté, nada más llegar

—Si ayer dijiste que no irías –dijo Lau

—Pero hoy me apetece, ¿me echáis una mano o no?

—Claro chica, para una vez que te adecentas...

—Ni siquiera preguntaremos por quién–dijo Lau, con una sonrisa maliciosa, ya en el coche camino a casa.

Casi dos horas después, me miré en el espejo del ascensor, y pensé que habían hecho un buen trabajo con mi pelo, ahora recogido, pero solo a trozos, dejando muchos mechones sueltos y el maquillaje, sin ser excesivo resaltaba mis ojos de color miel, aunque para mi gusto los labios parecían demasiado grandes de eso color, pero pensé que total me duraba poquísimo; al no estar acostumbrada terminaba comiéndomelo, por el vicio de morderme los labios constantemente.

De lo que no estaba tan convencida, era que el vestido negro de Marta, que a ella le quedaba perfecto, a mí me sentara bien por más que ellas dijeran que sí.

Cuando lo vi sobre la cama me encantó, un vestido liso negro, con escote en pico, falda por encima de la rodilla vaporosa y como única concesión la espalda al aire. Pero ahora puesto la cosa cambiaba, mis pechos parecían más grandes, la falda demasiado corta, mi culo aún más respingón, y para terminar de exagerarlo, las sandalias de Lau, alargaban tanto mis piernas...estaba guapa, pero me sentía distinta. Aunque realmente eso era lo que había pedido ¿no? Me pregunté ante el espejo sonriéndome como una tonta.

Ellas también se vinieron a la fiesta, y aunque se quejaron, me puse una chaquetilla fina encima que había cogido.

Nada más llegar le vi fuera, de nuevo estaba con la chica de antes, la más impresionante de la universidad, y se me cayó el alma a los pies, porque pensé que daba igual lo que me pusiera frente a ese pibón, no era nadie.

Pero para mi sorpresa, al pasar por su lado me miró, me paré un segundo mirándole embobada, sin ser capaz de hacer nada más, y agachándose un poco, me susurró solo para que yo le oyera:

—Si te molesta el patán, échame un grito...-de nuevo esa voz, que había empezado a parecerme lo más sexi, y sensual que había oído en mi vida

Solo pude sonreírle, como una perfecta imbécil, mientras mis amigas me arrastraban dentro, haciéndome toda clase de preguntas sobre ese mexicano, y les conté quien era, obviando claro nuestro encuentro en los baños.

A pesar de alternar con mis amigas, no podía evitar buscarle entre la gente, y por desgracia como él y la rubia, eran de los más altos, les localizaba enseguida, y siempre juntos. Para empeorar a noche, vi a Julio entrar y otear entre la gente, intuí que me buscaba, y fui alejándome hacia las cortinas, justo al lado de la salida, y pensé que lo mejor sería que no me viera, y buscara otras metas, que seguro encontraría, ya que había visto a Marisa acercándose a él.

— ¿Está dentro? –esa voz de nuevo...

Un par de preguntas y respuestas, por primera vez a solas desde el baño y con la última “¿te gustaría escaparte de aquí?” sonreí pensando que por fin la noche se ponía a mi favor.

Sin apenas reconocerme en mis actos, por primera vez en mi vida, seguí mis instintos, dejándome guiar por lo que deseaba, sin escuchar a mi cerebro racional. Cogí su mano y tiré de ese hombre, que no opuso resistencia alguna, siguiéndome. Pero aun así no solté su mano, disfrutando del placer y del calor de sentir esa mano grande, aferrando la mía.

Le llevé hasta mi coche y lo abrí, el entró y sentándose en el asiento del copiloto me sonrió.

—Empuje la palanca de abajo, y eche el asiento hacia atrás, o al bajar le dolerán las rodillas –le dije, indicándole donde estaba la palanca, y que por su estatura parecía encajonado

Él hizo de nuevo lo que pedí, y poniéndose más cómodo, me miró y preguntó:

— ¿Dónde me llevas preciosa?

— ¿Qué quieres ver?

—Si ahora mismo contestara a esa pregunta, me echarías del coche chiquilla, o sea que lo dejo en tus manos.

Con el corazón a mil por hora tras esa respuesta, arranqué el coche, queriéndome alejar de allí, aun con miedo a que alguien lo estropeara, a que alguien se lo llevara de mi coche, y dejara de olerle, de sentirle, de provocar en mi cuerpo sensaciones que jamás había sentido antes de encontrarme con ese hombre por primera vez en ese baño...y fuera lo que fuera, cada célula de mi ser quería descubrir más.

— ¿Tienes prisa? –le pedí, sin apartar la mirada de la carretera, evitando mirarle

—Ninguna

Me alejé de allí, y en vez de coger hacia la ciudad, fui en dirección contraria, alejándome del ruido; llegamos a una zona costera bastante más tranquila y menos bulliciosa, y entramos en un local que conocía, con grandes ventanales que daban al mar, sillones cómodos, música ambiental y lo mejor, aún poco frecuentados en ese época del año.

—Un sitio exquisito -dijo, cuándo le llevé a uno de los rincones, junto a uno de los enormes ventanales.

—Me alegra que le guste, supuse que preferiría algo más tranquilo, según qué zonas están a tope a estas horas, y ni se puede hablar

Antes de sentarme, me quité la chaqueta, y me encantó ver oscurecerse su mirada, recorriendo mi cuerpo, y en ese momento adoré a Marta y Lau.

—Si me lo permites, tú también estas exquisita esta noche.

Para mi sorpresa se pidió un ron añejo, y mirándome esperó a que pidiera, eligiendo otro pero normal y con cola, él sonrió y el camarero nos dejó.

—No suelo beber, pero un día es un día

— ¿Y que si sueles hacer?

—Poca cosa, voy a clase, estudio...-volvió el camarero con las consumiciones, interrumpiéndome

—Me gustó mucho su charla de esta tarde –empecé a decir cambiando de tema mientras el camarero se marchaba

—Gracias...no se tu nombre –dijo tras dar un corto trago a su bebida

Yo de repente sintiendo mi boca excesivamente seca, bebí un trago largo antes de contestar.

—Me llamo Malena.

—Precioso nombre de tango –y bebí otro trago, más nerviosa que sedienta.

Nunca me había sentido así, nerviosa y vulnerable, ansiosa y expectante. Volví a dar otro trago a mi bebida, como si eso pudiera calmar ese torbellino de sensaciones que sentía.

— ¿Y que más le gusta a Malena?, cuéntame –preguntó, con esa voz ronca que me entontecía

—Hay poco que contar, soy de lo más anodina y poco interesante –le dije luchando por no parecer una idiota arrastrada, como me había parecido la rubia en la fiesta, babeando como la pechugas.

—Permíteme que lo dude. A mí me pareces, una chica con la cabeza muy bien amueblada –sentencio cambiando de repente. Como si de repente algo le hubiera hecho pisar el freno

Durante las dos siguientes horas, hablamos de la universidad, de mis clases, de su ponencia y hasta discutimos, sobre alguna de las preguntas que se habían formulado, él pidió otro ron, yo una cola a secas, ya que tenía que conducir de vuelta a la ciudad.

—Vaya es tardísimo profesor, siento haberle dado tanto la vara, estará cansado

—Para nada, está siendo un auténtico placer, charlar contigo Malena (hasta mi nombre parecía más bonito en sus labios). ¿Te apetece dar un paseo y estirar un poco las piernas antes de meternos en el coche? Hace una noche espectacular

Insistió en pagar la cuenta, y salimos a la calle; hacia fresquito, pero se estaba a gusto paseando, ahora lo hacíamos casi en silencio.

—El sitio es muy bonito, gracias por traerme

— ¿No había estado nunca en mi país? –pregunté apoyándome en un banco

—No tenía el gusto

— ¿Y qué le está pareciendo? –pregunté levantando la mirada...era tan alto... allí de pie frente a mí.

—Realmente impresionante, chiquilla –y volvió a mirarme como al principio

Me quede unos segundos enganchada a su mirada, luego solté el aire que retenía en los pulmones, sin haberme dado cuenta; me mordí los labios, nerviosa como solía hacer siempre, y entonces sus grandes manos me agarraron la cara e inclinándose me besó.

Lo primero que note fue el roce de su barba en mi barbilla, luego el calor de sus labios rozando levemente los míos y finalmente su lengua húmeda, y caliente lamiéndolos. Gemí bajo su boca, entreabrí los labios porque su lengua así lo demandaba, esta se coló lasciva, buscando la mía, para lamerla, haciendo que mi cuerpo ardiera y mis piernas se volvieran laxas, como de plastilina, mientras su boca ya mordisqueaba la mía, sin mimos, con hambre, con ganas de devorarme...y yo temblaba, ansiando ser devorada por él.

Pero entonces se apartó y dio un paso atrás como si le quemara, mirándome sorprendido, y me sentí tan ridículamente excitada...él debía estar más que acostumbrado a esas cosas, pero yo no había sentido nada parecido en mi vida, seguro que él estaba más habituado a las lobas como la rubia de la fiesta, y no a las chiquillas que suspiraban temblequeando, por un solo beso como acababa de hacer yo.

—Será mejor que volvamos maestro, es tarde y esto no debería estar sucediendo... Me he apuntado a su diplomado –le dije, mientras volvíamos al coche.

Él me siguió en silencio, como si aún procesara lo sucedido, y conduje en silencio hasta el hotel, en el que me dijo que se hospedaba. No volvió a hablar, hasta que llegamos al aparcamiento del mismo.

—Malena, siento haberme propasado, siento que la cosa se me fuera de las manos, si te sirve de algo, jamás había hecho nada parecido con ninguna alumna, no sé qué me ha pasado, pero no he podido controlarlo. –y sin más salió del coche.

Joder no se había apartado por mi culpa, no fue mi sobre excitación, por un simple beso lo que le había hecho retroceder, sino el mismo...no estaba acostumbrado a las lobas...allí en mi coche procesaba a mil por hora todas sus palabras, todo lo que me había hecho sentir, lo que sentía...

Encendí el coche dispuesta a irme a casa y miré por el retrovisor su hotel, odiando alejarme de él y de todas esas sensaciones...entonces frené un segundo, y por segunda vez esa noche, decidí seguir mis instintos, abandonando lo políticamente correcto. Aparqué mi coche en el parking, y pasé de largo por la recepción, ya que por suerte, mientras tiraba de él cuando nos fuimos de la fiesta, le habían llamado del hotel, para confirmarle que le habían subido las maletas a su habitación, y oí el número de la habitación asignada, y de la cual le informaban que podía pasar a por las llaves en recepción, cuando quisiera.

Toqué con los nudillos, y unos segundos después, me abrió la puerta, y se quedó mirándome como si fuera un fantasma.

— ¿Puedo pasar?

—Claro, perdona –dijo apartándose

Llevaba la camisa fuera del pantalón, la corbata que yo le había anudado esa misma tarde, suelta pero aun colgando del cuello, y el pelo sin recoger por la cinta que llevaba...parecía aún más peligroso... y terriblemente atractivo.

—Sé que no debería estar aquí, que no es correcto, que va a ser mí maestro...

—Tranquila Malena... –dijo cogiéndome de los hombros, y sentándome en un banco ancho de piel, que había a los pies de la enorme cama

—Usted dijo que... no había podido... resistirse y yo...yo... –estaba tan nerviosa, que no podía hablar

De nuevo aparto las manos de mis hombros, como si le quemara, queriendo evitar mi contacto como tras el beso, le miré sin saber...me obligue a recordar sus palabras en mi coche al despedirse, las que me habían impulsado a cometer la mayor locura, que había cometido en mi vida, como subir a la habitación de ese hombre al que apenas conocía.

Se sentó frente a mí en un sillón, y esta vez dejé su mirada profunda, deje de mirar esos ojos marrones, ese rostro de facciones duras y me centré en su postura, en sus manos entrelazadas, en el ligero y casi imperceptible temblor que intentaba disimular agarrándoselas y entonces lo supe con certeza. El maestro grandullón estaba excitado, y si cedía a sus deseos y era cierto que nunca se dejaba llevar con sus alumnas, como había dicho en mi coche antes de bajarse, todo eso también debía perturbarle como a mí.

Nunca me habían atraído los hombres maduros, ni era de las que suspiraban por los malos, y peligrosos de las pelis, siempre había sido de lo más tranquila en el terreno sexual, había tenido dos novios, con los que había tenido relaciones de lo más vainilla...pero ese hombre desataba una parte de mí...algo primitivo, algo salvaje, que hacía que mi cuerpo se incendiara por dentro, con solo una de sus calientes miradas, con un roce...y hasta ese beso, ni siquiera yo sabía, que una podía quedarse al borde de la combustión espontánea, solo porque un hombre la besara, creía que eso solo pasaba en los culebrones.

—No me pida que me vaya, aunque los dos sepamos que debería hacerlo –supliqué poniéndome de pie, mordiéndome el labio nerviosa.

—Malena, como voy a ser capaz de pedirte que te vayas, cuando deseo que te quedes, más de lo que recuerdo haber deseado nada en toda mi vida –dijo arrastrando las palabras, casi como si le costara pronunciarlas, como si hablara para si mismo.

Di un paso hacia él, rozando con mis rodillas las suyas. Seguía sentando, como si le diera miedo levantarse, e imponerme su estatura...entonces abrió las piernas, y metiéndome entre ellas me abrazó y pesar del vestido, note el calor de su cara en mi tripa, sus brazos alrededor de mis caderas...

—Que voy a hacer contigo, Malena...que vamos a hacer con esto...-susurró

Me apoyé en sus hombros, luego hundí mis dedos en su pelo, más suave de lo que parecía a simple vista, volvió a mirarme de esa manera, que hacía que me olvidara del mundo, y de porque estaba en el...

—Bésame Malena, hazlo pequeña, necesito que lo hagas –me instigo a hacer algo, que llevaba deseando repetir, desde que él lo había hecho la primera vez. No ordenaba, no suplicaba, simplemente demandaba, y en ese instante yo me derretía por darle lo que pidiera.

Bajé la cabeza para buscar sus labios, volví a notar los pelillos de su barba, el calor de su boca, la humedad de su lengua...sus manos bajaron de mis caderas a mi culo...

Volvió a ser él quien se apartara, yo la que jadeaba y otra vez esa mirada intensa, y me embargo el miedo, no por lo que sentía, no por él, sino todo lo contrario, sentí miedo a que volviera a alejarme.

Y esa parte de mí, recién descubierta esa noche, dio un paso hacia atrás, y bajó uno de los anchos tirantes del vestido, luego el otro, y dejé que cayera a mis pies, cubriéndolos.

Su mirada se oscureció, mientras resbalaba por mi cuerpo, ahora fue él quien mordió su labio inferior, cuando volvió a mi cara. Esa mirada caliente me hacía sentir tan deseada...

Me di la vuelta, y giré la cabeza para ver como miraba mi culo, apenas cubierto por mis braguitas y animada por cómo me devoraba con los ojos, desabroché el sujetador, y agarré mis pechos con ambas manos, antes de darme de nuevo la vuelta. Pero entonces me vi en espejo que había detrás de él, con las manos sobre mis tetas, y solo en bragas ante él.

—Ya sé que mis braguitas no son muy sexis... –empecé a decir de repente, avergonzándome de mis sencillas braguitas, sin encajes ni nada.

Se arrodillo ante mí, y pasando dos dedos por el triángulo de tela que cubría mi pubis dijo:

— ¿De verdad que no eres consciente de lo que me haces, Malena? –dijo, sin dejar de acariciar la tela

Dios, sus dedos en mi sexo... podía notarlos a pesar de la tela, y para mayor vergüenza esta se mojó al instante, ahora para colmo se veía una clara mancha húmeda.

—uff, lo que faltaba –suspiré enfada, al darme cuenta

El soltó una carcajada, que retronó en la habitación

— ¿De qué te ríes? –pregunté enfadándome

— ¿Acabas de enfadarte, porque se han mojado tus preciosas pantaletas? Mi niña te comprare mil, si vas a mojarlas todas cuando te acaricie...me matas y ni siquiera eres consciente de ello.

Me mordí los labios y él volvió a suspirar, y a soltar otra de esas carcajadas roncas que por supuestísimo también me excitaban, todo en ese condenado hombre había empezado a excitarme, todo lo que hacía terminaba repercutiendo entre mis piernas, a modo de calor, humedad y un deseo incontrolable.

—Vamos, Malena se buena chica, y deja de poner morritos, o no respondo, quita las manos de tus chiches, para que pueda verlas, y si eres buena chica yo te quito las pantaletas estas, que ya están muy mojaditas dijo relamiéndose si intentar ocultar lo que le estaba gustando ese jueguecito con mis bragas

Joder, ¿iba a estar mojada siempre que ese hombre hablara? ¿Porque tenía esa voz? ¿Porque a pesar de estar de rodillas, jamás parecería postrado ante nadie? ¿Por qué esa necesidad de hacer lo que me pidiera? ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar porque ese hombre me diera todo lo que mi cuerpo anhelaba a su lado, de su mano? –tenía más preguntas que en la conferencia

Bajé mis manos lentamente, y tras soltar una exclamación que no entendí, sus manos sustituyeron a las mías, pero sus dedos en unos segundos consiguieron que hasta me dolieran los pezones, estaban tan duros... y cuando se estiró, para atrapar uno entre sus labios, gemí acercándome más, mientras sus manos ahora, agarraban el elástico de mis braguitas, para bajarlas lentamente, dejando mis pechos, para devorar con su mirada hambrienta mi pubis, que lo arreglaba bastante, pero no me gustaba como hacían muchas, dejarlo sin ningún pelillo, y pregunté como una tonta:

— ¿Te gusta? –dije con voz apenas audible, avergonzándome al instante, sintiéndome expuesta ante su mirada, y al mismo excitada por estarlo

—Mucho mi reina, mucho –exclamó, agarrándome de la cintura, para sentarme en el banco de piel.

Luego, sin dejar de mirar como si estuviera hipnotizado mi pubis, cogió uno de mis pies, y me quitó la sandalia, lo llevó a sus labios, sacó la lengua, y la pasó por la planta, haciéndome jadear, luego chupeteó mis deditos, paso su lengua muy mojada por ellos, matándome de un placer exquisito, que terminaba como queriendo estallar entre mis piernas; hizo lo mismo con mi otro pie, y luego; agarrándome de la cintura, se incorporó, y me subió del banquito a la cama, y mientras con una sonrisa lobuna, pasaba los dedos por la mancha húmeda, que yo había dejado en la piel del asiento, se arrodilló en ese banco, donde yo apoyaba mis pies, separó mis rodillas, y empezó a recorrer con su lengua, la cara interna de mis muslos; hasta llegar al centro de la hoguera, que el mismo había prendido esa noche, o ¿ya había empezado a arder esa tarde en los baños de la universidad, cuando su mirada me recorrió por primer vez?

Madre mía, nada me había preparado para eso, para su boca, sus labios, su barba, su lengua...Dios mío era satanás llevándome al infierno, mientras yo gemía desesperada por arder en él. No tardé en retorcerme en esa cama, con el primer orgasmo con “o” mayúscula, de esos que te dejan sin respiración, de esos que sientes como se fraguan, como empiezan, suben, suben y te arrasan, mientras crees no ser capaz de soportar el placer entre tus piernas, entonces esa lengua, como sabiéndolo, dejó de estimular mi clítoris, y pasó a recoger el fruto de su arduo trabajo, relamiéndome sin prisas, degustando mi corrida, más que abundante, como si fuera el manjar de los dioses. Y entonces descubrí que Carlos, acababa de comerme el coñito, como lo hacía todo, con esa pasión desenfrenada que te hacia volar con él, y olvidarte de todo lo que no fuera él y lo que representaba...daba igual que lo compartiera, un momento, una hora, una clase, una cena, una ponencia, o el sexo oral más exquisito, él lo daba todo en cada cosa que hacía, y mi cuerpo tembloroso acababa de descubrirlo.

—Que rica estas mi reina...

El orgasmo, sus palabras...él de rodillas ante mí; lejos de sentirme saciada me sentía más caliente, más necesitada...me incliné y tiré de su corbata, desabroché frenética los botones de su camisa, mientras él volvía a besarme...desabroché el cinturón de su pantalón, y liberé su polla; joder, no es que fuera una experta, pero casi reculé en la cama asustada l comprobar el tamaño y él lo noto.

—Eres una ricura...tan expresiva... ¿qué pasa? –pregunto sabiendo de sobra lo que pasaba

—Es muy grande, ¿no? –pregunté poniéndome morada de la vergüenza

Otra vez volvió a reírse, de esa manera tan peculiar, que por alguna extraña razón hacia que mi coñito palpitara.

— ¿Mi verga? Reconozco que la has puesto como no la recordaba, y si es un poco grande pero no tenemos prisa, y prometo no hacerte daño, mi reina

Me colocó bien al borde de la cama, y sin moverse de la postura en la que estaba de rodillas, tiró de mi cuerpo, haciendo que mi coñito rozara ese balano hinchado, oscuro y brillante... lo agarró con una de sus manos, y mientras la otra iba de uno de mis pechos al otro, pasaba una y otra vez su falo duro entre los pliegues de mi vulva hambrienta. Sin prisas, haciendo que me retorciera de placer mientras soñaba, mientras deseaba cada vez con más ansia que me poseyera, que me llenara...pero sus planes eran otros, y siguió empapando su polla en los juguitos, que a esas alturas manaban de nuevo de mi cuerpo sin control, hasta que el calor abrasador, me llevó al borde del precipicio por donde empecé a caer sin frenos, en un nuevo orgasmo, y solo entonces mientras mi cuerpo empezaba a sacudirse, empujó lentamente metiendo el glande, agarrando mis caderas, y tirando de mi cuerpo, para clavarme en esa barra caliente. Gemí como una posesa, mientras sentía como me llenaba, como rozaba las paredes de mi vagina dilatándome, y mi orgasmo iba increscendo, al mismo ritmo que sus jadeos.

No sé si me corrí varias veces, o fue un solo orgasmo, pero un montón de sacudidas recorrieron mi espinazo, mi cuerpo por entero, explotando cada una de ellas entre mis piernas, mientras oía el chapoteo de sus acometidas, y nuestras respiraciones aceleradas. Fue realmente apoteósico, me sentía plena, exhausta, y aun no me la había metido hasta el final; ni siquiera se había desnudado y yo apenas podía respirar

...

xio