La lista (Parte 2)
Experimento que me ha propuesto Valentyna, para la elaboración de un relato conjunto, esta es la segunda parte, la presentación de Malena, la protagonista femenina del relato...
El presente texto no conforma un relato en sí mismo, sino que es parte de un experimento que me ha propuesto Valentyna para la elaboración de un relato escrito de manera conjunta y contada en primera persona por los protagonistas, encargándome yo de Malena, la parte femenina y ella de Carlos el protagonista masculino. Sin más, continuo con este experimento de relevos...
No me puedo creer que haya vuelto a dormirme, pienso al oír a Laura gritando ya desde la ducha, que se ha vuelto a apagar el termo, me levanto de un salto y corro descalza por el pasillo, helándome para encender el puto termo. Al regresar a mi habitación pasó por la de Marta, y le grito desde la puerta:
— ¿Aun en la cama? Hoy no llegamos a la uni
Y al pasar por delante del baño insto a Lau a que se dé prisa.
—Vamos colega, ¿por qué no te duchas como nosotras por las noches?
Entro de nuevo en mi habitación, abro mi armario y rechazo la parte de las faldas; tengo frio y me decanto por unos leggins negros, un jersey a la cintura de cuello alto y sentándome en la cama, me ato las botas militares de media caña.
Me reúno con las chicas en la cocina, y mientras echo una cuchara de cola cao a mi vaso de leche, miro la faldita corta de Marta, siempre tan femenina. Luego miro a Lau, con su pelo perfecto, su cuidado maquillaje... y las envidio sanamente.
—No sé cómo siempre, podéis estar tan perfectas... –les digo, dejando mi vaso en el lavavajillas.
—De que te quejas guarrilla, tienes el mejor culo de la universidad –dice Lau, dándome un azote en él.
—Vamos, que os quedáis... –volví a meterles prisa, cariñosamente.
Y llegando a la universidad, les dije:
— ¿Vais a quedaros a las conferencias de hoy?
—Yo creo que creo que voy a pasar –dijo Marta
—Yo he quedado –dijo Lau, tajante
—A mí me han recomendado que asista, no podéis pasar de todo chicas –las reprendí por hacer siempre solo lo justo y necesario.
—Nena, también hay que divertirse, tu solo piensas...después te quejas, si Julio sale detrás de Marisa... –ellas siempre con el mismo rollo
Las dejé por imposible una vez más, y me reuní con mi grupo de “amigos de clase”, para husmear por el salón de actos, a ver que se cocía, entre clase y clase.
—Lo están preparando todo para las ponencias de esta tarde, el profesor García dice que el mejicano es muy interesante. –dijo uno del grupo
—Por cierto, Julio andaba buscándote –dijo una de mis amigas
—Paso de él, el otro día salió con Marisa, además no tenemos nada en común, él solo quiere divertirse, y yo necesito aprobar este curso, si no quiero perder la beca, cosa que no puedo permitirme.
Entonces un desagradable sonido nos ensordeció, y decidimos seguir la charla fuera, aunque apenas había tiempo, ya que en diez minutos empezaba la siguiente clase.
Mientras comía en la cafetería de universidad, me llamó Julio, pero no cogí el teléfono; como le había dicho a mi amiga, yo no era como ellos. Ni siquiera como Lau y Marta, por más que las adorara, yo no podía descentrarme, no podía permitirme desviarme del camino, porque no podía perder la beca, a mí nadie me respaldaba como a ellos.
Mi padre y mi madre habían muerto siendo yo muy pequeña, y me cuidaron mis abuelos y mi tía, hasta que esta última se casó, y a pesar de que la pobre seguía queriéndose hacer cargo de mí, la cosa no funcionaba entre su marido y yo. No podía seguir interponiéndome en su vida y por ello, tomé la decisión de estudiar fuera; pero eso conllevaba conseguir una beca, cosa que conseguí con mucho ahínco y con eso, y el dinero que recibí tras el accidente de mis padres pude hacerlo, aun así no podía permitirme ningún extra hasta el fin de mis estudios.
Por ello asistía a todas las conferencias, y a todo que supusiera puntos extra en mis estudios. Y por lo mismo mientras ellas salían a divertirse, yo me quedaba a estudiar, y cuando ellas se compraban ropa, yo esperaba a que desecharan las suyas para aprovecharlas, aunque fuera un año desfasada según ellas, pensé con una sonrisa.
Esa tarde, mientras me disponía a ir al salón de actos, me intercepto Julio, y después de un largo tira y afloja, consiguió apartarme de mi camino, según él para charlar. Me metió en una aula vacía y empezó a decirme que porque le rechazaba siempre, que yo le gustaba más que Marisa. Mientras hablaba se acercaba más y más peligrosamente, arrinconándome contra una pizarra. Entonces me besó, su aliento olía a cerveza y me pareció de lo más desagradable, intenté apartarle, pero me costó un par de minutos conseguirlo, y escapar de esa habitación. Me agarró en el pasillo y volví a decirle que me dejara en paz ya algo asustada por la fuerza con la que me agarraba del brazo. En ese momento dos cosas me dieron un respiro, la primera fue ver y oír a alguien al final del pasillo, la segunda que su móvil sonara, y Julio aun agarrándome del brazo, contestó a esa llamada, pero se despistó, y conseguí deshacerme de su agarrón, para salir corriendo asustada por el pasillo desierto, oyendo sus juramentos giré, y al ver la puerta del baño de hombres, me metí dentro antes de que el girara la esquina.
Me quedé pegada a la puerta, mientras un grandullón de barba blanca, me miraba inquisitivamente, mientras con el corazón aun desbocado, oía los pasos de Julio por el pasillo, y supliqué con la mirada al desconocido; que escondiéndome tras él se encaró con Julio:
— ¿Tienes algún problema? –su voz profunda retronó en el habitáculo
No podía oír casi a Julio, ni me importaba lo que dijese ese imbécil.
— ¿Entras en un baño de hombres a buscar chicas? ¿Eso te ha funcionado alguna vez? –le oí decir
Algo más aliviada, vi como el grandullón cerraba la puerta, y volvió a mirarme fijamente, esta vez su mirada había cambiado totalmente, y de repente mi cuerpo tembló, no era miedo, era diferente, algo que jamás había sentido; solo sabía que por primera vez, deseé llevar puesta la bonita minifalda de Marta, saber vestirme como ella y no llevar puestos esos anodinos leggins negros; deseé tener el pelazo de Lau, y no mis incompetentes rizos desordenados, saber maquillarme como ella...por primera vez, deseé ser y estar guapa, para que ese hombre no dejara de mirarme así.
Pero fueron unos segundos, solo un lapsus, o pura invención mía, tras el sofoco que acababa de llevarme, porque ahora ese hombre había puesto un media sonrisa que a pesar de no llegar a alegrar sus ojos, si suavizaba sus duras facciones. Y me obligué a volver a la tierra, a mi mente racional, y acercándome al grandullón, viendo su corbata a medio anudar, me puse de puntillas, y como había hecho mil veces con mi abuelo, todos los domingos sentada en su regazo desde pequeña, terminé lo que él había estado intentando hacer, cuando irrumpí como un torbellino en ese baño. Sin poder evitar imaginarme por un segundo, en el regazo de ese grandullón...imágenes que deseché al momento, resuelta a no seguir fantaseando, necesita rescatar una vez más en ese baño, a la Malena con la que me sentía cómoda y segura, pensé oyendo de fondo murmullos, que indicaban que había terminado la primera ponencia. Debía darme prisa para llegar a la segunda.
—Gracias, grandullón...te debo una
Salí del baño, y los pasillos se llenaban de gente que iban y venían preparándose para la siguiente conferencia que estaba a punto de empezar, y entré a buscar un sitio. Mientras la imagen de ese hombre duro, se negaba a abandonar esa parte oscura de mi mente calenturienta que hasta este momento ni yo sabía que existía...
xio