La línea del vampiro.9. Celos.
- ¡No hay término medio, Sarah! No puedes elegir vivir entre humanos y olvidarte de quién eres. Sonreí levemente, con autosuficiencia.
Básil se movió lentamente, y se inclinó por el borde del edificio. Observó lo mismo que había estado observando yo, a Evan.
La luz se apagó finalmente, pero la chispa de ira de Básil no era tan difícil de apagar. Su voz sonó acusadora en todos sus tapices.
- ¿Te interesa ese humano, Sarah?
Me mantuve quieta, sin saber muy bien qué responder ante eso. El vampiro continuó por sí solo la conversación, manteniendo los ojos fijos en la ventana de Evan.
- ¿Y bien? ¿No me respondes?-sus facciones se volvieron algo más suaves- Si es por alimento, no te estorbaré, pero… es extraño.
Una excusa bien formada no habría sido suficiente, no con Básil.
- No me malinterpretes, Sarah, ya sé que tú no tienes la misma ansia de sangre que algunos de nosotros, pero… un vampiro normal le habría atacado ya, o por lo menos mientras subía las escaleras, o incluso mientras paseaba sólo calle arriba cuando dejó a su amiguito.
Las piezas encajaron en menos de un segundo: Básil me había estado observando toda la noche, y no sólo a mí, sino a todo lo que me rodeaba.
Mi silencio perturbó esta vez el ambiente, y el aspecto más tenebroso de Básil surgió a la luz de la luna. Fue tan rápido como siempre, incluso más.
Su mano me agarraba fuertemente la muñeca, impidiendo mi escapatoria, y su boca se quedó a menos de un centímetro. Su ira era palpable.
- ¡Dime qué tiene ese humano que tanto te interesa! –exigió en una leve bocanada de aire frío.
-¡Suéltame, vampiro!
En el mismo momento que mis palabras salieron de mis labios, Básil cumplió en contra de su voluntad. Sus ojos eran fríos como el hielo pulido: elegantes y peligrosos.
Sabes totalmente que si no fuera por ese poder que tienes habrías vuelto al nido hace ya mucho tiempo.
Tienes razón, Básil, pero… no pienso volver.
El ambiente cambió con el aire. Ahora Básil se sentía frustrado, débil, como si fuera un niño pequeño al que acababan de dar de lado.
- ¿Por qué, Sarah? ¿No echas de menos a tu familia? ¿A tu padre?
Suspiré lentamente.
- No.
El ambiente volvió a cambiar.
¿Piensas negarnos? ¿Traicionar a tu propia sangre?
No.
Básil se zafó, luchando vulgarmente contra el aire, contra un enemigo invisible. Se sentía frustrado.
- ¡No hay término medio, Sarah! No puedes elegir vivir entre humanos y olvidarte de quién eres.
Sonreí levemente, con autosuficiencia.
- No quiero olvidarme de quién soy, Básil, sino olvidarme de lo que soy.
-No puedes vivir entre humanos, Sarah, sabes perfectamente que si averiguan lo que eres te darán de lado, o intentarán utilizarte. Pero si estás con nosotros te trataremos como una princesa, porque eso es lo que eres, un espécimen único que sólo aparece cada mil años.
- Hablas de que los humanos me utilizarían, pero… ¿y vosotros no me utilizaríais a mí? ¿No es acaso mi poder sobre el sol y mi tolerancia a la comida humana lo que buscáis? ¿Estudiarme a mí y a mi sangre?
Me pilló por sorpresa, y me abrazó. Me sentido de la defensa fue nulo y las palabras se negaron a salir a flote.
Sabes que yo nunca lo permitiría – me susurró- Sabes que soy un vampiro normal, sirviente de tu padre, pero… quiero estar contigo, Sarah, y la única forma que tengo de lograr este objetivo es llevarte al nido.
Me quieres para tus propósitos, alzarte con la corona de mi padre.
Te equivocas. Sería totalmente feliz viviendo contigo en esta ciudad, pero tú no quieres que yo me acerque a ti, así que la única forma que tengo de tenerte siempre es llevarte al nido y que no te escapes jamás.
Confinamiento…
Básil se tensó ante esas palabras.
-Deja este mundo, Sarah, y vente conmigo… Te prometo que estarás a salvo…
De mi boca sólo surgió una palabra.
Evan…
¿Evan? – preguntó el vampiro que todavía me abrazaba.
Miré a la ventana, donde vi al chico recostado sobre su cama.
Básil soltó inesperadamente, rumbo de aquella misma ventana.
- ¡Detente!
El vampiro se quedó a dos pasos de la ventana de Evan, pero luchaba contra mis palabras. Me agarré sobre él, agarrando con mis uñas sus hombros, y con mis colmillos totalmente extendidos en señal de amenaza. Soltó un débil gemido de dolor.
- Si vuelves a intentar atacar a Evan… te juro que te mataré – siseé lo más amenazadoramente posible – Y ahora vete… Y no vuelvas.
Desapareció, dejando sangre por los edificios, débilmente herido. Me relamí las sangre que había en mis uñas, ahora color rojo escarlata.
Miré por la ventana y observé a un chico que no era consciente de que estaba en peligro. Ahora estar con Evan era una necesidad multiplicada por dos.