La línea del vampiro. 4. Callejones (flashback)
Una gota de sudor se deslizaba por mi frente, y un ligero suspiro se deslizó a través de mi boca. Un segundo después lo tenía observándome, y al siguiente sus ojos estaban chocando contra los míos.
No tenía escapatoria. Yo podía verle perfectamente, él también a mí. Sus ojos color carmín observaban cada movimiento de mi cuerpo, cada movimiento de mis ojos, mis dedos, mis pies… Me tenía totalmente acorralada.
Deslicé el peso de mi cuerpo a la izquierda, en un ligero intento de deslizarme en un callejón en el que mi cuerpo era capaz de deslizarse. Llevaba directamente al castillo, pero eso no me importaba. Daba la sensación de que aquel hombre quería que fuese a ese agujero.
Era una trampa.
Lo descubrí en el momento que mi olfato localizó otro ligero olor a sangre muerta, proveniente del callejón.
Ningún corazón latía ahora para mí. Extendí mis colmillos en señal de advertencia.
- Apártate de mi camino, vampiro.
Mi orden no fue ejecutada en el mismo momento es que mis palabras salieron de mi boca.
El vampiro temblaba, como si estuviera haciendo algo en contra de su propia voluntad. Pegó su espalda a la pared de la cueva. Esto me extrañaba realmente. ¿Por qué me iba a dejar el camino expedito sin oponer aunque fuera un mínimo de resistencia? No, aquí había alguna trampa.
Quizás había alguien a la salida de la cueva subterránea, y entonces estaría acorralada por delante y por detrás, y entonces ya no tendría escapatoria.
De todos modos, tenía que arriesgarme: elegí la opción que me parecía menos peligrosa.
Pasé lentamente al lado del vampiro, que todavía temblaba, pero no de miedo. Parecía… impotente. Daba la impresión de que quería agarrarme, pero que no podía.
Desvié mis ojos de los suyos, y escapé en la oscuridad de la noche.
Me sorprendió no encontrar a nadie de camino al bosque. Pero…
Alguien me perseguía.
Reconocí el olor. Era el mismo vampiro de antes.
No podía correr más rápido, estaba demasiado débil. El bosque era un buen escondite y podía esconderme hasta el amanecer. Las hojas y ramas empezaron a ocultar mi presencia a medida que avanzaba por la copa de un árbol.
Observé a la figura justo debajo del árbol en el que me estaba ocultando. Parecía desorientado, como si hubiera perdido la pista de mi localización. Parecía extrañado, y las aletas de su nariz se movían nerviosamente, intentado encontrarme.
Una gota de sudor se deslizaba por mi frente, y un ligero suspiro se deslizó a través de mi boca.
Un segundo después lo tenía observándome, y al siguiente sus ojos estaban chocando contra los míos.
Detente, siervo.
No soy tu siervo – replicó el hombre.
Entonces… ¿quién eres? ¿Y por qué me sigues? –Parecía reacio a hablar-¡Respóndeme!
Te busco por la mayoría de las razones que el resto de los del castillo. No podemos permitir que una joya tan genuina desaparezca así, sin más. – Acercó su rostro al mío, donde su aliento a muerte me era perceptible, familiar y sustanciosa.- Y mi nombre es Bàsil, y considérame uno de tus pretendientes.
Clavó sus labios en los míos, en un primer beso.