La línea del vampiro. 3. Sangre noble.

Los motivos para escapar del castillo de mi padre eran bastante obvios: la falta de libertad, donde las paredes se volvían claustrofóbicas, y donde mi sed era ordenada por un horario estricto de mis presas. La soledad me enloquecía.

¿Que yo no comprendía lo que significaba tener sangre noble?

¿Y qué si mi sangre era diferente? Sangre pura de vampiro, sin ninguna alteración por los pasos de los años, como si yo fuera el primer  vampiro hecho en la historia. Y no, no sólo era eso lo que me hacía diferente al resto: yo no había sido creada, yo había nacido.

Crecí, me eduqué como cualquier niño humano, siempre bajo la atenta mirada de miles de ojos esperando cualquier cambio imperceptible en mi cuerpo. Yo no era única, pero sí inusual.

¿Qué cómo nací? Sólo uno de cada millón de vampiros tiene capacidad de procrear. No somos tantos, pues los humanos son limitados, y no todos nos conformamos con una presa cada dos o tres días. Y no sólo eso es lo que me distinguía del resto de los vampiros: yo tenía dones que casi ninguno tenía. Autoridad innata, se podría llamar. En sentido estricto, mi sangre no llama a los vampiros, pero sí hace que me escuchen y que me obedezcan sin mediar palabra.

No sé bien si el motivo por el que Bàsil se había ido es por mi orden de sangre noble o por mi autoridad de nivel superior en una escala de depredadores.

Así yo tenía un doble poder unido a un autocontrol por la sed y también que podía soportar la luz del sol con facilidad. Pero no era la única.

Los motivos para escapar del castillo de mi padre eran bastante obvios: la falta de libertad, donde las paredes se volvían claustrofóbicas, y donde mi sed era ordenada por un horario estricto de mis presas. La soledad me enloquecía.

Y eso unido a los continuos experimentos referentes a mi cuerpo. Lo único que se descubrió era que yo era fértil y que podía tener hijos, y que mi crecimiento se había detenido por completo. Me había quedado en lo que aparentaba unos dieciocho años.

Y por último, y no por ello menos importante, y al contrario, era lo más importante, era la larga lista de vampiros que querían aprovechar mi fertilidad en su beneficio. Matrimonios concertados y fiestas elegantes se celebraban cada medianoche. Yo era el centro, y cada colmillo era más pequeño que el anterior.

Y escapé.

El único que es capaz de localizarme es Bàsil, por su también inusual poder. Es capaz de rastrear sangre, pero debe de ser pura, como la mía. Él siempre me encuentra…

[Correr. Tenía que correr. Lejos.

Más. Más. Más. No te pares, escapa. ¡Más lejos!

¡Quieta!

El olor de un vampiro estaba cerca.  Por aquí, sólo tú conoces este camino del castillo. Vamos. ¡Deprisa!

Un momento… Oigo pasos… Se acercan…

No, sólo es una persona… No, es un… ¡vampiro!

… ]