La línea del vampiro. 13. Traición. (Básil)
¿Por qué, mi princesa? ¿Por qué él y no yo?
No podía creer lo que veían mis ojos. No quería creerlo. ¡Esa miserable rata estaba besando a mi princesa! Por un segundo pensé en abalanzarme sobre aquel desgraciado y matarle allí mismo, pero no podía hacerlo… no mientras Sarah estuviera junto a él.
Aquel beso pareció durar una eternidad; no podía soportarlo, pero tampoco era capaz de apartar la mirada. Era algo insufrible.
Un humano… un simple y vulgar humano… ¿Qué es lo que Sarah veía en él? ¿Qué es lo que podía ver en una débil y patética criatura como esa? Tanto sus cuerpos como sus mentes son ridículamente frágiles; sus vidas, banales e insulsas. No son más que ganado… son nuestro alimento. Nada más.
Pero para mi desgracia, Sarah no lo entendía de esa manera.
- ¿Por qué? ¿Por qué, Sarah? -dije en un susurro-.
No me preocupaba que alguien pudiera oírme; sabía que no había nadie ni remotamente cerca de mí. Una suerte para ellos, porque en aquel momento hubiera destrozado a cualquiera que estuviera a mi alcance, fuera humano o vampiro.
“Aléjate de ella, gusano…”
Seguían acariciándose, ignorantes de que les estaba observando. Ignorantes del peligro que les acechaba… Un profundo y visceral odio me consumía desde dentro; la ira nublaba mi juicio, y solo deseaba atacar, matar, destrozar a aquel malnacido…
Cerré los puños con tanta fuerza que mis uñas se clavaron en las palmas de mis manos, abriendo profundas heridas. Daba igual. No sentía el dolor. No ese tipo de dolor.
Mis colmillos estaban listos para hundirse en su cuello y saciar mi sed… pero una vez más, la visión de Sarah me disuadió de atacar.
“¿Por qué, mi princesa? ¿Por qué él y no yo?”
No podía soportar aquello por más tiempo; iba a hacerlo… Iba a…
Entonces, la parte racional de mi mente acudió a mi rescate, previniéndome de cometer tamaña insensatez. No conseguiría nada lanzándome sobre la yugular de aquel muchacho como un perro rabioso; eso no me ayudaría a lograr mi verdadero objetivo. Por más que lo detestara, Evan debía permanecer con vida… por ahora.
Puse mis pensamientos en orden y decidí cuáles eran mis prioridades. Muy a mi pesar, comprendí que no podía persuadir a Sarah para que me acompañase, ni por las buenas ni por las malas, y no podía perder más tiempo en fútiles intentonas. Sabía lo que tenía que hacer.
“Disfrutad mientras podáis…”
Solo existía un ser capaz de hacer entrar en razón a Sarah. No quería llegar a este punto, pero solo había una manera de hacer volver a mi princesa al lugar al que pertenece.
“Por favor, perdóname… Es por tu propio bien. Algún día lo entenderás”
Sin más dilación, me marché de allí y emprendí viaje hacia el castillo del padre de Sarah.
Lord William pondría fin a este asunto de una vez por todas