La línea del vampiro. 12. Feliz Cumpleaños.

- Para, para, está fría jajaja –Evan se reía despreocupadamente, sin saber que un vampiro le está echando agua en el cuello en vez de mordérselo. Ironías de la vida.

No. Todavía no. Corazón, sigue latiendo. Necesito más sangre… sigue bombeando…

Y se me fue la mano. La chica que yacía en mis brazos estaba totalmente muerta, su corazón se había detenido por completo, y mi garganta ardía de insatisfacción. Una vida menos en el mundo, donde podría ser triste si no fuera porque no es la primera vez que arrebato una vida. Cuando te acostumbras a derramar sangre, los ríos no pueden dejar de seguir la corriente, y llegan hasta un mar lleno de muerte y desesperación. Un mar demasiado grande.

Miré el reloj con poco interés, ya eran más de las 8 de la tarde  y debía partir hacia el Sweet Poison, donde tendría que esperar a Evan y así protegerlo de las garras de Bàsil y sus celos.

A través de la calle, pude divisar las amplias paredes de cristal del pub, y también un grupo de personas riendo y bebiendo descontroladamente. Podía oler el embriagador alcohol desde mi posición.

Evan se encontraba entre esos chicos, y podía observar su estado: borracho.

Mis pies siguieron caminando, y no me di cuenta de que no sólo yo podía verlos a ellos, sino también ellos a mí, y el chico de los ojos azules me miraba sin inmutarse, y más tarde me sonreía tiernamente.

Con un leve movimiento de cabeza me indico que entrase. Al instante me sentí cohibida.

Había muchísima más gente de lo habitual en el Sweet Poison, y yo sabía que con esta sed no podría soportar ni cinco minutos dentro. Retrocedí un paso y me dispuse a volver por donde había llegado, sin mirar a Evan.

La puerta del pub se abrió, pero no me giré para saber quién entraba o salía. Pude escuchar esa música tan  cautivadora y emocionante que tanto me gustaba. Ese día el volumen al que la ponían era demasiado, tanto que no me di cuenta de los pasos que caminaban en mi dirección.

Una mano me sujetó para que detuviera mi avance.  El alcohol y el tabaco había borrado casi al completo el olor de Evan, por eso no pude saber que se había estado acercando a mí.

  • ¿No quieres entrar?

  • Ya hay demasiada gente en el pub.

-Pero hoy es un día especial, por eso está tan lleno el Sweet Poison de gente-me giré hacia Evan.- Hoy es mi cumpleaños.

Tardé unos segundos en reaccionar, sin saber si decir “felicidades” o un “¿por qué no me lo dijiste antes?”.

-No tengo tu número de teléfono, ni tu e-mail ni nada, y no te veo desde hace una semana… ni siquiera sabía si estarías por aquí hoy… pero tenía la esperanza de verte.

Directo y claro, así me gusta. Evan había sido tocado por el alcohol. La vergüenza a un segundo plano.

  • Así que, ahora te pregunto formalmente si te apetece celebrar mi cumpleaños conmigo.

  • No soy muy partidaria de fiestas, no conozco a tus amigos y los lugares llenos de gente me dan pavor.-pavor no era la palabra que debería usar, sino más bien “sed”.

  • Eso tiene fácil solución.

Intentó caminar hasta un portal cercano, pero al ver que sin pasos no seguían un camino específicamente recto, decidí agarrarle por uno de sus brazos y posarle en el suelo.

  • Espera aquí, vuelvo en seguida.

No me dijo nada, tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la pared.

En un bar cercano, compré una botella de agua, y fui a llevársela a Evan.

  • Toma, bebe un poco.

Movió un poco la cabeza, pero no hizo ademán de moverse mucho más. Abría la botella y esparcí un poco del agua por su cuello y cabeza.

  • Para, para, está fría jajaja –Evan se reía despreocupadamente, sin saber que un vampiro le está echando agua en el cuello en vez de mordérselo. Ironías de la vida.

  • Bueno, al menos ahora me haces caso.

  • ¿Cuándo no te hago yo caso, Sarah? He salido del bar para estar contigo, ¿no?

  • Sinceramente, creo que también has salido porque necesitabas un respiro con el alcohol.

  • Sí, quizás tengas razón.

  • Pero, ¿ahora estás bien?

  • Mejor que bien.- agarró mi brazo y mi cara quedó relativamente cerca de la suya. Podía oler todos y cada uno de los alcoholes que había bebido.

  • Todavía no me has dado ningún regalo.

  • No sabía que era tu cumpleaños, si lo hubiera sabido te hubiera cogido algo.

  • Bueno… -con su mano me acarició débilmente la mejilla, y con un débil susurro concluyó: Todavía no es tarde para un buen regalo.

Y sin darme cuenta, nuestros labios se juntaron en un beso.