La limpiadora morbosa

De como un viaje a madrid se convirtio en la aventura más excitante.

Habiamos llegado a Madrid a pasar unos dias de vacaciones. Era a principios del mes de setiembre. Teníamos previsto ir a un hotel, pero una llamada efectuada a un amigo nos hizo cambiar de opinión, porque a éste, compañero mio , lo habían trasladado recientemente a Barcelona, y poseía un piso en el Barrio de Salamanca que había dejado amueblado y vacío, y nos lo ofreció para evitar que pagásemos alojamiento, lo que aceptamos encantados.

Incluso se preocupó de buscarme una señora de limpieza. Se trataba de la portera del propio edificio. En cuanto llegamos, y antes de instalarnos, fuimos a su casa –vivía en el bajo del edificio- para recoger las llaves. Se trataba de una señora que rondaría los 50 años, aunque la edad no había hecho mucha mella en su cuerpo. Era de pelo negro corto y piel muy blanca, con un rostro atractivo, aun sin ser una belleza. No era gruesa, pero sus formas eran redondeadas, destacando en el conjunto unas poderosas tetas y unas piernas que se adivinaban macizas, aunque el largo mandilón que vestía solo permitía la visión de una pequeña parte de sus pantorrillas. En resumen, su aspecto era la de la típica ama de casa sosegada y amante de sus labores, pero profundizando en el brillo de sus ojos se notaba una pillería que rompía totalmente con su primera apariencia. Te lo comenté, y tú me dijiste que estaba sacando conclusiones precipitadas, como siempre.

Durante la primera noche que pasamos allí, estabamos viendo la tele cuando me llamaron la atención unas cintas de video que había en el mueble del comedor. Les eché un vistazo para ver si habla algo interesante, y me fijé que entre ellas había algunas con una X marcada en la carátula. Tal como imaginaba, comprobé que eran películas porno.. Estuvimos visionando una de ellas, que desembocaron en una agradable sesión de sexo, y al terminar saqué la pelicula del video y la guardé en la caja.

Al día siguiente nos levantamos temprano para visitar la ciudad, y no regresamos a casa hasta después de comer. La caja seguía donde yo la había dejado, sobre una mesita, y fui a guardarla al mueble. Pero al cogerla, noté que pesaba poco, por lo que la abrí y vi que estaba vacía. Miré en el video y allí estaba la cinta. Como recordaba perfectamente haberla sacado de allí, llegué a la conclusión de que alguien la había vuelto a poner para verla. Ese alguien no podía ser nadie más que la señora de la limpieza, única persona que tenía llaves del piso aparte de nosotros. Al instante sé me ocurrió una idea malévola. En la casa había una pequeña cámara de video. La cogí y la disimulé entre los volúmenes de libros del mueble de tal forma que lo único que podía apreciarse, aun fijándose, era el ojo de la cámara, que yo había enfocado en dirección hacia las dos butacas situadas frente al televisor. Luego coloqué otra pelicula X sobre la mesita. Al dia siguiente, demoré nuestra salida. Sabía que ella venía sobre las 10 y quería que se consumiese el menor número de cinta posible, así que cuando salimos, pocos minutos antes de dicha hora, puse la cámara en funcionamiento.

Cuando regresamos, pasadas las 11 de la noche, nos faltó tiempo para ver lo que estaba grabado. Rebobiné la cinta, y comenzamos a visionario desde el principio. Como sabía que ibamos a tardar algun tiempo en ver lo que nos interesaba, le di al avance rápido, parando al cabo de un rato, al vislumbrarse la figura de la limpiadora en la pantalla. Como ya he dicho, se trataba de una mujer algo madura, pero muy atractiva.

Iba vestida con un mandilón de color azul. Se acercó hacia la mesita y cogió la película. la sacó de la caja y la introdujo en el video. A continuación se sentó en una de las butacas. Pasaron unos minutos en los que se mantuvo inmóvil, mirando hacia la pantalla del televisor sin pestañear. En un momento dado, su mano derecha se dirigió lentamente hacia los botones de su mandilón, y desabrochó dos de ellos, de tal modo que la parte inferior de la prenda se abrió, cayendo hacia ambos lados y dejando al descubierto unos prietos muslos que confluian en unas sugerentes braguitas de encaje. Dirigió su mano hacia el interior de las braguitas, y una vez alcanzado su objetivo el bulto de su mano dentro de la braga comenzó a moverse acompasadamente. Su cara era un poema: los ojos le brillaban y su expresión era de vicio puro. Su mano izquierda buscó los botones de la parte superior del mandilón y los desabrochó, mostrando un sujetador a juego con las bragas. Se sacó la teta derecha y comenzó a pellizcar el pezón. Así le llegó el primer orgasmo, al poco rato. Luego aun repitió la operación antes de que terminara la película .

Mi mente empezó a maquinar la forma de explotar aquel descubrimiento.

Al día siguiente teníamos previsto ir a visitar el pueblo de Chinchón, pero cambié los planes. Le dejé como cebo otra película porno distinta, y salimos sobre las 9 de casa y en lugar de coger el coche, nos quedamos a desayunar tranquilamente en una cafetería de los alrededores. Sobre las 10,30 decidimos volver al piso.

Subimos con todas las precauciones para no hacer ruido, y al llegar a la puerta aplicamos el oido para percibir los ruidos del interior. Al momento llegaron a mis oidos, aunque de forma apenas perceptible, los típicos gemidos que acompañan como si fuera una música de fondo a cualquier película porno.

Tras hacerte un gesto pidiéndote silencio, saqué la llave y la introduje en la cerradura con sumo cuidado, y la giré. Empujé muy despacio la puerta, nos descalzamos y penetramos en el piso sigilosamente. Cruzamos el pasillo. La puerta del salón estaba entreabierta. Miramos hacia dentro y vimos lo que alli se cocía. En el televisor, una rubia y una morena mantenían una dura lucha por la posesión de la monumental polla de un negrazo. De la de la limpieza, tapada prácticamente por el sofá, solo se podían distinguir dos muslos desnudos que se movían acompasadamente, al ritmo de los gemidos que emitía su dueña. Tras hacerte una indicación, me desnudé rápidamente en el propio pasillo, y abrí la puerta con cautela, acercándome a ella por detrás sin que se percatara. Se había abierto el mandilón, y se había quitado las bragas, que permanecían en el suelo y bajado el sujetador, dejando las tetas al aire. Los dedos de su mano derecha estaban metidos en el interior de su coño y desaparecían dentro de aquella negrura. Cuando llegué a su altura, arrimé mi polla a su rostro, que no denotó, apenas aparentemente, demasiada sorpresa, porque se la tragó en un santiamén, y comenzó a darle toda serie de lamidas, mientras su mano libre se dirigía a mis huevos y se dedicaba a sobarlos.

En ese momento miré hacia donde tu estabas y te vi, semiescondida tras la puerta entreabierta, observándonos atentamente al tiempo que dejabas caer tu ropa, quedándote en bragas y sujetador. Te hice una seña con la cabeza y abriste la puerta, avanzando hacia nosotros silenciosamente.

Cuando ella te descubrió, permaneció un solo instante paralizada, justo el tiempo de comprobar tu actitud al ver el deseo reflejado en tu cara. Durante un momento te quedaste contemplando sus grandes tetas, que el abierto mandilón dejaba al descubierto, y las convertiste en tu objetivo inicial. Fuiste acercando a ellas tus dos manos y comenzaste a acariciarlas por toda su superficie hasta llegar a sus rosados y anchos pezones, que comenzaste a pellizcar con fuerza, al tiempo que tu boca se dirigía hacia mi polla. Como ésta se encontraba dentro de la suya, separaste su mano de mis huevos y comenzaste a lamerlos y a metertelos en la boca.

Yo os miré extasiado durante un buen rato, hasta que noté que si seguíamos iba a reventar de un momento a otro, así que decidí cambiar de postura para que aquel éxtasis no se terminara tan rápido. Te retiraste, y dejaste su coño ante mi vista. Era muy peludo, pero se percibían unos grandes labios, y sobre todo, una mancha de flujo apozada entre sus muslos, que mantenía apretados.

Viendo aquello, te pedí que te lo bebieras, y al instante apretaste sus piernas con tus manos para evitar que se desparramara, y tu lengua comenzó a lamer con avidez la zona. Cuando no quedó ni una gota, acercaste tu boca hasta mí y me besaste, compartiendo conmigo el líquido, que todavía permanecía en tu boca.

Mientras tanto, ella no perdía el tiempo. Mientras agarraba mi polla con una mano, con la otra te bajaba la braga y amorraba su boca contra tu chochito, introduciendo la lengua hasta el fondo. Pronto la cosa fue variando y se convirtió en un furioso 69 entre vosotras. Ella estaba encima, y yo desde atrás veía tu lengua y tu nariz entrar y salir furiosamente en su coño. La visión de vuestros cuerpos apretados el uno contra el otro, con el contraste entre tu color moreno y el suyo blanco lechoso era realmente erótico. Decidí hacerte la competencia y sin dificultad, acerqué mi polla hasta su coño. Era muy grande y estaba muy caliente. Entre entrada y salida notaba tus lametones en la base y en mis huevos. Viendo lo bien lubricada que tenía la polla, se me ocurrió la posibilidad de entrar en su culo, así que mientras os seguíais lamiendo las dos, la enterré en su culo. No dio muestras de gran dolor, así que seguí. De pronto, noté algo detrás de mí. Eras tú, que te habías separado de ella y habias situado a mi espalda, comenzando a frotar tus tetas contra mis nalgas y lamer mi espalda. Mientras yo continuaba con la polla en su culo, fuiste bajando tu lengua hasta llegasr al mio, que lamiste con avidez. Aquello era demasiado y me corrí, aunque en última instancia me di la vuelta y lo hice en tu boca. No te lo tragaste, sino que lo compartiste con ella.

A partir de ese dia, las vacaciones se convirtieron en una lujuriosa ruta a través del sexo a tres.

Espero que os haya gustado y me paseis vuestros comentarios.