La Licenciada Margareth ¿La Venganza?

Margareth condujo casi adormilada el vehiculo. En cada bache en que caía, se estremecía su cuerpo adolorido. Su entrepierna le ardía, en su boca tenía la mezcla reciente del rancio olor de los cuerpos de los hombres que la mancillaron y de la simiente vertida a través de grandes penes y sobre todo, el dolor intenso que sentía entre sus nalgas, en su oculto esfínter anal, que como un anillo envolvió el enorme y oscuro falo que se derramó dentro de ella

La Licenciada Margareth. ¿La venganza?

Margareth condujo casi adormilada el vehiculo. En cada bache en que caía, se estremecía su cuerpo adolorido. Su entrepierna le ardía, en su boca tenía la mezcla reciente del rancio olor de los cuerpos de los hombres que la mancillaron y de la simiente vertida a través de grandes penes y sobre todo, el dolor intenso que sentía entre sus nalgas, en su oculto esfínter anal, que como un anillo envolvió el enorme y oscuro falo que se derramó dentro de ella. Cada frenada, cada acelerada, cada piedra del pavimento, era un suplicio para el ultrajado cuerpo. Quería llegar pronto a su casa y lavar por fuera todo vestigio de vejación. Y su mente, pensó, ¿Cómo borro de mi mente lo que pasó y lo que siento? No existía desinfectante alguno que pudiera eliminar tanta inmundicia.

Después del trayecto (una eternidad) llega a su casa. Una casa arreglada con esmero, como todo ella lo hacía y como todo ella representaba. Al llegar, la señora encargada del cuidado de su hogar la recibió:

Señora Margareth, ¿que le pasa? Preguntó al ver a dueña del hogar desarreglada y sin pintura, además con una expresión sombría. ¿Se siente mal, tuvo algún accidente? Margareth, reacciona para no llamar la atención de su ama de llaves y le dice:

¿Juana, he tenido un día muy agitado y difícil, por favor prepárame el baño mientras me desvisto, quiero descansar un rato en la bañera y no recibir llamada de nadie?

Mientras Juana le preparó la bañera, Margareth esperó que saliera del cuarto para desvestirse. Se colocó de pie ante un gran espejo donde todo su cuerpo se podía ver. No espero mucho y se quitó su vestido. No tenía la ropa interior, solo la toalla que el capataz le había dado que la colocó entre sus piernas y la sostuvo como pudo. Su sostén y su hilo dental quedaron en el inmundo cuartucho donde fue sometida. Al ver su cuerpo, pudo notar que las huellas de la violación eran mínimas. Los tres hombres a pesar de la brutalidad del ataque, no dejaron moretones en su blanca piel. Sus senos erguidos tenían unos pequeños puntos en sus pezones, producto del roce de la barba cuando se lo chuparon. Y su entrepierna, aun existían hilillos ya secos del semen que le derramaron en su vagina y la mezcla de semen y sangre que brotó de su orificio anal. Se puso a llorar, con ahogados gemidos, al recordar la experiencia vivida hacía poco tiempo, muy poco tiempo.

Visto ya su cuerpo, se dirigió a la bañera llena de espumosas burbujas, con olor a hierbas. Tomó su guante de crin para exfoliar y se metió dentro del agua y se restregó, restregó y restregó reiteradamente y con fuerza todo el cuerpo, hasta dejarlo enrojecido como si de esta manera borrara todo vestigio y sensaciones del brutal ataque. Lo hizo un buen rato, hasta quedar exhausta.

Después de esta especie de catarsis, desalojó toda el agua de la bañera y volvió a llenarla con tibia y clara agua, sumergiéndose de nuevo por un buen rato. Salió, se secó y se dirigió de nuevo al espejo, pero esta vez no lloró. Todo lo contrario, se levantó en las puntas de sus pies y sus magníficos y blancos senos irguieron mas sus rosados pezones, sus nalgas se levantaron y la "V" que formaba sus suculentos muslos cerrados se abultaba, haciendo que el "corte" de su pelo púbico se asomara. Se vio y lo que observó fue la altiva y voluptuosa mujer que siempre había sido. Su esposo, estaba a punto de llegar y no debía saber nada de lo ocurrido y así sería. El iba a tener de nuevo a su esposa, pero un poquito mas temprano como siempre lo quería.

Se arregló de manera sencilla, pero bonita. Se colocó un vestido suelto, de tela colorida y un ropa interior blanca, un pequeño sostén y una pantaletas, de las que sobresalían sus nalgas. El debía de sentir a una esposa, un poquito más cariñosa que lo de costumbre.

El, era un hombre taciturno que siempre llegaba cansado de su trabajo como ingeniero de la construcción. Era cariñoso a su manera, poco comunicativo de lo que hacia, pero muy curioso por lo que hacían los demás y Margareth sabía que iba a ser sometida al diario escrutinio y no podía darle motivos a Ricardo de nada raro.

El llegó en su camioneta y le extrañó ver el vehículo de la institución donde laboraba su esposa, a esa hora en su casa. Entró y Margareth estaba en la cocina preparando lo que iba a ser el almuerzo y el se extrañó ya que ella tenía mucho tiempo sin cocinar. Se acercó y la abrazó por detrás para sorprenderla. Ella, rápidamente se volteo y le dio un beso, siendo el sorprendido el.

Hola Margareth, no esperaba encontrarte a esta hora, que pasó? Ella, inmutable y con simpatía para no crear sospecha dijo:

No mi amor me vine porque tenía un malestar en el cuerpo y un dolor de cabeza que no me permitía trabajar y había mucha gente y pensé tomarme un descansito para poder trabajar bien, creo que me lo merezco ¿no te parece?

A Ricardo le pareció razonable la posición de su esposa:

Siempre te lo he dicho, descansa un poco y dedícale un tiempo a tu casa y a tu familia, creo que ahora lo piensas bien. Pero, yo

Al ver una duda en el Margareth le inquirió;

¿Qué pasa amor? ¿Te molesta algo? ¿Quieres algo?

Ricardo le dijo:

La verdad si Margareth, el verte aquí es extraño y la casa está sin los muchachos, a Juana la podemos enviar al Supermercado el que queda en el Centro Comercial, bien lejos y tu y yo podemos hacer algo bien apasionado a esta hora, ¿te parece?

Margareth quedó perturbada por la propuesta de su esposo. Su cuerpo estaba "molido" por la experiencia brutal que acababa de tener, pero ¿como le negaba a el ese momento, con el entusiasmo que tenía? ¿Como hacia? ¿Alguna excusa que pusiera en evidencia sospechosa ante su esposo o tenía sexo con el a pesar del trauma físico y mental que tenia, sin saber como iba a reaccionar? Optó por lo segundo.

Llamó a Juana y la mandó con una larga lista de productos para que lo buscara en el Super, mas lejano de su casa.

Bueno amor, dijo Margareth, soy toda tuya, pero quiero que seas mas cariñoso que de costumbre porque no me siento bien y quisiera hacerlo en el sótano a media luz, porque me parece algo diferentee.., dijo alargando las palabras de manera sensual y así convencer a su marido y que este no viera alguna marca en su cuerpo.

A Ricardo le pareció excitante la propuesta de su esposa y aceptó sus condiciones. Raudo, la levantó en sus fuertes brazos y bajó hacia el sótano. Encendió la luz y como ya Margareth sabía, la bombilla no alumbraba lo suficiente, pero lo que a ella le preocupaba era la reacción de su cuerpo y de su mente.

Ricardo extremadamente excitado empezó a besarla, a introducirle la lengua en su boca, al mismo tiempo que sus dos manos buscaban tanto sus pechos como la entrepierna debajo de su vestido. Margareth, empezó a gemir, a sollozar y a tratar de empujar a su esposo y apartarlo de su cuerpo. Ricardo seguía, las ganas eran enormes y su pene abultaba la cremallera de su pantalón. Margareth no pudo más y lo empujó fuertemente y empezó a llorar. Ricardo cayó y miró desde el suelo a su esposa hecha un mar de lágrimas. Se levantó y la abrazó suavemente y le dijo:

Perdona mi amor si te estaba haciendo daño, he sido un bruto al tratar de hacerte el amor sabiendo que te encuentras indispuesta. Si quieres vamos al médico para que te examine.

Margareth, reaccionó y le contestó:

No mi amor, la culpa es mía y no es necesario ir al médico esto es algo pasajero. Ya verás como se me pasa y te complaceré, mejor dicho, haremos todo lo que nos provoque hacer. Perdóname por esta vez.

Dicho esto, le dio un beso tierno y se abrazó como una gatita que se arruma suavemente en un cojín y empezaron a subir las escaleras.

Pasaron varios días de los incidentes y Margareth no había podido superarlo. Esto le traía dificultades en su trabajo y problemas en su relación matrimonial, ya que se le acababan las excusas para no tener sexo con su marido y este se estaba poniendo muy inquieto por esto. Así, que decidió ponerle punto final a esta situación. Urgió una salida a esto y esta salida pasaba por afrontar aquellos repugnantes seres que la violaron.

A través de uno de sus asistentes hizo que llamaran a Ramón, el capataz de la obra para que se comunicara con ella. Ramón, al tener el mensaje, nervioso pensó que la licenciada Margareth quería vengarse de ellos de alguna manera. No sabia que hacer, pero la única manera de saber que haría esta mujer era enfrentándola y si era necesario le pediría perdón o lo que ella quisiera. El remordimiento y el miedo a lo que podía forjarle esta mujer que tenía poder, lo atemorizaba.

La llamó, ella vio el nombre de el en su celular:

Está llamando el bastardo de Ramón, vamos a ver que pasa de ahora en adelante, pensó.

Atendió la llamada, pero no oía nada. Ramón tenía la lengua entumecida y no articulaba palabra alguna. Ella, entonces tomó la iniciativa:

Hola Ramón, porque no hablas cobarde. Cuando estabas con tus amigotes si eras valiente, bien macho. Tres machotes contra una mujer indefensa, que hazaña. Y te preguntarás, que querrá esta mujer? Bueno, te explico. Puedo meterte preso y que te violen en la cárcel o puedo mandarte a desaparecer a ti y a tus amigotes. Pero quiero otra cosa. Pregunta imbécil, que es lo que quiero.

Ramón, asustado balbuceó

¿Qué que quee, eee es lo que qui qui quiere licenciada Margareth?

Licenciada Margareth, pedazo de animal, ahora si licenciada Margareth. Bueno me enteré que la obra ya esta lista. Quiero ir a verla, pero quiero que tu y tus colegas animales vayan, pero eso si, los quiero bien vestidos y aseados. Voy a ir a las 8 mañana de mañana, quiero puntualidad y como te lo he pedido. Ya no sigo hablando contigo.

Acto seguido, trancó el teléfono, dejando a Ramón con mas incertidumbre y preocupación que antes de la llamada.

Ramón corrió a informarles a sus compinches la conversación que sostuvo con Margareth. El Oso y el Burro, le manifestaron su desconfianza del encuentro y dijeron que no iban a ir y mas bien se largarían de la ciudad. Entonces, Ramón les recordó que aun no le habían pagado la mitad del trabajo y eso era bastante. Los dos hombres, por la codicia del dinero, pero bien preocupados decidieron asistir al encuentro en las condiciones que la mujer había dispuesto.

Amaneció, el día era frío y nublado a punto de llover. En las instalaciones de la construcción ya terminada cerca de las 8 de la mañana los tres hombres bien acicalados, afeitados, con ropa de poca calidad pero limpia esperaban dentro de una sala con muebles nuevos. La puerta la quedó entreabierta para que entrara Margareth y sus acompañantes, pero escondieron en algunos sitios objetos que podían usar para defenderse y por su puesto una salida trasera alterna si había que salir huyendo.

Dieron las 8 y escucharon la llegada de un vehiculo. Se asomaron y era el vehiculo de Margareth pero sus vidrios oscuros no permitían ver dentro de el. Corrieron a sentarse en un inmenso sofá que estaba en esa área y fijaron sus ojos en la puerta. Los segundos eran interminables, hasta que poco a poco se abrió la puerta. Al abrirse la puerta, solo vieron la figura blanca y carnosa de Margareth, enfundada en un sexy y corto vestido rojo. Bien arreglado su cabello y maquillado su rostro con sus labios del color del vestido y sus piernotas calzaban un par de sandalias de tacón alto, que las torneaban aun mas y levantaban sus nalgas. Solo ella estaba ahí, nadie mas. Los tres hombres estaban embelesados en una mezcla de sorpresa al verla a ella sola y apreciar esa hermosa mujer en todo su esplendor.

Entonces, el fuerte sonido al cerrar la puerta Margareth, los sacó de su absorto. Margareth habló:

Así que hicieron caso los angelitos, como cambian las cosas. Creo que ustedes estado esperando una sorpresa nada agradable de mi parte y si, si será una sorpresa. Ya verán.

Margareth, se colocó en una butaca frente a los tres hombres sentados en el sofá y asustados. Ramón, no aguantó y preguntó:

¿Señora Margareth, que quiere de nosotros?

Ella, sonrío, los miro y se volvió a levantar. Caminó de un lado hacia otro, de manera autoritaria pero provocativa, y preguntó:

Además del temor de que va a suceder, ¿no pasa por sus sucias mentes las ganas de volverme a violar?

Y dirigiéndose al Burro le dijo:

Respóndeme animal ¿quieres violarme otra vez? O tu, viendo al Oso, ¿Tu no quieres romperme el vestido y golpearme?. Y usted, "señor" Ramón, aquí estoy otra vez sola ¿que van hacer, lo mismo que me hicieron?

Los tres hombres, empezaron a pedir perdón, a decir que ellos no cometerían otra vez semejante salvajada, que harían lo que ella quisiera para que tuvieran piedad.

En ese momento, ella los ordenó callarse, pero los que les dijo los enmudeció:

Así los quería tener, en mis manos. Humillados, a mis antojos, arrodillados y como ratas asustadas, esperando lo peor. Y ya que ustedes saben lo que les puedo hacer, hasta disponer de sus vidas, yo les voy a mandar hacer algo que les asombrará. Quiero…quiero, que vuelvan a poseerme, pero esta vez quiero participar activa y voluntariamente, que yo sea la que les indique que hacer, quiero sentir que ustedes tres sean mis serviles machos, entendieron.

Los tres hombres no salían de su sorpresa por lo que acababan de escuchar. Esta mujer que fue sometida por ellos a una cruel y dolorosa violación les ordenaba que la volvieran a gozar, pero esta vez a su real antojo.

Quiero que todas mis órdenes sean cumplidas y solo quiero oír, si señora Margareth, entendido, manifestó en tono altivo la licenciada Margareth, como si le ordenara a los empleados de su oficina.

Todos al unísono dijeron: Si, señora Margareth,

Entonces, mi primera orden es que se desnuden totalmente.

Se miraron entre ellos, encogieron sus hombros dijeron "Si señora Margareth" y empezaron a despojarse rápidamente de sus ropas, hasta quedar completamente desnudos frente a ella.

Margareth, esbozó una sonrisa al ver los tres penes flácidos como colgajos de piel y dijo:

Hasta sus penes están asustados, sin vida, así no se ven como los monstruosos y duros palos que me hicieron daño.

Y empezó a tocarlos y a moverlos con un lápiz.

Mire señora Margareth, no se lo que va a hacer, pero lo que sea hágalo rápido, manifestó el Oso preocupado,

Cállate animal, nadie te dijo que hablaras, poco hombre. Yo soy la que mando aquí, le respondió ella.

En ese momento se agachó frente a los tres, se acercó y les dijo, mirándolos con ojos felinos y una voz casi imperceptible y sensual:

Quiero que haga lo que haga, ustedes no se moverán, ni harán nada hasta que yo se los diga, Si se les ocurre hacer algo, tendrán un castigo terrible que les tengo preparado. Y acto seguido se acercó a los tres cuerpos y empezó su "venganza"

Con sus blancas manos y largas uñas de color rojo intenso tomó el grueso y negro pene, que como una flácida manguera colgaba entre las piernas del negrón. Este, sintió un una especie de corriente que le recorrió desde la base de su falo, subió por su torso hasta que le dio un hormigueo en la nuca. Fue una sensación de susto agradable, que hizo que el pene empezara a crecer y endurecerle entre la mano de Margareth.

Esta exclamó:

Con que con este enorme palo me sodomizaste, ¿tú crees que a ti te cabría esto por detrás, sin que sintieras dolor? El Burro, nuevamente pidió disculpas:

Señora perdóneme lo que hice, por favor.

Pero Margareth, esta absorta al ver ese monstruoso palo de carne negro, que palpitaba entre sus manos y que a través de sus enormes venas bombeaba sangre hasta calentarlo y ponerlo en dimensiones descomunales.

Los otros dos hombres, al ver esa escena no pudieron evitar que sus respectivos miembros crecieran. Ramón con su largo y flaco pene y el Oso con su peludo falo, tenían sus glandes inflamados.

Margareth, reaccionó apretando fuertemente el miembro del negro y este soltó un grito de dolor placentero:

Señora, que va hacer, que nos quiere hacer, díganos.

Margareth, se sintió en ese momento en una situación comprometida, no tenía pensado que hacer y las amenazas que profirió hacia esos tres hombres era solo eso, amenazas pero nada en concreto. Ellos, ya empezaban a dudar del posible castigo de su "victima" Así, que decidió hablar claro de sus intensiones, para así evitar alguna situación que pudiera salirse y tornarse agresiva:

Ustedes tres me violaron, abusaron de mi cuerpo y de mi mente de manera brutal, han influido en mi vida diaria en mi casa, en mi matrimonio en mi trabajo. Cada día que pasa, pienso en lo que sucedió. Quiero acabar con esto y volver a la normalidad. Por eso quiero…(dudando un poco y carraspeando su voz) enfrentar esta situación de una forma diferente a la que inicialmente pensaba. Quiero ser poseída por los tres…otra vez, pero sin la violencia como me lo hicieron, quiero participar y sentirme no violada, sino deseada al máximo por hombres, por ustedes. Quiero que me posean como quieran, pero con delicadeza, yo me entregaré y si algo de lo que hagan siento que me hace daño, lo diré y ustedes me ayudaran y no me dañaran. Entendido.

Los tres hombres, asombrados por lo que acababan de oír, asintieron y la mente del Oso reaccionó rápidamente y un hilillo de saliva salió por la comisura de sus labios de solo pensar en la hembrota que iba a ser suya, a gusto de ella y a placer suyo.

Margareth, dijo: A partir de este momento no habló mas, soy de ustedes voluntariamente asi que sabrán responder como hombres a lo que yo dije.

Dicho esto, el Burro se acerco a ella. Su enorme falo se encontraba en su mayor tamaño, tanto que tenía que abrir más sus piernas al caminar. Margareth vio como se acercaba y el la tomó suavemente por su cabello y hizo un gesto que ella comprendió. Margareth, se arrodilló y volvió a tener en frente de su cara el enorme pene negro, con sus testículos turgentes, endurecidos y el glande mas grande que ella haya visto en su vida. La visón, la trastornó inicialmente, pero su instinto de hembra en celo la impulsó a tomarlo entre sus manos y abrir la boca lo que mas pudo y empezar a mamar y sobar el miembro de ébano. El Negrón se retorcía del placer, era la mas elegante y bella dama que jamás el se imaginó en sus oníricas imágenes pegada como una becerra esperando leche. Ramón, el capataz y el Oso, no esperaron y se colocaron junto a su "compañero" con sus respectivos miembros en ristre, para participar de la roja y frutal boca, que con sus delicados labios envolvían y ensalivaban el miembro con avidez.

Margareth, quitó su boca del negro miembro y tomó la del capataz. Este, con su pene mas delgado empezó a moverse en un vaivén como si la estuviera penetrando por la boca, mientras ella se "sostenía" agarrada del falo del negro. El Oso, acarició su cabeza y ella lo miró. El señaló su miembro. Margareth, entonces dirigió su boca hacia el peludo pene del Oso. Este, recogió hacia atrás su pelo púbico para que ella viera en toda su extensión su pene. Margareth, le quitó las manos y con las suyas se encargó de hacerlo y empezó a chuparlo frenéticamente e introducía y restregaba su cara en el pelambre que cubría la entrepierna del Oso. Y como ocurrió la primera vez, el Oso no pudo aguantar. Margareth, sintió que el enorme macho se venía, pero esta vez iba a ayudarlo ella misma a que lo hiciera. El Oso no pudo evitar y colocó su enorme mano en la nuca de Margareth y le enterró su peludo falo en la garganta. Margareth no lo tomó como un ataque del Oso esta vez, sino como un instintivo movimiento de un macho en acabar dentro de su hembra. El Oso "gruño" y un enorme y pastoso chorro de semen inundó la boca de Margareth, que tragó lo que pudo y lo demás al sacar el pene se regó en su preciosa cara. El Oso se derrumbó y Margareth empezó a limpiarlo, lamiendo todo el semen que colgaba entre el pelo de sus cojones, en la base del pene, entre su pelambre y en la abertura de su glande que aun manaba la viscosa leche. El Oso quedó sin una gota de su virilidad, toda, absolutamente toda la tragó Margareth, que se relamía sus manos y alrededor de sus labios como una gata cuando se limpia. Volteó y vio a Ramón y al Burro parados, atónitos por lo que vieron. Era la hora de actuar ellos.

Levantaron a Margareth, y empezaron a desnudarla. Ella observaba como esas manos callosas, endurecidas, secas le quitaban su ropa suavemente. Los hombres la dejaron en su ropa interior, de color rojo que hacía un contraste con esa blanca piel que enervaba aun más las ganas de los hombres. Despegaron el sujetador y florecieron el par de pezones rosados, más hinchados y levantados que nunca y su pequeño hilo dental fue deslizado nerviosa, pero magistralmente por Ramón. Ahora totalmente desnuda, solo cubierta por el pequeño mechón rasurado en forma triangular de su entrepierna, se podía contemplar un mujeron, una hembrota voluptuosa, un mujer de abundante y firme carne que esperaba que dos machos cargados de ganas y abundante semen la inundaran.

El Oso recuperándose, se colocó en una esquina a ver a sus compañeros en acción. El Burro la atrajo para si, la levantó y la colocó en el gran sofá. Ella, le dio una mirada gatuna que excitó aun mas al hombre.

El negro, empezó a chupar los pezones de manera compulsiva. Margareth gemía, no era un sollozo, era placer puro. El Negrón empezó a bajar con su lengua, su ombligo, su vientre, su mechón, hasta abrir sus muslotes y chupar la raja que estaba abierta y rosada como una flor. Los gruesos labios del negro y su larga lengua se hundían en la humedad raja, separa los labios con la mano y tocaba sus clítoris con la punta de la lengua. Margareth se retorcía, el negro chupaba, lamía, aspiraba y restregaba su cara entre las piernas de la enloquecida mujer. Ramón se acercó y la tomó por su cabello y le metió su falo endurecido en la boca. Margareth lo chupo con desenfreno y en ese momento, dio un grito que se ahogó por la carne de macho que tenía en su boca, pero sus ojos se desorbitaron. El Negrón, había introducido uno de sus gruesos dedos en el orificio anal de Margareth, en el mismísimo centro de sus nalgotas, en el hueco de su culo. La mujer al sentir esto, en vez de evitarlo, se empujaba aun mas hacia el inclemente dedo envolviéndolo con su esfínter anal como un anillo y haciendo contracciones que hacían que el negro aumentara la velocidad de meter y sacar el dedo por el estrecho orificio.

Ramón, bramaba de placer como toro, metiendo y sacando su falo en los rojos labios de Margareth. Esta, estaba extasiada de verdad estaba disfrutando y en su boca, su raja y su culo estaban manando abundante humedad. Era un manantial de mujer, era un cuerpo hecho para ser disfrutado, cogido, penetrado por todos lo lados posibles.

El negro miró a Ramón y este accedió a la señal, como dándole permiso sobre su posesión. Colocó a Margareth cuan larga era en el sofá, le levantó sus piernotas y abrió sus muslos. Ella callada de palabra, pero como largos y ahogados gemidos, observaba al negro colocarse entre sus piernas. El macho la iba a penetrar, quiso cerrar los ojos pero prefirió ver la cara del hombre que la iba a poseer. Pero, ¡Oh sorpresa! El Negro levantó las piernas mas de lo debido y ella sintió que el enorme y carnoso falo no tocaba la entrada de su húmeda raja. El caliente y grueso palo estaba empujando su enorme cabeza a través de sus nalgas, empujaba el estrecho círculo anal. Ella lo vio con suplicio, quiso hablarle, pero el lo hizo:

Mi bella señora cálmese, esta vez lo haré con cuidado y solo usted cuando se sienta cómoda, mojada y con el placer al máximo será la que controle mi penetración. ¿Está de acuerdo? Ella, que nunca había sido penetrada en esa posición por su trasero, asintió nerviosa, pero ansiosamente.

El negro, embadurnó con una mezcla de su saliva y los fluidos de la raja, la cabezota de su palo y volvió a levantar las piernas de Margareth. Ella observaba, no quería perderse nada, se sentía como un indefenso animalito en sacrificio. El negro empezó a empujar su grueso palo en la estrecha abertura que se iba expandiendo, iba cediendo. Centímetro a centímetro, que parecían metros se internaban en el cuerpo de Margareth, que prácticamente paralizó su respiración. Sentía que su cuerpo se desgarraba, pero era un dolor que a su vez le producía un intenso placer. El negrón la miraba, su palo entrando, hasta que por fin lo tenía todo adentro, le tenía abotonado el culo a Margareth. Ella, en ese momento exhaló y volvió a tomar aire, gesto que tomó el negro para empezar su rítmico movimiento de sacar y meter su palo.

Empezó despacio, muy despacio, Margareth gemía, su respiración aumentaba. El negro aumento el ritmo de penetración, ya su palo esta engrasado por la viscosidad que el culo de Margareth le untaba. Margareth, lo miró a los ojos e hizo un puchero con su boca. El negrón entendió que era hora de hacerlo mas intenso, mas fuerte. Y así lo hizo, el negrón le estaba cosiendo literalmente su culo con fuertes embestidas. El dolor de Margareth era ahora puro placer, estaba siendo enculada por un enorme hombre, brutalmente pero con las ganas mas grandes que ella haya sentido. El la tomaba por su cintura para penetrarla lo mas profundo que se podía. El hombrón ya estaba fuera de si y empezó a agitarse y bramar y vociferar cosas ininteligibles. Estaba a punto de llegar y cuando sus cojones se contrajeron para expulsar su leche, la atrajo hacia si, la abrazó y empujó su falo lo mas profundo que pudo en el culo de ella derramándose como nunca antes. Ella sintió en toda su intensidad dentro de su ser, el deposito de leche de su semental y se unió en un coro de gritos con el hombre que se corría dentro de ella. Era éxtasis, era la locura.

Ramón que observaba todo tenia, su miembro como cuerda de piano, estirado y templado, quería su parte, quería penetrarla. El Oso, se recuperó también e iba también por lo suyo. El Negrón con sus piernas temblorosas, fue sacando su gran palo del dilatado esfínter anal de Margareth y apenas lo hizo brotó la viscosa leche que el había depositado en los intestinos de la mujer. Se apartó y permitió que sus compañeros siguieran. Ramón también la quería abotonar por detrás y el Oso quería empujar su gruesa y peluda carne por la húmeda y rosada raja abierta. Ramón, se acercó a Margareth y le dijo que la iba a limpiar. Esta con sus ojos y boca entreabierta consintió. Abrió sus nalgas y Ramón con un paño húmedo limpió el ano de la mujer, hasta secar y sacar la esperma de su compañero.

El Oso le ayudó y juntos empezaron a manosear el cuerpo de la mujer, sus turgentes pechos a lamer su raja a prepararla para poseerla. El Oso la levantó, ella se abrazo al velludo cuerpo y abrió su boca y por primera vez uno de los tres hombres la beso. El Oso, a pesar de la brusquedad de su actuar, la besó con delicadeza, con largos y profundos lenguazos. Ella le correspondió, estaba dispuesta a todo. El la subió a su regazo y se agarró como un koala al árbol. El mastodonte, le fue deslizando suavemente su grueso pene en su raja húmeda, que tuvo que abrirse mas que lo de costumbre por las dimensiones del falo. Pero se sentía a gusto. Empezó de nuevo a gemir, El la bajaba y la subía. Era el vaivén de la penetración. Después, con ella abrazada y penetrada hasta sus cojones, se sentó en el sofá y le levantó sus nalgas. Era el momento de Ramón, que se situó detrás de la hembra y abrió sus nalgas, penetrándola suavemente pero sin parar. Margareth no sentía dolor por ningún lado. Era la mujer mas deseada del mundo y estos brutos hombres la hacían sentir una señora, una dama, una puta dama. Los dos hombres con movimientos acompasados la penetraban. No era un penetrar suave que sin ser violento era fuerte, hasta el fondo. Margareth gritaba, lloraba de placer, mas y mas era sus palabras, Esta vez fue Ramón el primero que acababa, Arqueó su cuerpo para impulsarse y de inmediato empujó fuertemente su pene en el anillo del culo, bien adentro su falo se derramó. No lo quería sacar, hasta que la última gota inundara el intestino de la mujer, que le correspondió apretando el esfínter, para exprimirle toda la leche al capataz. Fue delirante. Ramón, al igual que el Negrón, cayó extenuado en el piso.

El Oso, al ver a Ramón fuera, colocó a Margareth debajo de el y la cogió de forma tradicional, le levantó sus muslos para penetrarla mejor y siguió. Los grandes ojos de Margareth se ampliaron, sus brazos se abrieron y el Oso la observó, sintió que esa mujer que el estaba poseyendo le estaba diciendo de manera gesticular que estaba apunto de estallar de placer. El, aceleró sus embates y con un rugido le empujo su falo hasta solo quedar sus peludas bolas fuera de la raja, en ese momento ella gritó y hundió sus uñas en el peludo torso del Oso y ambos llegaron en ese instante. El Oso la sujeto por la cintura para que no se despegara ni un milímetro de el mientras le derramaba su semen en la vagina y ella gustosamente le abrazo para hacer mas fuerte este especie de nudo humano, Ya poco a poco y en medios de resoplidos se fueron separando. Se había consumado no una venganza, sino una opresión se había soltado.

En el transcurso de la mañana Margareth, siguió siendo poseída por los tres hombres de las formas más inimaginables. Cada uno de ellos mojó con semen cada espacio de su cuerpo, cada abertura. Boca, vagina, senos, muslos, nalgas y el orificio de su culo fueron regados por la virilidad de los tres hombres. El salón se inundó de una mixtura de olores. Perfume de mujer bonita mezclado con sudor y semen de machos.

Ya agotados y tirados sobre el piso los hombres y Margareth en el sofá, esta se levantó y les dijo:

En mi bolso tengo jabón, cremas y perfume y un suave paño, lo menos que ustedes podían hacer por mí, es bañarme y limpiar mi cuerpo de todo lo que dejaron en el.

El Oso obedientemente sacó del bolso lo que ella pedía y la llevaron al baño. Allí, seis manos de tres hombres sumisos, pero satisfechos enjabonaron, limpiaron, lavaron y secaron el cuerpo de la mujer que les permitió que ellos saciaran sus mas recónditos deseos carnales. La vistieron de manera delicada y ella se maquilló delante del silencio de ellos.

Ya vestida como toda una señora, se paró frente a los tres hombres con los que copuló de manera desenfrenada y les dijo:

No se si habrá un pacto entre tres caballeros y una dama, para que lo que hoy sucedió sea un eterno secreto. Eso dependerá de ustedes. Lo que si se es que partir de este momento mi vida cambia para bien en todos mis aspectos. Ya nada ni nadie abusarán de mí, a menos que yo lo consienta y siempre buscaré sentirme bien con lo que haga. Disfrutaré al máximo el sexo con mi esposo sin limites de tiempo o posturas y me ocuparé mas de lo mió. Así que caballeros espero que este momento sea tan secreto para ustedes, como para mi y también espero que el trato que le den a sus mujeres sea mejor y que lo que quieran conseguir de ellas lo conseguirán por las buenas. Así, que adiós a todos.

Dicho esto, dio media vueltas y salió hacia su vehiculo. Se montó en el y arrancó sintiendo un pequeño dolor y ardor entre sus piernas y entre sus nalgas que le recordaba el excitante e intenso momento que vivió, pero en su mente el ultraje ya no existía. Ahora todo sería diferente.

Dentro del salón, tres hombres extenuados por el gran y placentero esfuerzo no atinaban aun en lo que había pasado. En silencio se miraron y una gran sonrisa que se fue convirtiendo en carcajada inundó el salón. Para ellos también era una nueva etapa en sus vidas y aprendieron que las cosas que se desean, se logran de la mejor manera. ¡Y de que manera!..