La Libertad II_05

Tras explicar mis inicios en la bisexualidad y contar cómo acabé cayendo con mi cuñado, continúo el relato de lo ocurrido al salir de casa de mis primos en el mismo punto donde quedó, la calle. Una vez más intentó salvarme, pero al buscar ayuda en mi amiga Sandra, ella me entregará a un desconocido.

LIBRO 2. PENETRACIÓN. CAPÍTULO III. INTERMEDIO

¿a salvo en la calle?: sandra

“Bueno, lo importante ahora es que después de estos dos días, por fin estaba fuera, por fin estaba libre. Y serena. Calmada”, me dije.

¿Serena?

¿Calmada?

¡Y una mierda!

Como ya digo, iba más cachonda que una mona. Con ganas de guerra, pero también optimista. Pero con cero ganas de seguir pensando en mis primos, visto lo visto. Estaba claro que eran demasiado niños como para nada serio. Excepto por sus cuerpos, claro está. Excepto por sus pollas… ¡Ya estaba otra vez!

Vamos a ver, necesitaba hablar de ello. Volví a repasar mis opciones. Nuria, Nuria sería la perfecta. O casi. Nurita como tenga el día, puede pasar kilos de mis historias, por histérica que pueda estar yo. A esa puta no la iba a impresionar yo ni con lo de Pablo. Pero vamos, que además estaría con su novio. Así que, en el mejor de los casos, difícil para contarle nada con calma. Meri sí, Meri bien… pero no dejaba de pensar que, en cierto modo, necesitaba algo más… fuerte. Ay, mi pobre Mer… Es que para ciertas cosas, la realidad es que con ella me quedaba ahí a veces un poco a medias… Aunque con pocas personas más podía hablar de la barbaridad que acababa de vivir. Hasta con Mer me daba palo, por lo menos en ese momento… era demasiado pronto. Con Lu, o incluso Guille quizás… No, qué tontería, Guille ya no, desde luego. Ya no. Hacía tanto que él y yo no estábamos bien…  Pero igual… como Lu y Nuria, también Mer o Guille estarían plácidamente durmiendo, o despertándose, con sus respectivas parejas estables…

Es que sólo quedaba la Sandra. Y es que en realidad quería la Sandra. Ella y Nurita, eran en aquel momento las dos personas que mejor conocían y compartían mis perversiones, mi desmedido apetito sexual. Sólo para ellas, como para mí, había valido siempre todo (quizás Guille, Javito… pero con ellos no me sentía cómoda siempre para contar o hacer según qué cosas). Con Nuria siempre había valido. Con Sandra todo se había disparado hasta alcanzar o incluso sobrepasar a Nuria. Al menos, antes de que todo acabara yéndose también un poquito a la mierda. Lo malo con ella era precisamente eso, que hacía demasiado que las cosas dejaron de ir bien. Hasta el punto de no ir en absoluto. ¿Cómo romper el hielo ahora… con una historia así de por medio, además?

Pfff… qué mierda. Porque no tardé en darme cuenta de que lo que qería, precisamente, era ESTAR con ella. Estar con todas las consecuencias. Llevaba semanas intentando negarme que deseaba volver con ella. La deseaba. Y eso me descolocaba. Porque había llegado a la conclusión de que en la vida iba a tener nada serio con Lucía, así que desde entonces intentaba focalizar mis sentimientos con Nur y Mer, por ver si con alguna de ellas debía plantearme algo más, dado que ya había asumido que me era imposible nada serio con ningún chico. Por eso, cuando tuve claro que la Sandra estaba prácticamente a su nivel… joder, y entonces vino el mazazo de entender que ella ya a esas alturas pasaba completamente de mí, desde que tuvimos el último de nuestros roces absurdos…

Era demasiado pronto, no podía llamarla aún… total, estaría con alguien, alargando la noche la muy puta, ¡era imposible que estuviera sola! Cuando me descubrí pensando excusas, me quedó claro que no la iba a llamar. Me detuve. Necesitaba calmarme como fuera. Hacer tiempo, en todo caso, si quería emprender la huida a casa de mis padres, por más que no tuviera cuerpo para eso… Me metí en una cafetería.

Una vez dentro, mientras esperaba mi café, saqué el teléfono para juguetear y pasar el rato sin pensar. Casi me pego un susto de muerte cuando, justo cuando estaba mirando de nuevo la misteriosa llamada saliente que había en mi teléfono de aquella misma madrugada, el aparato se puso a vibrar y emitir un molesto sonido… Me costó darme cuenta que me llamaban, aterrada como estab pensando que era el propietario del número desconocido. Mi primo Carlos.

Dejé el teléfono sobre la mesa, negándome a cogerlo, incapaz de enfrentarme a él… Sólo cuando ya llevaba demasiados timbrazos, me di cuenta de la realidad. La pantalla del móvil me arrojaba el nombre de “Sandra B” a los ojos medio llorosos. ¡No era Posible! ¡¡SANDRA!! Increíble, pensé. Miré la hora… realmente había dejado pasar bastante tiempo y, aunque milagrosamente temprano para ella, no era tampoco una hora tan extraña para llamar. Pude cogerlo milagrosamente cuando ya debía estar a punto de colgarse.

  • ¡Sandra, mi amor! – nada más decirlo me arrepentí. Demasiado calurosa, para llevar tanto tiempo sin vernos y medio cabreadas…

  • ¡¡Lau, mi niña linda!! – bueno, no parecía que ella fuera menos… - ¿te pillo bien? ¿dónde andas? Que llevas demasiado tiempo desaparecida pedazo de puta… no puede ser que te duren tanto los mosqueos tía, ni siquiera a ti…

  • Ay… Sandra, joder… si tienes razón… no me vas a creer pero… joder da igual… -me sentía super nerviosa – tía, sí, sí me pillas bien… más que bien en realidad… sin problemas… ¡despierta y en la calle! Jijiji… y deseando hablar contigo…

  • ¿Tú? ¿Libre y deando hablar conmigo? ¡Vaya milagro ¡jajajaja! ¿y eso?

  • Pues ya ves, mmmmh… una larga historia ¿quieres que te la cuente?

  • Bueno… quiero decir… ¡Sí, claro! Pero en serio tía, ¿estás sola? Me refiero, ¿estás ahora mismo con alguien, en este instante, o no…?

  • ¡Ay sí…! – puse voz de pena… qué raro me sonaba aquello así de repente, pero igual era justo lo que quería escuchar así que… – solita como la una.

  • ¡Ah! Genial… quiero decir…

  • Jijiji… ¿tú estás sola? – Sandra me tenía bastante mosqueada, para qué negarlo.

  • Sí… bueno… ¡ay! Sí, ¡sola!, sola… ¿milagro no? – bueno, de repente no me estaba dando sensación de que lo estuviera la verdad… - Las dos solitas después de una noche de sábado…

  • Bueno, sí… - en fin, por qué no iba a creerla, si ella me lo decía tan tajante.

  • ¿Sabes? Debes preguntarte por qué coño te está llamando la loca ésta tan temprano un domingo…

  • Bueno, raro sí que es pero… ¿te puedes creer que estaba pensando en ti justo ahora? Quiero decir, que me has pillado con el teléfono en la mano, pensando en llamarte…

  • ¡Anda ya, Lau! Joder, que nos conocemos…

  • De verdaaad… si por eso he tardado tanto en cogerte, es que no daba crédito a que de repente estuvieras llamando tú… estaba yo pensando que era muy temprando y que mejor esperar un poquito y…

  • Jajaja… ojalá… habría sido una hermosa casualidad Laurita… pero mira, igual me da un poco lo mismo, con solo encontrarte tan alegre y tan… libre y dispuesta jajajajaj creo que me vale… tía, tenía mogollón de ganas de hablar contigo, y no tenía claro que fueses a querer, la verdad… te has portado muy mal conmigo Lau, por eso me ha emocionado mucho que tengas ganas de verme… - Sin duda, me dije. Tremenda casualidad. Demasiada. Aunque tremenda ganas… No sé, también era que desde hacía un tiempo, y especialmente aquel fin de semana, yo venía pensando que las casualidades estaban cercando mi vida. Como si algo importante se acercara, cada vez más… había pensado que eran mis primos. Carlos. Pero no… ¿¿sería Sandra?? Sandra por fin…

  • Sííí… ¿verdad? Qué guay… eso es que nos va  a pasar algo bueno a las dos hoy. Juntas… - me aventuré a insinuar…

  • Mmmmm ¿juntas? Si estamos juntas seguro que es bueno ya… ya de por sí…

  • Jijiji…

  • ¿Sabes por qué te llamo tan temprano? Es que es como si supiera que me estabas esperando… mmmm… es que… he soñado contigo ¿sabes? Y al despertar pues… necesitaba llamarte, eso es todo… de repente eso, tenía necesidad de volver a oir tu voz, y ver si estabas… eh… disponible

  • ¿Soñado conmigo…? ¡Uh! ¿Y te  has llevantado así? Jajajaj Pero a ver, ¿qué… tipo de sueño era ése? Jijiji…

  • Pues… ¿quieres que te lo cuente?

  • ¡Pero sí! ¿Y a qué estamos esperando?

  • Mira, tengo un plan. Me apetecía aprovechar el sol, hace un día que te cagas… y estoy pensando que no conoces mi nueva casa –era cierto, desde que Sandra y yo dejamos de vivir juntas, nunca había estado con ella suficientemente bien como para animarme a ir a su casa – tía, tiene una terracita, pequeña y a un patio interior, vale, es lo que he podido permitirme pero, a ti eso siempre te ha gustado ¿verdad Lau? – me dijo, de repente riendo a gritos, como si estuviera más nerviosa de la cuente… uffff… pero yo también lo estaba y me moría de ganas de verla – venga, vente, desayunamos o lo que sea, nos contamos, tomamos un poco el sol… quizás un masaje y tal… ¿te vienes? Venga...

  • ¡Ay! -  me quejé. Pero no tengo bikini aquí para tomar el sol…

  • Ya… bueno, como si te hiciera falta... ¡jajajjaa! –mis pezones reaccionaron inmediatamente a lo que ya era una más que evidente proposición.

  • ¡Sandra! ¡que aquí en pleno centro de la ciudad sabes que yo soy siempre muy recatada! - protesté, antes de caer en la cuenta de que se estaba riendo de mí. Me conocía perfectamente, y siempre le gustó más de la cuenta reírse de mi mojigatería impostada.

  • Jijijij... ¡Lau! Anda, que sabes que aunque intentara dejarte un bikini, ibas a preferir mil veces ponerte en bolas, so zorra…

  • Sandrita, seamos realistas… jijiji ¿¿tú dejarme a mí un bikini?? – Quise devolverle la puya... no es que Sandra estuviera taaan mal, desde luego, al menos comparada con otras amigas como Lu o Nur pero, sin lugar a dudas, yo era mucho más corpulenta ¡y más tetona que ella!

  • Ay, Lau, pues haces top less, carajo, que tengo ganas de verte desnuda, o vas marcando, que en el fondo te gusta, ¡zorrona… vamoooosss…

  • Claro que sí, mi linda. Me apetece verte. Aunque te tenga que enseñarlo tooodoooo… jijiji.

  • ¡Sí! ¡Eso quería oirte!¡Bieeeen!

  • Y, además… lo que te decía antes tía… me ha pasado algo, y necesito contárselo a alguien... y qué quieres que te diga, pero ni se me ocurría nadie mejor que tú la verdad... ufff, necesito soltarlo Sandra…

  • Ay Lau mi niña, pues con más razón... sabes que siempre puedes contar conmigo para eso...

Así que, finalmente, iba a ser Sandra. Bueno, mi cúmulo de desastres y rupturas recientes era toda una novela. Pero, de todos ellos, lo de Sandrita podía ser, seguramente, lo que llevaba peor. Realmente sentía necesidad física de estar con ella... me atraía demasiado. Y más después de todo lo que habíamos hecho, lo que podíamos haber llegado a hacer, y el corte tan brusco y desagradable que tuvimos. Era como cuando Nurita desaparecía aquellas absurdas temporadas años atrás. Con María nunca me paso eso, a ver, a ella igual era yo la que pasaba de verla durante temporadas cuando me cargaba demasiado, pero podía estar sin verla meses y a la vuelta follábamos como si nunca nos hubiésemos dejado de ver, pero durante su ausencia no la añoraba más de la cuenta. Tampoco sufría estando separada de Guille… mientras estuvimos juntos, claro. Al separarnos sí supe lo que era echarle de menos. Había sido intenso con él, mucho, totalmente. Quizás por eso se había quemado, consumido. O es que me daba miedo arder a mí. En el fondo tenía miedo, sí, siempre, de acabar enredada en algo mayor, en algo que me hiciera que ni siquiera esa intensidad me compensara.

Quizás eso le pasaba a Sandrita también conmigo, no sé. A mí no me pasaba con ella. Me habría encantado quemarme con ella. Pero ella siempre encontraba problemas en otras cosas, relaciones cruzadas, sus amigos... desde que forcé el trío con su amigo del alma, Roberto... aquello empezó bien, juntarles, él flipaba, ella no se pudo resistir... todo fue bien hasta mi órdago ganado de dejarle probar mi culo. Él ahí perdió la cabeza. Y a partir de aquello, aunque tardé en darme cuenta, a partir de aquello lo mío con Sandra se quebró. Simplemente, se fue deteriorando, hasta que un día, sencillamente, dejó de ser. Yo lo intenté, pero se había convertido en un imposible. Y de pronto, la nada. Hasta aquella mañana. Sólo una llamada, las primeras palabras, y ya había quedado todo dicho. El problema era que yo me había metido de cabeza en el lío sin dudarlo, pero no lograba espantarme de la cabeza el fantasma de mis primos. Aún seguía con la determinación de irme a comer a casa de mis padres. Pero eso no me impidió aceptar la inesperada invitación de casa y terrza con Sandra, y zambullirme sin pensarlo en su abierta propuesta de disfrutar una de otra sin darle más vueltas… como siempre habíamos hecho. Al fin y al cabo, era Sandra. Y ella me había pervertido todavía más de lo que lo hizo Nuria jamás.

Así que, sin más, quedamos y, cuando me quise dar cuenta, me vi llamando a la puerta de su casa, nerviosa y siendo consciente de que, en realidad, tampoco tenía demasiado claro qué es lo que iba a encontrarme. Por el camino me metí en una farmacia y me compré la píldora. Ni pruebas de embarazo ni hostias, después de cómo se había portado mi primito Pablo conmigo no quería andar con bromas ni riesgos. El gilipollas que me atendió en la farmacia estaba también muy alejado de la guapa farmaceútica que me había atendido la noche anterior en el otro lado. Bueno, pues ya estaba todo listo… y me podía dedicar, por fin… a Sandra.

El recibidor en el que la volví a ver después de tanto tiempo, envuelta en una relativa penumbra, era bastante amplio. A un lado se abría un hueco por el que se vislumbraba la cocina, al otro un pequeño pasillo que debía ir a la o las habitaciones y baños. Al fondo, una puerta doble acristalada por la que entraba una fuerte claridad, y que supuse que daría al salón y la terraza. Sandra estaba allí, a contraluz, pero era ella, tan linda como siempre, su melenita rubia y rizada, su aspecto entre princesa, niña traviesa y reina del mundo. Envuelta con una amplia camisa o vestido abotonado (aunque llevaba los botones abiertos hasta el ombligo), blanco y muy fino y transparente, el contorno de su cuerpo se adivinaba incluso con la escasa luz del recibidor, enmarcando la mancha oscura de su tanguita trasluciéndose sin pudor entre sus piernas.

Antes de cruzar una sola palabra, Sandra y yo ya nos estábamos besando y comiendo las bocas. Retomar el contacto de nuestros cuerpos de una manera tan súbita y con tanto deseo por parte de ambas, hizo que nos empezáramos a sobar por todas partes con muchas ganas. Yo cerré la puerta que daba a la escalera, y estuvimos así magreándonos durante un largo rato, hasta que por fin empezamos a hablar algo. Aunque al principio era más bien solamente decir nuestros nombres la una a la otra, casi en gemidos, luego ya empezamos a intentar articular las primeras frases y las preguntas básicas del reencuentro. Y, en esas estábamos, cuando de repente se escuchó una voz grave llamando desde el salón.

-       Sandra. Ven. – la voz sonó seca, varonil, dando claramente instrucciones… o, mejor dicho aún: ordenando – Y dile a Laura que venga también. Que no sea tímida.

-       Voy… - respondió Sandra temblando.

-       ¡¿Qué?! – pregunté yo enfadada, aunque sin querer alzar la voz – pero tía ¿qué coño pasa aquí? ¿estás con un tío? ¿por qué no me lo dijiste?

-       Espera Lau, puedo explicarte… - la mano de mi amiga me tapó la boca abierta – he tenido que traerte, él lo quería así… por favor, por favor Lau, ya sé que esto tenía que haber sido de otro modo, que tú querías que hubiera sido de otro modo… yo también lo hubiera querido así, y te pido perdón, pero por favor, no te vayas, ven conmigo y confía en mí, por favor… soy yo Sandra, tía… sabes que puedes confiar en mí… quiero estar contigo otra vez… sabes que no te arrepentirás Lau…

El por qué de mi reacción en aquél momento no lo puedo decir claro. Lo más simple, y con lo que me quedo, es que es lo que quería. En fin, ¿Sandra buscándome para hacer un trío? Pues menuda novedad. No era lo que me apetecía con ella, pero era lo que había. Y me apetecía más que cualquier otra cosa. Y, de una manera u otra, era lo que me podía abrir la puerta para recuperar a Sandra y poder estar con ella a solas por fin.

-       Pero Sandra… yo quería… tenía que contarte… - pero ya mi amiga tiraba de mí, que avanzaba tras ella sin oponer resistencia hacia la puerta del salón.

Aquella habitación me sorprendió: era amplia, enorme si se comparaba con el resto de la casa. Una amplia zona de distribución dejaba a un lado la zona de comedor con una mesa grande, para abrirse hacia la zona de estancia con tres sofás y butacas en torno a una mesa de centro. Al fondo parecía haber mucho más espacio libre ante un gran frente acristalado que daba a un amplio patio interior, donde supuse que estaría la pequeña terraza de la que me había hablado mi amiga. En uno de aquellos sofás, un hombre maduro, aunque de aspecto todavía joven y muy, muy cuidado, nos miraba entrar, sonriente. Vestía una camiseta blanca de tirantes, que marcaba la musculatura suave pero definida de su torso, dejando asomar en la parte superior de sus pectorales de morena piel un fondo de vello recortado entre gris y cano, al igual que el pelo también recortado de su cara, en cabeza, varaba y cejas. La leve sonrisa dejaba relucir unos dientes blanquísimos en su cara morena. Bajo la camiseta, un calzoncillo o bañador tipo slip marcaba un apetitoso bulto en su entrepierna. Aquel tío, vamos, era un guapo de libro. De los que le gustan más a Sandra que a mí, es cierto. Pero su edad, superior a la nuestra… bueno, eso a mí siempre me había atraído.

Sandra hizo las presentaciones. Aquel hombre, que ni se molestó en levantarse para besarme, llevaba el nombre de Mikel, según me dijo Sandra. Me sonó a nombre ficticio, pero tampoco quería yo decir nada. Su aplastante aplomo y seguridad me intimidaba, y no tenía el día yo para mostrarme sobrada ante un cuerpo masculino como aquel. Pese a mi rechazo inicial, entre Sandra y Mikel habían conseguido anular de forma inmediata y tajante cualquier posible recelo por mi parte. Y, sin casi darme cuenta, yo misma había caído sin darme cuenta bajo el poderoso influjo de aquel hombre, al igual que mi amiga.

Me senté tímidamente en un sofá, pegado al que ocuapaba Mikel casi en su totalidad, sentado con brazos y piernas abiertas, desbordando una desmedida confianza, al tiempo que exhibía su perfecta anatomía con orgullo y sin pudor. Sandra se sentó junto a mí. Me preparé para una conversación aburrida e intrascendente como fase previa a una sesión de sexo que aquel tipo, sin duda, había exigido a Sandra, obligándola a reclutar a otro cuerpo para su mera satisfacción.Tampoco me importaba, claro. No era la primera vez que hacía de puta para Sandra, y no tenía el menor inconveniente en volver a hacerlo. Lo que no quitaba que para mí ese tío estuviera sobrando, por atractivo y morboso que me pudiera parecer. Pero no niego que me hacía sentir cohibida y algo en él me impedía hacer cualquier gesto que pudiera siquiera incomodarle. Aún así, más allá del sexo a solas con mi amiga, estaba ya echando de menos la posibilidad de contarle todo lo que me había ocurrido aquel fin de semana. Necesitaba hablar como el aire que respiraba. Y, como si hubiera acaso leído mi mente, Mikel se dirigió directo a mí y, sin mediar más palabra, me dijo:

-       Laura, antes le has dicho a Sandra que tenías que contarle algo importante.

-       … - yo me quedé de piedra al escucharle aquello.

-       Puedes contarlo tranquila, Laura. Puedes contar conmigo para ayudarte.

-       Pero, Mikel…

-       Mikel es muy bueno dando consejos, Laura, no debes… - terció Sandra.

-       Calla, Sandra. Laura decidirá contármelo ella sola. ¿Verdad Laura? Vamos, sé que es algo muy personal para tener que contárselo de una forma tan urgente a tu amiga más…especial. Yo no quiero ser un estorbo. Simplemente te escucharé, sin decir nada, y ya verás como solo con eso te ayuda a contar y a soltarlo todo, y te vas a sentir mejor. Cuando termines, solo te diré lo que pienso si tú así lo quieres.

Qué poderoso influjo tenía aquel hombre, toavía no alcanzo a entenderlo. Pero, cuando acabó su calmado discurso, yo me puse a hablar inmediatamente, comenzando la historia desde el viernes por la tarde, y sin escatimar ningún detalle, por escabroso que reultara, ni omitir mis propios angustias y temores. Efectivamente, como él me había dicho, su presencia allí lejos de intimidarme o cohibirme, completó la presencia de Sandrita, y me hizo hablar cada vez con mayor confianza y tranquilidad. Sintiendo además que, de alguna manera, las ideas se me ian ordenando cada vez más conforme avanzaba en mi relato. Ninguno de los dos me interrumpió en ningún momento, aunque el nivel de detalle por mi parte, sobre todo con las escenas más… calientes… pues hizo que mi narración avanzase muy poco a poco.

En un momento, por el calor creciente de la mañana, unido al nivel erótico de alguno de los momentos que estaba contando yo, hizo que Sandra se sacudiera y se sacara el vestido abierto por la cabeza. Mi amiga se quedó en tanga frente a nosotros. Me relamí admirando sus tetas, bastante pequeñas pero de una forma deliciosa y delicada. Sus pezones se empalmaron al momento al sentir la caricia de mis ojos. Lentamente, y sin dejar de mirarme fijamente, Mikel se despojó también de su camiseta, y se quedó mostrando su fornido torso y abdomen, cubierto de ese pelo duro y blanquecino que debía haber sido rasurado recientemente. Su mano se apoyó luego sobre su abultado paquete y, mirándome mirarle, los dos sin pudor alguno, me dijo:

  • Hace calor, Laura. Debrías ponerte cómoda antes de seguir. Sandra tenía

preparado un bikini para ti.

Era cierto que estaba sudando, el pantalón y la camiseta ceñidos me molestaban, en buena parte debido al roce de sus telas contra mi piel de forma directa al no llevar ropa interior. Sandra se levantó, cogió un  bikini blanco que estaba doblado junto a Mikel, y me lo dio. Miré aquella prenda. Supuse que sería de lapropia Sandra, pero ni siquiera a ella debería servirle aquella prenda tan ridículamente pequeña. ¿De verdad pretendían que me vistiera aquello? Sin embargo, después de haber cedido ya con Sandra y con el propio Mikel, después de más de una hora de intenso monólogo erótico, tengo que confesar que ya estaban muy trabajados mis niveles de docilidad, complacencia y deseo. Los ojos de Mikel se me clavaban en mis pitones, que coronaban lujuriosamente las montañas de mis tetas marcdas ostensiblemente en la camiseta sin sujetador, circundados además por dos hermosos rodelones de sudor. Sandra se meneaba insinuate ante mí, en tanga, con la piel brillante y la sonrisa pícara, ofreciéndome su bikini. Noté que, además de sudando, estaba mojando. De hecho quería follar, estaba cachonda... pero lo de mis primos me había dejado el cuerpo raro. Por algún motivo me iba a costar. Y todavía no había terminado de encajar la presencia de Mikel.

-       Vamos Laura. No seas tímida. Tú no eres así: – afirmó tajante – desnúdate.

¿Demasiado invasivo no? Y, sin embargo, una vez más volví a sorprenderme levantándome y quitándome la ropa, sin más. Fue fácil al fin y al cabo. Fuera camiseta, y fuera pantalón. Ya estaba, completamente desnuda, para él. O para ellos. Mikel se resobó la polla sobre el bañador en el momento que me empecé a abrir los botones del pantalón y mi matojo salió a ofrecerse para él. Comprobé, con no cierto horror, el fondo de la parte interna de mis pantalones salió con un hilo de plata, colgando enredado desde la maraña de mi coño mojado. Sin dejar de mirarme las tetas y el coño, Mikel sonrió complacido:

  • Tenías razón Sandra, tenías toda la razón… - por algún motivo me gustaba exhibirme así para él. En todo caso, Sandra me estiró la mano para darme el bikini y no me quedó otra que cogerlo y ponérmelo. Preocupada por mancharlo, estando como estaba

más que sucia de las babitas de mi chochete, y  aunque me sabía observada por la pareja, me limpié el coño con las manos y luego me las chupé. Mikel se relamió al verme hacerlo. Igual me había excedido, pero yo no quería tampoco que cuando me pusiera el traje de baño se me notara con todo chorreando. Decidí poner fin a aquel numerito, y me dispuse a ponerme el bikini. Jooodeeeer... ¡Pero aquella talla era ridícula hasta para Sandra! Y, para colmo, al tocar aquella tela blanca, comprobé que era un tejido demasiado fino y transparente. Yo estaba aún mojada y sudada, así que cuando me puse aquello se me pegaron los pezones duros y las areolas hinchadas a la tela exigua y débil, quedando tan apretados por  su pequeño tamaño que básicamente se veían a la perfección. Por no mencionar el felpudo, que se traslucía enmarañado tras el pequeño triángulo blanquecino, perfectamente enmarcado por tres bandas de espesa pelambre rebosando por cada lado. La braguita era casi igual por delante que por detrás, y la tira que unía ambos triángulos por debajo era demasiado corta y poco más ancha que una cuerda, de manera que nada en absoluto me tapaba por abajo, ya que el minúsculo retal que debía tratar de taparme inútilmente algo de mi generoso culo, acababa tirando de tal foma de la parte de alante que se me clavaba en la vulva. Hasta tal punto que lo que no se veía directamente, quedaba marcado en sus formas de tal manera que parecía esculpido en bajorrelieve en la tela. Me dio tanta vergüenza que consideré absurdo estar así. Pero me daba todavía más vergüenza no ser capaz de hacerlo. De alguna manera, sentía como si me avergonzara en realidad de lo que había hecho con mis primos. Era absurdo. Hacía ya demasiado tiempo que no me avergonzaba por esa cosas, al revés, me excitaban y mucho. Me sentía rara, seguía con la vana necesidad de huir a casa de mis padres, pero sabía que no podía hacerlo sin acostarme con mi amiga. Me decía que quizás después... Y, al mismo tiempo, necesitaba acabar de contar mi relato…

  • Vamos Laura, ven, siéntate aquí con nosotros y termina de contarnos tu historia - me ordenó Mikel, como si hubiera vuelto a ser capaz de leer mis pensamientos.

Sandra se había sentado ya junto a él en el sofá. Por la postura abierta y dominante de él, me había quedado sin espacio en ese sofá para sentarme como me pedía. Y, sin embargo, no supe qué hacer más allá de obedecerle. Me acerqué y me quedé de pie junto a ellos, como esperando indicación. Mi coño quedaba a la altura de sus cabezas, y comprendí que Mikel debía estar siendo capaz de verme perfectamente el matojo debajo y fuera del mínimo triángulo de tela blanca y fina, que el pelo de mi coño era capaz perfectamente hasta de atravesar. Mi vulva y mis labios marcados abajo también… y hasta tenía que estar siendo capaz de sentir mi olor, mi denso y penetrante olor de mujer que estaba empezando a inundarlo todo. Seria, Sandra me miró, me tomó de la mano y tiró de mí, haciendo ademán de palmear la pierna de Mikel. Una vez más obedecí sin pensar y me senté en las rodillas de aquel completo desconocido. Sus manos me rodearon de inmediato, cálidas, acariciando muy tierna y delicadamente mis piernas y mi espalda. Nunca antes me había sentido tan rápidamente entregada a la voluntad y al físico de nadie. Me escuché hablar nuevamente, continuando mi relato donde lo había dejado, incapaz por completo de ocultar ni el más mínimo detalle de mi historia.

Yo estaba cansada, confusa, descolocada. Casi no había dormido en dos días y tenía los nervios y el deseo a flor de piel. Sentir aquel cuerpo así, de aquella manera tan encendida, y estar frente a Sandra, casi desnuda, otra vez después de tanto tiempo… Todo aquello fue para mí como una droga en sobredosis. Y como narcotizada, seguí mi juego, un poco más… Lo que fuera necesario para poder volver a ella, me dije. De alguna manera, mis primos habían adormecido mi orgullo, y eso favoreció mi reencuentro con Sandrita. A pesar de Mikel incluso. Al fin y al cabo, de ella no podía esperarse tanta facilidad, y por eso lo había tenido todo bien preparado...

Su bikini me quedaba enano, claro, y se me salía todo el pelo del coño. Sandra va siempre con el coño recortado por el pubis, y afeitado por los laterales y completamente por la vulva. Con el objetivo claro de que no se le salga y dar vía libre además para comidas limpias y fáciles… Yo no, ya lo he dicho muchas veces, aunque hacía tiempo que si me decidía a hacerlo era copiando precisamente ese estilo de Sandra, que incluso en algún momento popularicé entre mis propias amigas. Por ese motivo, claro, al ponerme aquel día unas braguitas suyas, que siempre las tenía bajas y estrechas, teniendo en cuenta que a ella no le iba a dar problemas pues… En fin, estaba convencida que la muy cabrona me había dado ese bikini precisamente para eso, para que fuera marcando y enseñando. Ella o Mikel directamente, realmente no sabía de quién habría sido la idea. Es que la parte de arriba era especialmente pequeña, más que la que llevaba ella, y a mí me dejaba las peras medio al aire, y más todavía teniendo en cuenta que seguía irremediablemente empitonada. Al mirarme las braguitas, vi que se me salía el pelo por todas partes. Y, además, enseguida se me empezó a notar una mancha entre las piernas. En fin. Si lo que querían es verme como una puta, pues puta les iba a dar, me dije. Cuanto más bruta pusiera a Sandra, mejor para mí. En fin, que estaba deseando que aquello pasara de una puta vez, para poder empezar a follar cuanto antes. Me ardía el coño, literalmente.

Yo pensaba que era ella la que tenía su plan. No me di cuenta que, realmente, todo aquello provenía de él. Mientras avanzaba mi historia, él no dejaba de tocarme (ninguna zona comprometida, y siempre de una manera bastante inocente aunque sensual). La evidencia de mi coño húmedo me delataba de por sí por la mancha más que evidente que se estaba montando en mis braguitas… por si no fuera poco el fuerte olor que empezaba a desprender después de la nochecita que llevaba encima y sin haberme podido asear en condiciones. Total que así andaba, tratando de manternerme las peras en el mini bikini, que se tambaleaba cada vez que la mano de Mikel tropezaba con el cordón de la espalda al subir o bajar acariciándome.

Cuando acabé de hablar, todo quedó en un silencio tenso. Yo había acabdo girándome, pivotando mi culo sobre las rodillas de Mikel, para dejar de ofrecerle mi costado y quedar de espaldas a él, que había decidido ayudarme a relajar mi tensión empezando un profesional masaje en mis hombros. Yo me mordía los labios porque aquello me daba un inesperado placer, de repente.

-       Dime Laura, ¿qué es lo que quieres ahora? – yo casi no dudé mi respuesta, parecía prácticamente como si la trajera aprendida desde siempre:

-       Quiero… quiero que me digas qué es lo que tengo que hacer ahora…

-       Claro, laura, claro… pero tú ya sabes qué es lo que quieres ¿verdad? – me dijo masajeando mis sienes y mi cara desde atrás… sus manos eran fuertes y sensitivas, y entendí que eran capaces de proporcionar un placer muy especial… - según has ido contándome todo, has entendido cuáles son tus deseos profundos, tan solo tienes que vencer tus miedos y todo lo demás caerá por su propio peso… tú eres dueña de tu propio destino Laura, tan solo tienes que tomar aquello que deseas en cada momento, ¿entiendes? – me dijo, acercando su boca a mi oreja y tomándome con firmeza por la cintura desnuda, colando sus dedos meñiques bajo las tiras laterales de mi bikini. No sentí ninguna incomodidad con aquello, al contrario. – Así que eso vas a hacer, Laura. Vas a ir a por todas y vas a satisfacer hasta el último resquicio de tu deseo, hasta los más ocultos. No te vas a dejar nada… porque este cuerpo se lo merece… - sus manos deslizaron hacia la parte delantera de mi cuerpo, resbalando por mi vientre hasta la base misma de mis senos desbordando bajo la exigua tela del bikini. ¿Me estaba diciendo aasí a las bravas que me tirara a mis primos? ¿O que tenía que dejarme follar por él? ¿O todo eso a la vez? Joder. – Ahora, Sandra, llévate de aquí la ropa de Laura y prepara todo, por favor.

Antes de levantarse Sandra, se acercó a Mikel, juntando las cabezas y susurrándole algo que no pude escuchar. Mikel le respondió, parecía que le estaba dando instrucciones precisas para hacer algo. Mientras, seguía tocando mi cuerpo desnudo con total intimidad, y yo me dejaba hacer, en completo silencio y con actitud sumisa. Por qué me comportaba así lo ignoro. De verdad que era como si estuviera drogada. Sandra se levantó, y se acercó al frente acristalado que cerraba el muro exterior del salón, que volcaba hacia la terraza. Allí se paró un momento a ordenar algo, y luego se volvió hacia la puerta doble de entrada al salón y salió, llevándose mi ropa y mi bolsa consigo.

Mikel me acariciaba cada vez con mayor intención, dándome fugaces besos por las espalda. No entendía cómo aquel completo desconocido podía estar comportándose así conmigo, pero únicamente era capaz de procesar los estímulos positivos de todo aquello, por lo que más que anda estaba sintiendo un considerable placer gracias a su contacto.

-       Bueno Laura… es momento de que termines de relajarte por completo. Sé que te gustan los masajes y que deseas liberar tu cuerpo por fin de toda esta tensión acumulada. Así que te vas a levantar y te vas a tumbar en esa tumbona que está allí junto al ventanal. – La forma de hablar de Mikel, pausada y serena, resultaba una forma de ordenar las cosas totalemente inapelable. A ver, si es que yo no tenía nada que hablar con aquel tipo, pero sencillamente tampoco me veía discutiendo con él ni llevándole la contraria… si al revés, todo lo que me decía resultaba tan provocativo, estimulante y placentero.Y, otra cosa no, pero los masajes me gustaban más que a un niño un lápiz.

Cuando me quise dar cuenta, estaba de pie frente a la camilla de masajes que Sandra tenía instalada en un rincón de la amplia zona vacía que quedaba entre los sofás y los ventanales. Se trataba de una camilla especial para masajes, articulada y con uno de esos huecos para meter la cara cuando te tumbas. También tenía la parte inferior dividida, para poder colocar las dos piernas en diferentes posiciones. La camilla estaba cubierta con una sábana blanca de la misma tela-papel cutre, y varias toallas del mismo color. Lógicamente me tumbé sobre las toallas sin notar nada extraño, casi desnuda, apenas tapada en lo más mínimo, y casi ni eso, con el micro bikini transparente de Sandra. Por si fuera poco, hasta me aflojé un poco el bikini para que no me molestara durante el masaje. Joder, Laura, ya estás... me dije, a ti te piden que te vistas de puta y no tardas ni diez segundos en estar haciendo el zorrón delante de quien sea... y si hay masajes de por medio ya ni te cuento. En fin, con aquella prenda ridícula tampoco iba a conseguir tapar nada… lo que no quería decir que no fuera conveniente andar tapada. Sin más, me limité a tumbarme boca abajo en la camilla y esperar a Mikel con los ojos cerrados y la cara en el agujero de la camilla.

- ¿Te han dado alguna vez un masaje relajante, Laura?

-  Ehh… no la verdad es que no... - no supe qué decir. Vamos a ver, masajes relajantes me habían dado miles, pero las veces que alguien me había dado algo que se pudiera llamar "masaje relajante" no habrían sido apatas para ser contadas ni a mi primo Carlos. Ni siquiera después de lo de aquella noche. Evidentemente, Mikel tenía que saber de mi gusto por los masajes, especialmente por los de “final feliz”, Sandra tenía que haberle contado… ¿Pero qué iba a hacer? ¿Decirle que sí, que esperaba que me diera una buena corrida?

-  Pues ya verás cómo te gusta. Es una sensación única. Tu sólo relájate, piensa en la música que escuchas y trata de no hacer fuerza con ningún músculo. Eres una chica muy buena y obediente, y tienes un delicioso cuerpo de mujer. No me extraña nada de lo que te ha pasado con tus primos. Pero verás como ahora consigues relajarte y disfrutar.

-  Vale… - la verdad es que no acababa de entender del todo por qué no estaba queriendo asesinar a Sandra por todo aquello… pero bueno… no me quedaba otra así que vamos a ver qué tal, me dije. Puse la cara de lado, mirando cómo Mikel se preparaba cuidadosa y parsimoniosamente. Traté de relajarme. Era muy agradable, y aunque tampoco es que se estuviera cortando precisamente conmigo, realmente no había pasado nada grave y yo no tenía por qué no disfrutar de aquello.

  • Empiezo por la parte más relajante que es la espalda. Te voy a soltar los nudos de las cintas de la parte de arriba del bikini para no mancharlas con el aceite. - Le miré un tanto asustada cuando dijo que me soltaba el sujetador… demasiado inmediato... aunque no quise pensar en lo que podían ser los triangulitos que cubrían cual pezoneras mis hinchados pechos completamente empapados en aceite, así que no dije absolutamente nada cuando primero uno y luego el otro me soltó los nudos del cuello y de abajo, dejando libre mi espalda. Mikel pareció sonreírse cuando vio la cara de asombro que debí poner. En fin, no es que me fuera a escandalizar por algo así, evidentemente, pero todo aquello era muy raro y no sabía bien qué pensar.

Mikel, por otra parte, me miraba el culo prácticamente desnudo cada vez con más descaro, casi babeando, mientras se untaba las manos y los antebrazos de aceite. Y yo me sentía terriblemente expuesta, con la espalda completamente desnuda y mi culito cubierto solo por un pequeño bikini casi inexistente y el resto de mis piernas perfectamente extendidas, aunque al menos estaban bien juntas. Y mis pechos descubiertos, que trataba de dejar bien aplastados contra la toalla de la camilla. Tanto me apretaba que me parecía que me desbordaban por los lados del torso; debían de  parecer más grandes aún que debajo del bikini. El primer contacto de sus manos con mi espalda fue delicioso y consiguió excitarme inmediatamente. Se colocó a la altura de mi cabeza mientras sus manos acariciaban mi piel ya pegajosa de sudor, aunque como me empezó a embadurnar de aceite abundantemente, él no debió de darse cuenta de eso. Avanzó extendiendo el aceite desde los hombros hasta media espalda, masajeando muy suavemente mi piel, ejerciendo una pequeña presión para tratar de relajarme. Poco a poco iba bajando más y más desde los hombros hacia la cintura, hasta que acabó por llegar ahí. Y ahí, justamente, se detuvo un rato demasiado largo, masajeando con fuerza mi carne, para volver a subir hacia mis hombros sólo después de un intervalo exageradamente prolongado. En el fondo sentía como si me estuviese sobando, más que masajeando, como si poco a poco tratara de excitarme más que de relajarme. Y eso, en el fondo, me encantaba.

Mi espalda pronto acabó empapada de aceite. Sé que no tengo una piel suave y tersa, precisamente, pero andaba ya con algo de color, y sabía que ese brillo del aceite le estaría dando un aspecto más sexy a mi piel morena. Quizás ese Mikel no quería excitarme, no directamente o no todavía, o no de la manera que mi mente recalentada estaba pensando, pero en mi estado lo cierto era que hasta tan poca cosa había sido suficiente para entonarme.

-  Así… relaja toda la espalda… trata solo de pensar en la música. – Antes de empezar a tocarme, Mikel había puesto algo de música en un reproductor que tenía Sandra por ahí. Bueno, música… era de esa que pretende ser relajante, pero que en realidad parece música de ascensor de hotel… joder, tuve que lamentar que, por lo menos musicalemnte hablando, Mikel no tuviera tan buen, la verdad.

-  Mmmhhh qué bien... - no pude evitar empezar a soltar quejiditos de gusto. Tampoco quise, no veía razón para ocultar el placer que me producía... incluso aunque pudiera parecerle algo exagerado.

La primera parte del masaje sin duda me estaba gustando… y entonces cambió de tercio, sentándose en una banqueta a un lado de la camilla comenzó a masajear uno de mis brazos, empezando por la mano, donde ejercía bastante presión con los pulgares, y subiendo por el antebrazo que acariciaba delicadamente para seguir hasta el hombro muy suavemente. Me encantaba aquello. Guille solía hacérmelo cuando nos juntábamos (antes incluso de que empezáramos a hacer el amor). Y Mikel, además, lo estaba haciendo sin duda de una manera mucho más experta, con que imagina mi placer en esos momentos... Una vez terminado un brazo, lo dejaba colgando de la camilla para empezar por el otro. Como tenía la cara del lado que estaba él, podía verle la cabeza perfectamente. Mikel no se cortaba, y estaba mirando atentamente mis tetas aplastadas contra la camilla mientras masajeaba mis brazos…

En un momento dado Mikel empezó a relamerse, como si nada, sin dejar de mirarme allí, como sopesando el tacto y la firmeza de mis pechos, como si realemente estuviera planteándose tocármelas, cogerme las tetas bien fuerte para masajear mis pezones, que por otra parte yo notaba ya tremendamente endurecidos y enormes para ese momento. En esa postura el muy cabrón debía ser capaz de poder ver mi areola bien hinchada, y quizás hasta parte del propio pezón erecto. Yo cerré los ojos y giré la cabeza. No quería hacerle sentir molesto si me veía mirarle mientras disfrutaba de mi cuerpo desnudo. Al fin y al cabo no había tenido ningún problema en mostrárselo desde el primer momento,  y tampoco me molestaba hacerlo ahora.

Cuando terminó con los brazos los dejó colgando de la camilla y comenzó a masajear los lados de mi espalda. Empezando por la cintura, poco a poco subiendo hacia arriba, fue masajeando un lado y luego el otro. Cuando llegaba a la altura de mis tetas extendía los dedos para acariciar levemente la base de las mismas… Joder, aquello me excitaba terriblemente… pero no sabía cómo tomármelo, en parte dudaba si era cierto lo que imaginaba sentir o era tan sólo que estaba más caliente que una mona... me revolvía inquieta, como intentando espantar la comezón, pero no decía nada… y él seguía como si tal cosa, insistiendo con el masaje fuerte en la zona de mi cintura y costillas, estirando cada vez más los dedos que notaba tocar maravillosamente las tetas que tanto parecían haberle gustado. Las rodeaba con sus manos llenas de aceite… de verdad parecía que las iba a coger con fuerza, hasta clavar en sus palmas mis duros y pezones, enormes, absolutamente empalmados… pero no… las rodeaba una y otra vez, rozándolas con sus dedos  haciendo la situación tremendamente excitante. Apreté fuerte los párpados sobre mis ojos.

Luego fue el turno de mis piernas, y empezando por los pies fue subiendo por las pantorrillas hasta llegar a mis muslos. Ahí se entretuvo a placer, masajeando mis piernas llenas y bien delineadas hasta el borde del bikini, sobándolas sin parar… sobre todo la parte superior de tus muslos. Mantenía las piernas completamente juntas, pero aún así metía una mano entre los muslos para poder masajearme a fondo. Yo tenía tanto pelo y tan desbordado, que no me cabía duda que Mikel me había tocado ya sobradamente el pelo del chocho en varias de sus pasadas. Así, sin más. Bueno, había follado mil veces con desconocidos así a la brava, pero nunca un desconocido me había dado un masaje así, nunca si no era expresamente para... ufff... ¿dónde demonios estará Sandra? Me pregunté.

-  Deja que te coloque las piernas para poder masajear mejor cada una, por favor - me soltó mientras le escuchaba trajinar con las partes articuladas de la camilla, para separar así la parte inferior, abriéndome ya un poquito las piernas con ese mecanismo.

Me dejé hacer sin más, permitiendo que Mikel se me metiera entre mis dos piernas abiertas… Joder, en esa postura podría ver mi entrepierna perfectamente, para nada cubierta por el absurdo bikini aquél que justo en la parte de la vulva desaparecía por completo... de hecho notaba a la perfección la tirita que unía los dos triángulos del bikini enterrada en mi concha y perfectamente oculta por mis labios y mi vello púbico. Técnicamente, Mikel me estaba viendo el chocho. Pues bueno, si ya no se había cortado con las tetas, tampoco se cortó con el culo, y mientras comenzaba a masajearme los muslos en la parte superior, iba rozando deliciosamente mi culito con una de las manos, mientras por el interior de tus piernas recorría el borde del bikini hasta perderse en mi entrepierna, tocando pelo y mojándose de mí claramente, al entrar en contacto con mis excitados labios y mi húmeda raja. Joder, me estaba tocando el culo, y lo que era más, el coño. Tal cual. Pero estaba verraca, y su contacto sobre mi piel seguía excitándome más y más… sus manos rodeando mis muslos, subiendo hasta el límite de mi muslo y más allá… hasta que uno de sus dedos índices siguió claramente la goma de mi braguita en la entrepierna… arriba y abajo… muy delicadamente… abriéndome el coño con total normalidad. No supe reaccionar. Lo cierto es que no quería eso, pero lo deseé por un momento, quería, todavía necesitaba que me follaran. Sandra, había ido allí buscando a Sandra… Cuando quise reaccionar, sus manos ya volvían a bajar hasta la rodilla… y vuelta a subir hasta el final del muslo… nuevamente un dedo recorriendo la goma en mi entrepierna y la otra mano siguiendo la goma que cruzaba mi culo. Aquello era demasiado. Abrí los ojos.

Y lo que vi fue brutal. El tipo llevaba aquel pequeño slip blanco, muy ajustado pero bastante elástico. Y en su entrepierna se dibujaba perfectamente un falo empalmado, aplastado de lado y extendido en horizontal pegado al cuerpo. Su polla parecía que iba a romper el slip de la trempada que llevaba encima, y en ese momento además parecía que se había quedado pegado a mi cuerpo de tal forma que se diría que ya no podía retirar sus manos de la parte alta de mis muslos… Yo me retorcí, porque comprendí entonces que aquello ya no tenía justificación, que Mikel se iba a aprovechar de mí, y que yo estaba en un estado en el que sólo podía acabar de una forma: dejándome hacer. Pero no, joder, por mucho que lo quisiera, por mucho que lo necesitara... lo que quería era a la Sandra... No podía ser, no podía ser cosa de ella.. ¿dónde se había metido, la muy zorra? Si ella me había buscado a mí, había sido ella... ¡y por qué cojones no estábamos follando las dos ya!

Pero mis tímidas y absurdas contorsiones no parecieron molestarle a él, que seguía ahora ya descaradamente sobando la parte alta de mis dos muslos… uno con cada mano… hasta traspasar una y otra vez, continuamente, el límite de tu braguita… Mis movimientos debían de haberle hecho enteneder que ya me había dado cuenta de todo que, obviamente, no había ni media duda... me debía de estar viendo con los ojos abiertos, mirándole... y seguía, seguía como si nada. Naturalmente, el saber que yo era consciente y sentir que, pese a todo, él seguía controlándome y dominando la situación, le tuvo que excitar todavía más. Su polla parecía ya que iba a reventar. Y, para empeorar la situación, con tanto movimiento en esa zona de mi cuerpo, la braguita se había ido recogiendo poco a poco hacia el interior de mis nalgas y, milímetro a milímetro mi culo se había ido quedando por completo a la vista.

En fin, no negaré que aquello me gustaba, me ponía cachonda, más aún, y me provocaba profundamente... pero la incompatibilidad con mis deseos más hondos me producía una tremenda incomodidad que creo que empezaba a hacerse evidente. Me jodía, pero estaba hasta los ovarios, después de lo de mis primos, de no poder hacer sencillamente aquello por lo que me picaba el coño. Y en aquel momento lo que me picaba era Sandra. En cualquier otra situación ya le estaría cogiendo el rabo a aquel hijo de puta, pero ese día no sólo me veía incapaz, sino que estaba precisamente tratando de juntar fuerzas para salir de aquella. Porque no me veía capaz, la verdad. No conseguía decir nada, porque no sabía qué decir, así que simplemente movía el cuerpo como tratando de llamar su atención… pero justo conseguía el efecto contrario, lo comprendí enseguida, porque sabiendo que me sentía incómoda le debía de estar excitando más y más, en la medida que no terminaba de oponerme a él, sino que por momentos le iba entregando por completo el mando absoluto sobre mi cuerpo.

Laurita, estás perdiendo el control, ya casi eres suya, me dije mientras notaba cómo el triángulo flojo y empapado del tela delgada y blanda que me trataba de tapar el culo, se había metido ya tanto entre mis nalgas que debía de parecer un tanguita, dejando ahora ya a su vista la forma completa de mi culo, además de mi sexo… irresistible para él, claro, a juzgar de cómo se lanzó a sobetearme...

-       Bueno…. estooo…. Creo que no me apetece más masaje… creo que voy a ir a buscar a Sandra… - dije, casi sin saber cómo había juntado valor para ello.

Pero sólo escucharme me sirvió para armarme de coraje. No en vano, había sido capaz de reponerme varias veces (que no siempre) delante de mis primos. Y, por apetecible que fuera Mikel,  que parecía querer forllarme sin que yo entendiera aún por qué, no dejaba de ser un mierda que ni sabía de dónde había salido. Así que contra todo pronóstico conseguí incorporar mi cuerpo y, apoyando una pierna en el suelo, separarme de la camilla, a la vez que con una mano colocaba correctamente mi braguita, volviendo a cubrir tus nalgas en la medida de lo posible. Que era prácticamente nada.

Sólo el pavor que me produjo el darme cuenta de la inutilidad de tratar de taparme el culo me hizo no caer en la cuenta de la estampa lamentable que daba por delante, con el otro triangulito de papel también retorcido y medio roto de tan empapado de aceite y de mis propios flujos como estaba, descolocado y a medio enterrar en mi pelambrera, medio tragado por mis voraces labios vaginales que parecían querer enterrarlo bien dentro de mi vulva. Mis nervios y la necesidad de salir de aquella habitación hicieron que me incorporase, además, sin recordar que el sujetador estaba suelto. En fin, estaba tan acostumbrada enseñar las peras en situaciones de ese tipo... total, que cuando me puse en pie no me di cuenta que mis pechos estaban completamente desnudos. La sonrisa radiante de Mikel me dejó claro que estaba disfrutando con la vista, y que no iba a olvidar mi cuerpo en mucho tiempo. La dureza de mis gruesos pezones y grandes areolas acentuaba  la forma de mis tetas, que debían parecer todavía más perfcetas, redondas y erguidas, con esos grandes  pezones, erectos, duros como rocas… absolutamente irresistiblesa juzgar por su expresión.

Casi por disimular y parecer ofendida al haber desvelado mi cuerpo, hice amago de algo tan absurdo como imposible, que era intentar cubrir con un brazo la desnudez de mi pecho, a la vez que caminaba empitonada, cachonda y torpe hacia la puerta del salón… pero la puerta estaba cerrada. No me había dado cuenta , pero se ve que cuando ella salió, había cerrado con llave y así, prácticamente desnuda, forcejeando con la manilla de la puerta, miré atrás y, observando el enorme bulto bajo el slip blanco de Mikel comprendí, comprendí lo que había, y eso me hizo que me empezara a poner nerviosa de verdad. ¿Era posible que Sandra me hubiera elegido precisamente a mí, y precisamente ese puto día, para entregarme para ser violada por aquel hombre? Hacía tiempo que Sandra me había introducido en un mundo de sado y BDSM mucho más serio que el que había conocido con Nuria. Yo llevaba desvinculada de todo aquello la, a mi parecer, larga temporada que habíamos pasado separadas, pero en realidad aqeullo siempre me había gustado y despertado la curiosidad. ¿Tendría algo que ver con aquello?¿Sería solo un juego de Sandra o acaso obedecía a algún ajuste de cuentas pendiente? Que podía ser conmigo misma, incluso. Bueno, que tampoco sería la primera vez que me forzaban contra mi voluntad, o en parte contra mi voluntad, al menos. ¡¡Pero, joder, ese puto día no, por favor!!

- ¡Abre esta puta puerta! - le grité, más cabreada que asustada, a pesar de la puta sorpesa que todo aquello me estaba provocando. Pensé en coger mi móvil, pero Sandra se lo había llevado con mis pantalones al sacar mis cosas del salón. ¿En qué momento se me había ocurrido que era una buena idea quedarme desnuda y sola con aquel hombre?

- ¿Por qué tienes tanta prisa? El masaje no ha terminado. – De repente, el tono de Mikel no sonaba amigable. ¿A qué coño venía eso? Pero igual me daba. Por alguna razón no creía que tuviera motivo para temer nada.

-  ¡Abre esta puta puerta o empiezo a chillar! - le solté, aún sabiendo que no me iba hacer el más mínimo caso. En realidad estaba en sus manos, lo que pasaba es que no sabía qué coño quería en realidad. Pasé de taparme ya más. Quizás hasta era mejor usar mi cuerpo como un arma, si es que aquéllo era posible.

-  Puedes chillar lo que quieras, guapa. En este edificio los domingos por la mañana solo hay jovencitas como tu amiga Sandra follando. Así que un grito más o menos… nadie se va a dar cuenta. Nadie te va a hacer caso - Aquello sí me asustó. ¿A qué venía eso? Cada vez entendía menos. Por primera vez sentí algo de miedo... Mi mano derecha intentaba de forma compulsiva girar la manilla de la puerta inútilmente, mientras Mikel me observaba, relamiéndose con deleite de mi miedo y mi cuerpo casi desnudo.

  • ¿Sandra? ¿Qué te pasa tía? ¡¡Socorro!! ¡qué alguien me ayude por favor! ¡¡Socorro!!

- Es mejor que no grites, Laura, - dijo a la vez que se sentaba en una banqueta. - Pórtate bien y lo pasaremos bien los dos… pórtate mal y lo pasaré bien solo yo… tú eliges.

- ¡¡Joder!! - ¿realmente me estaba amenazando diciendo que pretend mientras meschos calientesvolvi¡¡¡ANAAAAA!!!e pretendue aqu que no sabmi voluntad, al menos. ¡Pero ese puto dble como era intenía violarme? ¿Dónde coño estaba Sandrita? ¡joder, qué mal me venía todo aquello!… - ¡¡Socorroooo!!

-  No te lo vuelvo a decir. Pórtate bien y lo pasarás muy bien. Túmbate de una puta vez en la camilla, morena.

- Maldito hijo de puta. ¡¡Que alguien me ayude!! ¡¡¡SANDRAAAAA!!!

- Está bien… tú lo has querido. No tengas miedo, no quiero hacerte ningún daño.

Me encendió ver sus ojos mirándome sin parpadear mientras se acercaba a mí. Me excitó aún más si cabe cuando me sujetó con fuerza los dos brazos a la espalda y volvió a llevarme a empujones hasta la camilla. No sé, supongo que podía haberme resistido con éxito, o no… Pero tampoco fui capaz de intentarlo, asustada y excitada como estaba a partes iguales. Notaba mis pechos calientes moviéndose bamboleantes, mientras me obligaba a caminar. Una vez en la camilla… me obligó a reclinarme sobre ella, apoyando mi cara y mi pecho sobre la misma. A la mierda. Necesitaba que me follara, ¡y bien duro!

-  A las chicas malas como tú hay que darles unos buenos azotes para que sean más dóciles, sino se quejan sin parar. ¿Lo sabías?

-  Suéltame joder, basta. ¿Qué quieres?, suéltame por favor... Mikel, si lo que quieres es follar, no entiendo por qué te montas esta pelíc… - mi tono no sonaba para nada convincente. La verdad es que no hice la menor resistencia a sus empujones, ni tampoco cuando me bajó la maltrecha braguita hasta la mitad de mi muslos, dejando al descubierto, ahora sin tapujos, mi culo. Quizás supuso que era porque estaba asustada, pero en realidad era porque no podía estar más cachonda.

¡¡PLAAAAS, PLAAAAS!!

Los dos primeros azotes fueron realmente fuertes, y resonaron haciendo eco en las paredes del salón. Hacía tiempo que no le daba al sado. Uno en cada nalga, dejando maravillosamente marcados sus dedos en mi culo. Mejor. Si tenía que ser, que fuera así. Después de la mierda de Jorge necesitaba un hombre de verdad que me diera caña.

-       Verás cómo después de unos buenos azotes vas a ser una chica mucho más buena. Voy a seguir azotándote hasta que acabes chorreando sangre, para que me pidas que te folle ese coño, ¡puta! - Alucinante.

Bien, a la mierda Sandrit, donde quiera que estuviese. Haber espabilado. Una como aquélla, en la situación de necesidad que llevaba, tan sólo se te cruzaba una vez en la vida, y yo aquella mañana de domingo y hambre de sexo, no iba a dejarla escapar. Ella tampoco lo habría hecho... Nurita me inició en el sado, aunque ella nunca lo practicó realmente, pero a mí me vendió, me hizo venderme para aquello demasiadas veces, engañada... Lo cierto es que no me disgustó. En realidad, ella me hizo conocerlo, quizás apreciarlo. Pero Sandra me había hecho amarlo. Ella estaría disfrutando como una perra con aquellos azotes, me dije. Tanto como estaba disfrutando yo.

¡¡Plaaaas, plaaaas!!, volvieron a sonar.

¡¡Plaaaas, plaaaas!! …una y otra vez…

¡¡Plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas!!

Tenía ganas de más, pero me moría por pasar a mayores de una puta vez. Como buena sumisa, dije las palabras que él estaba esperando:

- Basta por favor, basta... - le dije, amagando incluso intentar liberarme con fuerza. Pero su postura me tenía empotrada sobre la camilla y podía poco más que revolverme, mientras los azotes seguían golpeando mis nalgas, enrojeciéndolas más y más. Podía seguir con el teatro mientras gozaba como una colegiala.

- Mira cariño… follar hoy vas a follar… puede ser por las buenas o por las malas, pero no te voy a dejar salir de esta habitación sin follarte todos tus agujeritos… o sea que tú verás… puedo azotarte hasta dejarte el culito en carne viva y luego follarte, o follarte de forma que tú también lo pases bien… tú eliges…

¡¡Plaaas, plaaas, plaaas!! …seguía su mano descargando en mi culo desnudo.

-       Basta por favor, basta - decía, pero cada vez me costaba más disimular mi placer.

Pero Mikel era bueno, un auténtico Dominante. Entendiendo aquello, por fin me cuadraba el extraño comportamiento de Sandra desde que llegué a su casa. Evidentemente, Mikel era su Amo. Las dos habíamos tonteado con aquello antes, pero ninguna en serio, hasta ahora. Por cómo había visto a Sandra, aquello parecía serio. Y me había gustado. Por ello, yo tampoco dudé en meterme también realmente en el papel, y hasta que no le imploré de veras, ella no paró ni se dignó a hacerme nada más. No sé los azotes que recibí, pero desde luego fueron varios minutos de forcejeos hasta que dije llorando que haría lo que ella quisiera… muerta de placer, pero con los ojos realmente llenos de lágrimas de la rabia y también del dolor de la azotaina. Así estaba cuando me dejé incorporar, muerta de deseo, y me contempló desnuda por completo por segunda vez en muy poco tiempo, aunque resultando esta mucho más humillante que la primera, con las bragas por la mitad de mis muslos, dejando ahora muy expuesto mi monte de venus. Ya digo que lo llevaba desastrado, empapado y espantosamente sucio, una maraña de pelo, absurdo para estar como estaba antes en bikini, pero sin duda excitante para Mikel, en ese momento en que enfrentaba por fin mi desnudez, sin tapujos ni disimulos.

-       Así me gusta… que seas una chica buena. No te preocupes. Haré que lo pases muy bien esta mañana. – Recuerdo perfectamente que entonces se acercó a mí, limpiando delicadamente mis lágrimas mientras me miraba a los ojos… pegado a mi cuerpo… mmmmmmh... pude sentir por fin su ardiente erección apoyada sobre mi monte de venus, y su duro pecho rde vello corto y rasposo ozando mis erectos e hipersensibilizados pezones… moría por tocarle el sexo, por llevarle las manos a su paquete...

Pero sabía bien cuál era mi papel, y eso era algo que debía haber intentado en su momento… de haberlo querido realmente. No, estaba ya en un término que me era totalmente impensable osar siquiera mostrar deseo sin que ella me lo demandara expresamente. Y, precisamente, tener que esconder y que contener mi deseo me hacía sentir todavía más caliente. Por fin, acercó al menos sus labios a los míos… jamás olvidaré el sabor de ese primer beso, mientras su lengua exploraba mi boca y sus manos recorrían con deleite mi cuerpo desnudo… el culo que tanto le había gustado siempre… mi sudorosa espalda desnuda… mi grueso y tembloroso cuello… mis tetas con esos pezones tan durísimos e hinchados metiéndose entre sus dedos juguetones. Fue una sensación perfecta, de absoluta sumisión, la mezcla del beso y de dejarme tocar el cuerpo, lo que unido al recuerdo vivo en mis nalgas de los azotes recibidos pocos segundos atrás, me hizo jadear con fuerza. No traté de ocultarlo. Mi placer debía ser suyo.

  • Ven, Laura, vamos… túmbate otra vez en la camilla de los masajes - me dijo mientras me empujaba levemente hacia la camilla. - Pero ahora quiero que te pongas boca arriba… y por cierto… esto ya no lo necesitarás, putita... - dijo rompiéndome sin esfuerzo las maltrechas e inútiles braguitas. - Quiero que te relajes y te des cuenta de que sólo quiero que lo pases bien, Laura.

Como buen Dominante, había sabido leer mi clara y real excitación por verme sometida… por lo que no debió extrañarle que le hiciera caso y me tumbara en la camilla mirando al techo. No opuse ninguna resistencia a tumbarme, ni tampoco cuando me colocó las piernas bien abiertas con las rodillas dobladas y los pies casi a la altura de mis nalgas, apoyados firmemente en la camilla. Su forma de tratarme no dejaba dudas de su condición de Amo. Me pregunté hasta qué punto querría someterme. Sandra y yo habíamos participado en juegos BDSM, o me había obligado ella a mí a participar. Pero jamás antes había jugado ella así conmigo.

¿Dónde estaba Sandra?

Mikel se entretuvo un rato admirando mi más que jugoso y caleinte coñito… tan peludito… sus labios abiertos y desmedidos que escondían un color encendido, oscuro y profundo… y ese sabor fuerte y reconcentrado que tuvo que notar en cuanto acercó su lengua y comenzó a comerme. Mis gemidos de dolor por los azotes se suavizaron enseguida, pero no desaparecieron. Mientras me comía el coñito deliciosamente y sobaba mis excitadas tetas con las manos… mi cuerpo me traicionaba con cada mordisco que daba mis pezones… y a pesar de que cada vez parecía hacerlo con mayor saña, mi columna convulsionaba en estertores de placer, a los que la cara de Mikel respondía siempre con un gesto absolutamente atractivo. Me imaginé gimiendo, con mis ojos cerrados suavemente y la nariz arrugada en ese gesto de placer continuado, y con esa expresión de deseo volví a girarme hacia Mikel, comprendiendo que el que yo le mirara así le excitaba muchísimo. Él me estaba comiendo suavemente, centrado en el clítoris. Naturalmente, no me quejé cuando el primer dedo entró en mi coñito, ni con el segundo, ni cuando su lengua abandonó mi clítoris y bajó a mi culito, rodeándolo primero para luego empezar a lamerlo y penetrarlo. Todo en la forma de chuparme de él era delicioso, por fin alguien estaba haciendo con mi cuerpo ni más ni menos que lo que mi cuerpo necesitaba, y mi coñito respondió empezando a soltar copiosas cantidades de pringue viscoso y muy aromático, que Mikel bebía como si fuera la más deliciosa y dulce miel. Tampoco me quejé cuando uno de los dedos que tenía en mi coñito, se posó en la entrada de mi lubricado culito… pero cuando empezó a presionar mi delicioso y estrecho agujerito…

- No por favor … eso no … no me metas nada por ahiiiiiii, ahora no Mikeeeel - Fue tan excitante que él penetrara mi culito mirándome a los ojos, observando mi expresión mientras su dedo entraba milímetro a milímetro, observando mis gemidos y finalmente comiéndome la boca mientras uno de sus dedos estaba ya completamente alojado en mi culito y otro alojado en mi coño. Joder, estaba taaan perra que una penetración doble, por suave que fuera (y la de Mikel, sorprendentemente, lo estaba siendo), iba a acabar haciendo que me corriera a chorro en cuestión de segundos… y joder, una no podía durar tan poco en el primer encuentro con un hombre como aquel, claramente experimentado y muy capaz a la hora de satisfacer a una mujer.

- Eres una zorrita, morena, y te voy a follar como te mereces Laura… - recuerdo sus palabras perfectamente, susurradas al oído, así como mi sensación entre la excitación por lo prohibido y el miedo más básico.

Recuerdo el sabor de sus labios, estremecida de placer por su jugueteo en lo apretado de mi ano y en lo jugoso de mi sexo lubricado. Después de comerme la boca volvió a bajar a comerme el coñito. Con el dedo alojado en mi ano, sin sacarlo, su lengua volvió a jugar con mi clítoris, mientras su otra mano agarraba bien fuerte mis pechos. Yo no me movía, sino que me dejaba hacer en una mezcla de miedo y placer, hasta que mis gemidos comenzaron a acelerarse poco a poco.

  • ¿Te quieres correr eh, morena? - me dijo parando de jugar con su lengua.

  • Mmhh... sigue por favor… solo un poquito más.

  • Pero qué zorrita eres. Vamos dímelo - y Mikel me volvía a rozar una y otra vez el clítoris con los labios. - Soy una pedazo de zorra y quiero que me hagas de todo – ¡Vamos!, ¡dímelo, morena!

  • Sí… ¡¡soy una pedazo de zorra y quiero que me hagas de todo, joder!!

Y entonces me comió con todas sus fuerzas, a la vez que un segundo dedo penetraba mi culo arrancándome un gemido de dolor, mezclado con el placer. Joder, me corrí, sí. Mikel me hizo correrme como la gran puta que él ya sabía de antemano que yo llevaba dentro. Mikel disfrutó con placer de observar mi cuerpo, agitándose cuando tuve ese orgasmo, en el que cada espasmo violento de mi cuerpo vino acompañado de un intenso chorro de flujos saliendo a presión de mis entrañas, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, qué sé yo, menuda puta locura… mi cara enrojecida, mi coño absolutamente empapado… mis pezones duros y apuntando al cielo, como dos piedras incrustadas en tu pecho.

  • Ahora me toca a mí, zorrita - me dijo cuando aún me recuperaba de aquel brutal orgasmo robado.

Mikel se levantó y me contempló, mi cuerpo sucio, manchado de mi corrida tan loca, con los ojos enrojecidos y llorosos, la nariz moqueando y los labios hinchados, los pezones y el clítoris disparados, los labios mayores abiertos y abultados y los menores completamente salidos entre mi mata de pelo… la viva imagen del deseo, del sexo, de una puta en celo salida y pidiendo guerra… Y en ese momento, de pronto, Mikel sacó mi móvil, no sé de dónde coño lo hizo, y empezó a sacarme fotos. Yo era tan gilipollas, que en aquel tiempo seguía llevando mi telefóno sin protección de contraseña, así que sin más lo desbloqueó y me tiró varias fotos así, desnuda, abierta de piernas, brillante de sudor y corrida, con el coño y los muslos y el pubis y la tripa manchados de mi bestial meada de placer, el cuerpo bañado de sus babas, la cara desencajada… de mi coño no dejaba de manar flujo espeso… joder, qué buena zorra debía parecer en aquellas fotos.

Dejando el móvil a un lado, avanzó hasta ponerse junto a mi cabeza y, tirando un poco de mi cuerpo completamente desarmado, me dejó tumbada en la misma camilla, boca arriba pero con la cabeza fuera del apoyo. Así mi cabeza y mi melena morena quedaron colgando en una posición seguramente poco cómoda.

- ¡¡Ayyy!!, basta, déjame ¿pero qué haces ahora Mikel? - me revolví con poca fuerza. - Noogggg, mmmhhh esso nooogggg – traté de protestar mientras sus dedos manchados de restos de mi culo empezaban a follarme la boca con ímpetu, entrando de golpe hasta la garganta. Su otra mano me mantenía la boca cerrada, haciéndome imposible recharzarla en aquella postura incómoda que me hacía quedar completamente indefensa.

- Vamos puta, no seas tan egoísta… has disfrutado corriéndote como una perra, y ahora quiero correrme yo también…

- MMmmgggg… nngggooo” - trataba de sacarme sus dedos de la boca cuando, de repente, me sorprendió.

  • MMhhhh, pero qué boquita tienes. Vamos, no te hagas ahora la estrecha que bien te has corrido cuando yo te he comido… ahora te toca a ti darlo todo morena… - y, sin mediar palabra, su mano libre empezó a golpear mi cara con fuerza. Yo no podía ni gritar, ya que tenía los otros dedos tan metidos en mi garganta que cualquier intento de rebelarme hacía que me entraran unas arcadas espantosas. Instintivamente, empecé a llorar, al tiempo que mi boca empezaba a producir copiosas cantidades de saliva, y de mi coño brotaba nuevamente flujo espeso y cada vez menos transparente, en un viscoso hilo continuo.

En aquel momento, noté salir sus dedos de mis labios, para ser sustituidos por algo más largo, grueso, duro… y caliente… el intenso aroma a sexo masculino me dejó bien claro de qué iba el tema… Mikel se había sacado el rabo medio empalmado y me lo metió en la boca, en esa postura incómoda que me hacía quedar más indefensa. Sus movimientos de cadera y mi propia postura con la cabeza ligeramente hacia abajo, facilitaron que me follara la boca de una manera bien profunda desde el primer segundo.

- Joder qué razón tenías Sandra… - escuché susurrar a Mikel - Esta puta vale su peso en oro… Venga zorra, a ver si puedes comerla enterita, no te quejarás de Sandra que te ha buscado una polla como las que a ti te gustan – Me sujetó bien fuerte el cuerpo con una mano a la camilla, y la cabeza con la otra mano, de forma que su deliciosa polla entraba y salía de mi boca abierta de par en par. Un violento golpe de cadera de Mikel, clavándomela hasta el fondo, me sirvió para comprender que no tenía nada que hacer si pretendía algún tipo de salida alternativa.

  • ¡¡¡Gggggghhhh!!! – mi cuerpo no pudo evitar una arcada bastante grande, al notar su polla alojándose en mi garganta de una manera tan rápida y bestia, ahogada a la vez con mi propia saliva, que mi boca producía instintivamente al encontrarse abierta de par en par y violentada de aquella forma brutal por mi nuevo intruso. Sabiendo que solo podía tragar, opté por el camino fácil, y estiré mis manos hasta tocar su fuerte y musculado culo, que noté tan suave y libre de vello como sus pelotas, que golpeaban contra mis narices en cada una de sus embestidas, y su pubis, que acariciaba mi barbilla al tratar de penetrar más y más profndamente cada vez. Sentir aquel sexo tan libre de vello en mi boca era realmente agradabñe, y me facilitaba mucho el poder hacerle una mamada tan en profundo como deseaba.

- Mmmhhh, pero qué putón que eres Lau. ¡Vamos! ¡Mama fuerte, joder! Aprieta bien los labios y házmelo como tú sabes. Así, zorra, así… lo estás haciendo tan bien que voy a tener que darte un premio… - escuché decir a Mikel entre gemidos.  - ¡un premio en tus preciosas tetazas, morena! - ¡¡plaaas!! En aquel momento sentí un intenso dolor en mi teta derecha, que Mikel acababa de azotar con fuerza su palma extendida, para después sujetarme con saña un pezón, pellizcándolo bestialmente entre dos dedos.

- ¡¡Augggg!!, baggta, ssggguelttaaa -  mis intentos de quejarme con el pollón de Mikel en la boca eran patéticos, pero el dolor que me acababa de provocar en el pecho era tan tremendamente delicioso que sentía ganas de morir…

- Vamos, ¡abre bien la boca y déjate follar morena! - ¡¡¡plaaas!!! Otro bestial azote en mi teta izquierda hizo que inmediatamente tirase hacia mí del culo de Mikel, abriendo la boca y la tráquea al máximo para alojar su miembro erecto por completo en el interior de mi cabeza y mi cuello.

Hablando más tarde de aquella mañana con Sandra, me llegó a decir que su Amo le reconoció que la mía fue sin duda una de las mejores mamadas de toda su puta vida. Nos ha jodido. Me dejé follar la boca bien profunda, entre pequeñas arcadas, mientras sus ávidas y sucias manos jugaban con mis tetas y mi sexo abierto… alternado siempre con violentos azotes con sus manos, que en un momento dado empezó a aplicar también sobre mi coño. Aquel dolor era absolutamente indefinible, y amenazaba por momentos por hacerme perder el sentido. Mi clítoris parecía haber reventado con cada golpe, y sentía como si me hubieran arrancado los labios menores al tiempo que me quemaban los mayores con un hierro al rojo. El dolor era tan fuerte que me cortaba la respiración, lo que junto con la penetración a fondo de aquel falo tieso en mi garganta, me hacía desvanecerme por segundos antes de volver a aquella sádica realidad… Todo se celeró en un momento en que Mikel empezó a gritar cabalgando frenéticamente mi boca, al tiempo que me sujetaba muy fuerte los dos pechos con sus manos… Sentí de pronto como si me meara fuertemente, y escuché el sonido de mis chorros de flujo estrellándose con un chasquido contra el suelo de baldosas del salón.

  • Joder qué tía más furcia… ya me había dicho Sandra que eras una diosa del sexo… Nunca antes había visto algo parecido, eres como un animal… te corres como una perra, Laura. Sinceramente, pensé que de hecho lo era, una perra, y que se lo estaba demostrando. Bonito espectáculo le estaba dando. – Vamos Laura, que ahora quiero probar ese coñito tuyo… baja de la camilla – me ordenó, sacándome la polla de la boca y dejándome libre después de muchos minutos de deliciosa mamada. Pude ver el rabo de Mikel pasando junto a mí, todavía completamente empalmado y chorrando mis babas a borbotones.

- No, basta joder, Mikel, el coño ahora no, por favor… ya me has hecho lo que has querido, por favor no quiero que me folles ahora, me has destrozado el coño a hostias cabronazo… - sentí otra oleada de dolor asesino en mi coño al azotarme Mikel el coño nuevamente con su mano… Obviamente, no iba a consentir que le protestara, ni por eso ni por nada. Lloré sin decir palabra, retorciéndome de dolor –y cada vez, más de placer también, sobre la camilla – No quise insistir ni recordar que no tomaba ningún anticonceptivo, porque mucho me temía que me iban a follar sin condón. Tendría que enterarme de si la maldita píldora que me tomé ayer me cubriría también una nueva follada…

-       Jajaja, la verdad Laurita, eres tan buena que creo que no me va a importar tampoco ayudarte un poco a reponerte… sobre todo si eres tan excepcionalmente buena con el coño como lo eres con la boca… - me halagó el piropo de Mikel – Además, me apetece jugar un rato con tu coño de puta. ¿Es verdad lo que me ha dicho Sandra? ¿Que eres capaz de correrte  una y otra vez y eyaculando a lo bestia?  Bueno, lo de que eyaculas como una cerda ya lo he comprobado, pero ¿eres capaz de tanto? A que a ti también te apetece que te caliente un poco el coñito para que me enseñes lo fácil que te corres… así luego mi polla entrará mejor en su coño húmedo.

Mikel no se hizo de rogar. Aprovechando que yo seguía tumbada buca arriba, despatarrada en la camilla, destrozada e incapaz de moverme, con la cabeza colgando, se colocó con abrazando mi vientre y mirando hacia mi coño abierto y, ordenándome secamente abrir las piernas al máximo (cosa que yo hice sin reparo ni tardanza) empezó a masturbarme. Afortunadamente, yo seguía mojando y encharcada, porque el muy animal empezó a majarme sin más el clítoris, abriéndome los labios hábil pero duramente para dejarme libremente expuesta. Al principio me dolió, porque ya digo que no tuvo ningún cuidado, y la rapidez y dureza de sus movimientos amenazaron con dejarme completamente seca casi desde el principio además. El flujo que me bañaba la raja y los labios, quedó rápidamente esparcido y secado entre mi pelambre y sus dedos sudorosos.

Mikel pareció complacido al escuchar mis quejidos de dolor, porque aumentó la presión y velocidad de su mano, pero en seguida cambió de opinión. Debió pensar que siguiendo por ese camino no iba a conseguir lubricarme adecuadamente como pretendía para poder follarme el chochito fácil y rico, así que se estiró levemente y empezó a chorrear su saliva sobre mi concha abierta, empapando mis partes con su esencia para ayudarse en la masturbación de mi clítoris, así como en la penetración vaginal que dos de sus deditos empezaban a tentar en mi vulva excitada. Olía a todo coño que tiraba para atrás, y pude reconocer mi empalagoso y pesado olor a coño de aquella mañana, que después de dos días de excitación sexual permanente y sin resolver, olía como si fuera un oscuro y húmedo puesto de especias en un mercado viejo, mezclado aún así con otro aroma más ácido y fresco, como a mar removido después de la tormenta, que comprendí rápidamente su proveniencia de los nuevos flujos que Mikel ya estaba consiguiendo hacer brotar de mi interior.

De esa manera, con tal cantidad de estímulos cruzados a un mismo tiempo, mi cuerpo empezó a reaccionar rápidamente, facilitando que Mikel me terminara de penetrar con dos dedos, que empezaron a agitarse en mi interior, machacando mi punto G, mientras que su otra mano apretaba en rápidos y fuertes círculos mi botoncito sobre el exterior de mi vulva. Mi primer orgasmo no tardó en llegar. Orgasmazo, vamos. Debí parecer una vaca soltando leche, visto los chorros de flujo que me salieron del coño… llamarlo meada habría sido decir poco. Yo me retorcía de gusto y jadeaba a lo perrita, y empecé a hacerlo todavía más cuando comprendí que Mikel no iba a parar… puede que no fuera mi Amo sino el de Sandra, y que no estuviera formalmente conmigo en una sesión de BDSM… pero desde luego que aquello no iba a ser una simple mañana de domingo de apacible sexo sin más. Empecé a perder la cabeza, a perder la respiración. La estimulación de mi coño estaba siendo demasiado intensa y efectiva, y necesitaba parar. Odiaba pensar en Sandra, casi desnuda tan solo hacía unos minutos delante de mí, al alcance de mi mano, ella y yo dándonos el lote cuando entré en su casa, mi mano y mis tetas masturbando la polla de Pablo, él penetrándome, follándome, violándome el coño en el pasillo, el enorme cipotón de Carlos cabalgando mi boca, mis primos besándose, Pablo sacando la lengua para recibir el esperma de su hermano… lo conseguí, evidentemente, ponerme fuera de mí, hacerme odiar recordar todo aquello que tanto deseaba, que habí tenido al alcance de mi mano, y ya no podía ni soñar con rozarlo… el siguiente orgasmo me llegó enseguida, y los retortijones en mi vientre fueron violentos y dolorosos, porque mi cuerpo cansado se resistía a volver a generar las convulsiones necesarias para expulsar otra vez mi flujo en violenta eyaculación.

Mikel siguió su trabajo, sádico e implacable, haciéndome explotar en otro y otro orgasmo más, cada uno con sus animales disparos y regueros de flujo.

¿Cuánto tiempo me tuvieron así? Yo ya no podría decirlo. Lloraba de dolor, de mi cuerpo dolorido, de mi sexo reventado de escupir flujo y eyacular más y más fuerte y más seguido de lo que ni yo misma soñé que fuera capaz jamás… sin duda mi última fase de abstinencia prolongada, unida a la excitación límite que había vivido estos dos días con mis primos, e incluso con Lorena, habían favorecido las condiciones propicias para que mi cuerpo respondiera de aquella manera tan… visceral. Bueno, la cosa era tan tonta también que el deseo por Sandra, por mis primos, me tenían encendida de tal manera, y entregada en una actitud tan sumisa a aquel Mikel, que mi sexo se había convertido prácticamente en un interreptor, en una llave de paso que él podía manejar a su antojo, para descargar en mi cuerpo los impulsos eléctricos de un nuevo orgasmo, o volver a regar, una vez más, el suelo  del salón de mi amiga con la esencia de mis entrañas…

Ni siquiera me di cuenta del momento en que Mikel se separó por fin de mí. Se encontraba otra vez frente a mí, haciéndome fotos, allí, tirada, desmadejada, supuse que magullada y enrojecida, manchada de sexo, sudada… qué sé yo. Notaba mi vientre, mis muslos, mis piernas pringosos, tenía el olor a coño por todo el cuerpo.

Tirándome del pelo bruscamente, me obligó a ponerme otra vez como cuando me dio los azotes en el culo: tumbada boca abajo, con las tetas apoyadas en la camilla, las dos piernas en el suelo, y el culo levantado y en pompa. Mikel me abrió las cachas, separando con facilidad los labios de mi coño y penetrándome con dos dedos hasta el fondo mismo de mi vagina. Estaba tan mojada y abierta que las paredes interiores de mi sexo eran incapaces de oponer resistencia a nada, además de que continuaba lubricando intensamente, a chorro continuo. Follarme iba a ser un juego de niños.

Jamás olvidaré lo bien que entró su deliciosa polla dura en mi maltrecho coñito… tan suave y calentito  para él… hasta el fondo mismo de mi ser, mientras sujetaba mi cuerpo contra la camilla para evitar que me desmoronara.

- Por favor no te corras dentro que no tomo nada, por favor, no te corras dentro – mis súplicas parecían casi más por puro método que verdaderamente sinceras. Naturalmente, no me iba a quedar otra que investigar la posible efectividad de la pastilla que ya llevaba en mi cuerpo, o tomar otra nueva cuanto antes… jijij… quizás podía ir a hacer una nueva visita a mi farmacéutica favorita, pensé.

  • Dios que maravilla de coñito tienes putaaa… estás increíble… mmmhh que gozada – me complació ser capaz de proporcionar tanto placer a un hombre fuerte, guapo y tan varonil como Mikel, por mucho que estuviera poco menos que violándome.

Me folló bien follada en esa postura, sujetándome por las caderas y dándome bien duro hasta el fondo, hasta que sus propias caderas empezaron a golpear con impactos secos y duros mis doloridas nalgas. Sus delicadas manos tuvieron oportunidad de recorrer mi sudorosa espalda, de sujetar mis pechos desde atrás con fuerza, de sujetar mi cuello para con su boca comer mi lengua y mis labios y, por último… tiempo de volver a meter primero uno, luego hasta tres dedos por mi apretadísimo culito. Pude sentir cómo se afanaba jugando con sus dedos, una vez clavados en mi interior, buscando el movimiento de su polla al otro lado de las paredes interiores de mi cuerpo. Notaba cada pliegue de su polla dibujando matices de placer en mi vagina, y eso me excitaba más y más. Tras derramarse copiosamente en mi interior, Mikel dejó caer el peso de su cuerpo sobre el mío para juntar su boca a mi oreja y decirme:

- Entonces, si no querías que me corriera en esta delicia de coñito… supongo que es porque quieres que te dé por el culito, puta… Sandra ha dicho que te gusta mucho, y a mí a veces también me gusta complacerla: me voy a correr en tu culito… - me susurró muy despacio al oído, a la vez que me mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

-  No, joder… eso no por favor… eso no… no aguanto más… - jadeaba. La prueba  a la que me estaba sometiendo Sandra estaba resultando verdaderamente exigente para mi cuerpo, lo que no quitaba que deseara probar también lo rico que era sentir a Mikel por la puerta de atrás. Aún así insisití en hacerme la remolona para calentarle todavía más.

- Vamos, zorra… que llevas toda la noche deseando que esos primitos tuyos te lo han abrieran ya unas cuantas veces, no te vayas ahora a hacer la estrecha conmigo.

Naturalmente, tampoco hiciste demasiada fuerza por levantarme de mi incómoda posición sobre la camilla, con el culo en pompa expuesto a su polla. No es ya que estuviese absolutamente dolorida y agotada de resistirme, sino que yo tenía tanto interés como el propio Mikel en notar su larga y dura polla rompiéndome el culo. Joder, si es que llevaba dos noches eternas deseando un hombre que se decidiera por fin a tratármelo así de bien… La realidad es que lo llevaba también tan lubricado de toda la mierda que le había caído de mis corridas previas sin fin, que no le supuso ningún esfuerzo penetrarme, pese a estar bastante bien dotado por su parte. Se notaba que Mikel era un hombre muy experimentado con el sexo, y sabía bien lo que se hacía, por añadidura. Ayudado por los regueros de flujo y semen mezclado que extraía de mi coño, untó aún mas mi ano y metió un dedo bien dentro, para que su polla pudiese entrar fácilmente, y la colocó en mi misma entrada, sujetándola bien fuerte con la mano para enfocarla en el punto correcto.

- Vamos zorrita… quiero oír cómo te sientes mientras te doy por el culo – escuché su voz, de repente perversa y lujuriosa, mientras comenzaba a apretar muy poco a poco, pero sin parar, a la vez que sujetaba mi espalda contra la camilla.

- ¡¡Auuu, auuu, auuuuuu!! – aullaba de dolor al notar más y más presión en mi puerta trasera, con su cipote avanzando con implacable precisión.

- Vamos, mejor será que te abras el culo con las manos… sepárate las cachas y déjame bien abierta la raja cariño, así te entrará mejor y no te hará daño, morena.

Seguramente, cuando Mikel me dijo eso, en ningún momento pensaron que realmente yo iba a abrirme el culo para facilitar la entrada a su polla más y más hondo… pero eso fue justamente lo que hice. Con una mano en cada nalga, abriéndome y separándome el culo, yo abrí y dilaté mi ano y relajé mi esfínter todo lo posible, y entonces sí, su polla entró en mí como un cuchillo entra en la mantequilla… hasta el fondo. Era cierto también que las repetidas corridas a las que me había sometido Mikel me habían descolocado todo por ahí abajo, y me resultaba imposible en el fondo controlar por completo las decisiones de un coño y un ano que latían por sí mismos desbocados, y habituados a lo que había sido un estado de tensión y excitación continuadas. De tal manera que, más allá de lo que su tranca empujara, que empujó y a fondo, fue mi propio ano el que prácticamenete se tragó aquel trozo de carne dura, tirando de él hacia mi interior.

Mikel se detuvo un instante, cuando mi cuerpo se tensó al notar toda su polla clavada en mi culo… me estiré más como para dejarle paso hasta el fondo… y así, bien dentro de mí, él se movió y se movió, primero muy despacio, para luego poco a poco ir acelerando sus embestidas. Aquella follada era, ni más ni menos, lo que llevaba deseando y necesitando desde hacía casi 48 horas. Debo reconocer que, en ese momento, sentí la fascinación más grande y poderosa que nunca había sentido antes por Sandra como mujer y como amante. Pude comprender que ella, amándome y deseándome realmente muy por encima de lo que yo la había deeado a ella jamás, había sido capaz de entender mis propias necesidades mucho mejor que yo misma, y juntarlas con las de su propio Amo: convencida de que mi cuerpo lo que necesitaba, mucho antes que un fogoso encuentro entre nosotras, por mucho que pudiéramos haber deseado aquello de manera inmediata, era calmar de una vez por todas el hambre de polla brutal que venía acumulando durante semanas, y que había terminado por explotar brutalmente aquellos dos últimos días con mis primos. Por supuesto, ella también había entendido esa última parte, igual que Mikel había entendido, mucho antes que yo, que yo había tomado una decisión ahí desde el mismo momento que di rienda suelta a mi contacto iniciático con Pablo la primera noche… No iba a tardar en darme cuenta que mi decisión de verme con Sandra aquella mañana, y su decisión de buscarme, había sido proverbial y fruto de algo que podría considerar como la más clara intervención de la fuerza del destino en mi vida, si es que algo así puede exisitir. Pero aquella mañana, por intermediación de Sandra, mi destino iba a quedar definitivamente sellado, por mucho que yo no lo supiera todavía y por mucho trabajo que me fuera a costar llegar a alcanzar su cumplimiento total. No sé, posibemente me daba cuenta ya a esas alturas de que algo especial pasaba, y de cuánto amor había en todo lo que Sandra acababa de hacerme. Entregarme así a un Amo no lo habría hecho cualquiera. Quizás por eso yo, sencillamente, disfrutaba como una perra ya en esos momentos, y no me molestaba nada en disimularlo. Mis gemidos decían que aquello me estaba gustando, y mucho… más aún cuando Mikel expertamente me comenzó a masajear el clítoris con una mano, mientras me daba por detrás bien fuerte.

Aquello fue la gota que volvió a colmar mi vaso, y otra vez me corrí a chorro, metiendo tales espasmos con mi sexo que mi ano empezó a convulsionar, boqueando con la polla de Mikel dentro, masajeando y apretando fuertemente su miembro al tiempo que me enculaba, proporcionándole un placer tan descomunal que no aguantó un segundo más, y me llenó bien lleno el culito de leche. Se corrió por tercera vez en mi interior, dejando en mí hasta la última gota de su semen… Vive dios que le había dejado seco. Aquel dios del sexo cayó rendido sobre mí, y yo me giré para ofrecerle una vez más mis labios, dejándole que me los comiera en señal de agradecimiento.

-       Tienes un culo maravilloso, Laura… te lo follaría 1000 veces al día si pudiese – dijo en voza alta, agitado y nervioso.

Así seguimos los dos unos minutos, aprovechando para sentir y acariciar cada pliegue de nuestros cuerpos, sin que él llegara en ningún momento a sacarme su falo de dentro del culo, hasta que con la relajación de después del polvo ya se le quedó completamente flácida, momento en que se le salió por sí misma.

  • Muy bien, Laura, lo has hecho muy bien, te has portado como toda una mujer… estoy muy contento, y esta noche Sandra va a tener vuestra recompensa… y después, sí, ella tendrá libertad para ir contigo cuando quiera… Aunque a mí me encantaría volver a verte otra vez, Laura, si tú quieres… En todo caso, ahora… eres libre. Pero antes de irte pasa por la habitación de Sandra, que tiene que darte un regalito muy especial para ti.

Al levantarse, todavía sacó una nueva tirada de fotos de mi cuerpo, rezumando semen por el coño y el ano, que mantenía abiertos sin ningún pudor, mientras era incapaz de borrar una expresión de éxtasis y felicidad profundos de mi cara, hasta tal punto que debía de parecer directamente drogada. Por mi parte, en ese primer momento es que era capaz de moverme ni para tratar de cubrirme los pechos o cerrar un poco las piernas. Al terminar, Mikel se puso el slip, recuperó su camiseta y se volvió a sentar en el sofá del principio, mirando distraídamente algo en mi teléfono.

Al cabo de un rato, no corto, pude recuperar a duras penas la movilidad de mis miembros. Con movimientos muy lentos,  me incorporé, y avancé trastabillando hacia la puerta del salón. Mikel seguía en el sofá, aparentemente leyendo algo en mi móvil.

Me giré hacia la puerta, que seguía tan cerrada como la primera vez que intenté huir de aquella terraza… Temiendo que aquello no hubiera acabado todavía, opté por dirigirme sutilmente a Mikel, que me miraba sonriente y sincero, por primera vez, como quien mira a una hermana querida…

-       Pero… Mikel, la puerta está cerrada con llave… - le dije pidiendo su ayuda. Realmente quería salir cuanto antes de allí.

-       ¿Con llave? No, Laurita… - me dijo sonriendo – nunca lo estuvo… - y acompañó sus palabras con una grácil carcajada; estiré mi mano y, efectivamente, la manilla giró con un mínimo movimiento, desbloqueando el mecanismo de la cerradura.  – Sencillamente… eras tú la que no querías salir, Laura. – La sonrisa de Mikel ocupó ahora toda su cara, de oreja a oreja.

Al abrirse la puerta, me ecnontré a Sandra mirándome desde el fondo del recibidor. Se había vuelto a vestir.

–      Toma, Laura, tu teléfono… no te lo olvides – me llamó Mikel. Me acerqué a recogerlo, perfectamente desnuda, demorando mis pasos para que me pudiera ver, disfrutando de su mirada recorriendo golosamente mi piel. Recibí el teléfono de sus manos, y los dos estiramos nuestros dedos índices para acariciarnos, tretando de prolongar el contacto lo máximo posible.

Me giré y volví al recibidor. Sandra cerró la puerta del salón detrás de mí y me acompañó hasta su habitación, tomándome suavemente de los hombros.

-Es cierto, Laurita. La puerta del salón no tiene llave. De hecho funciona mal y es difícil muchas veces mantenerla cerrada. Y otra cosa - dijo señalándome mi teléfono - Mikel te habrá hecho bastantes fotos. No te preocupes de buscarlas fotos, están todas borradas. Antes de hacerlo, habrá enviado tres mensajes con ellas: uno a su número, otro al mío, y otro al número desconocido que te ha hecho una llamada perdida esta madrugada.

  • ¿Qué? Será hijo puta… - empecé, a punto de estallar de indignación… - pero tía, ¿qué coño estás diciendo? ¿que le ha mandado todas mis fotos recién pajeada y follada a lo bestia a mi primo Carlos?

  • Tranquila, Lau… lo ha hecho el Amo, es lo mejor para ti, ya verás… él sabe… - Un estremecimiento convusionó mi cuerpo, y tuve que apoyarme en la pared. - Solo quiere que puedas conseguir lo más pronto posible aquello que más quieres. Y de momento, mañana por la noche podremos estar por fin juntas – no pudimos evitar fundirnos en un apasionado morreo. Mientras tanto, debo ponerte esto:

Sobre la cama, junto a mis cosas, se encontraba un pequeño huevito vibrador. Tomándolo entre sus manos con una delicadeza casi reverencial, se acercó a mi entrepierna y me lo metió muy suavemente en mi vagina, dejando fuera el cordón. Me di cuenta entonces de que entre sus piernas asomaba un rabito parecido. Se lo toqué.

-       Sí, yo llevo uno igual que el tuyo. Están emparejados de hecho. Y conectados a una app que está instalada ya en tu móvil, igual que lo está en el mío. Debes asegurarte de tener el móvil encendido, con cobertura y perfectamente cargado las próximas 24 horas. El Amo controlará los dos vibradores desde su propio teléfono. Así tú y yo, nuestros coñitos, estarán conectados todo el día y tú y yo sentirtemos lo mismo en todo momento. Estaremos perfectamente compenetradas para volver a encontrarnos, por fin, por la noche. Ahora será mejor que te vayas a casa, Lau, y a ser posible sola; no te conviene estar en ningún otro sitio.

Todo aquello terminó por agotarme. No, era demasiado después del día que llevaba. En fin, comprendí que me estaban echando de aquella casa, y ni siquiera demasiado amablemente. Al fin y al cabo ya había desechado la idea de ir a casa de mis padres, y después de la buena mañana de buen sexo con Mikel, estaba agotada y suficientemente complacida. ¿Me iba a ir por fin a casa, pues?

Una fuerte convulsión en mi interior me hizo temblar las piernas, y me habría ido al suelo si Sandra, también temblando, no llega a sujetarme.

-       ¿Lo ves? El Amo ha accionado brevemente el vibrador. – Joder. Aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba. A casa, pues. - Y recuerda, no se te ocurra sacarlo, ni para dormir, ni para mear, ni para lavarte ni nada… déjalo ahí metido siempre. Solo yo te lo podré sacar mañana, pero si te lo sacas antes él lo sabrá, tiene un sensor y mandará un aviso a su teléfono. Si alguna de los dos nos quitamos el huevito, Lau, no podremos estar juntas. Ni mañana, ni en mucho tiempo. – Volvimos a besarnos, mientras aquel cacharro pegaba unos calambrazos más fuertes y prolongados que la otra vez. Yo estaba tan maltrecha que a poco vuelvo a correrme. Joder… igual no iba a estar tan mal la cosa después de todo jajajajaja…

Me vestí rápidamente. Cogí, eso sí, prestadas unas braguitas limpias a mi amiga, pasaba ya de ir haciendo el cerdo y, además, si iba a ir con aquél vibrador dentro más me valía estar al menos un poco protegida, y por algo limpio. Me terminé de poner el resto de la ropa y cogí mis cosas para escapar de allí. Estaba a punto de cruzar la puerta de la casa cuando…

-       Por cierto, Lauri… no te preocupes por lo de tus primos… - dijo Sandra con voz melosa. Se va a solucionar, ya verás. Ya está todo en marcha mi amor. Ahora, debes marcharte. Hasta mañana. – dijo por último, volviéndome a besar y sobando mis tetas, todavía excitadas y con los pezones duros.

Sin contestarle nada, salí por fin de su casa casi arrastrando los pies y caminando muy despacio. Aquel puto vibrador se había puesto de nuevo en marcha, y a buena velocidad. El maldito huevito me iba a dar muchas alegrías durante todo el día, pensé.