La leyenda del fauno y el pescador de calamares

Aquel cuerpo medio animal cubierto de vello rojizo y con un cipote bestial me hizo gozar de un orgasmo que me llevó al éxtasis

He pasado diez días de vacaciones frente al mar y he escrito esta historia de un tirón como si alguien me obligara a ello. Espero que la disfrutéis

LA LEYENDA DEL FAUNO Y EL PESCADOR DE CALAMARES

Mi condición semianimal hacía que tuviera una visión nocturna excepcional. Desde hacía tiempo me escondía todas las noches entre las rocas para observar como aquel joven se internaba en al mar a bordo de su barca multicolor y comenzaba a pescar calamares con sus aparejos.

Durante toda mi vida había follado con hombres y mujeres, unos me habían deseado y a otros les había forzado dado mi instinto animal que no me daba otra opción que aliviar mi excitación sexual con cualquier ser que se pusiera a mi alcance.

Pero aquel hombre era otra cosa, sentía deseo por él, pero también respeto. Había oído hablar de que los hombres se enamoraban. A mi nunca me había pasado, pero mi media condición humana debía estar fortaleciéndose y mis instintos estaban cambiando.

Miraba noche tras noche como su joven cuerpo se cimbreaba sobre la barca mientras trabajaba con los sedales. Miraba con detenimiento su morena piel iluminada por la luna, su cuerpo de largos músculos, el vaivén de su badajo arropado de un vello negro como el azabache, su hermosa cabellera morena y rizada, y su rostro oscuro adornado por inmensos ojos negros.

Me quedaba extasiado mirándole, pensé en entrar en su choza para forzarle, pero no quería hacerle daño. Quería quererle y que me quisiera, que me amara, pero sabía que era difícil que un humano se fijara en un ser como yo, medio hombre medio cabra, al fin y al cabo soy un fauno.

Había visto como alguna noche un tritón salía del mar para subir a la barca. Era un ser espléndido de ser piel nívea y sin un solo pelo en todo su cuerpo. Su tacto se me antojaba suave, su enorme miembro pedía que se lo lamieran, su cabeza lisa y pálida necesitaba ser acariciada y sus labios carnosos y azulados se abrían para recibir los besos de de Livio, que así se llama mi pescador.

Y en aquella barca se desataba la pasión entre el tritón y el joven hasta que aullaban de placer y descargaban sus cojones. Entonces yo balaba como una bestia desde mi escondrijo y derramaba lágrimas amargas de celos. Si Livio podía hacer el amor con un tritón porque no con un fauno.

La amargura que me envenenaba el corazón hizo que una madrugada entrara en su humilde vivienda. El chico dormía plácidamente sobre su jergón. El cuerpo oscuro contrastaba con el lienzo blanco que cubría el catre. Me acerqué para observarle mejor. La placidez y tranquilidad que transmitía su cuerpo y su rostro invitaba a ser acariciado y sus labios oscuros y carnosos pedían ser lamidos y besados, pero no hice nada, sólo le observaba y me provocaba una gran excitación.

De repente abrió los ojos, su cara reflejó horror, se levantó de un salto y cogiendo un cuchillo se abalanzó sobre mi. Me defendí dándole un fuerte golpe que hizo que se estrellara contra la pared y cayera inconsciente.

En un principio me quedé inmóvil, luego me preocupé pensando que le había matado. No había controlado la gran fuerza que me proporcionaba mi inmenso cuerpo y mi desarrollada musculatura. Me acerqué y vi que respiraba. Suspiré aliviado. Le abracé, le acaricié, le tumbé en la cama y le mojé la frente con agua fresca.

Se despertó y el pánico hizo retraerse pero lo sujeté con firmeza. No tenía intención de hacerle daño. Me miraba con desconfianza. Fui relajando mis músculos para que se diera cuenta de que no quería dañarle y me fui alejando del camastro hasta llegar al otro extremo de la habitación. Allí me quedé observándole.

-¿Qué quieres de mi?-: me preguntó.

  • Te veo pescar todas las noches - le dije -Me gustas mucho...No quiero hacerte daño...por favor no tengas miedo de mi.

Me miraba con curiosidad. Se que mi aspecto causa temor a menudo. Aún teniendo un cuerpo perfecto, Livio a mi lado parecía un niño. Mi estatura y mi musculatura son enormes, pero las facciones capriles, el vello suave y rojizo que cubre mi cuerpo me da un aspecto inquietante, ello, unido a los pequeños cuernos que se adivinan bajo mi cabello y las fuertes patas acabadas en pezuñas atemorizan a muchos hombres.

Me acerqué al chico que se refugió contra la pared. Le acaricié el pelo, me acerqué aún más y le besé en la frente. - Por favor no tengas miedo de mi - le dije. Al ver la mirada de temor de Livio, dos lagrimas resbalaron por mi cara hasta llegar a mi rojiza barba. Me di la vuelta y con la cabeza gacha salí de la choza lentamente.

Esa noche, desde las rocas, le dediqué unas melodías con la flauta doble mientras mi amor pescaba. Se había puesto un taparrabos de lino blanco que, si fuera posible, le hacía aún más apetecible, porque la tela creaba una bolsa donde se adivinaba el objeto de mi deseo. Los huevos y la polla cubiertos de tela blanca me excitaban así como el reguero de vello negro que corrían hacia su ombligo para después desplegarse como un abanico por su pecho . Esa noche no subió el tritón.

Había oído que los tritones no podían soportar el sonido de la flauta. Por eso me dedicaba a tocarla todas las noches mientras Livio pescaba. No quería que el tritón nos interrumpiera. Y noche tras noche le dediqué melodías mientras pescaba.

Al oír los lamentos de mis melodías, mis cuatro hermanos vinieron a consolarme, trajeron vino y tejieron coronas de flores para adornarnos las cabezas y los cuerpos. Koro, mi hermano preferido de pelambre oscura se sentó junto a mi.

Nos abrazamos, nos lamimos las bocas y las lenguas. Nos tocamos las vergas y los genitales para excitarnos, luego me lamió el cipote y yo el suyo, cuando estuvimos excitados, se puso a cuatro patas y retirando su cola dejó su orificio a mi disposición para que me desahogara. Le penetré como hacíamos a menudo y le di estocadas hasta que me corrí y bramé a los cielos. Cuando me calmé, hice lo mismo que el y le ofrecí mi velludo culo para que me penetrase. Su inmenso cipote entró en mi sin problema gracias a la cantidad de fluidos que había segregado durante mi follada. Siempre me gustó que Koro me follara, notar como sus cojones chocaban contra mi culo, sentir su pelambre sobre mi espalda mientras me daba pequeños mordiscos en la nuca. Me folló como un auténtico macho hasta que se derramó en mi interior. Luego nos tumbamos y gracias al vino y a las corridas, nos dormimos abrazados.

LIVIO

Aquella visita nocturna me sobresaltó. Ver a aquella magnífica bestia a mi lado, dentro de mi refugio, me asustó, pero al ver su reacción, notar como me acariciaba y, sobre todo, al ver el amor en sus ojos y el llanto de amor no correspondido, al ver como salía de mi casa derrotado y al oír noche tras noche sus tristes melodías que me dedicaba, mis sentimientos fueron cambiando y la pena que me producía se convirtió en cariño. Sabía que ahora el paso tendría que darlo yo.

Cuando dejaba de pescar y arrastraba la barca sobre la arena, siempre le veía a lo lejos entre las rocas, o recortado sobre el cielo que comenzaba a clarear. Su magnífica figura me intimidaba a la vez que me excitaba. Recordaba la suavidad de su pelambre y el calor que emanaba de su cuerpo. Cada vez que lo veía mi polla se estremecía de deseo.

Por las noches veía como le rodeaban seres como el, como le consolaban y como bramaban cuando se daban placer. Todo aquello hacía que estuviera en vela a causa del deseo de participar en aquellas orgías y que mi fauno me hiciera suyo.

Una madrugada, después de varar mi barca, me acerqué a su zona. Vi como dormía plácidamente abrazado a otro fauno de pelo oscuro y a su lado vi varias vasijas vacías. Avancé hasta él, le miré y acerqué mi mano a su pecho para tocarlo. La suavidad de su vello y el calor que emitía se extendió por mi brazo llegando al pecho y alojándose en mis genitales, que respondieron con una presión que parecía que me los estaban apretando...y...gemí de placer.

Krono, que así se llama, abrió los ojos, me miró con amor y me sonrió. Abrió los brazos para darme cobijo. Desprendía tanto amor que yo respondí entrando entre ellos dejándome abrazar, metió su mano por el taparrabos para encontrar mis genitales que agarró con cuidado dándome un calor que me subía hasta el pecho. Luego siguió durmiendo y el sonido de su respiración pausada y la presión de su pecho meciéndome entre sus brazos hizo que cayera en un placido sueño.

Cuando desperté, estaba en mi choza. Pensé que había sido un sueño pero notaba un olor especial en mi piel que me turbaba y me excitaba. Me masturbé y seguí durmiendo.

Me desperté a mediodía. El olor a macho seguía impregnado en mi cuerpo, fui a lavarme, pero al final decidí que ese olor atraería de nuevo a Krono. Dejaría que me oliera en la lejanía para que supiera que aceptaba su deseo y que me buscara (aunque sabía que mi fauno no dejaba de observarme, era un regalo mío para él el que supiera que estaba a su disposición).

Mientras reparaba mis aparejos para la pesca de la noche, oí unas pisadas cerca de mi choza. Krono estaba medio oculto entre los pinos. Nos miramos, nos sonreímos, y entonces se decidió a acercarse. Se sentó en cuclillas junto a mi, me acarició el cuello y el pecho, y me dijo que esa madrugada quería hacerme suyo que me esperaría en la playa al final de mi trabajo. Yo le acaricié su fuerte pecho y sus enormes brazos, duros como piedras, y le confirmé que allí estaría.

Al amanecer arrastré mi barca a la arena y la dejé varada. Miré a diestro y siniestro pero no vi rastro de Krono. Cuando entré en mi cabaña vi que el camastro estaba cubierto de flores y por todas partes lucían candiles, pero a él no le vi. Solté el petate con mis aparejos y una sombra en la puerta hizo que me volviera. Allí estaba. Se acercó a mi con su peculiar andar y al llegar a mi, me puso en la cabeza una corona hecha de hojas y flores silvestres. Se quedó en silencio frente a mi . -Gracias Krono- y le abracé. El fauno me cogió entre los brazos y me tumbó en el jergón. El se tumbó junto a mi y comenzó a acariciarme el pelo y el cuello. Sabía lo que se proponía y acepté gustoso sus caricias. Yo comencé a acariciarlo también.

-Quiero hacerte mío- me susurró al oído.

-Yo también quiero- le dije.

Fue recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi paquete, que desenvolvió del taparrabos y comenzó a acariciarlo. Yo hice lo mismo hasta llegar a sus genitales. Me extrañó que no tuviera vello en los huevos (creo que era el único sitio lampiño de su cuerpo), eran de piel oscura y suave, muy suave. Me deleité acariciándolos. Luego subí por su verga que ya estaba dura. Era enorme y muy dura, y acababa en un capullo rojo oscuro que iba disminuyendo de tamaño hasta acabar en punta. Supongo que tendrá esa forma para ir dilatándo mientras penetra con ese troncazo, pensé.

Me metió su áspera lengua en mi boca y comenzó a jugar. Con su punta lamía la mía yo jugaba a querer mordérsela y el la retiraba para luego volver a introducirla. Mientras, nos estábamos pajeando y acariciando. Noté como su verga se convertía en leño y como manaba jalea de su punta. Sentí un olor a animal que me iba envolviendo. Al principio lo rechacé pero luego me fui haciendo a el y llegó a embriagarme.

  • Ahora te voy a follar- me susurró.

Me dio la vuelta en la cama me abrió las piernas dejando mi ojete al aire y se acercó a él para olerlo y luego para lamerlo. Jugaba con la punta de su áspera lengua por los contornos del agujero, luego me abrió más el culo y dando pequeñas y rápidas lamidas inició el juego de la dilatación. Mi culo hambriento, se abría y cerrada boqueando de placer. Su estrecha lengua, larga, dura y áspera, fue entrando en mi interior haciéndome gemir.

Apoyó la punta de su rabo en mi entrada y me lubricó en cantidad.

  • He visto como te entraba la serpiente que el tritón tiene entre las piernas. No creo que yo te haga más daño....Tranquilo...

Tenía razón en cuanto al tamaño del miembro del Nepsi el tritón, era larga y gruesa como una anguila pero era suave y elástica, entraba suavemente hasta la mitad de mi cuerpo y nunca salía del todo cuando me follaba, tal era su extensión. Y me proporcionaba un placer exquisito. Me tumbaba en la barca boca arriba, me alzaba las piernas e iba introduciendo la sierpe poco a poco, lentamente, suavemente, mientras su lengua suave y jugosa entraba en mi boca para producirme más placer, con sus pequeños dientes puntiagudos, me mordía los labios, otras los hombros o el cuello hasta que sangraba, luego me lamía y mi piel cicatrizaba milagrosamente, para luego volver a morder en la piel recientemente regenerada... y entonces me provocaba una goce tal que gritaba y me revolvía mientras me follaba hasta que estallábamos. Los orgasmos con Nepsi eran dignos de los dioses.

No tenía todas conmigo sobre el placer que me ofrecería Krono, aquel órgano enorme, duro y venoso que recordaba los troncos de los pinos. Pero me dispuse a disfrutar del sexo que me ofrecía aquel hermoso animal.

Me puso a cuatro patas para poder llegar con facilidad a mi abierta oquedad y comenzó a meter la punta de su capullo cubierta de melaza, fue empujando y fue entrando, aquel líquido tenía tal poder de dilatación que hacía que los impedimentos que iba encontrando se fueran abriendo para ir dando paso a aquel inmenso leño.

  • Krono...por favor...- Le supliqué. -Dame la vuelta, quiero verte mientras disfrutas con la penetración...

No se como lo hizo pero me dio la vuelta sin sacarme la verga del culo hasta que caí de espaldas en el jergón y le tuve frente a mi.

  • ¿Así?

  • Si

Levantó las piernas hasta sujetarlas sobre sus brazos y mi cuerpo se izó también a causa de la diferencia de tamaños. Se irguió como un toro y metió el tronco hasta la base. La sensación de poderío de Krono me turbó. Miré como levantaba la cabeza hacia el cielo mientras balaba. Aquél animal era mío...y yo suyo.

Se inclinó hacia mi para lamerme, para besarme mientras su cipote entraba y salía de mi cuerpo. Yo le pellizcaba los puntiagudos pezones rosas cubiertos de vello rojizo hasta que estaban duros como piedras y luego tiraba de ellos. La follada estaba siendo soberbia. Nos fuimos calentando hasta que rompimos a sudar y los olores de ambos se unieron en un aroma sexual embriagante.

Krono se corrió en mi interior como si de una fuente de semen se tratara. Mientras me embestía, gruñía y gritaba al cielo y me agarraba las piernas con fuerza para no dejarme escapar. Se vació en mi.

Cuando fue saliendo lentamente de mi cavidad , el esperma salía proporcionándome un placer anal nunca vivido. Las paredes de mi orto notaban el masaje que le proporcionaba aquel tronco venoso y el anillo de mi ano disfrutaba del líquido espeso y caliente que salía como un pequeño manantial. Entonces tuve un orgasmo que me pareció eterno, el cuerpo se me tensó y tembló mientras que mi polla estaba dura como una roca y mi capullo hinchado a reventar, me corrí con trallazos de lefa que me llegaron hasta el pelo. No se si llegué a perder el conocimiento por el éxtasis que me produjo ese orgasmo.

Krono me lamió entero para dejarme el cuerpo limpio y luego nos dimos lengua para probarnos. Nos abrazamos y caímos en un letargo que se rompió de repente.

La puerta de mi cabaña saltó en astillas y Koro entró como una bestia enfurecida en la estancia con su enorme cipote mirando al cielo.

  • ¡Ahora será mío!.

Yo me horroricé y Krono se interpuso en su camino, se levantó de la cama y de un salto llegó hasta su hermano y le propinó tal puñetazo con el dorso del puño que el negro atravesó la pared de mi casa. El rojo fue hacia su hermano, llegó hasta él, se paró y señalándole con el dedo le dijo: - ¡Ni se te ocurra tocar a este hombre!...¡Este hombre es mío!...¡Este hombre es intocable!...¡Si lo tocas te mato, te lo advierto!...¡Y advierte a los otros!.- Y ahora...¡Lárgate!.

Koro se alejó lentamente. Krono entró de nuevo en la casa, me cogió entre sus brazos y me llevó hasta la orilla.

  • Livio- me dijo- debes lavarte bien con algas. Que no quede ni rastro de mi olor en ti. El instinto animal podría cegar a mis hermanos y podría desencadenarse una tragedia. Lávate bien y que no quede ni rastro de mi.

Así lo hice.

  • Livio - me dijo - No volveré a tocar la flauta por la noche para espantar al tritón. El mar es la mitad de tu vida y allí tienes un amante, disfrútalo, pero la tierra es la otra mitad de tu vida y yo quiero ser tu amante, que seas mio y yo tuyo, y te defenderé y te amaré.

Las lágrimas me cubrieron los ojos al ver a un ser tan espléndido declararse a mi de esa manera. Salí del agua, me acerqué a él, le abracé y le besé - Krono...te amo.

Subí a la barca y me alejé remando -¡Hasta la madrugada!- me despedí agitando un brazo. Seguí remando hacia mar abierto donde sabía que esa noche me esperaba Nepsi.