La Leyenda de Terra (Parte 4): La reina araña

Con Saen como nuevo, la historia puede continuar. Y esta nos lleva varias años después, cuando el entrenamiento de Alan, esta por finalizar.

Hacía tiempo que Saen no podía costearse una buena compañía en su humilde habitación. Habitación que su amigo el tabernero le había prestado ya que el no la utilizaba. Y aunque ahora ciego, Saen había sido capaz de elegir a una de las mejores chicas del pueblo. Una joven de cuerpo delgado, pechos redondos y un trasero respingón. Todo esto acompañado por uno ojos verdes de mirada profunda y un pelo negro como el carbón.

En aquel momento la joven se encontraba arrodillada al lado de la cama, lamiendo el miembro de Saen el cual estaba sentado en la misma.

-Muy buena… Hacía tiempo que no recibía estos servicios…- Dijo Saen, disfrutando de la boca de la joven. La cual sin pudor alguno por la diferencia de edad, disfrutaba del hombre. -Me voy… a correr…- Avisó Saen, pero la joven continuo, hasta hacer que este llenara su boca con su semen.

-Muy golfo es lo que está usted hecho…- Rio la joven levantándose.

-Ui… pues si me hubieras conocido en mis años mozos…- Esta vez rieron ambos. Desde el día en el que Saen parecía haber muerto y después resucitado, el mismo se encontraba diferente. Más enérgico, mas fuerte, más inteligente…

Tras aquel ultimo “apaño”, la joven se vistió con un vestido de tela suave y color rojo y se marchó por la puerta. Saen en cambio se dirigió a un pequeño balde que tenía en el cuarto y tras limpiarse la cara con al agua del mismo, se preparó para bajar.

Aun ciego y sin la ayuda de un bastón, fue capaz de llegar a la planta baja del establecimiento. Tras saludar al un joven que hacía las veces de recepcionista, salió a la calle y se dirigió a uno de los edificios cercanos. A la taberna de su amigo, allí donde hoy seguiría contando la leyenda con la que tenia a muchos oyentes enganchados.

Todos saludaron al hombre cuando entró y esperaron a que se sentara y continuara con la leyenda de Terra.


Desperté abriendo los ojos de golpe y con todo el cuerpo en tensión, pero al ver el techo de la habitación de las chicas me relaje al darme cuenta que había tenido una pesadilla durante mi sueño. Entonces quedé sorprendido al sentir peso sobre mí, y aun mas cuando encontré a Cassia dormida de costado muy cerca de mí y con su brazo colocado en mi pecho, como si me estuviera abrazando.

-Cassia…- Susurré intentando despertarla. Pero ella no pareció escucharme, y mantenía aquella respiración relajada y los ojos cerrados. -Cassia…- Volví a intentar despertarla suavemente, pero ella no se despertó, por lo que con mucho cuidado, levante su brazo para dejarme vía libre y poder levantarme.

Salí de su cuarto en completo silencio dejando a Cassia y a Alexia dormidas. Entonces un olor nauseabundo vino hasta mi y recordé que a pocos metros aun estaba la cabeza de aquella joven que intento matarnos.

Asfixiado por el olor y el recuerdo, salí a trompicones del edificio para tratar de respirar. La opresión del pecho empezó a desaparecer lentamente, pero el recuerdo aun lo tenía vivo y en cuanto mi vista se posó en la zona de entrenamiento, sin pensarlo un segundo me lancé hacia allí.

Empecé a correr, a saltar, trepar, a arrastrarme… Estaba dando mi máximo esfuerzo para retirar el rostro de aquella chica de mi mente. Despojarme de la extraña sensación tras, no solo haber matado a aquella joven, sino también tras haberla violado. Aunque en el fondo se lo mereciese, sabía que había sido muy cruel con ella. No se cuanto tiempo estuve entrenando, pero un movimiento en el edificio de las chicas llamo mi atención.

-¿Pero qué haces?- Le pregunté a Cassia que se había medio arrastrado hasta la entrada.

-Tu… entrenamiento…- Empezó a decir ella con cierto esfuerzo, pero yo la calle poniéndole un dedo en la boca.

-Sé lo que tengo que hacer.- Le dije con una sonrisa. -Ahora tenéis que recuperaros, cuando estéis bien, ya me machareis como siempre.- Aquel comentario hizo aparecer una sonrisa en Cassia, la cual pareció resignarse.

La recogí en brazos y la llevé junto con Alexia, la cual también estaba despierta. Nadie dijo nada, pero yo sabía lo que tenía que hacer, por lo que salí de la habitación y fui a llenar dos baldes de agua. Después los llevé hasta la habitación de las chicas y como la primera noche las lavé y les coloqué nuevas vendas. Debo de admitir que me excité y no es para menos, ya que estaba desnudando y acariciando a las dos chicas. Cassia pareció darse cuenta, pero no dijo nada. Después fui a preparar algo de comida y les di de comer. Al terminar, recogí todo y las deje descansando, mientras yo me iba a entrenar.

De esta forma pasaron los días. Las cuidaba, las alimentaba, las lavaba y de mientras entrenaba, dando lo mejor de mí mismo. Así hasta que a los dos meses Cassia ya era capaz de levantarse y andar, sin mi apoyo. A partir de ese día Cassia volvió a supervisar todos mis entrenamientos.

-¿Por qué no traes la cabeza de la bruja aquella?- Me preguntó de pronto Cassia.

-Vale…- Le contesté extrañado. Aunque el olor se mantenía, ya casi lo tenía asimilado, por lo que no reparaba mucho en que la cabeza de la joven a la que mate aun seguía allí.

Con paso lento y nervioso me acerque hasta la habitación donde estaba y entre. El olor allí era aun más fuerte, y tuve que agarrarme a la pared para no caer. Antes de coger la cabeza, la cual aun mantenía casi todo su pelo aunque se veía más chupada, abrí los laterales de la habitación para que aquel hedor se marchara. Ahora si con la cabeza en la mano, salí a fuera donde Cassia me esperaba.

Por el camino no pude evitar volver a recordar aquel día, dos meses atrás. Una pena enorme me invadió. La primera persona que mataba. Tenía claro que nunca olvidaría su cara, pero espera poder asimilar aquel hecho, igual que lo habrían hecho mil veces Cassia y Alexia, que se dedicaban a cazar a las brujas.

Cuando aparecí con la cabeza de aquella chica en mi mano, Cassia me tendió la suya para que le diera la cabeza. Ella la cogió y la miró, para después mirarme a mí.

-¿Aun la recuerdas?- Me preguntó con voz tranquila.

-Si.- Admití a desgana.

-Entonces entiérrala. Y cuando se te haya olvidado, acuérdate donde la enterraste.- Me ordenó tendiéndome el cráneo de la joven.

-¿Porque?- Quise saber.

-Yo aun recuerdo la cara de la primera persona que mate.- Me explicó. Su mirada se había perdido en el infinito. Parecía estar recordando. -Solo procura no olvidarla. Si lo hicieras, serias peor que ella.- Sentenció levantándose. -Ahora entiérrala en un lugar que solo tu sepas y ponte a correr. En un año nos marcharemos.

-¿Marcharnos? ¿A dónde?- Pregunté confuso.

-No te distraigas. Ya lo sabrás a su debido tiempo.-Finalizó marchándose al edificio principal.

Yo por mi parte, mire la calavera de la joven. Cuando quise darme cuenta ya había pasado un buen rato, que yo había perdido mirando la calavera. Pero fue un sonido el que me "despertó". Al alzar la vista, vi a Alexia asomarse por la puerta de su edificio. Una fina camiseta de manga corta, cubría su torso y llegaba hasta la mitad de sus muslos. El resto del cuerpo estaba lleno de vendas.

-¿Estás bien?- Le pregunté rápidamente levantándome y dejando la calavera en el suelo.

-Si... o eso creo.- Contestó ella mas cortés de lo normal, llevándose una mano a la cabeza. -Supongo que debo de darte las gracias.- Dijo desviando la mirada y un poco sonrojada.

-No pasa nada.- Le contesté yo tratando de quitarle importancia. Podía notar lo incomoda que se sentía, y no era tan cruel como para restregarle todo el sufrimiento que me había hecho pasar con  los entrenamientos.

-Bueno, pero aun y todo... Gra... cias...- Dijo en voz baja. Y entonces para mi sorpresa, se inclino hacia mí y me besó en la mejilla.

Yo me quede quieto como una estatua. No me lo esperaba, y ambos nos sonrojamos mucho.

-¿Don... donde esta... Cassia?- Preguntó con cierto tartamudeo.

-Allí.- Dije señalando con mi brazo derecho completamente rígido hacia el edificio principal. -¿Quieres que te ayude?- Le pregunté.

-No.- Contestó tajantemente. Parecía ser que la tontera se le había marchado igual que le había aparecido.

Yo por mi parte, la vi marchar. Aun quieto y sorprendido por lo ocurrido. Cuando Alexia desapareció en el edifico, las piernas me fallaron y caí al suelo. Todavía trataba de pensar en que es lo que había pasado en ese momento. Pero viendo mi poca lucidez y al ver la calavera, mi mente dejo de pensar en aquello y la joven "Filia Caelum", volvió a ser el centro de mi atención.

Con la calavera en la mano, me moví hasta la parte trasera del edificio donde yo dormía, e hice una línea recta hasta topar con un árbol. En sus raíces, excavé un agujero con las manos y enterré allí la calavera. Con pesar, volví a la casa.

Desde aquel día los días fueron a mejor. Incluso Alexia iba recuperándose rápidamente y antes de lo que a mí me hubiese gustado, la tónica de entrenamientos volvió. Mi relación con amabas mujeres fue mejorando, y seis meses después, ya era capaz de darle diez vueltas enteras al recorrido completo.

Alexia y Cassia no pudieron evitar sorprenderse por mi mejoría. Y aquello provocó que sus entrenamientos fueran aun más duros. Al cabo de un año, tal y como me había avisado Cassia nos preparamos para marcharnos a HollKing, capital del reino.

-Descansad chicos. Mañana tenemos un duro viaje.- Nos dijo Cassia a Alexia y a mí.

-¿De verdad vamos a participar?- Pregunté.

-Si.- Contestó con tono alegre Alexia. -Así que deja de hacer preguntas tontas y a dormir.- Me regañó dándome un golpe en la cabeza.

-No me pegues.- Me quejé, con una mano en la cabeza.

-Venga, venga... A dormir. Mañana ya tendréis tiempo de gastar energía.- Y tras un último saludo, me marché hacia el edificio donde dormía.

Aquella seria mi última noche allí. Me costó horrores dormirme, pero por suerte, por fin fui capaz de cerrar los ojos y descansar.

A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos de sol empezaban a alumbrar el recinto, me levanté. Tras un rápido baño preparé el desayuno y avisé a las chicas. Ellas también se bañaron y desayunamos juntos. Nadie dijo nada. Todos estábamos emocionados. Ellas por poder participar por fin en el torneo y yo por qué sería la primera vez que iría a HollKing.

Por fin a media mañana estábamos preparados para partir. Dejando a atrás la escuela y montados a caballo, nuestro primer objetivo, era alcanzar el pequeño pueblo de Minor. En el cual podríamos descansar durante la noche para, al día siguiente, poder cruzar en un solo día el Bosque Espeso. No solo por la enorme cantidad de arboles que tiene, sino porque según dicen, incluso en los pocos caminos que están hechos para poder cruzarlo, es difícil caminar.

Sin muchas complicaciones, pero con un calor asfixiante, alcanzamos nuestra meta poco antes de que el sol desapareciera por el horizonte. El pueblo de Minor era conocido por su tranquilidad y como parada, casi obligatoria, para los que querían atravesar el Bosque Espeso, como para los que acabasen de hacerlo. Por lo que no nos sorprendió ver a muchos viajeros.

Con ganas de descansar, nos acercamos hasta la primera posada que vimos y entramos. En la recepción un joven esperaba tras un mueble de madera. Hasta que no nos acercamos a él, el joven no nos hizo ni caso.

-¿Si?- Preguntó con desgana.

-Dos habitaciones.- Pidió Cassia. Pensaba que tendría la posibilidad de dormir en su mismo cuarto, pero al final no.

-Aquí tenéis.- Dijo sacando dos llaves de un cajón por debajo de él, y dejándolas en el mueble.

Cassia recogió las llaves y subimos al piso de arriba donde estaban las habitaciones. Ellas cogieron una, y Cassia me dio las otras llaves. Agotado y cansado me metí en la cama.

Seria media noche cuando un portazo me sobresalto. No había sido muy fuerte, pero si lo suficiente como para saber que alguien llamaba a mi puerta. Con los ojos medio cerrados me acerqué hasta la puerta y la abrí. Ante mi apareció Cassia con una sonrisa en la boca y la mirada un poco perdida.

-Alan... Quiero sexo.- Me pidió Cassia completamente borracha.

-¿Que dices, Cassia? Vete a dormir.- Estaba tan cansado y ella tan borracha que ni se me paso por la cabeza aceptar.

-Venga hombre.- Dijo a la vez que entraba en el cuarto. Sin esperar a nada se desnudo para tumbarse en la cama y abrir ambas piernas. -Ven Alan. Cómeme el coño y fóllame un poco.- Me dijo con una mirada provocadora.

En ese instante todo mi cuerpo reacciono y en mi entrepierna se marcó una erección que no paso desapercibida para Cassia, que sonrió satisfecha. Con cierta prisa cerré la puerta y desnudándome me acerque hasta Cassia. Arrodillado frente a la cama hundí mi cabeza entre sus piernas, lamiendo su vagina casi con desesperación.

Con un gemido intenso, Cassia, tuvo un orgasmo. Y entonces para mi sorpresa empezó a roncar. Con la mezcla del alcohol, el cansancio y el orgasmo, su cabeza no lo había podido soportar y se había quedado frita.

Enfadado por provocarme de aquella manera para ahora quedarse dormida, traté de levantar sus piernas y abrirlas para darme el gusto, pero estaba tan cansado que no podía hacerlo. Incluyendo que Cassia no ayudaba nada.

-Por lo menos me correré en tu cara.- Pensé a modo venganza por no poder satisfacerme de otra forma.

No perdí más tiempo y me arrodille en la cama, dejando mi miembro cerca de su cara, y empecé a masturbarme. Con mi mano libre aproveche para amasar los pechos de Cassia. Eran suaves pero estaban aun en su sitio, gracias al entrenamiento. Después de tanto tiempo sin auto-satisfacerme, y ahora con los pechos de Cassia en mi mano, alcancé mi orgasmo antes de lo que me hubiera gustado. Aun y todo una cantidad considerable de semen salió despedida hacia la cara, el pelo y parte de sus pechos, manchándola entera.

Con el aliento entre cortado y ahora más cansado, me vestí y me tumbé en suelo, ya que Cassia ocupaba casi toda la cama.

Los primeros rayos de sol que empezaron a entrar por la ventana me cegaron aun estando con los ojos cerrados. Me desperecé en el suelo y estire mis doloridos músculos, tras una noche en al raso. Por lo menos estaba en la habitación.

-Joder,  ¿Pero qué mierda es esta?- La voz de Cassia venía de la cama. Yo no recordaba aun lo de la noche pasada, así que me levanté sin creerme que Cassia estuviera en mi cama. -¿Alan? ¿Qué hago en tu cuarto?- Pasaron unos segundos hasta que recordé lo pasado y ella hasta darse cuenta que estaba desnuda bajo la sabana. -¿Y por qué estoy desnuda?- Preguntó medio furiosa.

-Viniste ayer a la noche toda borracha. Entraste en mi cuarto y me sacaste de la cama.- Le expliqué a grandes rasgos. Seguramente recordarle el pequeño escarceo y mi colofón final, hubieran podido desencadenar en cualquier tipo de reacción.

Ella pareció hacer un intento de recordar, mientras yo no paraba de excitarme recordándola desnuda, de su sabrosa entrepierna y de su actual aspecto, con todo mi semen reseco en su cara, pelo y seguramente también sus pechos aunque ahora no los podía ver. Con gesto distraído, Cassia se levantó con la sabana a su alrededor y me pidió que no le dijera nada a Alexia. Yo accedí.

-Me voy a duchar.- Me avisó a punto de salir de la habitación. -Vete a buscar a Alexia, desayunad y prepararos, hoy será un duro día.- Finalizó marchándose.

Tal como dijo fui al cuarto de Alexia pero esta no estaba. Alexia ya había bajado a desayunar, por lo que me uní a ella con un simple saludo. Tras preguntarme sobre Cassia y yo negar saber cualquier cosa sobre ella, esta, apareció abajo, ya vestida y con el pelo aun húmedo. Casi ni hablamos y Cassia trataba de evitarme en público. Quizás hubiera recordado algo o a lo mejor, al no saber lo ocurrido su mente había inventado un posible desenlace, del cual se avergonzaba.

Más temprano que el día anterior nos subimos sobre los caballos y salimos del pueblo hacia el Bosque Espeso. Ya habíamos perdido el pueblo de vista hacia rato, cuando en el horizonte se empezaba ver la gran mata de arboles que se extendía de un lado a otro como una muralla. Cuando llegamos justo a los primeros arboles un escalofrió me recorrió.

-Estad atentos. Muchos viajeros se han perdido en este bosque.- Nos avisó Cassia.

Con mayor lentitud que la anterior, empezamos a avanzar por el pequeño sendero que atravesaba el bosque. Realmente era difícil de atravesarlo. Las ramas eran muy bajas y quedaba poco espacio para maniobrar. Pero lo peor vino cuando el sol debía de estar en su punto más alto. Claro que nosotros no lo podíamos ver por culpa de las ramas, aunque una pequeña parte de claridad si que la atravesaba.

-Eso son... ¿Telarañas?- Preguntó Alexia extrañada.

-Sí.- Afirmó Cassia. -Según dicen este bosque es el hogar de la reina araña.- Nos explicó, haciendo que nuestros cuerpo tuvieran un nuevo escalofrió, a la vez que intercambiábamos una mirada de preocupación.

-¿Reina... Araña?- Pregunté con un poco de tembleque.

-Eso cuentan las historias para alejar a los niños...- Dijo con una media sonrisa Cassia. -Nadie la ha visto nunca y las telarañas llevan mucho tiempo.

-Pero y si...- Alexia había empezado a hablar, pero de pronto se calló. Cassia y yo nos giramos hacia ella y vimos como caía inconsciente del caballo. Con un rápido movimiento, ambos nos plantamos a su alrededor.

-Alexia. ¡Alexia!- Le llamaba Cassia gritándola, pero entonces ella también quedó inconsciente por algo y se derrumbó.

-¿Cassia? ¿Que ocu...- No tuve tiempo a hacer nada. Empecé a sentir como las fuerzas me abandonaban y antes de darme cuenta estaba tumbado en el suelo. No podía moverme, ni hablar. Entonces sentí como algo trepaba por mi costado. Con las pocas fuerzas que tuve baje la mirada a mi pecho y me paralicé de miedo al ver una araña negra con unos ojos rojos mirándome. Sin poder hacer nada, vi como me apuntaba con su trasero y una telaraña salía disparada hacia mí, tapándome. Antes de saber que estaba haciendo, caí inconsciente.

Un leve, pero repetido, movimiento hizo que me despertara. Sentía como era desplazado por algún sitio. Aunque intenté abrir los ojos, algo me impedía ver más allá de mi nariz. Un repiqueteo sonaba justo debajo de mi. Y entonces recordé quienes eran mis captores. Un escalofrió recorrió mi columna, y traté de moverme pero estaba firmemente sujeto. Tras unos eternos minutos, por fin nos detuvimos. Pero entonces algo me alzó y acabé tendido en el aire.

-Veamos que tenemos aquí...- Una voz ahogada y amortiguada llegó hasta mi.

Sin ningún tipo de prisa, alguien o algo empezó a retirar la tela que me cubría. Me sorprendió encontrarme en una especie de cueva bajo el suelo. Lo que no me sorprendió fue ver tantas telarañas, y por supuesto a las arañas. Mi cuerpo empezó a temblar del miedo. Aquí no había salvación posible como cuando Cassia me salvó. Aunque ya nada me impedía moverme, aun seguía colgado del techo con las manos y los pies atados.

-Vaya, vaya... No está mal.- La voz de una mujer llegó hasta mi, y pude reconocerla como la dueña de la primera voz. Tuve que esforzarme para poder verla a través de la oscuridad.

Me quedé quieto al verla. Un pelo negro azabache y completamente liso caía hasta pasados sus pechos. Unos ojos negros y muy profundos me devolvían la mirada. Sus labios se veían sensuales y con cierto brillo aunque los llevaba de color negro. Parecía llevar un delicado vestido negro que alcanzaba el suelo, dejando a la vista un generoso escote. Su piel pálida contrastaba con el resto.

-No... No me mates... por... por favor...- Conseguí llegar a decir.

-¿Matarte?- Preguntó al aire. -No. O por lo menos, hoy no.- Sentenció con aire distraído.

Aquello me relajó bastante, pero aun seguía atrapado. Mi mirada bailaba entre las arañas y ella, hasta que poco a poco, un calor incomprensible empezó a calentarme, por lo que mi mirada ya solo iba de arriba abajo y de abajo arriba del cuerpo de la mujer misteriosa. Ella pareció darse cuenta, pero no dijo nada. Simplemente sonrió divertida, mostrando un pequeños colmillos en su perfecta dentadura y se relamió los labios.

-Solo espero que estés a la altura.- Dijo, mientras se levantaba lentamente.

Con paso decidido se acercó hasta mí y me acarició la mejilla. Tenía las manos finas y las uñas pintadas de color negro. Como si nada mas le importase, bajo su mano hasta mi entrepierna y me sorprendí cuando empezó a acariciar el bulto que allí asomaba.

-Que... Que...- No era capaz de articular palabra alguna. Entre la excitación producida por su mano y el miedo de lo que podría llegar a pasarme, estaba medio paralizado.

-Calla.- Me ordenó con una rápida mirada. Después siguió con sus carias, y antes de darme cuenta, ya me había desnudado de cintura para abajo rompiendo mi pantalón. Con gran maestría, la misteriosa mujer, se introdujo mi pene en la boca, y empezó a lamer. Sus labios rozaban el tronco mientras que su lengua acariciaba mi glande, a la vez que una de sus manos le ayudaba a masturbarme y la otra me masajeaba los testículos.

-Ah...- Con un gemido ahogado por la vergüenza de eyacular en una situación como esa, alcancé un intensó órganos, que la mujer recibió sin detenerse. Poco después, se separó de mi y empezó a alejarse, volviendo al sitio del principio.

-Más de lo que esperaba.- Dijo para si misma, mientras un hilillo de semen se escurría por la comisura de sus labios, contrastando con el color de sus labios. -Lleváoslo. Mañana empezaremos una nueva etapa.- Les ordenó a las arañas, las cuales me volvieron a envolver con su tela, para llevarme de allí. -Y espero que sea la última.- Rio la misteriosa mujer.

Yo aun seguía en shock, tras ver a aquella mujer haberse tragado todo mi semen, y paralizado por el miedo.

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