La Leyenda de Terra (Parte 2): Trinitas viarum

Empieza el entrenamiento de Alan. ¿Llegará a convertirse en un fuerte guerrero? ¿Podrá ver la entrepierna de Alexia?

Bueno, antes de nada, os aviso que intentare seguir con ambas series. Subiré un capitulo de una, y luego de la otra y así sucesivamente, aunque dependiendo de mi humor e inspiración, puede que algunas veces suba capítulos de la misma serie seguidos. Espero que disfrutéis.

-Saen, ¿Cuándo vas a empezar?- Un hombre apuraba su vaso, mirando al viejo que el día anterior había estado contando la Leyenda de Terra.

-Tranquilo, déjame aclararme la garganta.- Le contestó el viejo bebiendo de su vaso y haciendo unas pocas gárgaras, que hicieron que parte de la gente riera. Una vez se acomodo, miro a todos recordando la parte en la que había quedado la historia y tras dar un repaso mental a lo todo, siguió hablando.


“Clack, clack, clack” El golpe de los cascos de unos caballos en las piedras del camino repiqueteaban en mi cabeza, despertándome. Estaba desorientado, mareado y con un fuerte dolor en la cabeza. Me encontraba tumbado bocabajo en el lomo de un caballo marrón que caminaba junto a otro negro.

-¡Vaya! Por fin has despertado.- La misma voz que amenazó a la joven de antes, me habló desde el caballo negro.

Asustado me moví del caballo cayendo de culo al suelo. La mujer hizo detener a los caballos, se bajo del suyo y se acerco a mí, pero dejándome una distancia prudencial. En ese momento fue la primera vez que la vi. Una mujer mayor que yo, de pelo negro como el azabache, ojos azules, casi de mi misma altura, delgada pero con un cuerpo curtido y preparado para la lucha, unos pechos que no me cabrían en las manos, al igual que su culo, aunque este no era tan grande, y unas curvas increíbles. Vestía con una fina camiseta azul clarito y una armadura ligera de color azul, que solo le protegía el torso, y unos pantalones de cuero marrón, acompañado por unas botas. Se notaba que tenía dinero, aunque la verdad, si la hubiese visto con ropa más elegante podría haber pensado que era una modelo, más que una guerrera.

-¿Quién eres? ¿Qué le hiciste a la joven de antes?- Le pregunté asustado, pero sin poder evitar dejar de mirarla de arriba abajo.

-Esa bruja…- Comento mas para sí, que para mí. -No te preocupes por ella, consiguió escapar, sino la hubiese matado.

-¿Por qué?

-Porque era una “Filia Caelum”.- Contestó casi escupiéndolo.

-¿Filia… Caelum?

-¿No sabes lo que es?- La mujer parecía sorprendida. -Bueno te lo explicare. Según se dice, son las hijas de Caelum. No nacidas de ella, sino que Caelum las pone el cuerpo de una mujer humana para que estas las críen.- Explicaba ella con tremendo odio. -Supuestamente ellas formaran parte del ejército de Caelum en la batalla definitiva, por eso las cazo.

Me quede de piedra, si eso era cierto, seguramente después de utilizarme para tener hijos, me hubiese convertido en uno de los suyos, o me hubiera matado. No podía evitar excitarme al recordar a aquella joven, a la vez que me asustaba.

-Gra… Gracias…- Mi voz se entrecortaba y casi no llegaba a salir de mi boca.

-Has tenido suerte, justo pasaba por allí…

-Enséñame por favor.- Le corte de pronto, incluso sorprendiéndome a mí mismo.

-¿Qué?- La mujer arqueo una ceja y me miro.

-Si las vas cazando seguramente serás una buena guerrera. Enséñame por favor.- Me había arrodillado frente a ella con la cabeza apoyada en el suelo. -Hare lo que sea.

-Humm…- La mujer parecía pensarlo, pero no había podido evitar sonreír con mi alago. Comenzó a rodearme. -Pareces un buen ejemplar, pero si quieres que te enseñe tendrás que esforzarte mucho.

-No me importa.

-Eso está bien. Vamos, levántate. Tendrás que correr tras los caballos hasta nuestro destino para empezar a coger algo de forma.

Yo la mire sorprendido pero ella en seguida se subió a su caballo e hizo que los cuadrúpedos arrancaran en un trote ligero, el cual pude mantener… Al principio, ya que llevaba días sin comer y estaba sin fuerzas. Tras cuatro horas corriendo junto a los caballos llegamos a una especie de casa en las montañas, aunque era algo más grande y tenía otros tres edificios en la parte trasera, todos hechos de madera. No se veía ni un alma en la zona y el único sonido que se escuchaba era el del rio que pasaba cerca del lugar y unos pocos pajaritos. A escasos veinte metros de la puerta principal me derrumbe exhausto.

-¿Ya no puedes más?- Se mofó la mujer.

Como pude me levanté y seguí a la mujer dentro del edificio, después de que dejara a los caballos atados en una especie de “porche”. Delante de mí tenía un increíble pasillo de madera adornado con algunas lámparas de aceite, todavía sin encender, y algunas puertas. Al final del mismo, había una puerta parecida a la de la entrada.

-Sígueme.- Me ordeno la mujer mientras entraba en la segunda puerta de la derecha. Era una especie de salón, con el suelo almohadado. Una mesa baja ocupaba el centro con varias bandejas de comida. -Todavía tenemos que esperar a alguien, pero podrás descansar hasta que venga.- Me comentó sentándose lejos de la mesa, cerca de una de las paredes con una puerta corredera abierta que daba al bosque. Yo por mi parte me tumbe en un punto medio entre la entrada y donde estaba sentada ella. Necesitaba descansar y recuperarme. -Todavía no se tu nombre, ni de dónde vienes, ni nada de ti.

-Alan… Alan Quimwind. Tengo veintitrés años, pero no sé de dónde vengo, solo recuerdo que siempre he ido de un lado para otro, haciendo esto y lo otro.- Le contesté con cierta desgana, ya que no me gustaba mucho hablar de mí.

-Encantada Alan, yo soy Cassia Crimwol.- Con su tono parecía intentar animarme. -Siempre he vivido aquí, en este lugar, y mi edad no te importa.- Rio, a lo que yo sonríe para acompañarla.

Estuvimos casi una hora más esperando cuando de pronto por la puerta apareció una joven de pelo castaño y ojos marrones, delgada, poco pecho, pero el suficiente para que se notaran en su camiseta de tirantes blanca y manchada de barro unos pequeños bultos, piel morena, y de complexión atlética. Se le veía cansada y algo herida pero sin decir nada se sentó en cerca de la mesa. Cassia, hizo lo mismo y ambas esperaron a que yo me acercara. Comimos hasta que los tres estuviésemos satisfechos, y ya estaba atardeciendo.

-Gracias por la comida.- Le dije a Cassia, inclinando levemente la cabeza.

-Por cierto, ¿Quién es este?- Pregunto la joven a Cassia, sin mirarme y en tono seco.

-Un pobre muchacho que necesita ayuda, y que está dispuesto a todo.- Simplifico Cassia con una leve sonrisa. Entonces la joven me miró, me examinó y se levantó.

-Me voy a bañar. Y si tan dispuesto estas, ven al baño a coger mi ropa sucia y luego te vas sin mirar, ¿Estamos? Porque sino, te corto los ojos y la lengua.- Me amenazó, mientras salía de la habitación. No pude evitar mirar su pequeño pero pomposo trasero.

-No se lo tengas en cuenta. Alexia es así. Pero más te vale hacerle caso, cuando recojas su ropa sal al patio trasero, necesito una charla contigo antes de empezar.- Cassia parecía agradable incluso con la diferencia de edad, pero según veía Alexia era más joven que yo y su actitud era dura y molesta.

-En seguida voy.- Le contesté a Cassia, antes de salir de la habitación. Una vez fuera y tras cerrar la puerta me encontré con el pasillo anterior y pude ver como la primera puerta del lado izquierdo estaba entre abierta desde la cual un fino chapoteo se escuchaba. Me acerqué a la puerta y antes de abrirla del todo trague saliva. No sabía porque pero estaba nervioso.

-Tú, el chico. Estas ahí, ¿Verdad?- Alexia me habría escuchado, cosa que me parecía imposible.

-Sí.- Contesté nervioso.

-Entra, llévate mi ropa, a la habitación de en frente, y déjala en la cesta pequeña.- Me ordenó.

Con la mano temblando empuje la puerta para ver una especie de ante sala. Como el resto de la casa, todo era de madera, y un pequeño armario adornaba la estancia. Al otro lado, había una puerta corredera, cerrada hasta la mitad por donde salía el vapor del agua caliente. Tras echar un rápido vistazo a la habitación encontré la ropa de Alexia en uno de los cajones del armario. Cogí una a una cada prenda, primero la camiseta de tirantes, luego los pantalones, después unas vendas y por ultimo su ropa interior (Unas bragas blancas). Di un paso para salir de allí, pero la curiosidad me pudo, y acabe dándome la vuelta para mirar dentro del baño. Me asome despacio y conteniendo mi propia respiración, y la vi. Allí estaba Alexia, tal y como la había imaginado cuando la había visto en la comida. Su piel brillaba por el agua, su pelo caía por la espalda más largo que antes, una fea cicatriz recorría el lateral derecho de su cadera, aunque se veía que era antigua, y unas marcas de venda manchaban su perfecta figura en varias zonas del cuerpo. Tenía los ojos abiertos de par en par, disfrutando del perfil que me regalaba Alexia, sin su consentimiento. El agua debía de estar un poco fría todavía, (O simplemente es que estaba excitada) por que sus pequeños pechos estaban coronados por unos duros pezones rosados, con una aureola acorde con su tamaño. Entonces empecé a bajar la mirada, pero no pude llegar a ver su entrepierna.

-¿Qué haces que todavía no te has ido?- Me preguntó Alexia sin volverse a la ante sala.

-Perdona, es que no encontraba la ropa.- Mentí. Sabía que estaba allí, pero no se había dado cuenta de que la miraba. -Menuda suerte.- Murmure mientras me dirigía  a la puerta.

-¿Que dices?

-Nada, nada...- Casi pego un sprint al darme cuenta que casi me oye. Salí de la habitación y entre en la de en frente, tal y como me había dicho, había un cesto pequeño con algo de ropa. Tire la que había cogido, excepto sus bragas. Me la acerque a la nariz y disfrute de su fragancia. No había podido verle la vagina, pero por lo menos tenia este pequeño premio. Tras guardarme la ropa interior de Alexia en mi pantalón, recorrí todo el pasillo hasta la puerta que daba al patio y la abrí. Aquella zona era enorme, aparte de que parecía un campo de entrenamiento. Tronco, cuerdas, piedras, hierba, barro, musgo, hiedras... Montones de cosas adornaban el patio, sin poder pasar desapercibidos las otras tres edificaciones que había. La central, parecía una especie de templo. No era tan gran de como el edificio principal, pero se notaba que tenia varias habitaciones. Los otros dos eran idénticos, eran más pequeños y tendrían dos o tres habitaciones cada uno. Todos estaban hechos de madera y adornados de la misma forma.

-Alan, aquí.- Me saludo Cassia, a mi izquierda. Estaba sentada apoyada en la pared de la casa, sobre un saliente de madera que recorría todo el edificio dándole la vuelta y completamente cubierto. Lentamente me acerque y me senté a dos metros de ella. -Bienvenido a la escuela "Trinitas viarum". A partir de hoy serás un miembro de esta escuela, así como siervo de Alexia y mío, ¿Entiendes?- Seguía sin mirarme observando los arboles.

-Vamos, que a cambio de tus enseñanzas tendré que hacer todo lo que tú y esa cría queráis, ¿No?- Pregunté con desgana, aunque sabía que no hacía falta.

-¿A quién llamas cria?- Alexia había aparecido por la puerta por la que yo había salido al patio, vestida únicamente con una toalla y una especie de chancletas. La miré y me sonroje al recordar las vistas de antes. Ella se dio cuenta que la miraba con cierto deseo. -Ni lo sueñes estúpido. Antes de eso, tendrías que vencerme.- Y completamente enfadada se marcho rodeando el patio, hasta el edificio de la derecha donde se metió.

-Parece que lo has entendido pero tu deber es tenernos contentas, así que ya puedes espabilar.- Se rio, Cassia, recordando el enfado de Alexia. -Tu cuarto esta en el edificio de la izquierda. Es todo para ti, pero recuerda que siempre que te necesitemos, deberás de aparecer sin rechistar. Descansa.- Me dijo finalmente, recostándose y lanzando un suspiro pidiendo un poco de paz. Yo por mi parte me levanté y me fui al edificio de izquierda. Nada más entrar busque la primera habitación y me tumbe sobre el acolchado suelo cerrando los ojos y descansando tranquilo y con la tripa llena por primera vez en mucho tiempo.

-¡Alan!- Un tremendo grito me despertó de golpe. El ambiente estaba oscuro y por uno de los laterales parecía que el sol estaba saliendo. Había dormido de tirón toda la noche, pero yo tenía la sensación de haber estado solo un rato. -¡Alan!- De nuevo el mismo grito, pero ya despierto adiviné que se trataba de Cassia. Tras desperezarme, me levanté y me dirigí al edificio de las chicas.

-¿Cassia?- Pregunté nada más entrar, intentando adivinar en que habitación estaba.

-Ven aquí.- Para ella era fácil, pero guiándome por su voz acerté a la primera con su cuarto. Estaba tumbada en el suelo, con el pelo suelto, una fina camiseta lisa y una ligera sabana tirada sobre ella, cubriéndole las piernas y la mitad del estomago. -Prepárame un baño, y cuando acabes ve al patio, Alexia te estará esperando para empezar el entrenamiento.

Sin decir nada más se dio la vuelta dándome a entender que me fuera. Como me pidió prepare un baño para ella en el mismo edificio en el que estaba, casi al final del pasillo. Tras ver que el agua salía caliente y el vapor empezaba a abundar, salí al patio. Allí estaba Alexia vestida con ropa muy ligera y de color marrón. Me miro y espero a que me acercara.

-Esta será la tónica de todas las mañanas.- Me explicó en cuanto llegue. -Mira como hago el recorrido y repítelo diez veces.

-Buenos días también para ti.- Le repliqué.

-De muéstrame que te mereces mis saludos. Ahora mira, aprende e imita.- Acto seguido salió disparada. Corría por el barro casi como si fuera un suelo liso, saltaba por los troncos igual que un felino, trepaba, se arrastraba… Me había quedado embobado viéndola, que casi ni me fijaba en el recorrido. Poco después volvió hasta mí. -Ahora tu. Diez veces seguidas, antes de que Cassia salga de su baño, sino sufrirás las consecuencias.

-Tu flipas.- Le solté al escuchar el tiempo que tenia.

-Estás perdiendo el tiempo…

Sin saber porque arranque en un fuerte sprint, pero al llegar al barro perdí mucha velocidad y energía, ya que me resultaba muy difícil correr. De vez en cuando escuchaba como Alexia me daba algún consejo, pero la mayoría no las entendía y perdía mucho tiempo y esfuerzo en seguir el recorrido.

-Quieto.- Me obligo Alexia, en cuanto llegue completamente exhausto hasta ella.

-No tengo tiempo para detenerme.- Le contesté bordemente intentando recuperar el aliento.

-Una vuelta.- Soltó de pronto mirando a su edificio.

-No está mal… Pero todavía queda mucho.- Contestó Cassia acercándose a nosotros. -A partir de hoy nada más levantarte y antes de acostarte tendrás que realizar este ejercicio mientras me tomo mi baño.- Pudo ver en mi rostro una mueca de desagrado. -Pero si fallas por las mañanas tus ejercicios conmigo serán el doble. Si fallas por la noche tus ejercicios con Alexia serán, también, el doble.

Casi me derrumbo al escuchar mi plan de entrenamiento. “¿Piensan entrenarme o matarme?” Por sus caras pude ver que aquello iba en serio y, tal como acaba de pasar, mis ejercicios con Cassia iban a ser mucho más duros de lo que iban a ser en realidad. Y así fue, me tuvo toda la mañana moviendo troncos enormes solo con los brazos o solo con las piernas.

-Debes de tener fuerza en brazos y piernas para moverte bien por el campo y ser letal a la vez.- Me explicaba a la vez que supervisaba mis ejercicios y no permitía que hiciera trampas. Cuando el sol estuvo en su punto más álgido, volvimos al edificio principal donde ayude a preparar la comida, para después comer los tres juntos y en silencio. Una hora después de comer, estaba en las manos de Alexia. Sus ejercicios eran diferentes a los de Cassia pero al final me llevaban a lo mismo, fortalecer mi cuerpo y adquirir resistencia. Debo de admitir que fue una sesión más suave que la de Cassia, pero acabe igual de destrozado.

Ya al anochecer, cenamos y estuvimos un rato todos en silencio pensando en nuestras cosas. Al rato, Alexia se marcho a darse un baño y al igual que el día anterior tuve que ir a recoger sus ropas. Cuando entre a la ante sala del baño, pude ver que la puerta que separaba los dos lugares estaba cerrada impidiéndome poder volver a verla y descubrí que aquel día no había utilizado ropa interior. Tras dejarla para lavar, me fui a preparar el baño de Cassia. Justo cuando salía de su edificio, Alexia me esperaba vestida solo con una toalla alrededor del cuerpo, para realizar mi prueba nocturna. Empecé igual de mal que a la mañana, pero esta vez ni si quiera acabe de dar una vuelta entera al circuito. Pude escuchar los insultos de Alexia y pude ver la cara de desanimo de Cassia. Yo me sentía igual de deprimido, por no haber sido capaz de hacerlo mejor que a la mañana, así que sin decir nada me marche a mi cuarto.

Una vez allí me desplome sobre el suelo y cerré los ojos para intentar descansar pero la imagen de Alexia con la toalla me daba vueltas por la cabeza e iba notando como mi pene aumentaba de tamaño imaginándomela haciéndome lo que me hizo la “Filia Caelum” entre los arbustos. Completamente excitado busqué la ropa interior de Alexia, que había robado el día anterior, y lo volví a oler excitándome aun mas. Casi sin querer, me desnude y comencé a masturbarme con el recuerdo de la primera mamada que me hicieron pero con la imagen de Alexia. Cuando sentía que iba a llegar al orgasmo, acerque las bragas hasta mi pene y eyaculé imaginándome que lo hacía en Alexia, manchando completamente la ropa interior.

-Sabia que tu tenias mis bragas, cerdo. Dámelas.- Me quedé de piedra al escuchar la voz de Alexia. “¿Cuánto tiempo llevaría viéndome?” . Allí estaba ella, con una camiseta blanca y unos shorts del mismo color. Tapándome mi, ahora, flácido pene, le devolví las bragas a Alexia, la cual se desnudo, dejándome casi ver su entrepierna, y se las puso directamente, llegando mi esperma a marchar toda su vagina. -Claro, encima están sucias y sin lavar.- Se enfado, sin darse cuenta que era mi esperma lo que la manchaba, y yo no pude evitar excitarme, de nuevo, al darme cuenta de aquello.

-Lo siento.- Me disculpe, intentando parecer inocente, aunque mi pene iba cogiendo tamaño.

-Mañana sufrirás con el entrenamiento.- Se despidió marchándose a su cuarto.

-Joder… Mañana voy a morir… Y encima me he quedado sin mi premio.- Me enfade por no haber sido más cauteloso. -Pero “me he corrido” en su coño…- Una risa extraña salió de mi boca imaginándomelo y tuve que volver a masturbarme para poder conciliar el sueño.

A la mañana siguiente volvió a pasar lo mismo del día anterior y seguía sin mejorar, por lo que me esperaba un día muy duro. Pero durante el entrenamiento con Cassia, esta medio un poco de descanso.

-Recupera el aliento y seguimos en seguida, pervertido.- Remarco aquella última palabra más de lo normal para que yo me diera por aludido.

-¿Por qué dices eso?- Le pregunte intentando parecer sorprendido.

-Alexia me contó que te encontró desnudo con sus bragas, y que estas estaban manchadas desde hacía varios días por que tu no las llevaste a lavar en su debido momento.- Me explico con una ligera sonrisa.

-Entonces, ¿No se dio cuenta de la verdad?- Pregunté sorprendido.

-¿Qué verdad?- Inquirió Cassia.

-Que me corr… No lo sé.- Intente disimular, pero sabía que no iba a servir de nada.

-Así que nuestro pequeño sirviente esta hecho todo un pervertido, Jajaja…- Rió descaradamente. Casi se cae hacia atrás de la risa que tenía. -No habrás hecho nada con mi ropa interior, ¿Verdad?- Pregunto todavía sonriendo.

-No…- Contesté avergonzado.

-Eso me duele, Alan. Prefieres una jovencita, a una mujer como yo…- Se hizo la ofendida y se giró para no mirarme. -Da igual, si quisiera follar contigo no tendría problema, Jajaja…

-¿Y tú que sabes?- Le pregunté haciéndome yo ahora el ofendido.

-Solo hay que ver cómo consiguió aquella bruja, con aspecto de jovencita, engatusarte por completo, pero tranquilo tu secreto está conmigo.- Me sonrió de nuevo. -Sabes quién es Alexia, ¿Verdad?- Me preguntó de pronto desviando la mirada y perdiéndola en lo profundo del bosque.

-¿Por qué debería de saberlo?- Quise saber, sobre todo ahora que ella había empezado la conversación sobre Alexia.

-Es la nieta de Alessandra.

-¿Alessandra? ¿Entonces tiene que ser muy famosa? ¿Qué hace aquí perdida en el bosque?

-Jajaja… Tranquilo fiera. Te lo explicare todo. Casi nadie lo sabe pero, Alessandra tuvo una hija llamada Jane. Esta creció oculta bajo la sombra de su madre, y nunca vivió feliz viendo como su madre casi renegaba de ella, y no podía hacerse un nombre en la sociedad. Un día me conoció y, por decirlo de alguna manera, me adoptó cuando yo tenía quince años y era huérfana, y me enseño todo lo que sabía, hasta que un día desapareció.- Se notaba que le dolía recordar aquello por que tuvo que parar varias veces antes de seguir. -Varios años después, regreso y me trajo hasta aquí. Con lo que tenia de la fortuna de su madre construyó este recinto en el que pudiera entrenarme todos los días y me sorprendió diciéndome que la gran diosa Gaia le había regalado una hija.

-Alexia…

-Exacto. Poco después de instalarnos las tres aquí, Jane cayó enferma y murió dejándonos a Alexia y a mí, solas. Desde entonces llevamos aquí entrenando aisladas del mundo excepto cuando vamos a "cazar brujas". Ella no conoce toda su historia, pero sabe lo suficiente para querer competir en el torneo de Gaia y ganarlo.

-Pero, si tanto tiempo lleváis entrenando, ¿Por qué no habéis ido antes?

-Una vez lo intentamos, pero mínimo se necesitan tres participantes por escuela. Somos dos, y como nadie más conoce nuestro estilo de combate, no podíamos inscribirnos. Además, nadie ha soportado nunca nuestro entrenamiento y tú eres, desde hace mucho tiempo, nuestro primer alumno.

-Ya veo…- Me quede pensativo sin mirar a ningún sitio en concreto, lo que me distrajo lo suficiente para que Cassia me tirara al suelo.

-Venga gandul, al trabajo, todavía nos queda un buen rato.- Volvió a convertirse en la Cassia de antes. -Y no le digas nada a Alexia.

Sonreí para mi mismo, y me esforcé lo máximo que pude en todos mis ejercicios. El resto del día fue igual que el anterior, con la diferencia de que Alexia me torturo más de lo debido por el incidente que tuvimos. Como pude lo soporte, y a la noche tampoco hubo ninguna mejoría. Me fui a dormir más tranquilo y algo más relajado y pensando en la historia de Alexia. Aquellos fueron mis últimos pensamientos antes de caer dormido.


-Saen, no quería interrumpirte, pero ahora que te has quedado en un punto intermedio, podrías responderme a una pregunta.- Una mujer de unos cincuenta años, que se encontraba junto a su marido, había llamado la atención de todos.

-Claro, dime.

-La abuela de Alexia, ¿Era la famosísima Alessandra? ¿La que mató a Trior?- Nadie había caído en la cuenta, y todos se volvieron hacia Saen, con cara de interrogante.

-Jeje… Te has dado cuenta. En efecto, por las venas de Alexia corría la sangre de Alessandra.

-¿Y porque nos constates que no tuvo ningún hijo?- Volvió a preguntar la mujer.

-Porque la historia de Alessandra, cuenta que no tuvo descendencia. Y esto que os estoy contando lo sabe muy poca gente.

-Lo siento, Saen, es hora de cerrar.- Un hombre grande y fornido, apareció cerca de él. Era el dueño del bar y al parecer era ya muy tarde. Poco a poco, la gente se marchó, dándole vueltas a la cabeza sobre lo contado por Saen, y querían que volviera a llegar la hora de seguir escuchándolo.