La ley cero de la Termodinámica (1)

Una estudiante de ingeniería decide estudiar para un examen final con un compañero que termina alimentando sus fantasías...

“Si se pone un cuerpo con cierta temperatura en contacto con otro a una temperatura distinta, ambos intercambian calor hasta que sus temperaturas se igualan”. Enunciado de la denominada "Ley Cero" de la Termodinámica

Mi nombre es Virginia. Tengo 23 años, y hace 2 años y medio que estoy en una relación con mi novio Mauro, con 25 años y un corazón de oro. Siempre estuve orgullosa de lo bien que nos llevamos, del cariño, el amor y fundamentalmente el deseo que después de tanto tiempo hay entre nosotros. Nuestro único problema es que para poder hacer el amor no tenemos otra opción más que recurrir a pagar un hotel, porque como ambos somos estudiantes y todavía ninguno pudo encontrar trabajo aún. Con la realidad económica del país es difícil encontrar un trabajo con un salario decente, y no nos terminan de cerrar los números como para poder irnos a vivir lejos de nuestros respectivos padres. Esto muchas veces nos dificulta tener intimidad, y no nos queda otra opción más que ahorrar para poder darnos ese gusto o quedarnos con las ganas. Es un tanto decepcionante llevar una relación de esa forma, pero todo se compensa con creces cuando al fin estamos en la cama.

Por otro lado, les cuento que físicamente soy bajita pero de cuerpo proporcionado, pechos pequeños pero llamativos en contraste con mi pequeña cintura, y unas nalgas carnosas pero sin exagerar. Pelo castaño claro y ojos marrones, en contraste con una piel muy blanca y cara "infantiloide", aparentando siempre menos edad que la que tengo. Mauro, en cambio, es el típico morocho de 1.87, rugbier, el típico chico con cuerpo de “patovica”, podría decirse.

Como ya dije anteriormente, soy estudiante. Estoy cursando el último año de Ingeniería Industrial pero, por algunas dificultades que no vienen al caso, todavía tengo que rendir materias de los años anteriores. Una de las asignaturas que me quedó en el tintero es Termodinámica, que básicamente es el estudio de todos los procesos en los que interviene algún intercambio de energía, fundamentalmente el calor. No me parece muy difícil, de no ser porque el examen consta de dos etapas: la primera es una serie de ejercicios prácticos numéricos, y la segunda (que sólo puede rendirse si se aprueba la primera) es una serie de preguntas teóricas del tipo verdadero/falso o multiple choice, con la dificultad de justificar todo con razonamientos matemáticos.

Faltando tres semanas para el examen, y sabiendo que había ejercicios que no tenía idea de cómo resolver, me propuse buscar un compañero de estudio. Hablé con mis más cercanos y ninguno estaba disponible. Algunos ya la habían aprobado y otros preferían dejarla para más adelante. Pero mi suerte cambió dos semanas antes de la fecha de examen.

Salí de cursar una materia 30 minutos antes del inicio de la siguiente, así que tenía un tiempo de espera considerable hasta el comienzo de la próxima. Entonces, aproveché que no había nadie en el pasillo para poder encender un cigarrillo y revisar facebook desde mi celular. Enajenada mirando la pantalla, di un par de pitadas, y suspiré: no había nada nuevo en la red social. El único mensaje era de mi novio, que me había dejado una imagen graciosa en la casilla de mensaje. Él se encontraba en su casa, estudiando para poder rendir las últimas materias de la carrera de Arquitectura.

Miré la hora, y el tiempo parecía no haber avanzado. Si antes faltaban 30 minutos para la próxima clase, ahora faltaban 29; así que me propuse terminar el cigarrillo en paz y mientras leer algún apunte para ponerme al día con la materia antes de entrar nuevamente a clases. Estaba dando las últimas pitadas y buscando un cuadernillo entre un desastre de hojas desordenadas, cuando escuché una voz, firme y autoritaria, al otro lado del pasillo:

-          No se puede fumar acá

Me sobresalté, y sin darme cuenta mi mano izquierda me traicionó, de modo tal que todas las hojas que sostenía cayeron al piso. Rápidamente apagué el cigarrillo y miré hacia el lado de donde vino la voz.

-          ¡Uy, perdoná che! Era una broma nomás –era Gerónimo, un compañero que conocía de haberlo visto en clases, pero con el que recién había intercambiado más de dos palabras este año- Dejame que te ayudo

Ambos recogimos los papeles que quedaron regados en el piso.

-          ¿Vos también estás renegando con Termo? ¡Qué materia de mierda!

Gerónimo parecía ser el típico antisocial. Escuchaba rock pesado, pero casi no hablaba con nadie, por lo que me resultó extraño que justamente él me haya hecho esa broma. No era muy alto, pero tenía un cuerpo bien formado, pelo castaño oscuro y ojos azules. Más que los ojos, era su mirada la que llamaba mucho la atención. Fría, distante, por momentos amenazadora, en contraste con la personalidad cálida (si es que a eso se le puede llamar calidez) que hoy había descubierto en él.

-          Sí, ¡me quiero matar! Faltan dos semanas y no entiendo nada –respondí

-          ¡Estoy en la misma! Tratame de idiota si querés, pero a mí me cuesta un huevo ponerme a estudiar solo, no sé cómo hacen ustedes los que estudian solos en su casa sin tener un compañero

En ese momento un rayo de luz celestial me iluminó. Faltaban dos semanas, yo necesitaba un compañero, y él también. Por un segundo dudé, no sabía qué tan aplicado era este chico, pero sinceramente ya estaba resignada a estudiar con quien sea. Y dije las palabras claves:

-          ¿Y no querés estudiar conmigo?

Me quedó mirando con sus ojos de hielo, como si estuviera analizando la situación. El pasillo empezó a llenarse de gente y vi, a lo lejos, al profesor saliendo del ascensor. Me apresuré:

-          Bueno, me tengo que ir a cursar, ahí viene el Ing. García… ¡Cualquier cosa avisame! Mirá que mi idea es hacer un repaso intensivo de todos los temas, nada de colgarnos en el capítulo 1 del libro

Siguió mirándome pensativo. Es lógico, no había mucha confianza entre nosotros, y no conocíamos los métodos de estudio del otro. El profesor pasó por al lado nuestro y saludó, indicando que ya comenzaba la clase. Gerónimo reaccionó:

-          ¡Sí, dale! Dame tu número así lo agendo –dijo, anotando mi número-. Mañana se me complica, pero después arrancamos cuando quieras. A mí me viene bien algo intensivo porque no estudié casi nada todavía

Mala señal. Al menos yo sí había hecho algunos resúmenes, pero supongo que esto era mejor que nada. Nos despedimos y entré a clases pensativa, no entendía bien qué había pasado pero al menos ya tenía un compañero para poder estudiar. Dicen que dos cabezas piensan mejor que una, ¿no? Bueno, era cuestión de juntarnos un día y probar, si no funcionaba entonces no nos juntábamos más y listo.

Al finalizar la clase fui a mi casa y estudié como pude toda la tarde. Entre líneas me preguntaba cómo sería estudiar con Gero (interiormente ya empezaba a llamarlo así, aunque no tuviéramos tanta confianza, era más cómodo), si congeniaríamos, si llevaría mi ritmo, si, si, si… Mi mente empezó a divagar. Gero era todo un misterio, y esa pequeña muestra de calidez (o al menos, de humanidad), me recordó mucho a cómo era Mauro cuando nos conocimos. Bah, en realidad Mauro era la otra cara de la misma moneda: gracioso y súmamente sociable, se lo notaba muy frágil por dentro (“igual que Gero”, pensé), pero con la diferencia de que Mauro se protegía en una coraza de buen humor, en vez de una mirada fría, sarcástica, casi como burlándose del resto, como hacía este otro joven.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos, que me sobresalté cuando me llegó un mensaje al Whatsapp:

“Amor, no sabés lo cansado que me dejó el estudio hoy. No me mandas un regalito para relajarme un poco? ;)”

Era mi novio. Nosotros teníamos la costumbre de enviarnos fotos subidas de tono, como una especie de sexo virtual pero sin llegar a ser sexo virtual (se complicaba por vivir con nuestras familias), que favorecía mucho nuestra intimidad, alimentando nuestras fantasías aún en la distancia.

Entré al baño, y empecé a sacarme fotos con el celular para enviárselas. Mis escote, mi cola, mis pechos desnudos, mi vagina… Fotos eróticas que segundo a segundo iban siendo más explícitas. Empecé a acariciarme para las fotos, pensando en todo lo que solíamos hacer cuando estábamos juntos.

El efecto fue inmediato. A los pocos segundos no sólo tenía mi sexo súmamente empapado, sino que comencé a recibir fotos de Mauro.

Sus pectorales bien marcados y su miembro erecto me ponían en llamas. Casi que podía saborear la gotita de líquido preseminal que se notaba en una de las fotos, adornando sutilmente ese glande apetitoso, que en numerosas oportunidades sabía chupetear como si fuese una niña feliz, derritiendo un trozo de chocolate en sus labios.

Acaricié mis pechos, pellizqué mis pezones y un escalofrío de placer recorrió mi ser. Bajé la mano hacia mi vulva y acaricié mi clítoris, aprovechando mis propios fluidos para lubricar la zona. El orgasmo estaba cada vez más cerca, así que me dejé llevar. Mi mente se concentró en Mauro y en sus fríos ojos… ¿Azules?

Sin darme cuenta, la imagen de Gerónimo fue apareciendo en mi mente… Pero lejos de espantarme, mi excitación se disparó. El sólo imaginar su lengua penetrándome mientras clavaba sus fríos ojos en mí, ordenándome silenciosamente que no opusiera resistencia ante él, hizo que se desencadenara una reacción que pocas veces había sentido. Por un segundo sentí que un magnetismo irrefrenable se apoderaba de mi cuerpo, y mi posibilidad de alcanzar el orgasmo dependía pura y exclusivamente de él. Por un segundo era suya.

El orgasmo llegó, y luego la necesidad de aterrizar en la realidad.

Miré mi celular, tenía tres mensajes más:

-          “Mirá cómo me ponés, atorranta! Mi pija te extraña”

Decía el primer mensaje de los tres. Era de mi novio, y venía acompañado de una foto de su pene chorreando semen. Sabía que me encantaba limpiárselo con la lengua, así que siempre que tenía oportunidad me mostraba el manjar que me estaba perdiendo.

-          “Te amo, hermosa! Seguro seguís en tu asunto, jaja, avisame cuando termines, degenerada linda :)”

Sí, mi novio era demasiado tierno a veces, un romántico incurable. Automáticamente me sentí mal por lo que había ocurrido recién. No entendía cómo podía haberme excitado tanto con mi compañero de estudio.

Seguramente tenía su explicación. Algún deseo inconsciente de conocerlo mejor, quizás, me había llevado a imaginar semejante escena.

Me sentía culpable, confundida y sucia, lo cual se agravaba cuando tomaba conciencia de lo mucho que lo había disfrutado.

Y mientras, me parecía que me había faltado leer el tercer mensaje, donde seguramente Mauro me enviaba alguna imagen graciosa o cursi. Miré el celular y efectivamente, quedaba un mensaje sin leer.

-          “Al final se suspendió lo de mañana, así que no tengo problema! ¿te parece bien encontrarnos en la facultad, tipo 9 de la mañana? Te espero en el salón 102, que siempre está vacío a esa hora y es bastante tranquilo, ¡saludos!”

Me quedé petrificada. El número era desconocido para mí, pero ya sabía de quién se trataba. Casi como leyendo mi mente, un nuevo mensaje sacudió mi celular.

-          “Me olvidé de decirte, soy Gerónimo, agendá mi número”

Instintivamente, mi mano bajó y empecé a masturbarme como si no existiera un mañana. Era increíble el sentimiento de culpa que me invadía, a medida que el placer iba aumentando. Me lastimaba pensar en lo bajo que había caído, ya que ni siquiera le había contestado los mensajes a MI NOVIO, y ya estaba tocándome por segunda vez pensando en este joven que hasta hacía unas pocas horas era un completo desconocido.

No sólo eso. La culpa de saberme deseando a otra persona me excitaba aún más.

Esa noche tuve dos orgasmos más, que me dejaron rendida antes de irme a dormir. Chequeé el celular una última vez antes de programar el despertador, y me encontré un último mensaje.

-          “Seguro te quedaste dormida, osita. Mañana te sigo molestando, jaja. Besitos mi vida, te amo”

“Te amo”. Esas dos palabras se me incrustaron en el pecho como un puñal, recordándome la situación en la que estaba. No recuerdo si una lágrima se escapó de mis ojos o no, porque el sueño me dejó noqueada. Mañana sería otro día…

NOTA: Este es mi primer relato, y después de muchas dudas me decidí a postearlo. Realmente estudio ingeniería, así que en época de exámenes a lo mejor me demore un poco con la continuación, pero mientras, acepto críticas y sugerencias. Saludos!