La Leona enamorada, hecha sumisa. Capitulo I

Cuándo dieron comienzo estos sucesos yo llevaba mucho tiempo, sintiéndome totalmente dejada e ignorada por mí marido Pedro.

Cuándo dieron comienzo estos sucesos yo llevaba mucho tiempo, sintiéndome totalmente dejada e ignorada por mí marido Pedro.  Hasta tal punto me sentía abandonada y falta de cariño, que más de una vez pensé en serio en buscarme un amante que me hiciera sentir mujer de verdad, que me hiciera el amor con pasión a diario, pues siempre he sido una mujer caliente, con mucho temperamento, soy del sur de España, quizá es que lo llevo en la sangre.

De mí matrimonio tengo un hijo, Antonio, es un chico que no parece haber heredado de su padre, prácticamente nada, cosa que me alegra, aunque este mal que yo diga eso.  Tiene 16 años pero aparenta ser mayor, mide más de metro ochenta, sin duda ha salido a su abuelo materno, mi padre, era tan alto cómo él.

Su padre y yo somos bajitos, pasando apenas algo más de un metro y cincuenta y poco.  Antonio lleva siempre el pelo desgreñado y largo, me da no sé qué verlo, si no fuera por que es muy guapo, y no es por que sea su madre.

Mis amigas cuándo lo ven, lo miran con ojos de vampiras, y hacen que se me suba la sangre a la cabeza—¡¡cómo está tu nene María!!  que bollycao por Dios...—no me toques el coño, haz el favor de dejar a mí hijo en paz, so guarra—.  Esto yo lo decía sin cabrearme de verdad, pero no soportaba que lo mirasen de aquella manera, mi mejor amiga, Cristina, siempre me decía lo siguiente—¿estás celosa mamá? lo quieres para ti sola, cómo tonta ella, Je,je,je—yo le protesté airadamente—Cristina ¿tú también? que soy su madre...—peor me lo pones...,je,je,je tú ¿te has visto cómo miras a Antonio? no, claro que no, soy tu mejor amiga, ya lo sabes, pero si Pedro te ve cómo miras a tu nene, tendrás un gran problema—lo miro cómo a mí hijo que es—sí claro, un día te filmo je,je,je, para que te veas—vale Cristina déjalo, no lo miro cómo lo miran todas, tienen una mente sucia y viciosa—dejado esta mamá celosa—¡¡Cristina coño!!—Je,je,je...perdón—me dio un beso para disculparse, y nos fuimos a nadar.

La verdad es que Antonio tiene un físico que llama la atención, practica natación hace años, eso hace que tenga una espalda y un tórax musculados.  A la que me descuido ya hay alguna de mis amigas, tirándole los tejos.  Desde hacia unas semanas Antonio se estaba comportando cómo un mocoso de diez años, más de una vez le he tenido que dar un bofetón por su desparpajo y descaro, cómo si yo fuera una cría a la que puede tocar cuándo le da la gana.

A cada momento no hacía más que tocarme el culo al pasar por detrás, abrazarse para tocarme las tetas, o frotarse.  Incluso lo había visto mirarme cuándo me cambiaba de ropa, teniéndole que gritar y tirarle la zapatilla a la cabeza.

Soy bajita sí, pero tengo mucho carácter y mala leche, como se suele decir.  Además llevaba semanas encontrándome las sabanas perdidas de manchas,  al cambiarle la ropa de cama, y olían a rancio, el muy guarro las dejaba perdidas.

Yo misma lo pille en más de una ocasión y más de dos, en el lavabo al entrar de sopetón, sin esperar que estuviera allí masturbándose—¡¡mamá!!  ¿no puedes llamar? sal jolín...—p...pero qué...estás todo el día metido en el lavabo Antonio, esto es increíble—.

Le hablé a Pedro mí marido—tienes que hablar con Antonio muy en serio de hombre a hombre, tu hijo es un salido—¿ un salido, pues qué ha hecho?—¿ qué ha hecho? va todo el día detrás de mí, tocándome, rozándome y no pierde ocasión de mirarme cuándo me cambio, eso hace ¿te parece poco?—eso es la edad, ni caso mujer, en una semana se le ha pasado—.  Lo que no le dije a mí marido, ni a mí mejor amiga Cristina, es que desde que Antonio estaba así de salido, yo me notaba nerviosa y de más mala leche todo el día, y para empeorarlo, me notaba los pezones que me pinchaban de lo tiesos y duros que me los sentía—¿pero de qué estoy yo así?— esto me lo decía yo misma sin entender la razón.

Al tener el pecho más bien mediano, llevaba un sujetador pequeño, cómo un top liviano, esto hacia que los pezones se me marcaran mucho en la blusa o camisa, dándome unos sofocones que para qué.

Una de estas veces que me dolían mucho, entré en el lavabo de la piscina, y al mirarlos, los vi tiesos y muy sensibles, tanto que al tocármelos me puse excitada, haciendo me cabreara conmigo misma.

Fui a orinar y descubrí que no tenía pis, si no que tenía la pelambrera húmeda y los labios, que los tengo gruesos y hacia fuera abultando mucho siempre, estaban húmedos y abiertos—pero qué...coño te pasa María, tengo el coño empapado de jugos—.  Hacia un rato en casa le había dado un bofetón a Antonio por cogerme el culo y las tetas al despedirme de él.

Al ser tan grande ni se enteró de la torta, piropeándome el mocoso mientras salía por el pasillo, descubriéndome moviendo las caderas sin saber por qué lo hacía—que mal genio tiene mí leona ¡¡qué guapa eres mamá, joder!!  — Antonio que vuelvo y te doy otra vez—eso encima mueve las caderas así, vaya movimiento, que mala uva te gastas Leona...—mientras salía de casa pensé para mí— ¿qué hago yo moviendo así las caderas, delante del descarado ése? qué mal estás María...—.

Al salir del lavabo, estaba Cristina esperándome, notando que me miraba algo rara— ¿estás bien, no María?—...yo claro, ¿por?—hija vas a romper la camiseta, ¿no me digas no te has visto cómo llevas los pezones? pareces un miura, Leona...—otra con la Leona...—.  Nada más escapárseme lo de Leona, un rubor me subió por las mejillas, desviando la mirada de la de mí amiga—¿Antonio?—¿qué Antonio?—ya sabes qué Antonio, tu hijo te adora, no sabes qué suerte tienes.  Así que Antonio...—Cristina, qué es mi hijo—¿tú has visto el tipazo que te gastas aunque seas bajita? mí hijo cuándo te ve babea de gusto—¿Pablo?, no te creo—Pablo y toda la colla, pero si miras a Pablo te mato...solo eso, no lo olvides, ja,ja,ja,—¿cómo voy a mirar a tu hijo así? no soy cómo esas salidas que conoces—no serías la primera—.

—Antonio lleva una temporada que parece un León en celo, y Pedro cuándo se lo digo me dice que es la edad, y que se le pasara—Pablo estaba igual y fui a hablar con una psicóloga-pediatra de adolescentes, que es muy buena y cara, pero Pablo ahora es otro, y yo también claro...—tú también...?  ¿qué tiene qué ver Pablo contigo?—.

Al hacer esta pregunta a mí amiga, sus ojos brillaron cómo nunca lo había visto antes—tiene mucho que ver María, tú sabes que tengo más carácter y mala leche que tú, que ya es decir, pero ahora me siento feliz y tranquila, cómo si me hubieran domado—¿domarte a ti?  ¿tú has bebido antes de venir a nadar, dime la verdad?—si te digo qué he bebido antes de venir, pensarías que estoy loca de remate y dejarías de ser mí amiga, desde este preciso instante—sacó una tarjeta de su agenda y me la dio —llámala, dile que me conoces, si quieres, no hay problema, pero...recuerda nuestra conversación ¿de acuerdo cariño?—diciendo esto me dio un azote en el culo cómo había hecho Antonio hacía un rato—otra cogiéndome el culo—mí amiga me miró con una mirada perversa mientras dejaba ir esto—¿Antonio te...?vaya con el nene, ja,ja,ja, tiene más cojones de lo que creí—sintiéndola me ruborice cómo una cría pillada por sorpresa.

Cristina me abrazó por la cintura mientras me llevaba a los vestuarios a cambiarnos, mientras me daba un beso muy fuerte en la mejilla—boba que tu hijo te quiere cómo nadie, ay esta mamá—.

Pasó toda una semana en la que me noté además de nerviosa, más excitada sexualmente sin comprender bien el motivo de esa excitación, o yo no quería verlo.

Cada noche buscaba a mí marido, pero él con roncar cómo un cochino ya tenía suficiente.

Desde hacía no sé cuánto, habíamos caído en la rutina, de hacer el amor una vez al mes, por llamarlo de alguna manera.  Podía contar con los dedos de una mano, los orgasmos que había tenido con Pedro, y sobraban dedos, así era mí vida sexual.

Hasta donde sabía, a Cristina no le iba muy diferente de cómo me iba a mí, aunque a ella la veía distinta, desde hacía unas semanas, pero no sabía decir a qué se debía ese cambio, siempre ha sido muy discreta con sus cosas de casa, y eso me gustaba mucho de ella.

Esta semana en la que me notaba tan alterada, Antonio parecía una lapa humana, sin dejarme respirar casi.  Incomprensiblemente cuándo no lo tenía encima de mí sobándome, ya estaba preocupada por donde estaría o que hacía.

En una de estas ocasiones, recuerdo que salí a la cocina con una camiseta corta, que apenas me cubría el culo, llevando un tanga, sí vale, pero no esperaba que mi hijo sin hacer ruido se me acercara por la espalda y me metiera la mano entre los muslos.

Al tener el culo muy respingón, me llegó a tocar el coño el muy descarado notando cómo frotó sus dedos durante unos segundos por mí abultado coño, asustándome al no esperarlo, haciéndome gritar—¡¡¡OOOHHH!!!  —.

Reaccione girándome y dándole un buen bofetón, con fuerza.  La verdad es que quizá exageré pero no me esperaba me tocara así.  Se fue cabreado a su cuarto y bajó con una bolsa en la mano—Antonio,¿ dónde vas con esa bolsa si se puede saber?—nunca le había visto con una cara tan sería, realmente me preocupó de verdad.

Salió de casa sin responderme, me sentí agobiada por no saber qué haría.  subí a su cuarto y vi varios cajones abiertos, y el armario igual, se había llevado mucha ropa.  Me entró pánico al pensar por un instante, en la posibilidad de no volver a verlo.

Después de más de diez horas llamé a Cristina—¿sí diga—soy yo Cristina—¿y esa voz, qué te pasa?—Antonio ha cogido una bolsa con ropa y se ha ido de casa sin decirme donde iba—¿qué os ha pasado para que se vaya así?—eh...le...le he dado un buen bofetón, con fuerza, me he pasado lo sé, pero es que él se ha pasado tres pueblos, estoy arrepentida, ya no sé qué hacer con él—María ¿me estás diciendo que le has dado un pedazo de bofetón a Antonio?—S...sí, no es el primero que le doy, pero nunca se lo había dado tan fuerte—Ah...¿estás diciendo que tu hijo te trata cómo lo hace, que se desvive por ti, y tú le das bofetones de forma habitual? nena, esto no podemos hablarlo por teléfono, ven a casa ahora mismo—pero y Antonio, no sé donde está, no lo entiendes—ven cielo ,ja,ja,ja, qué terca eres—tengo que saber donde esta primero, Cristina—¿ quieres venir a mí casa de una vez? por favor cómo eres—¿ no me digas que sabes dond...? lo mato, cómo este en tu casa lo mato a él primero y luego a ti—ja,ja,ja, nos vemos ahora...click—¿Cristina...? ¿Cristina?...me ha colgado, será—.

Nada más llegar me abrazó y me besó efusivamente sin olvidarse de reírse, por la cara que yo traía—Hola cariño, pasa anda—¿Dónde está?—esta con Pablo, déjalo tranquilo, menudo disgusto le has  dado, pobrecito mío—estoy arrepentida de verdad, pero es que se ha pasado, en serio—dime qué quieres tomar y ahora me lo cuentas, ¿Quieres  un té, café, una copa?—un café, gracias ¿te ha dicho algo de lo que ha pasado?—no, pero traía una cara de disgusto que daba pena, lo he abrazado y le he dicho que subiera con su amigo—no quería hacerlo, pero es que parece una lapa, en serio Cristina—es decir que esta por ti que no veas, y te sigue tratando igual a pesar de que le das bofetones cuándo te da. Tú nena sabes que te quiero, pero...no sabes lo que  tienes en casa, te lo digo muy en serio—.

Nunca había visto a mí amiga hablarme tan seria realmente, me noté sofocada y muy alterada al oírla, sabiendo que me quiere de verdad.

—bueno, dime si quieres qué ha hecho Antonio, para que le des ese bofetón que le has arreado—pues...eh claro, estaba en la cocina preparando algo, llevaba puesta la camiseta pequeña que tú me regalaste—¿aquella que no te cubre ni el culo?—al oírla me sentí más ruborizada e incómoda conmigo misma—s...sí esa, Pablo ha llegado por detrás sin hacer ruido y me ha tocado cómo no lo había hecho nunca, me he asustado y he reaccionado, gritando y dándole el bofetón—pero qué ha hecho ¿te ha metido la mano por dentro de la camiseta o por  el pantalón...?—.

Sonrojándome más y sin mirar a mí amiga a los ojos le dije—n...no llevaba pantalón...—pues la falda entonces—n...no, tampoco llevaba falda ninguna...—.

Cristina me miró con cara de no entender nada—no entiendo, si dices que llevabas la camiseta que te regalé ¿qué llevabas más puesto?—l...la...la tanga...bra...brasileña...—mí amiga puso cara de incrédula—¿aquella tan guarra que no te quieres poner nunca, porque dices que te ves cómo una puta de playa?—mí cara no podía estar más encarnada, le respondí sin levantar la mirada con un siseo—s...sí esa tanga—pero si no te cubre nada.  María, le estabas enseñando a tu hijo, todo el coño y la pelambrera, y al pobrecito mío, ¿le das un bofetón de no te menes?—.

Al oírla me sentí muy mal, además de asustada, las lagrimas querían resbalar por mis mejillas y a duras penas conseguí retenerlas hasta ese instante.

Cristina vio mí miedo  en mis ojos, y me abrazó—nena, tu hijo te adora y nunca va hacer nada que él sepa te puede hacer daño, ¿lo sabes verdad?—sí lo sé y tengo mucho miedo de perder a lo que más amo en esta vida—¿lo que más amas?  Ah...vaya, así que...lo amas—.

Nada más escucharla, miré a Cristina a los ojos, en ese instante ya no pude aguantar más, y las lagrimas resbalaron por las mejillas—¿eso he dicho yo, que lo amo?—eso has dicho tú sí.  Te di una tarjeta pero veo que no la has utilizado aún—es cierto, siento que al hacerlo mí vida va a cambiar para siempre, no sé por qué—la mía ha cambiado y mucho, si no me equivoco, Pedro debe follarte una vez a la semana, si es que lo hace ¿no?—una al mes, ¿tanto se me nota?—yo sí te lo noto, pero por qué soy tu amiga.  ¿Te folla y disfrutas o se corre en tu coño, cómo lo hace el mío?—.

Al oírla solté una carcajada, mientras aun soltaba alguna lágrima—Cristina, tú nunca has hablado así, por favor—soy otra y tú si eres inteligente, y lo eres, también lo serás.

Antonio, ¿tú sabes que es cómo Pablo? quiero decir es un hombre encerrado en el cuerpo de un adolescente—¿hablas en serio? no puede ser—totalmente en serio.

Él solo quiere tu felicidad, y el que este tanto por ti, es su forma de demostrarte sus sentimientos, y tú le das bofetones, porque te besa, acaricia, te toca, te roza, piensa en todo esto—.

Al hacerlo cómo me decía mi amiga, sentí mí coño reaccionar al instante.  Cristina parecía leer mí mente—Al hacerlo tu cuerpo reacciona como no esperabas...he pasado por eso antes que tú—¿cómo es posible eso? es mi hijo—sí, pero lo amas, y esta por ti como tu marido nunca lo estará.

Habla con la doctora, me odiaras lo sé, pero yo con la leona que creía ser, soy ahora una leona domada, y no te imaginas hasta que punto—tu domada, ja,ja,ja, no puedo creerlo, ¿tienes un amante secreto? no creí estuvieses tan mal con Juan—él si tiene una amante o dos no lo sé ni me importa, yo no.  Estoy enamorada de él y tú lo conoces de sobras, y escúchame una cosa—.

Cristina se giró hacia mí, tal como estaba sentada a mí lado, en el sofá, cogiéndome por los hombros me dijo muy sería—mataría por él—al  oírla hablarme así, me asusté—y lo conoces de sobras—.

—Lo conozco de sobras...—mientras repetía sus mismas palabras la miré a los ojos—cómo voy a conocer...lo de...no, no, no puede ser.  Tú con la mala leche que te gastas, y ese carácter con...no, no te creo— ¿no me crees por qué es mi hijo?— Tú y Pablo estáis... ¿tú te escuchas?—tú sientes lo mismo por Antonio, te conozco mejor que tú misma, te lo vi en el gimnasio, y te aviso, señora bofetones, cómo me des un bofetón a mí, yo te lo devuelvo el doble de fuerte—¿por qué te voy a dar un bofetón yo a ti?, y qué has visto, a ver la psicóloga—estas enamorada de Antonio hasta las trancas, en cuanto no lo tienes encima lo necesitas...mamá terca—.

La escuché y lo dijo segura de lo que decía, tuve que aguantarme las ganas de soltarle un bofetón...

Parecía que debía escuchárselo decir a alguien, para reconocer que era cierto—Antes has dicho que lo amas, no que lo quieres, necesitabas oírme decírtelo—.

Las lagrimas amenazaban con volver a escaparse de nuevo—quiero verlo nena—están arriba los dos, pero debes hablar con la doctora, déjalo aquí un día o dos, así no te tocara tanto, ja, ja, ja, —esto último me lo dijo abrazándome y apoyando mí cabeza en su pecho, mientras me besaba en el cabello, como madre haría con su hija.

En ese instante bajó Antonio, se le veía muy serio, pero lo que me partió el alma, es la tristeza que vi en sus ojos, Cristina también lo vio y me apretó la mano con fuerza—mamá no sabía estabas aquí, quería decirte algo antes de que se me olvide—Os dejo solos mejor nena—no por favor Cristina, quiero que estéis las dos—.

Nunca había visto a mí hijo, con esa actitud tan madura y decidida.

—Sé que desde hace semanas me he comportado contigo, mal a ratos, cómo un mocoso descarado, en vez de cómo un hombre. Quizá me he pasado tomándome más confianza de lo que debería ser entre un hijo y su madre, pero ha sido mí forma mamá, de demostrarte mis sentimientos—yo lo escuchaba con el corazón que se me iba a salir por la boca—no me arrepiento de nada de lo que te he dicho, ni hecho.

No quiero luchar contra los sentimientos que me provocas, es lo que siento de verdad, y ante eso, no puedo hacer nada salvo decírtelo, sin esperar que lo entiendas, claro—.

Me extendió un sobre cerrado mientras me decía—quiero disculparme por mí comportamiento por si te he ofendido, aunque cómo decía no me arrepienta de ello.

Con la paga que tú y papá me dais todas las semanas, he comprado un fin de semana es un SPA espectacular que no está lejos de aquí, podéis elegir la fecha que querías—.  Nada más acabar de hablar me dio un pico muy dulcemente, besó a Cristina en la mejilla, y se fue.

Tenía un nudo en la garganta, y Cristina estaba igual, no pude contener las lágrimas.  Mi amiga me apretó contra su hombro, mientras lloraba cómo hacia mucho no lo había hecho.

Ninguna madre está preparada para asumir que su hijo se enamore de ella, y que tu hijo te lo diga así cómo había hecho Antonio. Además en ese instante vi que estaba realmente enamorada de Antonio, aunque no era nada fácil aceptar algo así.

Nada más tranquilizarme, Cristina me habló muy serena—Antonio es muy valiente, lo que ha hecho tiene mucho valor, tiene huevos, sí señora—Es cierto, ha sido más valiente que yo, tiene más huevos que su padre, de aquí a Lima—al escucharme Cristina, y escucharme yo misma, soltamos una risotada, mientras me secaba las lagrimas—el Lunes voy a hablar con la psicóloga-pediatra—así se habla, y tú y yo nos vamos a cenar solas, sin los maridos ni los nenes—nos abrazamos muy fuerte, frotándonos la espalda, mientras al unisonó nos dijimos—te quiero—te quiero—.

Cuando entré en el despacho de la doctora, quedé impresionada, se veía una señora de cuarenta y algo de años, con una fuerte personalidad, con un carácter que imponía respeto y daba confianza a la vez.

Le expuse mi caso, notando cómo mí cutis cambiaba de color cómo un semáforo, según fuera así de intimo lo que le explicaba.

Ella no perdía de vista un segundo mis ojos, cómo si leyera mí mente, mientras yo hablaba o le respondía a sus preguntas. Cuándo concluí me dijo lo siguiente—El tema de los bofetones no tiene demasiada importancia, salvo qué hubieses maltratado a tu hijo a bofetones—puedo tutearte, me preguntó, interrumpiendo su explicación—sí por favor faltaría más—bien gracias, cómo te decía. Esos bofetones son un auto reflejo de tu subconsciente, debido a tu frustración personal que sientes por verte, olvidada por tu pareja además de tener con él, una...relación sexual inexistente, o sin ningún atractivo para ti.

Además tu hijo al buscarte cómo un León en celo, te excita sexualmente, y eso aun te hace sentirte más frustrada, por dos cosas básicamente.

Una, que sientes una excitación sexual que tu marido nunca te ha sabido provocar.

Dos, y más importante, que es tu hijo, quien si sabe ver lo que necesitas, y por eso te excita a cada instante y con esa facilidad.

El tema de que tu hijo este así de excitado es completamente natural, sano y conveniente en su edad.  Lo contrario si sería preocupante, si mostrase apatía sexual, o que despechado por un rechazo de ti, acabara probando otras posibilidades...—no entiendo perdona ¿otras posibilidades?—sí que probase con algún chico o hombre, entiendes?—no por favor, que mí hijo acabe siendo un mari...perdón, un gay—tranquila, solo te lo digo porque esa posibilidad es real, pero no tiene por qué darse.

Lo ideal sería que ayudes a tu hijo cuándo esté excitado, no dándole bofetones...¡¡pobre!!  —lo sé, no volverá a pasar—y verás cómo él se comporta con una mayor naturalidad,¡¡ojo!!  que no se aproveche de ti, una cosa es que seas comprensiva, otra que abuse de eso.

Y no debes de sentirte culpable, y desde luego puede resultar muy placentero, créeme sé lo que te digo.

Al salir vi que la doctora salía conmigo, un joven alto y fuerte la esperaba en el recibidor.  La doctora se abrió la bata, mostrando una falda bastante corta, lo saludó efusivamente—Hola cariño—hola mamá, le respondió él.

Cuándo ya salía me giré para preguntar algo, y vi cómo él le cogía el culo metiendo la mano debajo de la bata.  Después de hablar conmigo Antonio, me pidió permiso para estar con Pablo una semana, no me opuse para nada.

Cristina me dijo que no me preocupara por nada, salvo por la minuta que iba a pasarme, me comentó que parecían dos leones hambrientos.

Después de esa larguísima semana, cuando entró en casa me eché en sus brazos, sin poder evitar que dos lagrimas resbalaran por mis mejillas, mientras casi lo ahogué con mí abrazo en su cuello, mientras me lo comía a besos—mamá que no vengo de la guerra, espera—yo sin hacerle caso, lo bese por toda la cara, el me levantó en sus brazos como si nada.

Me abrazó muy fuerte, notando cómo me clavaba el bulto de su paquete en mí vientre. Sus manos me sujetaban por el culo, sin dejar de sobarlo con descaro, el muy aprovechado.

Mientras me lo comía a besos, noté cómo me frotaba el paquete, diciéndole al oído—como te vuelvas a ir te mato—de notar cómo se aprovechaba frotándome el paquete, y cómo me manoseaba el culo, me noté las bragas húmedas.

Continuara...

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