La lección aprendida

Decidida a escarmentar las fantasías eróticas de mi marido, le di una buena lección.

Mi nombre es Cecilia. Tengo 38 años y me casé dos veces. La primera vez estuve casada 4 años, tuve dos hijos y enviudé. Fue una experiencia terrible, pues yo amaba mucho a mi marido y su muerte me sumió en una profunda depresión de la que salí después de dos años al conocer a Mario, mi actual marido y la historia que voy a contar es totalmente verídica. Mi vida sexual siempre fue buena y satisfactoria con mis dos maridos. Nunca tuve fantasías ni jamás se cruzó por mi mente hacer intercambios o tríos. Con Mario llevábamos una vida placentera y tranquila, pero todo cambió con dos acontecimientos; un viaje a Paris y el descubrimiento, por parte de mi marido, de esta página. Hace un par de años, mi marido tenía que ir a Paris por dos semanas, a realizar un trabajo de investigación. La oficina le autorizó a que me llevará y yo encantada de tener la oportunidad de conocer tan bella ciudad. La pasamos muy bien, cenas, paseos, deliciosa comida, visitas a la ciudad etc. Ya se pueden imaginar ustedes todo lo que la capital francesa puede ofrecer. La penúltima noche, los anfitriones nos llevaron de juerga. Fuimos a ver un espectáculo de strip tease, que en Francia, como en cualquier otro lugar no deja de ser una exhibición del cuerpo femenino a cambio de sacarle al cliente la mayor cantidad de dinero posible mediante el consumo de bebidas. Como éramos matrimonios, las chicas se abstuvieron de provocarlos y la pasamos bastante bien. Cuando salíamos del local, una de las señoras le dijo a su marido…..¡ya la pasaron lindo ustedes, ahora queremos ver un show de strip tease masculino!. Jean Pierre, el gerente de la empresa, le contestó; bueno, eso es más pornográfico que el de mujeres y no desearía que alguna de las damas esté en desacuerdo para que vayamos allá. Al unísono todas dijimos…SI!!!!!!!!!!!!!!!! Queremos ir. Ante esta opción, no le quedó otra a Jean Pierre que enfilar hacia el "Chat Noir", donde se realizaba el show erótico masculino más impactante de Paris. Éramos cuatro parejas y nos acomodamos en los palcos reservados a las parejas. La platea se hallaba atiborrada de mujeres solas que gritaban y saltaban. No había hombres solos. Yo no esperaba gran cosa del espectáculo, pero lo que vi me quedó grabado en las retinas para siempre. El show duró poco más de 60 minutos y bailaron ante nosotros alrededor de 7 muchachos. Todos muy ataviados, iban bailando y sacándose las prendas hasta quedar completamente desnudos y exhibir sus atributos físicos que no dejaban de ser notables. Mientras se sacaban la ropa, bailaban entra las mujeres solas y estas les iban depositando dinero en un cinturón que llevaban a la cintura. Cada muchacho exhibía sus habilidades y creo que cada uno tenía el miembro más largo o grueso que el anterior. Lo impresionante vino al final, cuando salió a danzar un negro vestido de lord inglés. Bailaba con mucho ritmo y de despojaba de su ropa lentamente. Cuando pensó haber recaudado bastantes propinas se sacó la última prenda y he ahí que vi la verga más descomunal que jamás haya visto o veré en mi vida. Era negra azabache, gruesa y tan larga que casi le llegaba a la rodilla, flácida…imagínense como sería erecta. Realmente las mujeres quedamos impactadas. El ruido que hacían las chicas solas era infernal, reían, lloraban, gritaban, se jalaban los cabellos, en fin, era un espectáculo impresionante. Al salir del show, nos despedimos de nuestros anfitriones y nos fuimos a nuestro automóvil. Yo estaba mojadísima, no aguantaba más, mientras Mario manejaba hacia el hotel, yo le saqué la verga del pantalón y se la empecé a mamar con desesperación. Se pueden imaginar la noche de amor que pasamos en esa ocasión. Hicimos un 69 largísimo y luego él me penetró y me hizo venir como tres veces, de caliente que yo estaba. A partir de entonces, el negro estaba presente casi siempre en nuestras relaciones. Yo lo recordaba y me excitaba aún más y Mario siempre me recordaba al negro para excitarme cuando creía que yo no estaba dispuesta alguna noche. En una oportunidad, Mario me dijo, en el fragor de la calentura, si me gustaría tener una de esas fabulosas vergas que habíamos visto esa noche, encajadas en mis agujeros. Yo le dije que si…que rico,….como no quisiera eso…especialmente la del negro. Por supuesto todo esto al calor de la excitación, puesto que luego ni siquiera lo consideraba ni remotamente. Cuando se acercaba mi cumpleaños, mi esposo me dijo que me haría un regalo muy especial. Eso me tenía muy intrigada, pues no me daba mas pistas para saber cual sería este obsequio. El día de mi cumpleaños transcurrió un poco ajetreado con los invitados y la cena. Mi esposo me regaló un hermoso collar de perlas. Habíamos bebido bastante más que lo acostumbrado y estaba algo mareada. Una vez solos, Mario abrió una botella de champagne y me dijo… a tu salud, ahora viene el regalo especial. Nos desvestimos y empezamos a brindar con la bebida y a besarnos y acariciarnos. Yo estaba muy excitada. En eso, sonó el timbre y me esposo fue a abrir la puerta. Oí una voz masculina y al poco rato mi marido ingresó al dormitorio con un muchacho muy joven. Cecilia me dijo, este joven bailará exclusivamente para ti, aquí en el dormitorio. Yo no sabía que hacer. Estaba medio desnuda y ebria. El muchacho puso un casete en el equipo de música, eligió una pieza y empezó a bailar…evocando en mi mente aquellos momentos pasados en París. Mario se sentó a mi lado y me acariciaba las piernas enfrente del bailarín, sin disimulo. Transcurridos pocos minutos, el muchacho quedó completamente desnudo, y a insistencia de mi esposo, se me acercó. Él seguía bailando y meneando su miembro, que era respetable, en mis narices. Mario acercó su boca a mi oreja y me dijo…"por que no se lo tocas?"….estarás loco, le contesté, no por favor. Pero él siguió insistiendo que al final cedí y agarré el miembro del muchacho. Como él seguía bailando, el hecho de agarrarle le provocaba el efecto de una masturbación. Yo miraba los ojos de Mario, idos de deseo, borrachera y lujuria. Se me acercó al oído nuevamente y me dijo…."por que no se la chupas ahora?" Yo lo miré alarmada, eso si que no lo iba a hacer. Me disgustó muchísimo que mi propio marido me pida hacer eso, como si fuera una vil prostituta. El seguía insistiendo y yo negando, hasta que el muchacho no aguantó más y se vino, expulsando semen por todo el cuarto, incluyendo mis manos. Yo entré al baño a ducharme y le dije a Mario que no saldría de el hasta que el muchacho se hubiera marchado, lo que efectivamente sucedió. Esa noche no pude dormir de la rabieta. No podía concebir como un hombre podía ofrecer a su esposa a tener sexo con otro. Es que no se cuida lo que se quiere?. Al siguiente día, Mario me habló como si nada hubiera sucedido y se fue a trabajar, mientras yo seguía con la incógnita de lo que él había pretendido de mí, con el espectáculo tan cuidadosamente preparado. Durante mucho tiempo todo estuvo tranquilo, hacíamos el amor regularmente, pero yo ya no los tenía a los streapers en mis pensamientos, pues lo asociaba con lo sucedido en mi cumpleaños y me indignaba. Al poco tiempo, Mario se compró una computadora y un amigo muy íntimo, Ernesto, venia en las noches a interesarlo en los misterios de la cibernética y la navegación por internet. También trató de interesarme a mí, pero, aparte del correo electrónico, no quise saber nada mas, de manera que mientras yo miraba tele o leía algún libro, ellos se encerraban en el escritorio a navegar por muchas horas. Posteriormente, Ernesto dejó de venir, pues ya Mario había aprendido todos los trucos de la Internet. Así seguían las cosas, algunas noches, si Mario se acostaba temprano, hacíamos el amor, pero otras, las mas, cuando el venía a la cama, yo ya estaba dormida. Al poco tiempo noté que Mario se acostaba caliente y quería hacer el amor a toda costa. Me contaba historias de tríos e intercambios sin sugerirme nada abiertamente. Me decía que los matrimonios actuales comparten sus esposas; que los hombres de ahora se excitan viendo a sus parejas fornicar con otros hombres y cosas de ese estilo. Incluso me decía que existían pubs "liberales" y que, sin compromiso, podríamos ir a alguno de ellos alguna noche para ver como es la cosa. Yo me reía y le seguía la corriente, sin negar ni comprometer nada. Luego las cosas fueron subiendo de tono y me empezó a sugerir hacer un trío para gozar del morbo de la situación. Me presentaba mil argumentos, que lógicamente yo los rechazaba en mi mente, pero nunca le dije nada. Lo que si empecé a sospechar, es que algo había él leído o visto en el Internet. Traté de indagar sobre el asunto, pero desgraciadamente, no podía acceder a nada sin su clave. Sin embargo un buen día, él tuvo que salir de emergencia a la oficina, mientras estaba en el Internet, y con el apuro, dejó la computadora prendida. Ahí es donde yo aproveché para investigar que sucedía. Tenía una carpeta que se llamaba Relatos; la abrí y grande fue mi sorpresa de encontrar más de 40 relatos de tríos e intercambios archivados allí. Los empecé a leer y cuando iba por el vigésimo me di cuenta que todo era mas de lo mismo. Exceptuando unos cuantos, el resto parecía haber sido escrito por el mismo autor. Todos seguían más o menos la misma trama: la mujer que no conocía otra verga, el marido que la convencía de hacer el trío, aparece el tercero (a veces desconocido, a veces el mejor amigo), que siempre la tiene más grande y más gruesa y finalmente la esposa que se envicia al juego. Luego que le hace la mineta, ella se la chupa hasta que le venga y se traga el semen, luego viene la penetración, primero por delante, luego por detrás, donde generalmente es virgen, el dolor, luego el placer y luego el sándwich que le hacen entre los dos. Los buenos relatos me excitaron un poco, pero luego empecé a sentir asco. Pero lo que más me sorprendió es que había todo tipo de relatos, desde homosexuales hasta puesta de cuernos, pero el canalla de mi marido solo se había interesado y había archivado los de intercambios y los de tríos - dos hombres y una mujer; los otros no le interesaban. Apagué la computadora y esperé pacientemente el regreso de mi marido. Cuando llegué, le pregunté como le había ido, y me dijo que bien. Esa noche el siguió con su rutina - Internet, a la cama, hacer el amor y sugerirme tríos. Solo que esta vez yo estaba preparada. Le dije…amorcito, dentro de una semana es tu cumpleaños, y entonces, y no antes, voy a satisfacerte en tu deseo mas íntimo, cual es verme hacer un trío con otro hombre. Él saltó de alegría, no dijo nada. Me besó y se durmió. Durante toda la semana todo transcurrió tranquilamente. Él me dijo que estaba buscando un muchacho para la noche de la fiesta. Yo no le decía nada, pero tenía planes radicalmente diferentes. Estaba dispuesta a darle una lección que no la olvidaría jamás. Por fin llegó el día de la fiesta de su cumpleaños. Habíamos invitado a todos los amigos con sus esposas, incluyendo a Ernesto, que estaba solo, pues la esposa se hallaba de viaje.

Mario me dijo que no hallaría la hora de que la fiesta termine y

los invitados se vayan, para traer al muchachito. Entonces se desarrolló un diálogo que más o menos transcurrió así: - Querido, no es necesario que venga el muchacho, haremos el trío con Ernesto aprovechando que está solo. - Estás loca, me repuso, ¿como crees que yo permitiría que lo hagas con mi amigo?. - Mira, le respondí, ¿Ernesto es hombre no?...¿tiene bolas y pito igual que el muchachito no? - Si, pero es mi amigo, que va a pensar. - Eso me tiene sin cuidado, tú quieres verme fornicar con otro, por lo menos dame a mi la opción de elegir con quien. - ¿Te imaginas los comentarios si los otros se enteran de esto?. ¿Te imaginas como quedaría yo ante ellos? - Como un perfecto cornudo, amor…pero eso es lo que tú quieres ¿no?, le contesté, ¿Y no has pensado como quedaré yo? ¿Es que solo tienes que pensar en ti? - Precisamente por eso Cecilia, me contestó, es que esto tiene que ser con un desconocido. - Bueno Mario, ya lo decidí. No se si participarás o mirarás, pero empieza a imaginarte a tu mujercita seduciendo a tu amigo Ernesto, besándole la boca, sacándole la ropa, tomando su verga en mis manos y luego acariciar su capullo suavemente con los labios, lamer el tronco antes de introducírmelo hasta la garganta y darle una chupada de infarto…eso es lo que quieres no? - Cecilia por favor, no. No cometas locuras que pueden tener consecuencias fatales para nosotros. - Luego, continué, le mostraré mi concha para que me la lama y ya me imagino lo bien que lo hará. Mientras tanto, puedes acercarte para que te la mame con la misma pasión que se la mamé a él. Después de eso, le permitiré penetrarme y espero alcanzar uno o más orgasmos con su verga insertada en mi concha. Mientras tanto tu observarás y acariciarás mi cuerpo sudoroso y lleno de lujuria. Posteriormente le ofreceré mi trasero, quiero saber si es cierto lo que las historias de los relatos de esta página dicen sobre las delicias del sexo anal. Y en ese instante, si me gusta, te permitiré penetrarme por delante y así sentir dos vergas en mi cuerpo ardiente. - Estás loca Cecilia, no lo permitiré…haré un escándalo. - Tú eres el que está loco…quieres una cosa, me la pides, y cuando te la doy, ya no la quieres. - Es que nunca pensé que sería con Ernesto. si no con un desconocido. - Será con Ernesto, y mas adelante con Oscar, y Álvaro y también Felix. Todos son hombres, todos tienen vergas, conoceré todas ellas y veré quien la tiene más grande y quien hace mejor el amor. - Quieres destruirnos. Seremos el hazmerreír del grupo. Por favor Cecilia, no lo hagas. La plática se prolongó por unas horas más y a la hora de la cena, mi marido tenía una cara de difuntos. Llegaron los amigos, cenamos y libamos con abundancia. Yo me había puesto un traje escotado que permitía apreciar mis atributos físicos y no dejaba de coquetear y llenar de atenciones a Ernesto, aprovechando, dije, que estaba solo. Al cabo de unas horas todas las parejas empezaron a retirarse una a una. Yo le pedí a Ernesto que no se fuera temprano, pues necesitaba su ayuda, de manera que se quedó hasta el final. Mario tenía una cara de espanto y solo esperaba el desenlace fatal (para él) entre Ernesto y yo. Al final, no pasó nada. Despedí a Ernesto con un beso en la mejilla y vi a mi marido respirar aliviado. Al poco rato sonó el timbre, era el muchachito contratado por Mario; este lo despidió de inmediato pagándole por sus servicios no prestados. La lección había sido aprendida. Esa noche hicimos el amor como locos. Mario me prometió que nunca más me propondría nada indecente. Yo le contesté que mejor que así sea, pues de ocurrir lo contrario, le prometí que todos sus amigos desfilarían por mi conchita. Esta es mi única intervención con una historia que ofrece un desenlace un poco diferente al que los lectores están habituados, pero que espero les haya gustado y excitado. Pienso que esta página es un sitio muy especial para gente con mentalidad pornográfica que gusta relatar sus experiencias eróticas y para aquella que piensa que el intercambio y los tríos con la pareja son normales y aceptables. Yo respeto la opinión y el modo de pensar de todos. Mario se sorprenderá de leer este relato, si sigue con el tema, pues aunque algunos nombres han sido cambiados, él fácilmente reconocerá el escenario.

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