La latina que me usó

Una latina bastante mandona hace su agosto con un joven ingenuo

Hola, me presento, soy un chico de 20 años llamado, Samuel, y esta es mi historia de cómo descubrí una parte de mi que me sorprendió y asustó.

Mi historia comenzó un día de hará como 2 años en una tarde soleada y algo atípica de febrero. Para que os hagáis a la idea, yo vivo en España.

Esa tarde en concreto, recuerdo que descargué una de esas aplicaciones para movil para ligar, si conoces alguna puede que ya sepas de lo que hablo.

Tras registrar mis datos, y registrarme como hombre heterosexual buscando lo que surgiera, comencé a buscar.

Como mi pueblo es bastante pequeño, y la mayoría de las mujeres de por aquí ya las conocía, puse un filtro para buscar mujeres de 20 kilómetros en adelante. La edad no la especifiqué, ya que tenia en mente crucarme con alguien de mi edad, y no reparé en más, pero luego esta decisión daría un vuelco a la situación.

Cuando estaba a punto de tirar la toalla, pude contactar con una mujer especial para mí en muchos aspectos.

Su físico a primera vista, no atraía, pero bajo ese vestido escotado, se intuían unos buenos pechos y un buen culo, aunque el vientre parecían tenerlo menos plano de lo que sería considerado poco atractivo.

Por lo que hablamos, y por lo que más tarde vi, pude comprobar que era una mujer latinoamericana, de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, para ser más específicos. Pero lo mejor estaba por venir.

A pesar de su aspecto mayor al mío, supuse que simplemente rondaba la treintena de edad, y estaba bastante destrozada por la vida.

Pero nada más lejos de la realidad.

Cuando empezamos a hablar, le pregunté más en serio por su edad, y me dijo que eso estaba totalmente equivocado.

No tenía 30 y pico años, si no 43 para ser más específicos. Se había casado con un hombre aquí en España, hace 13 años, y por la fecha de este relato, hacia como 10 meses que habían decidido separarse.

Aquello me dió un morbazo tremendo, ya que nunca había estado con una mujer que me sacara más de 2 años.

Pero había algo que no encajaba.

Y es que más que tratarse de las típicas conversaciones de flirteo de cuando se está ligando, aquello era distinto. Era más un tipo de conversación en los que ella no paraba de tratarme con superioridad, le decía que no le parecía un hombre, que su hijo adolescente parecía mucho más mayor que yo, etc. Incluso se reía de mi diciendo que podría ser su hijo.

Todas estas palabras a mí, lejos de desanimarme, hicieron que deseara más a esa mujer que a ninguna otra cosa ya que me gustaba la forma en la que me hablaba y me trataba, como si no fuera digno de ella.

A pesar de estas situaciones, un día logramos quedar para vernos en persona.

La cita era un simple café de media mañana en un bar cerca de donde ella vivía. Así que me asee lo mejor posible, cogí las llaves de mi coche y me dispuse a recorrer los 70 kilómetros de carretera que me alejaban de ella, sabiendo que el final del recorrido tendría de recompensa a esa diosa. Todo esto ocurrió por mediados de marzo.

Cuando por fin llegué al lugar, que tenía pre establecido gracias a Google Maps, no fue difícil distinguirnos, ya que nos habíamos pasado 1 mes mirando la foto del otro.

Al acercarnos, nos dimos los 2 besos de saludo, y nos sentamos en la primera mesa que vimos al aire libre, ya que se estaba muy agusto.

Si algo recuerdo de esa cita, es que coincidimos sin saberlo en una cosa, y eso fue la vestimenta.

Ella llevaba una camiseta y un pantalón largo, y yo igual, pero no del mismo color ni tipo. Eso me gustaba, ya que significaba que ninguno dábamos demasiada importancia a aquello.

El tono de superioridad de las conversaciones por internet, de pronto se difumino para dar paso a un tono más sosegado, que no me desagradó, pero tampoco me gustó.

  • Verás, a pesar del tono de nuestras conversaciones, llevo bastante tiempo sin sentir a un hombre, dijo ella con un tono algo lastimoso.

  • Yo puede que no sea el hombre que buscas, pero puedo hacerte el favor.

Tras otro cuarto de hora en aquella cita, cuando ella por fin se acabó su café, volvió a salir la propuesta que le había hecho antes, ya que era algo que andaba en el ambiente.

Ella aceptó, y yo fui en busca de una máquina de condones, hasta que encontré una y saqué de ella los de la talla M e iba a dar a esa perra el día de su vida

Cuando por fin llegamos a su apartamento, recordé que tenía un hijo, ya que vi su cuarto.

  • ¿Y tu hijo?. Pregunté

  • Se ha ido con sus amigos a pasar el día

Al entrar a su cuarto, lo primero que hicimos fue empezar a besarnos en su cuarto, y al cabo de 1 minuto yo ya estaba excitado. Sin más tiempo que perder, me puse la gomita y empecé a penetrarla a una buena velocidad.

Se notaba como su vagina estaba muy suelta, supuse que era por haber sido madre y por tener más experiencia sexual, ante lo cual yo frené la marcha de mis embestidas un poco.

Pero nada de eso sirvió, ya que al minuto y medio, yo ya me había corrido, mientras que ella apenas se inmutó de semejante hazaña. Mientras yo la miraba con cara de relajación, ella me miraba con decepción. De pronto gritó:

  • Entra

Yo no sabía a quien le hablaba, y me estaba empezando a incomodar, cunado en el momento más inesperado, entró por la puerta un hombre negro de casi 2 metros, y con músculos hasta en los parados.

  • Verás, te mentí. Dijo ella con sencillez.

  • Cielo, ¿que está pasando? Dije asustado

  • Lo que pasa, es que como sabía que ibas a durar tan poco hice un plan.

Entonces ella me contó que adoraba hacer sexo mientras la miraban, y desde que la dejó su marido, tan poco hombre como yo, no pudo tener relaciones por esa manía, ya que no encontraba a nadie más pringado.

Básicamente te dejé esos 2 minutos para tenerte agotado y sumiso, ante la sesión de sexo salvaje que vamos a vivir los tres.

  • Te voy a partir el coño. Dijo el semental de ébano, tras un buen rato ahí parado sin hacer nada y con una voz furiosa.

Sin más miramientos, me apartó de un manotazo mientras estaba abrazado a ella, y se acercó a su cuerpo sudoroso, ante la mirada cómplice y excitada de ella.

Lo primero que hizo fue endosar de 1 solo golpe ese mástil tieso que caracteriza a los suyos a lo que yo le calculaba unos 30 centímetros.

Tras unos instantes retozando en la cama, simplemente se puso el abajo y ella arriba, por lo que tenía que cabalgar a horcajadas.

En mi posición todavía a ras de suelo, pude comprobar cómo a pesar del esfuerzo de ambos por introducir cuantos más centímetros mejor, no sirvió, ya que sobresalían unos 4 o 5 centímetros, que se podrían apreciar bien a la luz del día, ya que estaban empapados por sus fluidos vaginales.

Empezó una cabalgada, en la que se veía que él claramente llevaba el control de la situación, siendo ella la sumisa.

Estuvieron por espacio de una hora en esa misma postura, salvo cuando paraban de vez en cuando para coger aire, sin cambiar de postura.

Cuando por fin le hizo lo que yo calculo su tercer orgasmo de la jornada (yo no le hice ni cosquillas) se corrió y cayó desplomada sobre su pectoral izquierdo, rendida.

Ella mirndolo sonriente, le preguntó:

  • ¿Te has quedado con ganas?

A lo que él respondió

  • Ciertamente, si

Y de la nada, se me quedó mirando, que estaba en la otra punta del cuarto, en una silla sentado, mirando, con un empalme de nuevo considerable

En nada, se dirigió, hasta mi posición, y me pilló sentado, le pregunté

  • ¿Que hac...

Y no me dio tiempo a terminar la frase ya que cuando quise reparar tenía dos tercios de ese mástil de ébano metidos en la boca sin poder respirar.

Por suerte para mí, estuvo, relativamente poco tiempo haciendo eso, unos cinco minutos

  • Vamos córrete en el.

Gritaba ella desde la cama, sin poder hacer gran cosa ya que no podía moverse de semejante follada

Cuando ya se hartó, me dio una última orden que no olvidaré jamás.

Y es que me mandaron, limpiarle el coño a esa mujer. Mientras ella estaba tumbada boca arriba en la cama, yo me acerque a 4 patas, y le lamí hasta dejarla bien limpita, su mezcla de olores de semen y vagina, hizo que en última instancia yo también me corriera, sobre las sábanas.

Me hicieron limpiarlo con mi propia lengua y me obligaron a grabar un vídeo, en el que afirmaba que esa mujer haría con migo lo que quisiera, si no quería que ese vídeo se hiciera público.

Tras mucho tiempo a sus órdenes.me congratula deciros que uno de esos días,.me obligó a casarme con ella, porque decía que le ponía mucho más el ponerme los cuernos, es decir, a su marido

Escribo este relato en el primer aniversario de nuestra boda, una unión por lo civil, meramente trámite, para unirnos en una sola cosa.

Ahora vivo con esa mujer en su apartamento, su hijo se fue hace tiempo, así que yo pasé del sofá a su cuarto.

Allí cuido a la hija de esos 2 amantes, que nació hace 7 meses, y con la que yo no tengo nada que ver genéticamente hablando. Yo cuido de ella y ellos pueden hacer más bebés, ella quiere 4 como mínimo.

Una vez al mes, me deja hacer el amor con ella, a pelo. No sabemos si el segundo bebé que espera es mío, o de ese semental que por cierto, se llama Mamadou, es de Mali, y tiene actualmente 27 años. Con él folla unas 10 veces por semana, así que la proporción está en mi contra, pero no pierdo la esperanza.

El resto del día mis obligaciones son las de mantenerla siempre limpia y dispuesta a la siguiente ronda.