La lámpara mágica III (2: Dos pájaros de un tiro)

Mirando a un lado y a otro antes, me desabrocho el delantal, me desabrocho la falda y compruebo una cosa en la que había pensado alguna vez antes: Pelúo, bien, como a mi me gusta.

"Habría que empezar a probarlo" piensa Sombrero refunfuñando desde su alcoba. Desde ayer que es posesor de un poder místico mediante el cual podrá suplantar la personalidad de quien quiera de una forma mágica y ya sería cuestión de hacerlo por primera vez, un poder así no se debe dejar perder. ¿Pero con quien?

Salir a la calle y escoger la primera mujer pechugona que aparezca no parece muy romántico. A Sombrero lo que le gustaría, y de hecho una de las cosas que lo pone más cachondo y lo ha puesto durante muchos años, son las clientas de su antiguo trabajo. Esas mujeres pechugonas que venían a buscar medio kilo de gambas o un par de emperadores... (pescado). Lo han puesto vicioso durante muchos años pero recién ha tenido que despedirse de ellas por un que considera improcedente despido por parte de su jefe. A Sombrero le gustaría encontrar de nuevo su puesto en la sociedad en un sitio diferente pero lo que más le gustaría es volver a hacer lo mismo a lo que está acostumbrado desde hace muchos años; controlar ventas de marisco a la vez que se encarga del sostenimiento de una red informática algo más que caprichosa. Es esta una vía a la que ya no tiene acceso pero sigue sin estar de acuerdo de forma personal y profesional, pues nadie en su puesto con un mínimo de dos años de trabajo será capaz de desempeñar la tarea que ejercía, pero....  ahora que lo piensa, podría matar a dos pájaros de un tiro! Una rápida idea atraviesa la mente de Sombrero; será cuestión de cogerla antes de que escape.

Podría adoptar la personalidad de la mujer del amo de la pescadería, Martina; una mujer de unos 40 y pico años, bien puesta con un buen culo y unas buenas tetas, y convencer a su marido de que despedir a Sombrero no fue una buena idea, a la vez que echar un polvo y probar por primera vez como se desenvuelve el encanto del «duende del bosque».

Sí, parece buena idea, vamos a tomar puesto de ello; piensa Sombrero desde su oloroso retiro.

La mujer del jefe se llama Martina con lo que con decir las debidas palabras mágicas en un sitio seguro, su cuerpo material desaparecerá y adoptará inmediatamente su personalidad esté donde esté. Podría adoptarlo esta tarde y preparar una buena cena, en que además de convencerlo de que vuelva a contratar a Sombrero, le echará un polvo sin muchas historias y comprobará como se maneja el nuevo conjuro.

Así lo decide Sombrero y hasta que llegue la hora de la tarde se irá a dar un paseo con su perrita a la vez que la deja en un sitio libre para que no se amargue el tiempo que Sombrero «desaparecerá» de la materia. Durante el paseo va pensando Sombrero en el apaño pero no le ve remedio porque deje a donde deje su perrita, esta volverá a casa, por lo que termina decidiendo volver a dejarla en su casa en el patio. Una vez apañado todo Sombrero se tumba en su cama, apaga la luz y dice las palabras mágicas a la vez que piensa en Martina.

-bolobedria, pisipasurraca, ebitorretruanemielo-

Un fogonazo asalta la mente de Sombrero y de repente se encuentra en un lugar muy lejano y silencioso, con un cuchillo en la mano y un montoncito de pimiento troceado delante, ¡YA LO TIENE!

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La personalidad de Martina ha sídole adoptada mientras preparaba seguramente la cena; Sombrero se ve de repente en una amplia cocina con una serie de enseres a la vista de su utilización, con que Martina pensaba deleitar una ominosa cena a su marido esta noche. Sombrero, ahora Martina, toma mente y le parece reconocer una serie de cosas que antes no estaban. Se reconoce sabedor de las cosas que circulaban en la mente de Martina esa misma tarde, de realmente hacer una ominosa cena con un lenguado que se encuentra en la nevera. De pensar en su hija que se llama Berta y durante la semana se encuentra en la capital estudiando en la universidad, y toda una serie de pormenores sin importancia pero que sólo Martina tiene medios para saberlo; como la ropa que se está secando en el balcón, el nuevo delantal que lleva puesto que se lo regalo una revista... en fin, pormenores.

Ahora Martina, suelta los enseres que tiene entre manos y se lleva las manos a las tetas. Uhm sí, tengo unas buenas tetas. Se lleva las manos a los muslos y repite su aprobación a unas anchas caderas. Mirando a un lado y a otro antes, se desabrocha el delantal, se desabrocha la falda y comprueba una cosa en la que había pensado alguna vez antes: Pelúo, bien, como a mi me gusta.

Será cuestión de ponerse a la tarea porque quiere obsequiar a su marido esta noche.... para además convencerle de una cosa.... y si no queda lo suficientemente convencido le haré un pequeño favor..... piensa «MARTINA».

Sombrero/Martina se desenvuelve durante el resto de la tarde en la preparación del lenguado que efectivamente encuentra en la nevera. Durante la tarde va experimentando y descubre que tiene acceso a casi todos los rincones de su memoria. Como cualquier otra persona tiene que detenerse un poco a pensar pero tiene fácil acceso a los recuerdos naturales de la susodicha Martina. Se entretiene también revisando la casa (que también conoce) deteniéndose en alguna foto, con paciencia rememorando la ocasión, el sitio, la compañía, en fin, igual como lo haría la verdadera Martina. El «duende» hizo realmente un buen trabajo.

El lenguado ha sido situado junto con su condimento en el horno. Según tiene calculado Martina, su marido «Aquiles» llegará a partir de las 21:00 y así calcula martina su cocinado para recibir a su marido con la cena caliente. Rondando la hora aproximada Martina oye manejar el cerrojo para instantáneamente oír abrir la puerta. SombraMartina resta paciente en la cocina sabedora de que no tardará en recibir la llegada de su marido. Esta, peró, es incluso más atenta de lo que acostumbra.

-PLAS-

Nota Martina una palmada en el pandero.

-Martina: ¡uyyyyy!

-Aquiles: hola preciosa.

-Martina: ¡ji ji ji ji! no te había oído! bueno sí te había oído pero no te esperaba así.

-Aquiles: bien, vengo con hambre.

-Martina: pues quedarás satisfecho porque tengo un lenguado en el horno que está al punto. Siéntate que en un momento lo sirvo.

Aquiles se sienta obediente y me espera hasta que acudo con la plata extraída del horno.

-Aquiles: uhmmm, tiene buena pinta.

-Martina: pues claro que la tiene, como que me provees de la mejor materia del puerto.

Algún que otro comentario improcedente más y espero que esté con la boca llena para proceder a la fase A de mi plan.

-Martina: qué, ¿como fue el día?

-Aquiles: bien por fortuna, el ordenador nos ha fallado un poco pero no ha sido grave.

-Martina: Últimamente os falla mucho el ordenador ¿a qué puede ser debido?

-Aquiles: en principio a la ausencia de Sombrero, él se encargaba de esto y nos hemos quedado un poco colgados con su falta, pero he contactado con una empresa informática que nos van a ayudar.

-Martina: uhmm, ¿y os van a cobrar?

-Aquiles: sí claro, lo homologado, nadie trabaja sin cobrar ¡ja ja ja!

-Martina: creo que no fue buena idea despedir a Sombrero. Él se encargaba tanto de tareas de la tienda como de la informática, y eso no lo cobraba como extra.

-Aquiles: quizá tienes razón, pero no me gustaba como se miraba las clientas últimamente, parecía un maniaco peligroso.

-Martina: uy qué dices, si precisamente me hablan muy bien de él todas mis amigas, y desde que falta le he tenido que explicar a cada una de ellas que me lo ha preguntado por qué no está, y me muero de vergüenza.

-Aquiles: Dura lex, sed lex. Es la vida.

-Martina: pues yo no estoy de acuerdo, piensa que aún estáis a tiempo de lamentarlo. Los ordenadores son actualmente de las herramientas más importantes de un negocio, y si empiezas a confiarte en empresas ajenas que no conoces y que ni les va ni les viene la estabilidad de tu negocio puede ser peor. Piensa que una empresa de este tipo se ve beneficiada por tu inestabilidad, porque entonces le tienes que pedir cada vez más servicio y acabaréis aprisionados, como un drogadicto. En cambio Sombrero estaba siempre en el negocio, y de forma matemática, cuanta más estabilidad tenía el sistema, menos tenía que trabajar, por lo que creo que es un error fatal el que tomaste.

Aquiles, mi marido, detiene su masticar un instante y parece pensar en lo que le he dicho. Toma el vasito de vino que siempre le tengo servido y toma un trago de él.

-Aquiles: te repito que quizá tienes razón. También a mi me ha preguntado por él alguna clienta y también a mi me da un poco de vergüenza contar que lo despedí. De hecho me da tanta que alguna vez incluso he dicho que se fue de viaje o así.

-Martina: pues retrocede ahora que aún estás a tiempo. Si tardas un mes quizá Sombrero se va de la ciudad o se pone a trabajar de otra cosa. Y ni él ni su nuevo empleo van a sentir u obtener el beneficio que obtendría en la pescadería.

-Aquiles: tienes razón, por 3ra y última vez tienes razón Martina. Mañana mismo voy a tratar de encontrarle y hablaremos sobre la posibilidad de que vuelva. Porque la verdad es que estos ordenadores me van a matar. No te he dicho toda la verdad y es que estos días las estamos pasando verdaderamente canutas. Gracias Martina, Gracias por ayudarme a enmendar este error.

Dice esto Aquiles justo cuando yo venía de la cocina de llenar la jarra de agua. Para intercambiar nuestros agradecimientos me lo acerco y lo siento abrazarse calidamente a mi pecho.

-Martina: de nada querido, lo hago por el bien de todos.

Después del tierno abrazo terminamos la cena y mientras él mira las noticias yo friego los platos. Cuando he terminado salgo al salón y anuncio.

-Martina: estoy un poco cansada, Aquiles, me voy a la cama.

Digo con una sonrisa que mi marido no ve pero sé que reconoce por el tono cansado y amigable de mi voz.

-Aquiles: vale, vendré en poco.

Llego a nuestra habitación y me pongo mi querido camisón rosa antes de meterme en la cama. Cierro los ojos y espero paciente a la vez que escucho como se terminan las noticias, se apaga el televisor, mi marido entra en la habitación y tras desnudarse se mete en la cama.

Nada más meterse en la cama se me abraza. Yo me le revelo despierta tomándole por igual ese abrazo. Mi marido pone su cabeza en mi escote y empieza a «encariñarse» con él. De los besos cortos pasa a besos más largos hasta que termina mamando de mis sobresalientes pezones. De forma automática me veo liberada del camisón y no estamos por muchos juegos. Aquiles se pone encima de mi y me penetra.

-Uhmmmmm-

Era la prueba que faltaba, había comprobado el desarrollo diario del nuevo cuerpo cocinando lenguado, recordando cosas, hablando con mi marido e incluso dejándole sorber mis pechos. Pero ahora noto lo más, ese pene metido entre mis carnes que me hace sentir como toda una mujer, con una dura sensación entre piernas de algo que siento como una extremidad propia pero que se mueve por de forma ajena a mi.

-Uhmmmmmmm- uhmmmmm-

Mi antiguo jefe con que tantas veces me había discutido está encima de mi amándome de forma elegantemente heterosexual.Ahora disfrazadao de su propia mujer, lo he dejado desarmado y haré lo que quiera cuando quiera y como quiera con él. Espero no tener que volver a recurrir a esta vía porque no hay que aprovecharse con perfidia del conjuro, el duende ya me lo advirtió. Pero esta ocasión realmente lo merecía y voy a tratar de gozarlo el resto de la noche. Con el pene de mi marido dentro de mi y sabedor de que una llamada mañana por la mañana me confirmará la correcta ejecución del «apaño». Me dejo ir y entrego a mi marido una noche especial que tanto él como yo recordaremos siempre. Aquiles no tarda mucho en correrse dentro de mi, siento la leche que inunda mi barriga y en ese momento lo abrazo fuerte para darnos las buenas noches. Lentamente voy perdiendo la consciencia pero en ningún momento lo suelto porque quiero dormirme así.