La lámpara mágica 2ªT (7: las termas)
No me veo con fuerzas para nada. Me voy a ir, sí, al balneario de aguas termales a recuperarme.
Me despierto que el sol está bien alto, pero a diferencia de su brillantez mi cuerpo parece haber pasado la noche en el infierno. Me duele absolutamente todo, casi me parece oír chirriar mis vértebras cuando con serias dificultades me levanto. Por mi mente regresan todas la imágenes ayer vividas; algunas de ellas muy ricas como cuando fui cogida por un oso pardo. Pero otras de ellas, la mayoría, que desearía olvidar; como cuando el cazador me tomó por una loca, o cuando el oso no me dejó dormir con él, y tuve que emprender ruta, a plena noche, por la fría montaña. Vestida de hada del bosque me perdí en quizá la noche más fría que he pasado en mi vida, y sólo fue Rata, mi perro, que a mi silbido acudió en mi ayuda y me guió hasta casa. Me despierto en mi tibia cama, pero aún en la misma posición fetal en que me abandoné en medio montaña cuando me sentí perdida. Necesito comer, después de comer volveré a dormir pero antes necesito llenar el estómago.
Me visto un poco con pijama y batín pues estaba desnuda, y después de abrir la puerta a mi perro para que se vaya a pasear me meto en la cocina. Tomo un grueso puñado de espaguettis y los meto en la cazuela. Mientras estos se cuecen tuesto un calabacín loncheado a la plancha. Cuando lo tengo listo me siento ante el temeroso plato y sin piedad lo devoro. De postres me como un gordo aguacate y un plátano. Entonces con la abultada barriga claramente llena vuelvo a la cama, vuelvo a cerrar los ojos y mi tratamiento post-guerra sigue.
Me despierto no muchas horas más tarde, pues apenas pierdo la consciencia. Miro el reloj y son las 16:00. Bien, bien, bien Sombrera, tienes casi todo un día por delante. Pero no me veo capaz de ponerme en pie de guerra. Me voy a ir, sí, al balneario de aguas termales de mi ciudad. Allí me pasaré el resto de la tarde soñando en la caliente piscina y mañana estaré como nueva, decidido. Me visto de calle y tomando un bañador, el batín y un poco de dinero me dirijo al balneario.
Una vez ahí no me enredo en mis jueguecitos sociales, sino que después de entenderme con la chica de la recepción, voy al grano y después de cambiarme en el vestuario, entro en el recinto de la piscina de aguas termales. La piscina es pequeñita. El recinto en que está es más grande pues hay en él diversos aparejos, pero la piscina en si no medirá más de 5x5 metros, y hay en ella apenas tres mujeres más.
Dándoles los buenos días me meto dentro, y nada más meterme siento que el caliente agua se mete por todos los poros de mi estropeado cuerpo y lo repara cual si fuera cemento.
-Sombrera: oooooooh, fuuu, qué impresión.
Mis tres compañeras se ríen comprensivas y yo trato de desconectarme del mundo, apoyándome en un lado y cerrando los ojos. Me siento de maravilla, el caliente y oloroso agua se mezcla con los débiles sonidos que se oyen en la terma, provinientes de otros clientes, y todo mi cuerpo se mezcla también y pasa a ser de la materia que compone el establecimiento. Lo más seguro es que me haya dormido, pero de bien que estoy me es imposible certificarlo. Sueño y sueño un largo rato en que todas las malas vivencias de ayer cambian de color y se transforman en bonitas, y para qué contarte en qué se transforman las buenas vivencias, aunque no pueda mi temperatura elevarse más de lo que está en la cálida piscina.
En una de estas que abro los ojos para certificar que estoy viva. Las termas se han vaciado mucho, apenas oigo ruídos en la estancia. Y en la piscina sólo quedamos yo y una de las mujeres que encontré al entrar. Al reparar en esta la veo que también me está mirando.
-Mujer: albricias que te veo con los ojos abiertos, he estado todo el rato vigilándote no sea que dormida te ahogaras en la terma.
-Sombrera: oh gracias, es la primera vez que vengo. De verdad que me debo haber dormido, pero claro, no sabía yo que se está tan bien aquí.
-Mujer: fabulosamente se está aquí, yo conocí estas termas hace un par de años y desde entonces que no hay semana que no venga como mínimo una vez.
-Sombrera: que guapa es usted. Yo me llamo Sombrera ¿como se llama usted?
Le digo a la vez que le doy una repasada. Tendrá unos 30 años y analizando sus rasgos la reconozco como buena mujer.
-Mujer: yo me llamo Isabella. Ya te he dicho que vengo muy a menudo y espero que tú hagas igual.
Mientras me dice esto se acerca un poco nadando a braza y se apoya en el mismo mármol en que estoy yo.
-Sombrera: pues me encantaría, si tuviera tiempo. La verdad es que hoy he venido porque me encontraba un poco maltrecha después de... bueno... una aventurilla que tuve ayer.
-Isabella: tranquila hija, no hace falta que me lo digas. Todas hemos tenido alguna que otra aventurilla, y sabe mejor recordarlas si las recuerdas sola.
-Sombrera: gracias reina. De verdad que sienta bien este agua. Si de verdad es tan milagrosa mañana estaré preparada para... otra aventurilla, ja ja ja ja (nos reímos juntas)
El ambiente de la piscina, junto a que somos mujeres, y que estamos casi solas nos invita a hablar más familiarmente. Hablamos de cosas bastante triviales, yo tengo que canviar de sexo recuerdos de cuando era Sombrero, y alguna que otra sapiencia me la tengo que inventar, pero Isabella no parece sospechar nada.
-Isabella: pues si yo te contara... ¿sabes guapa que aquí en el balneario no hay ningún masajista hombre?
-Sombrera: uy cielos ¿y por qué?
-Isabella: porque una vez, hace mucho mucho tiempo, que yo aún no estaba aquí. Descubrieron a un masajista haciendo el amor con una mujer que lo requirió.
-Sombrera: que requirió qué?
-Isabella: uy, ji ji, el masaje!
-Sombrera: ji ji ji, bs bs bs bs bs.
-Isabella: bs bs bs bs bs.
Susurramos entre nosotras y me cuenta un par de muy divertidas leyendas del balneario, tan divertidas como secretas. Llega un momento en que me siento tan bien con ella que me dispongo a contarle lo que hice ayer.
-Sombrera: pues sí reina, ayer fui a la montaña y hice el amor con, no sabes con qué, con un oso!
-Isabella: oh dios mío, y no te hizo daño?
-Sombrera: pues no, tenía una verga grandecita sí, pero tampoco monstruosa. Eso sí, después de hacer el amor me echó de su cueva y tuve que volver sola.
-Isabella: ooh, que desalmado. Bs bs bs bs.
Seguimos susurrando un rato hasta que de pronto me hace un comentario muy morboso.
-Isabella: y dime querida ¿no has hecho nunca el amor con una mujer?
La pregunta trae cola, porque yo he hecho el amor con una mujer sí, pero siendo un hombre, Sombrero. Pero siendo Sombrera nunca he mantenido tales contactos, o sea que le respondo negativamente.
-Sombrera: pues... no, creo... bueno no, nunca.
-Isabella: uy pues eso es algo que falta en tu currículum. Si una vez lo hicieras con una mujer, podrías recordar eternamente una experiencia que no tienen todas.
-Sombrera: sí, es verdad, me gustaría alguna vez hacerlo con una mujer.
-Isabella: pues... esa mujer no está tan lejos. ¿Te gustaría que tú y yo...
-Sombrera: mmm... sí, me gustaría. Pero... donde lo hacemos?... ¿aquí en la piscina no verdad?
-Isabella: oh tranquila, vamos a hacerlo escondidas. Ahora mismo los vestuarios estarán vacíos pues somos casi las últimas que quedamos. Nos encerramos en uno de ellos y...
-Sombrera: sí va, vamos.
Ambas nos tapamos con nuestros batines y sin miedo alguno nos largamos a los vestuarios. Una vez allí inspeccióno, hay dos o tres vestuarios femeninos, todos separados. Cogemos nuestras cosas y nos metemos en el que no hay ningún equipo de otra mujer. Una vez solas a mi me sobresale una extraña timidez de primera vez.
-Sombrera: esto... y ahora.. ¿qué hacemos?
-Isabella: para empezar ropa fuera, ninguna de las dos tiene nada que no haya vista la otra, je je.
Acompañada de ella cuelgo el batín en una de las perchas dispuestas. Sacarme el bañador me cuesta un poco más. He hecho cosas 100 veces más secretas y prohibidas, pero como siempre, encuentro dulce hacerme pasar por santita.
-Isabella: vamos al baño.
Me toma de la mano y entramos en una pequeña bañera de la que dispone el vestuario. Le da al grifo para que, mientras empieza a chuparme los pechos, se vaya llenando de agua.
-Sombrera: mmmm, mmmm.
Mientras me lame no me atrevo a más que a apretarle la cabeza contra mi. Si fuera Sombrero ya la tendría sostenida en vilo mientras la penetraba, y su fuera Sombrera y él un hombre ya estariá desayunándole la verga. Pero así como estoy, haciéndome pasar por una beata que nunca ha probado un parrús, trato de seguir las reglas del juego impuestas por mi misma.
Por fin Isabella tiene un gesto de dominio y me besa en la boca. Mis piernas me hacen sentir que el agua ya ha llegado a un nivel elevadito, y las dos nos sentamos en el piso de la bañera para continuar nuestro besuqueo.
La mano de Isa se me mete entrepiernas, y en ese momento le digo que no. No quiero que mi panocha se vea inplicada en esto, sólo quiero amarme con ella, pero sin sexo duro, almenos en mi misma. Nos seguimos enrolando un ratito, pero al tener ella prohibido el meterme dedo, me hace una proposición muy atrevida.
-Isabella: vas a ver lo qué voy a sacar.
Sale de la bañera y toma de su mochila algo. Cuando se acerca lo veo; es un casco de cerveza vacío.
-Isabella: siempre lo llevo por si me apeteze.
-Sombrera: mmmm, ¿es para lo que me inmagino?
-Isabella: claro que sí amada. Venga, tómalo sin miedo.
De verdad sin miedo lo tomo y volvemos a enrolarnos. Ahora no me falta que me diga como se usa,porque sé perfectamente lo que le suscita a Isabella el redondo cuello de la botella. Mientras derechas nos besamos la voy excitando con la boca del botellín. En una de estas que decido metérselo.
-Isabella: oooooh, mmm, así, más adentro..
Con el valor por ella dado la voy masturbando metiéndole todo el cuello. Le entra en la vagina toda el estrecho conducto hasta que este pasa a llamarse botella.
-Isabella: oooooh, así querida, ooooh sííí.
La relación va cogiendo brío por momentos. Estar metiéndole el casco se transforma para Isabella en una droga de la cual cada vez pide más. Se me gira y sujetándose de la pared me llama enloquecida.
-Isabella: métemela cabrón, toda dentro capullito mío, fóllame como tu puta que soy.
Yo no me corto un pelo por las soeces que me dice, y sin dudar un momento empujo fuerte el botellín dirigido a su concha.
Isabella vuelve a suspirar con desenfreno al ritmo que yo le marco, o más bien al ritmo que le marca el botellín. Así continuamos un rato más hasta que contemplo como Isa tiene un orgasmo. Sabedora de lo que conlleva le saco la botella y la dejo gozar con solitud el sueño del éxtasis. Mientras se recupera yo me voy poniendo el bañador, y cuando está suficientemente en forma para hablar le digo.
-Sombrera: ha sido maravilloso. Mi currículum es ahora un par de páginas más largo. Voy a refrescarme a la piscina de agua fría porque creo que ya vuelvo a ser 100% Sombrera.
-Isabella: ve, ve tranquila. Yo me volveré a duchar y me iré. ¿Te volveré a ver?
-Sombrera: quien sabe, quizá vuelvo un día pero... me verás muy diferente. Vamos a hacer una cosa, la clave secreta es "la sombra de la palmera" si alguna vez viene alguien y te dice esto, es que soy yo.
-Isabella: ¿euh?
-Sombrera: lo que te digo, ¡volveré!
Profiriendo mi promesa cual guerrera bárbara, salgo de los vestuarios con tan sólo el bañador puesto. Llego a la piscina de agua fría que no queda nadie, el salvavidas me advierte que está cerrada ya.
-Sombrera: ¡sólo un bañito por favor! ir, venir y me voy!
-Salvavidas: bueno va, refréscate maja.
Me lanzo al agua y del empeñón recorro toda la piscina buzeando. Una vez llego al otro lado vuelvo a tomar aire para nadar a mi velocidad máxima hasta el principio. Me cuesta horrores recuperar la respiración cuando salgo, pero noto en mi que vuelvo a estar preparada para lo que sea... mañana...