La lámpara mágica 2ªT (3: violación)
La cosa pinta fea, la mayoría de calles no disponen de iluminación, y las que la tienen es lóbrega cual gruta, mmmm perfecto...
Las 20:00 horas dan. ¿Pero donde dan? porque yo no tengo reloj de cuco y vivo alejada del campanario. Pues dan en mi cabeza, como de costumbre es más lista que yo y me ha sabido despertar a una hora prudente para las intenciones que tanto ella como yo tenemos en mente. Y esas intenciones son; que me cojan sin quererlo yo, que abusen de mi, que me violen usando la fuerza... fuuu... asqueroso pensaréis ¿verdad? pues sí, realmente asqueroso cuando sucede en la vida real. Pero pasa que esta vida que llevo ahora mismo no es real del todo. Para los que no estéis al loro os informo que soy, sí, una bella mujer de 20 años, ¡pero! no normal del todo, pues está al mando de este lindo cuerpo una mente que aún no hace dos días estaba al mando de otro cuerpo muy diferente; el de un hombre de 30 años. Sombrero era un tipo alto como es Sombrera relativamente alta. Sombrero era un tipo vigoroso como es Sombrera una mujer con fuerza. Eso sí, no se puede ni comparar lo de guapo que tenía Sombrero, con lo de hermosa que es ahora mismo esta bellísima mujer que despierta en mi cama, dispuesta a jugar el turno de noche de hoy miércoles.
Os aclaro, esta mañana me propuse ser de noche violada en algún oscuro callejón. Pero para pasar el día me fui a pasear hasta el manicomio, a mirar los locos desde fuera. Y da la casualidad que vi una irrechazable oportunidad de llevar a pasear a un loco y claro, una no es de piedra. En resumen, que hoy ya he pecado de la carne una vez, con Jesús Cristo, álias José Monge Cruz, o al revés qué más da. Pero el inesperado encuentro con el loco no ha, de ninguna manera, cancelado el que llevaba desde esta mañana entre ceja y ceja, ser forzada, puajj, suena feo ¿eh? je je, pues yo quiero y nadie me va a sacar este capricho de mente, y menos durante estos 15 días que pasaré en este cuerpo femenino, pues hay que aprovecharlo.
El plan va a ser; pues llevaba pensado desde esta mañana irme a pasear de noche a uno de los suburbios de la ciudad, vagar elegante por esos oscuros y nada recomendables callejones y ser, oh dios mío, forzada sexualmente por un vil indeseable que al verme sola e indefensa decida abordarme. Y no se me ha ocurrido otro sistema , o sea que. Me visto guapa con un vestido mediano de colores claros, me atuendo elegante pero sin parecer una puta, pues lo que quiero es que me fuerzen, no que me pregunten cuanto cobro por una paja. Me tomo también un bolso decente, que no parezca yo un putón sino una honrada mujer y bueno, santas pascuas.
Equipada con todo lo necesario me dirijo a pasear inocente por el suburbio norte de mi ciudad. No tardo en llegar y cuando estoy allí le doy un vistazo al campo. La cosa pinta fea, la mayoría de calles no disponen de iluminación, y las que la tienen es esta lóbrega cual gruta, mmm ideal pienso. Pues bien, será cuestión de empezar a pasear como quien no quiere la cosa. Inicio mi particular vagar sin dirigirme hacia ningún sitio, sólo navego y navego una calle tras otra esperando que algún desalmado sienta la tentación maldita. En una de estas paso por delante de la puerta de un bareto, del que solo unos rayos de luz y unas hoscas voces consiguen salir por la estrecha puerta. Yo, adrede, alargo mis pasos al pasar por la parte visible de la entrada. En ese mismo instante noto que las voces enmudecen, eso es que algo les ha llamado la atención, espero ser yo. Sigo caminando apaciblemente desechando todo temor de mi mente, me ayuda a ello un grueso cuchillo de monte que he tomado de mi armería por si las cosas pasan demasiado de talla.
En resumen, que continuo pateando lentamente, escapar no es lo que quiero. Al fin oigo pasos tras de mi, es una pisada pesada a diferencia de mi ligero patinar. Continúo caminando distraída hasta que oigo los pasos a tan sólo dos metros de mi. Entonces me giro curiosa para ver quien tiene la osadía de seguirme y veo al aspirante a violador. Tengo detrás a un hombre feo a matar; lo reconozco en su deforme cara como ex-boxeador, y como tal también es ancho de espaldas con manos grandes como palas. Mmmm, pinta bonito para lo que busco, pero no se lo voy a dejar fácil y sigo caminando.
-Bruto: hola princesa... eres muy linda para pasear por estos lares a estas horas.
Al oir esto acelero mi paso y sigo caminando con aparente prisa. Oigo que él da 4 saltos y se situa a mi lado. Me toma del costado y me dice.
-Bruto: no corras muñeca, que este cuerpecito tuyo no está hecho para correr sino para desfilar.
-Sombrera: discúlpeme señor, pero tengo prisa.
-Bruto: uy uy uy, no tengas tanta prisa. Hace una noche muy hermosa y vale la pena detenerse a contemplar las estrellas, ja ja.
-Sombrera: oiga, por favor, suélteme por favor (trato de simular miedo) ústed y yo no nos conocemos de nada y yo tengo que irme.
Él frena totalmente el lento paso que habíamos adoptado pegando su pie al suelo. Me toma con ambas manos de la cintura y empujándome contra la pared me vuelve a hablar.
-Bruto: tranquilizate hija, que no tenemos ninguna prisa. Ahora vas a hacer todo lo que te diga sin rechistar ¿verdad?
-Sombrera: ¡esto es abuso, suélteme o gritaré! ¡socorr...
Mi aullido de alarma es silenciado por su mano que me tapa la boca. Yo me resisto un poco, pero al notar él mi resistencia me aprieta la boca con la mano causándome un agudo dolor. Se me escapa un pequeño chillido, pero que le da a entender que dejaré de oponer resistencia.
-Bruto: muy bien chiquita, así estate quietecita y déjate hacer que no te haré daño.
Ante esta sentencia me retira la mano de la boca para substituirla por su propia boca. Mientras su lengua invade posesiva mi boca, mis manos caen inválidas hacia ambos lados, pero las suyas exploran libidinosas las sabrosas curvas que me concedió el duende encantado ayer mismo. Yo estoy cachondísima pero no pierdo la cabeza y no se lo confieso porque quiero sentirme realmente violada. Mientras me magrea una teta con la mano, tiene la otra metida entre mis piernas. Yo, aún besada de lengua por él, dejo escapar un leve gemido al ser aplicada en mi la vigorosa masturbación.
-Sombrera: mm.
La forzada masturbación aplanada contra la pared en la acera dura un par de minutos más. Yo he dejado de resistirme pero en ningún momento me le entrego. Él está dando todo de su arte para ponerme lo más cachonda que pueda, y que me le entregue y sea yo misma que le pida chupar la polla, pero yo no fallo a mi virtud y sigo aguantando su forzamiento sin mostrar signo alguno de sometimiento. O almenos eso intento, pero algún que otro gemido se me escapa al introducirme él el dedo en lo más hondo de mi vagina.
-Sombrera: aah.
-Bruto: je je, ya te he dicho que lo pasaríamos bien. Ahora ven conmigo que nos vamos a esconder en algún agujero.
Diciendo esto me toma fuerte del brazo y me estira hacia quien sabe donde me quiere llevar.
-Sombrera: oiga, por favor, déjeme ir, qué pretende...
Él resta mudo y sigue caminando firme mirando de un lado a otro. En esto que localiza su presa en el grueso portal entreabierto de un edificio. Me sigue arrastrando y cuando llegamos nos metemos dentro. Una vez dentro sigue forzando mi débil brazo y emprendemos a subir raudos las escaleras. Subimos uno, dos, tres pisos hasta llegar a la terraza. Nada más salir oigo un par de gatos que se pierden en el laberinto de tejados al notar nuestra presencia. La terraza en que nos encontramos está oscura, húmeda, llena de viejos trastos y le presumo unos 40 años desde la construcción del edificio. El bruto me sigue arrastrando hasta donde le parece justo. Nos detenemos ante una destartalada lavadora y ahí me contraataca.
Yo trato de parecer lo más insensible que puedo ante sus perversas progresiones. Conmigo medio sentada en la inestable lavadora me come primero el cuello, para después de bajarme la parte superior del vestido mamar de mis pezones. A mi me es imposible negarlo y se me siguen escapando unos cuantos gemidos mientras vuelve a meterme el dedo.
-Sombrera: aah.
Sigue creyendo torturar la que cree culpable consciencia de la honrada mujer durante otro ratito. Durante este rato me ha despojado totalmente de ropa tanto como él se ha desnudado. Supongo que los gatos son los únicos que asisten a nuestra pornográfica función, aunque no me importaría mucho si algún vecino soñador se dispuso a mirar las estrellas y se encontró otra cosa.
Mi violador parece convencido en hacerme gozar la agresión sexual, porque conmigo sentada en la lavadora se me hinca de rodillas y me come el potorro. Ahora ya de verdad que al sentirle como me mete la lengua en la almeja, no puedo enmudecer unos evidentes gemidos de sumisa entrega.
-Sombrera: aaaah, por favor señor, aaaah, aaaaah.
Me come el potorro unos cuantos minutos más en que, acompañan la luna creciente los balidos de los gatos y los suspiros de una inocente mujer, que es forzada en la terraza de una vieja casa. Al final, y para mi secreto agradecimiento, el bruto se decide y bastón en mano se dispone a perpetrar su delito. Conmigo sentada en la lavadora y mirándole, juega con su verga en la entrada de mi concha. Yo no puedo evitar de soltar la típica parrafada que le soltaría cualquier mujer desanparada previniendo que va a ser violada y le digo.
-Sombrera: no me haga daño por favor.
-Bruto: no te voy a hacer daño hija, déjate hacer y todo saldrá solo.
Se acerca más a mi y colocando su cabeza en mi hombro, noto que también coloca su pene dentro de mi vagina sin brutalidad.
-Sombrera: oooooooh.
Ahora se iergue ante mi y completa su delito cogiéndome con ritmo pausado, sin malas intenciones.
-Sombrera: oooooh, ooooooh, ooooooh, ooooooh, señoor, oooooooh.
Durante la cogida, ahora ya no me limito a conservar mi sacra honra y me cojo también de él para asegurar mi inestable posición encima la lavadora. Cualquier gato o cualquier vecino soñador se creería que somos una pareja de amantes morbosos que realizamos una fantasía sexual, pero sólo él sabe que está violando una inocente mujer, y sólo yo sé que de inocente no tengo nada. Abrazados encima la lavadora proseguimos la amatoria un rato que lejos de ser traumático me parece delicioso. Mis gemidos son cada vez más fuertes y entregados, y si no sorprendimos a nadie que iba a mirar las estrellas, lo llamamos desde su lecho con mi sugerente cantar.
-Sombrera: ooooooh, oooooooh, ooooooohh, señor bruto, ooooooh.
-Bruto: mmff, mmff, lo ves como te he dicho que te iba a gustar, mmff, mmff.
-Sombrera: sííííí, pero esto no está biennn, ooooh, ooooh.
En fin, que mi ilegal amante me coge en la terraza no una sino dos veces. La primera sentada en la lavadora que milagrosamente no se desmonta, y la segunda cogida de la barandilla tomándome como perra que aulla la noche. El fin en ambos casos es lacticamente abundante y se me acaba escurriendo el semen por las piernas. Cuando acabamos nos separamos y nos vestimos silenciosamente cual pareja de amantes. Sin yo decir una palabra me voy y bajo las escaleras para volverme a mi casa, pero él me sigue detrás. No me abandona ni un momento ni él ni la extrañeza/temor de que me siga a mi lado en el camino. Pero justo cuando salimos del suburbio, me da una palmada en el trasero y me dice.
-Bruto: venga guapa, pa casa.
Y se va.