La lámpara mágica 2ªT (13)
Le pedí a Didac que me consiguiera un ser demigrante que sienta atracción por las menores, para tener yo relaciones con él.
Ante mi asombro me despierto sola, tecnicamente me dormí esta noche abrazada a mi rey blanco pero me ha abandonado, de madrugada como mínimo. Me levanto entumezida pues sea como sea he dormido de maravilla esta noche. Me pongo un batín pues estoy desnuda y me dirijo a la cocina a almorzar. Nada más entrar me encuentro un papel encima de la mesa con una nota.
-Sombrera: ja ja ja.
Tiene una cosa que hacerme mucha gracia para que estalle a reír sola, y esta ha sido una de ellas. Una de dos; o Melchor o como se llame me ha gastado una jocosa broma navideña, o... es el verdadero rey Melchor que llamado por su deber ha ido a repartir regalos por las casas a media noche. Pues no sería de tan sorprender la verdad, yo misma era un hombre hace dos semanas, y si la magia del duende del bosque que me encontré tuvo este efecto en mi, porque no lo iba a tener la magia de los reyes magos de oriente en el hogar de todas las casas la noche de hoy. Bueno en fin, me quedo en que me lo creo y ya está, a otra cosa...
Hoy es domingo, el último domingo en este bonito cuerpo de mujer de 20 años del conjuro del duende. Hace ya dos días que le pedí un que considero gran favor a Didac, que me descubriera un ser demigrante, un hombre que sienta predilección por los menores, para tener yo relaciones con él. Y es que una de mis predilecciones sexuales es ser poseída por un hombre al que a la vez le sienta profunda repulsión. Puede ser un loco, un violador, un desgraciado, pero esta vez escogí un pedófilo. Hay muchas más categorías por las que siento desprecio, pero los pedarastas es sin duda una de las que más asco me profesa. Un hombre que sería capaz de meter la verga en el culo o la pucha de un inocente niño o niña, no creo que debiere ser capado, pues opino que con una fuerte paliza con porras y correas sería suficiente para encauzar el pervertido hacie el buen camino.
Pero bien, efectos legales aparte, lo que quiero hoy es tener esa relación que quizá inconscientemente he soñado muchas veces. Entonces me visto, almuerzo fuerte y aún no son ni las doce que tomo a Rata de la correa y nos dirijimos al parque de Didac y Beta. No me entretengo por el camino pues me he entretenido otras veces camino al parque y he acabado sin llegar, siendo raptada por el pecado de la carne, y no, hoy tengo que hacer lo previsto, por cierto también pecado de la carne, pero... diferente je je.
En otras palabras que mi mirada continua fija al frente durante todo el trayecto. Por fin llego al parque y lo primero que diviso ante mi es el banco titular ocupado por lo que quiero, Didac. Suelto a Rata a que corra y me acerco al banco con una sonrisa de oreja a oreja.
-Sombrera: ¡hola cielo!
-Didac: hola querida, estoy muy contento de verte.
Me siento a su lado y para aumentar aún más la confianza que tenemos entre nosotros lo tomo de la mano para hablarnos.
-Sombrera: tenía pensado venir ayer, pero por la mañana tuve un imprevisto y... me salieron otros planes. Y como que el venir aquí podía esperar un par de días pensé en dejarlo para hoy. ¿No hay problema verdad?
-Didac: por supuesto que no, es más, ayer aún no estaba seguro del todo de quien iba a ser ese...
-Sombrera: ¡príncipe oscuro!
-Didac: sí, como te guste llamarlo. Ya lo tengo escogido, se trata del hombre encargado de la portería del edificio donde vivimos nosotros, es posible que incluso lo vieras el pasado martes en que nos conocimos, que fuimos a mi casa a probarte el vestido. Pero una cosa no tengas duda, que él sí te vio a ti porque, se lo conozco. Que se le van los ojos con todas las niñas de la comunidad, e incluso tiene montado una especie de invento para observar la puerta de entrada desde dentro de su casa. Que si le preguntas porque tiene eso te diría que es porque es portero y tiene que vigilar la entrada, pero yo me lo sé que a menudo se masturba ante la lente de esa especie de periscopio que contempla el recibidor del edificio. Evidentemente contenplando cosas como Beta, Lucía -otra niña-, o cualquier otra mujer que en aquel momento le haga engrosar la verga.
-Sombrera: mmm, parece atractivo, y ¿ha abusado nunca de alguna de las niñas?
-Didac: pues, a ver Sombrera, si yo supiese seguro que tan solo ha puesto una mano encima de Beta, esa mano colgaba al día siguiente de su puerta para que le perdiera gusto a hacer estas cosas.
-Sombrera: uy sí, perdona mi osadía, pero es que, compréndeme Didac, que me he emocionado y la frase me ha salido sola.
-Didac: ya lo sé... ya lo sé Sombrera, todos hemos sido jóvenes y hecho o pensado cosas de las que después nos arrepentimos. Este juego que me has propuesto.. no te digo mi opinión acerca de este tipo, pero si vas con cuidado y no deja de ser un juego no va a causarte ningún problema.
-Sombrera: gracias Didac, eres quizá la única persona en el mundo que me comprende.
Mientras le digo esta cursilería mi mano aprieta cálida la suya. Los dos nos queremos y acercándonos lentamente cual película nos acabamos dando un romántico beso. Nos seguimos besando y soñando a la vez un buen rato, yo me siento fenomenal y me quedaría así eternamente. Ni yo le meto mano ni él a mi, tan solo jugamos de todas las maneras posibles que hay con nuestras lenguas. Al fin a la vez separamos nuestras cabezas. Seguimos tomados de la mano y retiramos nuestras miradas dirigiéndolas a la chiquillería que juega en los columpios. Pasa un rato antes de atreverme a decirle.
-Sombrera: ¿como has pensado que me atrevería a conquistarle?
-Didac: la cosa es fácil, es un puto pervertido y es como sacarle un caramelo a un niño.
-Sombrera: ya, podría darle un preservativo, decirle "quiero usarlo contigo" nos metemos en su vivienda, ñaca-ñaca y listos. Pero yo quiero algo más, no quiero que sea así de fácil y pornográfico. Me gustaría que fuese él que me conquistase, no yo a él.
-Didac: pues.. a ver.. déjame pensar. Podrías pasar como familiar mía, llegas al edificio y yo no estoy. Llamas a la portería y le sueltas una película como que has viajado de lejos, y que no encuentras a tu abuelo Didac, y que no tienes donde quedarte. Que por favor te deje quedarte en su vivienda hasta que llegue yo. Ahí te duermes, te duchas, o te muestras indefensa de cualquier otro modo. Él no tardará en convertirte en su objetivo principal y sucumbirás inocente víctima de ese hijo de puta.
-Sombrera: mmm, sí, lo de hijo de puta creo que sobra porque es precisamente lo que quiero pero, parece que puede funcionar.
-Didac: pues ya sabes donde vivo. Esta tarde la voy a pasar hasta el anochezer aquí con Beta, para darte todo el tiempo posible.
-Sombrera: ¡gracias amor!
Diciendo esto me le vuelvo a lanzar a los labios. Esta vez el beso no es tan largo porque mi objetivo principal es ahora otro. Guiñándole un ojo me despido de él y con Rata corriendo tras de mi me alejo del parque.
-Sombrera: ya lo tengo Rata, esta tarde cazaré!
Cuando me ha pasado la emoción detengo mi huída y vuelvo a caminar con el perro cogido de la correa. Por el camino ahora no tengo miedo de mirar a todos lados porque nada va a tentarme más que el plan que tengo para esta tarde. Pero al fin y al cabo no me asalta ninguna tentación más, o como mínimo mi convencimiento por el plan de Didac hace que no entre nada peor en mi cabezita.
Por fin llego a casa y preparo mi disfraz. Lleno una gran maleta de periódicos viejos para simular la viajera sin hogar que represento. Busco un vestido oscuro, blusa azul marino, falda cuadriculada hasta la rodilla, muy parecido al típico de estudiante de escuela privada. Cuando lo tengo todo listo me tomo de tiempo libre el resto de tiempo hasta llegar la tarde. Dan las cinco en el reloj y también da la hora justa en mi cabeza. Vestida de hace rato y arrastrando la gruesa maleta emprendo camino. Durante él la gente ve en mi lo típico; estudiante interna en un colegio de otra ciudad que viene aquí a ver la familia o regresa a casa. Es tanta la actividad de mi cerebro que durante el camino me voy convenciendo a mi misma de quien soy, estudiante, qué hago aquí, voy a ver a mi abuelo Didac, etc.
Al fin llego a casa de Didac, guardando las apariencias llamo el timbre de su piso, como esperaba nadie contesta. Como es natural me hago la remolona y tardo unos segundos en atreverme a llamar a la portería, por si me está vigilando desde su periscopio. Por fin lo hago.
-meeeec-
-Interfono: digamé.
-Sombrera: buenas tardes, mi nombre es Claudia. He venido a ver a mi abuelo Didac, vengo de Pontevedra, pero llamo y no contesta nadie.
-Interfono: a ver, un momento, ahora salgo.
Espero un minuto y acaba saliendo un hombre de la puerta, que espero sea el portero. Tiene entre 40/50 años, más bien 50, apariencia descuidada, y el más descuidado aspecto de su apariencia es la gruesa barriga que le asoma por debajo de la camisa.
-Portero: hola, soy yo, el portero, cuéntame bien que pasa.
-Claudia: pues verá que vengo de la ciudad de Pontevedra, he pasado dos horas en autobús pero ahora en casa de mi abuelo, Didac se llama, no contesta nadie.
-Portero: es posible que no esté, las tardes suele ir a pasear con su nieta Beta.
-Claudia: ah, mi primita ¿no sabe usted donde se puede encontrar?
-Portero: pues a decir verdad ni idea. (dice con un aire sospechoso)
-Claudia: oh desdichada de mi, estoy casi perdida en esta ciudad. Lo único que conozco es a mi abuelo, a casa del cual venía los veranos de chiquilla. Pero sin él estoy perdida como una indigente.
-Portero: no se sulfure, tranquilícese, porque yo puedo permitirle quedarse en mi casa hasta que llegue el señor Didac.
-Claudia: oh bendito sea usted, gracias por ello señor.. señor...
-Portero: Román es mi nombre, y ahora deme ese baul que debe estar usted harta de cargarlo.
El portero toma mi maleta y entramos primero al edificio y después a su casa, en la planta baja. Nada más entrar yo me siento en una silla y me aligero un poco sacándome la chaqueta.
-Claudia: no sabe usted el favor que me hace, nadie en todo el viaje ha prestado atención para echarme una sola mano. Ni el revisor del tren, ni el taxista, ni absolutamente nadie ha tenido un solo detalle conmigo. Estoy acostumbrada a viajar y quien más quien menos me ha prestado alguna ayuda, pero hoy parece que las buenas acciones no están en la agenda navideña de nadie
-Román: relájese... acomódese bien en el sofá que ahora mismo le preparo un té.
Yo me levanto de la silla y me relajo horrores en el sofá como dice, de hecho me preparo a estar todo lo indefensa que pueda por si el portero se decide a atacar. Este regresa en unos minutos con la tacita de té prometida y se sienta a mi lado.
-Claudia: es usted un sol señor portero, me acoge en su casa casi haciéndomelo parecer mi propio hogar.
-Román: no es nada, mi tarea es esta, hacer a mis inquilinos la vida más cómoda.
Callo un momento para dar un sorbo a la taza de té.
-Román: y dice que venía de pequeña? quizá te recuerde porque hace muchos años que trabajo aquí. Aunque a decir verdad, con la de hijas y nietas que tiene el señor Didac, es practicamente inposible adivinar cual de las niñas que se han hospedado aquí eras tú.
-Claudia: pues... pues quizá se acuerda. Yo iba siempre en bañador, no usaba shorts ni camisa practicamente nunca porque me gustaba mucho ir a la playa.
-Román: es posible, es posible que me acuerde de ti.
Dice el señor Román ahora posando una mano en mi rodilla. Yo me hago la boba y no muestro ninguna reacción ante el contacto.
-Claudia: pues fueron unos años muy bonitos los de mi infancia. Todo el mundo dice que la infancia son los mejores años de la vida, pero yo no lo creo así. Porque sí que fueron divertidos, pero ahora mismo me gusta mucho lo que estoy estudiando y seguro que de grande viviré cosas más bonitas que ir a la playa cada día, lo que hacía de pequeña.
-Román: claro hija que hay cosas mucho más bonitas.
Dice el portero embrujado por el toqueteo que me está inflingiendo en la rodilla. Yo me sigo haciendo la tonta y hablando de banalidades un rato. Su contacto en la rodilla me va entibiando y se me escapan un par de tartamudeos, hasta que el portero no me está tocando la rodilla sino acariciándome el blanco muslo con longitud. No lo puedo evitar pero tengo la reacción evidente en el personaje que estoy interpretando.
-Claudia: oiga, ¿qué está usted haciendo...
-Román: nada muñeca, ya te he dicho que hay cosas mucho más bonitas que ir a la playa.
Le tomo la mano y se la retiro de mi muslo.
-Claudia: oiga, esto no se hace, usted no puede tocarme de esta manera sin más.
Mi frase es dicha en un tono agresivo, pero no me muevo del sofá y sigo sentada a su lado, mirándole con estupor.
-Román: pero que dices niña, ven ven, que lo vamos a pasar bien.
Diciendo esto se me lanza encima y trata de besarme en la boca. Estoy completamente metida en mi papel de santita de colegio religioso y el personaje se ha adueñado de mi. La fuerza del teatro es más fuerte que mi propia obsesión sexual, porque se opone a lo que yo de verdad quería, me comí demasiado la olla en el camino hacia casa de mi "abuelo". Pero me lo saco y me aparto del sofá.
-Claudia: pero qué hace, pero qué hace...
-Román: pues ya lo verás, ven aquí que te va a gustar mucho.
Se levanta, se acerca a mi y vuelve a tratar de abrazarme y besarme. No puedo oponer resistencia a mi misma y me libro de sus brazos y le pego una torta.
-¡PLAS!-
Nos quedamos ambos inmóviles, una ante el otro mirándonos a los ojos como serpientes. De mis ojos peró acaba saliendo una lágrima, tras otra, tras otra y tras otra hasta que estallo a llorar y sin ser dueña de mis actos desde hace rato me le abrazo y le pego la cabeza al hombro, para soltar mis lágrimas a chorros.
-Claudia: buuuuuh, buuuuuuh, ¡por qué, por qué!, buuuuuh.
Él me ofrece su acogedor abrazo que recibo instintivamente también abrazándole. Aún conmigo llorando nos sentamos en el sofa y me deshago encima su pecho llorando.
-Claudia: ¡buuuuuuh, buuuuuuuh!
Lloro un rato más durante el cual mis lágrimas van cesando una a una. Durante ese lloro Román me acaricia la cabeza y la mejilla, cosa que contribuye a secar mis ojos. Cuando consigo callar permanezco con la cabeza tumbada encima de su regazo.
-Román: ¿qué te ha pasado? no tienes que tener miedo, todo llega tarde o temprano.
-Claudia: ¿ups?... sí, pero, yo esperaba que fuera más... como en las películas, romántico.
-Román: ay las películas, no se parecen ni en la mitad a la realidad.
Me dice acariciándome ahora la barbilla y levantándomela lentamente. Mi barbilla va siendo elevada hasta llegar, al tiempo que nuestros abiertos ojos, uno ante el otro. Nuestros ojos se cierran y nuestros labios se abren, para entrar la lengua de uno en la boca del otro y vivecersa. Yo aún estaba tumbada en su regazo, pero al son del beso me incorporo y nos abrazamos de brazos y bocas. Nos besamos otro largo rato que me recuerda el beso que me he dado con Didac esta mañana, pero ahora Román es más atrevido que mi abuelo y me soba los pechos con las dos manos.
-Claudia: ...aahh...mmmm...aahh...
Yo pierdo la timidez y le meto las manos por debajo de la camiseta. Mis manos no palpan los duros músculos de los actores de películas X, sino un cuerpo natural, con hueso aquí y chicha allí. Nos vamos desnudando a la vez. Primero es él que me desabrocha la blusa y después yo que le saco la camiseta. Me chupa los pechos uno a uno, mientras chupa uno amasa el otro y eso me sigue haciendo gemir debilmente.
-Claudia: ...oooh....mmm...ooooh..Román....
-Román: ves como te lo he dicho que te gustaría.
-Claudia: ...mmm... si que gusta ...mm... ahora... ¿te lo puedo hacer yo?
-Román: adelante.
Román se sienta en el sofá y se presta a lo que quiera hacerle. Yo me pongo de rodillas en el suelo y le desabrocho el pantalón. Sale la verga enhiesta como quería.
Sin dudar un momento la trago de un bocado.
-Román: mmmm.
Se la chupo un ratito hasta que consigo que me hable.
-Román: ooh sí, muy bien putita, parece que lo hayas estudiado.
Yo me río para adentro, no quiero ni pensar si la situación que vivo es real o un sueño. Porque creo que he actuado bien como estudiante beata, pero este palurdo me está llamando putita. ¿Lo haría de ser yo una verdadera estudiante beata, o de ser yo eso, nunca habría llegado aquí? Qué más da, esta verga sabe exquisitamente mal. Román me cala la cabeza en su verga y eso me hace sentir más cerda aún. Me siento tan tan cerda que soy yo la que me saco las bragas y me monto encima suyo. A la primera sentada entra toda en mi.
-Claudia: ¡ooooooooh! Román! me he desvirgado!
-Román: ya lo creo hija, ahora ¿sabes que hacer?
-Claudia: sí sí, botar ¿no?
-Román: así es, veo que has estudiado bien la lección.
Me rio otra vez sola pero sólo yo misma me veo la sonrisa cuando empiezo a botar revelándome que ni yo ni nadie será capaz de entenderme nunca.
-Claudia: oooooh, oooooh, oooooh, ooooh, oooooh.
Mis pechos botan con el mismo juvenil impetu con que boto toda yo. Algún que otro tetazo impacta contra la cara de Román, pero yo me le pienso que a caballo regalado no le mires el diente. Esta posición me gusta millones, pero quiero probar con el puto abusón todas las posiciones posibles. Lo boto mirándole de cara y al cabo de un rato me giro y lo sigo botando mirando hacia la estancia de espaldas a él.
Me coge tumbada en el sofá mirándole a él y después pegada a los cojines mirando hacia el suelo. Y en postura perra me encanta porque verdaderamente este tío asqueroso me hace sentir una perra.
Al cabo de un tiempo inpreciso me avisa que se va a correr. Estamos abrazados en postura del peregrino y yo lo abrazo aún más con mis brazos y piernas, para que no se separe la penetración y no se malgaste ni una gota de mayonesa. Durante la corrida el notar los sifones que echa su pene dentro de mi vagina me hace sentir una ardiente cosquilla que dobla la fuerza de mis brazos y de mis gritos.
-Sombrera: oooaaaah, oooaaaah, bendito seas, oooaaah.
Al final de ello caemos rendidos. Nos quedamos encima del sofá pene dentro vagina semidormidos un rato. Es él que al cabo de ese rato se levanta de encima mío y se viste mientras me dice.
-Román: creo que tu abuelo ya debe estar en casa, suele llegar a estas horas.
-Claudia: uy que bien, hace un montón que no lo veo.
Celebro con infantil ilusión mientras me friego los restos de semen pegados del parrús. Me visto en un santiamén y Román mismo me ayuda a subir hasta casa de Didac. Es Didac que nos abre la puerta y hacemos un poco de teatro sobre "cuanto tiempo" y otras frases tópicas. Le cuento la ayuda prestada por el señor Román, que me ha dejado estar en su casa hasta que volviera él, y ni a Didac ni a Román ni a mi se nos escapa ninguna risa inoportuna. Una vez cerramos la puerta nuestra conversación deja la harta hipocresía.
-Didac: ¿has conseguido lo que querías?
-Sombrera: sí, con creces. No ha salido exactamente como esperaba pero me lo he pasado muy bien, nos lo hemos pasado muy bien.
-Didac: bueno pues, yo voy a prepararme una cenita. ¿Preparo dos en vez de una?
-Sombrera: podrías preparar dos, tres, cuatro cenas, las cenas que quieras, porque la noche se prepara larga ¿no crees?
Digo posándole la mano en la espalda.
-Didac: y tanto que se prepara larga, espero llegar a mañana porque te tengo preparado un regalo.
El regalo se espera a mañana, y la cena también se espera hasta dos o tres horas más tarde, porque antes de ello Didac y yo saldamos una cuenta que esta mañana en un banco habíamos dejado pendiente.