La lámpara mágica 2ªT (10: el banco)
Suelto a Rata por el parque y me siento en el banco.
Mmmm, me estoy poniendo caliente hoy jueves mientras miro la películita que hicimos ayer yo y Pablo. No han pasado ni 24 horas que ya me ha puesto en mano una copia usando un servicio de mensajería en moto. Me fijo que ya la ha editado maestralmente y le ha sacado todo instante en que se le vea la cara, y ahora parece una obra digna de un profesional de la pornografía, ¡o del cine! Primero hay la escena en que nos discutimos, con el primer plano de mi cara y el de su cuerpo ante mi levantado. Y él me hace chantaje de que o se la mamo o me despide, a mi Pippi Calzaslargas. Yo con la lágrima de cocodrilo me meto su polla en la boca y el resto... digamos que salió solo. La relación sexual ante la cámara fue para mi algo más que echar un simple polvo, porque el hecho de saber que dentro de unos días, o quizá ahora mismo lo está viendo alguien, me ponía loca de vicio.
Dos veces, dos veces lo hize ayer con Pablo. Primero ante la cámara, y luego "detrás", después de dormirme ante la tele, él me despertó con fuerzas renovadas. Que día que llevaba ayer, como estaba repleta de energía estava también supernerviosa. Y no pude esperarme a que llegara él a las 16:00 que me fui a pasear a Rata. Una imagen regresa a mi mente de golpe, y es que ahora recuerdo que cuando fui a pasear a Rata al parque, me encontré ahí a otra persona. Didac que como quizá cada día, paseaba también ahí a su nieta Beta. Me puse a charlar con él pero no fue una conversación insípida, porque recuerdo que me dijo que tenía un regalo para mi. Aunque no conseguí que me dijera que es, me dijo que me gustaría más si era una sorpresa. Oohh, me corroe la duda. Pareció super convencido cuando me decía que me gustaría mucho, pero que sólo lo sabría el día que fuese a buscarlo, allí en el parque.
¿Pues que voy a hacer hoy? pregunta tonta porque Didac no me deja opción. Nada puedo hacer que no me marchite la duda de mi regalo todo el día, si no es que voy al parque a encontrarlo. Ya estoy almorzada pero aún voy en pijama. Me visto informalmente con pantalones y blusa y estoy lista. Estoy seguro que Rata estará de acuerdo en volver al parque.
-Sombrera: ¡Rata, vamos!
Como si le gritara a un ser humano ¡fuego! Rata se presenta ante mi de un salto y me hace esa sonrisa con las orejas erguidas que sólo saben hacer los perros. Le ato un rudimentario cordel al cuello y salimos de casa. Una meada tras otra nos dirijimos directamente al parque, pero por el camino me asalta la duda de si tan temprano encontraré a Didac y Beta. Durante el trayecto me vuelvo a fijar en algunos obreros de la construcción que ayer mismo me llamaron la atención. Me prometí que uno de ellos caería en mis redes, no puede caer muy lejos esa ocasión, porque el miércoles que viene volveré a reconvertirme en Sombrero. Pero bueno, me saco las brujas de la cabeza e intento ir a lo que de momento tengo propuesto hoy.
Por fin llego al parque y como me temía el banco titular de Didac está vacío. Hay unas cuantas personas, entre niños y mayores, pero ninguno de ellos son mis amigos; Didac y Beta.
-Sombrera: en fin Rata, hora no nos vamos a volver a casa vacíos. Vete, corre a hacer tus movidas.
Le suelto del cordel y me siento sola en el banco de Didac. Pasa el tiempo y yo me entretengo mirando el paisaje, compuesto por toda la chiquillería que corre por el parque y... ay... que bien que se lo pasan con una cosa tan sencilla como es esta, los miro desangelada. Rata también se lo pasa muy bien, aunque tiene gustos muy diferentes al resto. Pues como se lo pasa bien es oliendo los desechos orgánicos de cualquier tipo que encuentra por el suelo, y si le parece que es nutritivo, le pega bocado. Ay... quien fuera perro y pudiera vivir de cosas tan sencillas. Pero no hay vuelta atrás, soy una persona y he conocido los abyectos placeres humanos, y digamos que estoy enganchada a ser un ser humano adulto, no podría cambiarme. Sí puedo cambiarme de hombre a mujer, de hecho esta es la segunda vez que la magia me lo permite. No sé si sabré vivir sin encontrarme nunca más un genio de la lámpara o un duende del bosque.
En fin, me despejo, los sueños a la cama y yo al planeta tierra. Diciéndome esto regreso al parque donde realmente estoy y trato de volver al mi décimo día de mujer que aún no ha ni empezado. Miro mi reloj y han pasado casi dos horas, desde que me he sentado aquí y me he puesto a soñar. Me pongo los dos dedos a la boca y pego un fuerte silbido para que donde esté Rata, me oiga. Inmediatamente me levanto con la intención de otear la lejanía, a ver si lo veo. Pero... uy... no consigo levantarme. Estoy pegada al banco.
-Sombrera: ¡oh dios mío! qué pasa! Rata, Rata!
Grito desesperada pues estoy abandonada en medio del parque y ni mi perro puede ayudarme. Parece que él reconoce la angustia en mi voz y, como hizo el domingo en la montaña, acude donde estoy para sinó salvarme la vida como hizo ese día, prestarme la ayuda posible.
-Sombrera: ¡Rata, Rata.. estoy pegada al banco! no me puedo levantar!
Lo observo que él no hace más que "oler" el banco. Pero pienso ¿oler? y si... a ver si es lo que me temo... Pongo un dedo en el banco y inmediatamente me lo llevo a la nariz. ¡Pintura! Este banco está recién pintado! no han tenido el sentido común de poner un cartel de |RECIEN PINTADO| y aquí estoy yo, pegada in eternum. Maldiciendo los dedos que pintaron el banco giro mi mirada todo lo posible para localizar al responsable de mi aprisionamiento. Creo divisarlo, o almenos diviso un hombre con el traje de batalla de pintor que carga enseres del oficio y... ¡parece alejarse!
-Sombrera: ¡eh usted!
El hombre sigue su trayectoría alejandose un paso por segundo.
-Sombrera: ¡pintor, pintor!
Dios me salve porque el pintor se siente llamado y gira la cabeza hacia mi. Deja caer su enseres al suelo y gesticulando desgracia se acerca.
-Pintor: ¡pero, qué ha hecho usted! estaba recién pintado!
-Sombrera: eso lo sé ahora, pero no lo supe al sentarme, podríais haberle puesto un cartel.
-Pintor: y lo puse ¿...? no estaba... a ver si alguno de los críos se ha apropiado de él.
-Sombrera: oh pues, pues será eso quizá. ¡Oh maldita sea! pero eso no se acaba aquí, ¡estoy pegada!
-Pintor: y yo que lo siento muchísimo, nunca me había pasado nada así. Alguna mancha inesperada sí, poca cosa, pero nunca nadie se había quedado pegado a un banco.
-Sombrera: pues ya tiene una batalla a contar. Pero para contarla lo primero que tiene que hacer es sacarme, ¡no puedo quedarme aquí!
-Pintor: sí claro, no se desespere, voy a hacer todo lo posible. A ver, vamos a usar la lógica. La pintura una vez seca no se puede disolver, no es como el barro de los charcos. Entonces la única opción que tenemos ahora mismo en nuestras manos es, la fuerza. Vamos a hacer una cosa, usted cójase de mi y trate de levantarse con toda su fuerza. Yo haré lo mismo con usted y costará un poco pero romperemos la pintura y usted se levantará. Los pantalones habrán quedado para tirar, pero no se preocupe que la empresa pagará todo.
-Sombrera: uhmm, ¿usted cree que no me haré daño usando susosdicha fuerza?
-Pintor: no, usted no está pegada por la piel al banco. Sino que es tan sólo la ropa que está pegada. Ya le digo que mi empresa le va a proporcionar unos pantalones nuevos, pero estos... perdone pero quedarán hechos un... un bonito recuerdo.
-Sombrera: ja ja ja, como se lo toma usted, ja ja. Venga, vamos a ejecutar su plan, ¡dios nos coja confesados!
El pintor y yo nos cogemos de los brazos y hacemos fuerza a la vez para levantarme.
-Ambos: mmmff, mmmf, mmmmfffff-Raaaaassssss.
Me levanto de golpe e impacto contra el pintor, que debo sostener mi peso para que no caigamos los dos al suelo.
-Sombrera: ooh, por fin, lo conseguimos. A ver como me han quedado los pantalones...
Me poso la manos en el trasero tratando de descubrir unos enganchosos pantalones sentenciados al container. Y sí, están sentenciados al container, pero no son los pantalones que toco. Lo que toco es mi propio culo, que al aire como en verano en la playa toma el fresco totalmente destapado.
-Sombrera: ¡oh santísima trinidad! no tengo pantalón! me he quedado desnuda!
-Pintor: uy, no diga eso, por favor, no sea lo que me pienso...
El pintor se mueve al lado del banco y se lleva la misma sorpresa que yo. Aunque es uno de los vulgares obreros en que llevaba un par de días pensando, tiene mucho tacto y protector cual príncipe se pone tras de mi y me da indicaciones.
-Pintor: estese quieta señorita. Veo bien lo que la mala fortuna nos ha causado a los dos. A usted por destaparle las partes pudentas, y a mi por sentirme responsable de su desgracia. Ahora vamos a hacer una cosa, caminando lentamente nos dirijiremos a donde tengo el furgón, lo tengo justo aquí al lado. Si el viento no juega en nuestra contra esta batallita pasará a nuestras memorias como una victoria.
-Sombrera: ...euh...vam... vamos...
Con Rata siguiéndonos nos desplazamos lentamente. Da risa vernos, pero con el pintor pegado tras de mi, tratamos de no parecer cosa rara y avanzamos hacia la salida del parque. De pronto, maldita sea el demonio juega turno, uno de los niños se acerca a nosotros y hace la pregunta maldita.
-Niño: ¿qué hacéis?
-Pintor: nada hijo, que tenemos frío y por eso caminamos tan juntos, para no tenerlo.
-Niño: ¡ah! claro. Yo también tengo frío, ¿puedo caminar con vosotros?
-Pintor: no, será mejor que no, porque caminar tres personas juntas es muy difícil. ¿Por qué no vas a caminar con uno de tus amigos?
-Niño: oh sí, sí voy a hacerlo.
El niño se aleja y a mi se me escapa una carcajada, aún con el corazón prieto tengo ganas de reír.
-Sombrera: ja ja ja, ay señor pintor, creo que la has liado grande con ese niño. Ahora todos los niños del parque se juntarán y caminarán como nosotros.
-Pintor: je je, no hay nada malo en ello. Será un juego para ellos y mañana ni se acordarán.
Así es que en ambiente más amical a cada paso conseguimos salir del parque. Como el niño del parque diversa gente nos mira extrañada, pero nuestra mirada sigue fija al frente en la dirección que conduce el pintor. Por fin llegamos al coche, un pequeño vehículo de estos mitad turismo mitad furgón.
En todo momento con la ayuda del pintor me meto dentro del puesto del copiloto. Él se mete en su sitio, Rata detrás y respiramos tranquilos.
-Pintor: ufff, lo hemos conseguido.
-Sombrera: sí, je je, salvada mi honra.
-Pintor: bueno chica, ¿como te llamas?
-Sombrera: Sombrera, ¿y tú?
-Pintor: Paolo, para servirte. Ahora... sólo me tienes que decir donde vives.
-Sombrera: pues mira, tira por esa calle y luego...
Así es que a mis indicaciones me lleva a casa, cuando llegamos para delante y dispuesto a seguir tapando mi trasero sale del coche y me abre la puerta.
-Paolo: princesa...
-Sombrera: je je, mesieur...
Le digo sacándo la mano y dejándome tratar como reina. De nuevo volvemos a caminar enganchados y una vez tengo abierta la puerta de casa, me giro ya sin miedos.
-Sombrera: bueno caballero...
-Paolo: te pido disculpas de nuevo, trataré de que esto no le vuelva a pasar a nadie.
-Sombrera: estoy segura de ello. Esto... ¿Quieres pasar a tomar un refresco?