La lámpara mágica (04: el desgraciado)

¿un negro? no, no me convence. ¡Ya lo tengo! con un pobre!

-¡mmmmmm! (me estiro como una araña)

Miércoles amanece y yo me despierto en mi cama aún un poco dolorida. Ayer sufrí un ligero quemazón después de quedarme dormida en la cubierta del barco de Bartolomé.

Hagamos memoria; este es mi 4º día en este cuerpo de chavita, y como tres días he dejado atrás, tres lujuriosas experiencias sexuales he tenido con diversos hombres. El primero el domingo, poco después de que el genio de la lámpara me convirtiese en chava por una semana, me desvirgó un viejo que conocí estando sentada sola en una ociosa terraza. El lunes tomé un autobús y otro señor me acosó sexualmente estando yo sentada a su lado, después requeteabusó sexualmente de mi en la misma pocilga de su caserío. Ayer mismo fui a la playa, y parando el sol me abordó Bartolomé. Que platicando un rato me invitó a ir a dar un paseo por la costa con su yate. Pocas horas después  me cogía en la misma cubierta del yate. Bien pues, ¿qué vamos a hacer hoy?

Soy una chava de 14 años con un buen par de tetas y un culo de espanto, no debe ser difícil para mi encontrar un macho que quiera metérmela. Pero ya que hay para escojer, vamos a ser selectivas. Hoy quiero que me coja ¿un negro? no, no me convence. Ja ja ¿con mi perro? no, ja ja, para ti Rata te reservo el último día. ¡Ya lo tengo! con un pobre! un tío de lo más asqueroso que haya, si puede ser indigente, sucio, descuidado, maloliente, ¡sí! ese va a ser mi amante hoy. ¿Pero de donde lo saco? En España somos un país de renta media-alta y los pobres escasean. ¿Donde voy a encontrar a un hombre que contenga todas esas virtudes juntas? En mi ciudad no conozco ningúno de esos albergues para pobres, y por la calle veo quizá un par al año. Podría salir a la calle y buscarlo, pero eso es como buscar una aguja en un pajar.

-ding! -dong! (suena el timbre)

Yo me sobresalto pues estaba enfrascada en mis pensamientos. ¿Quien coño va a ser a estas horas de la mañana? Aún con el pijama puesto me encamino hacia la puerta para recibir esta inesperada visita. Como es correcto en una chava como yo, antes de abrir miro por la mirilla óptica de la puerta. En la aumentada visión de la entrada veo un hombre con una pinta bastante particular. Se lo ve moreno, sin afeitar, despeinado y con la ropa echa cisco. Aún estando en este caluroso mes, a él se lo ve muy cargado con una chaqueta, pantalones y una especie de bartulo sostenido a su espalda. Pienso; ¿será un pobre? ¡no puede ser! ¿como puede haber oído mi llamada telepática y presentarse en mi puerta? Aún estoy enfrascada en mis pensamientos cuando veo que se da la vuelta y se dispone a marcharse. ¡Un momento, este no se me puede escapar! Abro de inmediato la puerta y lo llamo.

-Sombrera: ¡eh, usted ¡qué quiere!

Él se vuelve a girar en pos de mi y vuelve a acercarse.

-Pobre: perdone señora, mi nombre es Juan Carlos. Mi mujer me ha echado de casa y mis hijos no me quieren, no tengo qué comer y cada noche duermo en un cartón diferente. Yo llamaba a su puerta para pedirle un poco de ayuda, ni que sea media €uro se lo agradeceré.

-Mi mente: ¡no puede ser, es él! debo tener fuerzas mágicas porque lo he pensado y ha aparecido!

-Sombrera: por supuesto, pase pase, que le serviré un almuerzo.

-Juan Carlos: oh gracias señora, es usted mi salvación.

Pasamos hacia dentro y le indico que se siente en la mesa de la cocina. Saco la tostadora y un pan de quilo que tengo cortado en rebanadas y lo dejo ante él.

-Sombrera: espérese un momento que va a comer como un rey.

Mientras cargo ya una rebanada que se vaya tostando, saco de la nevera la margarina y la quesera. Tomo también un diente de ajo y me siento ante él.

-Sombrera: le voy a servir un manjar que no lo come ni el príncipe Felipe, es barato pero supera al mejor de los caviares.

En un momento la tostada sale echa ya del aparato y la cojo, la agito un poco para que no me queme y le rasco el diente de ajo por el lado. Después la unto humilmente con la margarina y finalmente le adjunto una transparente loncha de queso.

-Sombrera: tome, para usted toda.

El pobre la coge y veo como al comerla le brillan los ojos.

-Juan Carlos: ¡oh! es deliciosa! buuh, snif, hacía años que no cataba el ajo, snif, casi ni me acordaba de que existía, buuuh. (llora como un niño)

-Sombrero: uyyy no me llore papaíto, que lo he echo con mi mejor intención.

-Juan Carlos: ¡síííí, snif, si lloro de felicidad! gracias mujer, mil gracias! buuuuh buuuuh buuuuuh.

Yo me levanto y me acerco a él para recoger sus lágrimas con un abrazo. Con él sentado abrazo su cabeza y la acuno entre mis senos.

-Juan Carlos: ¡buuuuh graciaasss! graciasss! buuuh!

Yo lo tomo cariñosamente de la cabeza y se la acaricio como si fuera un niño.

-Sombrera: vengaaa, no me llore, que está usted echo un hombre, que verguenza si lo viera su familia.

-Juan Carlos: buuh, ya no tengo familia, me rechazaron todos por mi adicción al juego, no tengo a nadie en el mundo!

-Sombrera: venga va, no se lo tome así, sabe qué, ahora yo voy a ser su hija (digo sentándome en su falda) venga, cuénteme un cuento.

-Juan Carlos: ha ha, que bonita eres hija, me estás haciendo vivir quizá el mejor día de mi vida en los últimos diez años.

-Sombrera: no se esté por malos rollos, venga cuénteme un cuento.

-Juan Carlos: bueno va, te contaré una cosa que hize hace muchos años. Verás, yo era informático, sabía muchas cosas, estaba todo el día trabajando con ordenadores. Y el ser informático es una cosa que la gente no valora suficiente. Se cree que porque el trabajo consiste en estar todo el día sentado ante el ordenador, es un trabajo facilísimo y que no cansa nunca.

Mientras él me explica el cuento yo voy disponiendo sus manos como deseo. Primero cojo su mano con la mía y la dispongo encima de mis piernas, y bueno, voy haciendo mis progresiones.

-Juan Carlos: y todo el mundo me pedía favores, que si mi jefe me pedía que le instalara un escaner en su casa, o mi suegro me pedía que le renovara el sistema operativo de su ordenador, y todo se creían que como yo era informático, no me costaba nada.

-Sombrera: ooh, qué malos.

Mientras tanto nuestras dos manos ya estan acariciándose con cariño encima de mi muslo.

-Juan Carlos: y un día quise hacer una prueba, fui a una panadería de un amigo mío que se llamaba Pedro, y le pedí una barra de pan, cogí la barra y me iba a salir por la puerta cuando Pedro me dijo: yo le dije él me dijo <¿pero tú eres gilipollas?> y yo le contesté

-Sombrera: ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja.

Con el estallido de risa me abrazo a él y aún con la fuerza de mi carcajada lo abrazo más fuerte.

-Sombrera: oh Juan Carlos, eres genial, hace tiempo que no me reía tanto.

Una vez se me ha pasado la risa nos desabrazamos, pero sigo sentada encima de él. Nos miramos con dulce cariño por el regalo que nos hemos dado ambos. Muy romanticamente, como si fuera una película de serie B, nuestras cabezas se van acercando sin nosotros pestañear tan solo. Al final nos besamos, nos damos el beso con más cariño que me he dado en estos 4 días en cuerpo de mujer.

Yo lo abrazo con amor como si fuera mi padre, mientras él me va haciendo largas caricias en la espalda. El beso sabe tan dulce que lo alargamos un largo rato. Las progresiones son lentas pero sin detención. Yo soy la primera que le desabrocho la camisa y me lanzo a lamer su torax. Tardo un poco pero al final lo tengo desnudo cintura parriba. Cuando regreso a sus labios es él que se dedica a desnudarme. Me desabrocha botón a botón la camisa del pijama y cuando me he liberado de ella, me amasa los pechitos con la misma dulzura con que su lengua juega dentro de mi boca.

Seguimos otro rato dándonos cariño pero acabamos notanto que hay que dar un paso más.

-Sombrera: vámonos a mi cuarto.

Cogidos de la mano nos dirijimos a él y una vez allí nos sentamos en la cama. Después de otro cálido beso, Juan Carlos me tumba y se pone a besarme la barriga. Su boca va bajando y acaba metiéndome la mano dentro del pantalón, no llevo braguitas por lo que noto como su mano me toca al momento todo el triángulo. Mientras sube a besarme las tetas su dedo va jugando con la rajita. Poco a poco pero me acaba metiendo el dedo, en ese instante yo estallo a gemir, primero debilmente pero a la que se alarga el dedo que está dentro de mi, mi gemidos suben de volumen.

-Sombrera: ¡bésame, bésame!

Él me concede el deseo y me da otro beso francés, yo lo tumbo cuidadosamente en la cama y le saco los pantalones. Aparece ante mi un pito tan particular como la primera visión que tuve de Juan Carlos. Es más o menos largo, sin sobresalir de lo normal. Pero la cabeza es mucho más gruesa que el tronco, como si fuera un palo de golf. Yo me agacho a ella y la miro un rato extañada. Pero la sorpresa acaba dando paso a la lujuria. Mientras masturbo el flaco tronco, me voy tragando la gruesa cabeza, que a decir verdad sabe como han sabido todas las pollas que me he comido esta semana.

En un instante aprecio que Juan Carlos me esta mirando y llorando a la vez. "Es de corazón débil" pienso. Se la sigo comiendo otro rato hasta que vuelvo a notar que hay otro paso más a dar.

Como hice ayer con Bartolomé, me pongo de rodillas encima de él y me apunto la gruesa cabeza a la concha. Cuando la tengo encajada trato de sentarme con cuidado, no me haga daño esa cabeza tan gorda. Con un poco de maña y una ligera punzada, la cabeza está dentro de mi. Una vez penetrada me siento lentamente. La cabeza sobresale tanto que es ello que noto se mete dentro de mi.

-Sombrera: ¡mmmoooooooh!

Me sujeto de los hombros de Juan Carlos e inicio mi botar. Primero a cámara lenta, sintiendo como esa cabeza recorre mi conducto vaginal, primero entrando y después saliendo. Son mis caderas mismas que toman control de la situación y cogen velocidad. Sin ser dueña de ello, me veo botar y botar encima de Juan Carlos a gran velocidad. Mis aullidos parecen el de una desgraciada bruja que esté siendo torturada por la inquisición.

-Sombrera: ooohmm, oooohmm, ooohmmm.

-Sombrera: ooooh, papaíto, hazme un hijo por favor.

-Juan Carlos: no hijita, ya me han causado prou problemas.

-Sombrera: me da igual, ¡te lo sacaré! oooooh, ooooh.

Lo sigo botando otro largo rato cuando de pronto noto que él hace movimientos raros, como si se quisiése escapar.

-Juan Carlos: salte hija, que me voy a correr.

-Sombrera: mmmmm, sííííííííí, córrete dentro de mi, sííííí.

Manteniéndolo bien sujeto lo noto que se descarga dentro de mi.

-Sombrera: ooooooh, sííííííí, mmmm, síííííí, embarázameeeee, sííííííí.

Una vez la relación sexual parece haber llegado a si fin. La lujuriosa tensión se descarga, ambos nos separamos y tomamos una ducha, primero yo y después él. Cuando veo que está él dentro la ducha, me despojo ipso facto de la ropa que me había empezado a poner y entro dentro de ella. Bajo la tibia cascada que nos baña nos damos otro romántico beso, ello nos carga de nuevo la cartuchera e ipso facto salimos de la ducha y aún goteando me vuelve a penetrar, esta vez desde mi espalda. Conmigo apollada en la cama y él derecho tras de mi, efectuando su segunda penetración vaginal.

Esta penetración, aunque tecnicamente los dos tenemos la mitad de fuerzas, es el doble de divina. El echo de recién haber tenido otra relación sexual, hace que las paredes de mi vagina sean el doble de sensibles, o qué sé yo. Pero mi voz parece romperse con los alaridos que pego a cada uno de sus avanzes.

-Sombrera: oooaaah, oooaaaah, oooaaaah.

De pronto Juan Carlos me descarga y abrazándome nos tumbamos en la cama.

-Juan Carlos: ah oh, lo siento hija, no puedo más.

-Sombrera: bueno, oooh, has estado, oooh, fenomenal, mmmm.

Abrazados encima la cama nos dormimos juntos. Me despierta un reloj radiofónico que viene no sé de donde (tit tit tit tit tit tiiiiit). Miro mi despertador y son las 18:00.

-Sombrera: ¡las seisss! (grito) tengo que sacar al perro, hacer la casa, almorzar, comer, cenar, tengo que hacer un montón de cosas aún!

Despierto con rudeza a Juan Carlos y con prisas lo ayuda a vestirse.

-Sombrera: tengo que hacer muchas cosas, debes irte.

-Juan Carlos: bueno bueno, las gracias que no falten.

-Sombrera: toma, llévate todo el pan que queda y este trozo de queso y esta cabeza de ajos, pero desfila que tengo un montón de tareas.

Perdido todo el color rosa que marcó nuestra relación, saco a Juan Carlos de casa y me dispongo a lo mío. Rata se estaba casi meando encima y nada más salir pega una meada del quinze. Entre sacar el perro y acabar todo el resto de tareas, acabo la labor a las 22:00. "Uff" pienso "hay gente que todas estas preocupaciones no las tienen"