La lámpara mágica (02: el viajecito en autobús)

Este es mi segundo día en este cuerpo de chavala, voy a coger el autobús a ver qué pasa.

-Oooouuaaaaahhh (bostezo) me levanto el lunes por la mañana y primero de todo me aclaro un poco quien soy y donde estoy. Soy Sombrero? noooo, de ninguna manera! soy "SombrerA". Da la casualidad de que ayer por la tarde, estaba paseando a Rata (mi perro) por el bosque y fue él quien encontró una de esas famosas lámparas mágicas de las mil y una noches. Pero yo la froté y evidentemente surgió de ella un genio pero que me concedió tan solo un deseo, pero que aproveché bien sin duda. Le pedí que me convirtiese en una linda chavala pero por tan solo una semanita. Y aquí estoy, tumbada en mi cama, mirando al techo y flipando de lo bien que me lo voy a pasar con este cuerpecito durante una semana.

Vamos a ver, vamos a hacer planes por turnos. Ya no soy virgen, ayer mismo justo después de recibir mi nuevo cuerpo, me encargué de desvirgarlo, quizá un poquito con prisas, con el primer pederasta que me abordó sentada yo en una terraza. Sin duda fue alucinante sentir por primera vez un ciruelo dentro de mi nueva almeja. Pero repito que quizá busqué ese, por otra parte vigoroso, amante un poco con prisas por coger con un varón. Hoy vamos a hacerlo diferente, vamos a escoger con calma una situación mucho más morbosa. Mmmmm (pienso) ¿una piscina?¿un cine?¿un autobús? ¡Sí, eso! un autobus. Voy a buscar mi segundo amante en un autobús. Me meteré en un autobús que tenga un trayecto un poquito largo, como de una horita aprox., y ya me las ingeniaré para que alguien "abuse" de la chica inocente en que estoy convertida durante toda esta semana. Me pongo uno de los vestidos ligeros que compré el verano pasado "jugando a travestismo" y me encamino a la estación de autobuses con un par de billetes de € en mi bolsillo, pues tengo que coger el billete de ida y de vuelta. Una vez en la estación echo un vistazo al horario, después de descifrar el palabras cruzadas que compone el fucken horario, escojo un trayecto de un poco más de una horita a una ciudad ni muy cerca ni muy lejos. ¿Pero como voy a conseguir que un hombre se lanze al ataque conmigo? Aún tengo esta duda pero confío en mi adaptabilidad y que ya se me ocurrirá algo.

Tengo que esperar media horita sentada en la estación hasta que llegue el autobús, y durante ella no cesan de venirme cochinadas a la cabeza como que me folla el mismo conductor mientras conduce y otras animaladas que no hacen sino evidenciarme que necesito Mucha marcha. Por fin el coche llega, no es del tipo destinado a transporte urbano en que la gente va derecha, sino del destinado a transporte en carretera, que tiene una hilera de dos asientos a cada uno de los lados del pasillo central. Apenas somos media dozena de personas las que subimos en la estación, pues el coche ya está practicamente lleno de gente proviniente de otros sitios. Nada más subir examino con precisión donde tengo que sentarme, tiene que ser al lado de un hombre que guste a mi pervertido gusto. Delante de todo son casi todo mujeres, la mayoría con sus hijos o nietos o qué sé yo. Paso de largo rapidamente esta zona. Avanzo un poco por el pasillo y enmedio mismo del autobus creo encontrar lo que busco. Un hombre que sin duda tiene nietos e incluso bisnietos, está sentado en el asiento que da a la ventana, distraído mirando los coches que pasan fuera. Voy a atacar, le digo;

-Sombrera: perdone señor, pero mi billete me indica que está usted sentado en mi asiento.

-Señor: perdona hija, toma siéntate.

Se levanta y dejándome pasar se sienta en el asiento que da al corredor ¡a mi lado!

Yo me acomodo con gesto de victoria en mis labios pues este no se me puede escapar. El autobús cierra sus puertas y reanuda su marcha para ahora salir de la ciudad. Durante el rato que tarda en salir de la ciudad voy maquinando como hacer que se me lanze pero maldita sea no se me ocurre nada! No puedo meterle la mano en el paquete porque eso quedaría como si yo fuerra una guarra, y no quiero ser follada como un simple putón, sino como la angelita inocente en que me convirtió el genio de la lámpara aún no hace 24 horas. El campo aparece ante mis ojos, ya estamos fuera de la ciudad, tiene que ocurrírseme algo y rápido o volveré a casa con el zurrón vacío. Sin ninguna idea a mi alcanze me dedico a contemplar disimuladamente a mi vecino.

Es un hombre que repito tiene seguro nietos e incluso posible bisnietos. Tiene el barrigón que le está asignado como hombre del siglo pasado y la piel de la cara parecida al cuero de un jamón de bellota. Tiene la corta longitud de piernas de su generación, que pasó hambre en la posguerra. Y la áspera barba de uno que se ha afeitado durante toda su vida con cuchilla. ¡Oh maldita sea! Ese rasposo rostro podría estar hundido en mi entrepierna y está holgazaneando mirando si el niño de delante llora o si el cielo pinta lluvia o viento. Empiezo a inmaginármelo desayunando mi panocha y metiéndome el dedillo mientras me chupa la tetilla y me arranca las braguitas y me las mete de una empujada y ¡oooooh! me estoy poniendo cachondísima pero mi vecino no parece tener ninguna señal que le indique que quiero su polla en mi boca.

En esto que me pone una mano en la rodilla y me dice.

-Señor: ¿qué te pasa hija, te estás poniendo nerviosa?

Yo me quedo boquiabierta, ¿como ha podido notar mi estado? Le digo:

-Sombrera: no, no, no pasa nada, esto, nada.

-Señor: tranquila pequeña, que el viaje es largo.

Yo no puedo hacer otra cosa que quedarme callada y flipar sobre como ese atontado ha podido notar que yo rebosaba energía. Pienso; ¿por la vista? no, no se ve nada raro en mi. Tampoco le he dicho nada y tampoco lo he tocado (metido la mano en el paquete). Eliminando estos tres sentidos; vista, oído y tacto, solo queda gusto y alfato, ahí está!! Me ha olido! Como mi perro! He leído que el olfato de los perros es como tropezientas veces más sensible que el de los humanos, y que ellos tan solo te huelen y saben qué has comido, qué has bebido, si has echo deporte, si has estado follando, si estás sorprendido, asustado, agresivo, calmado, EXCITADO. Ahí está, este señor debe tener el olfato fino y ha olido la excitación que creía yo llevar escondida.

Aún estoy construyéndome estas teorías científicas, cuando noto que la mano que me sorprendió en mi rodilla hace apenas unos instantes vuelve a ella. Ahora no dice nada, solo va jugando con el dedo en mi piel como si jugara con un botón. Va moviendo el dedo en pequeños círculos y va haciendo elipses y formas raras en mi erizada piel. Yo no sucumbo a mi guarrería y le tomo la mano para ponérmela entrepiernas, porque eso me haría quedar como una cerda. Me follaría igualmente, pero yo no quiero ser follada como una cerda sino como una chava inocente. Su mano entre círculos y elipses y formas raras va haciendo sus progresiones, va subiendo y bajando y a pasarme solo un dedo  hasta llegar a amasarme el muslo con toda la mano. Yo casi que tengo que cerrar los ojos para no ver esa mano que tortura mi deseo, y es cuando ve que cierro los ojos que se "atreve". Vigilando él también que nadie nos mire, me mete la mano debajo la falda y rapidamente la mete dentro de mis braguitas. Su dedo anular se mete inmediatamente dentro de mi y yo tengo que taparme la boca para no estallar a gemidos en medio del autobus. Mientras me va masturbando, mis manos también toman vida y cogen el suyo como si abrazara a alguien. Mis puños presionan su antebrazo como si fuera un cuerpo entero que me estuviera follando y creo que incluso le pego algún arañazo. La masturbación dura otro tanto rato durante el cual tengo unos cuantos orgasmos, pero prudentemente tengo que dejarlos salir de mi garganta totalmente mudos en forma de aire. Al cabo de ese rato el autobus hace una de sus paradas, yo ni tan solo me he dado cuenta de que el autobus ha parado cuando el señor me toma de la mano y me dice "vamos".

Bajamos del coche y yo me asusto un poco cuando veo que no estamos en ninguna ciudad, sino en el mismo campo. A lo lejos se ven caseríos a ambos lados de la carretera.

-Señor: vamos pequeña, que te voy a enseñar mi casa.

-Sombrera: oh sí, ¿vive usted aquí?

-Señor: sí claro, no hemos bajado para perdernos en el campo. Te voy a enseñar mi casa y verás como te gusta un montón.

Conmigo cogida de la mano caminamos un pequeño trecho hasta el caserío que se veía más cercano. Cuando llegamos a él, Juanjo (que así me ha dicho que se llama) tiene una pequeña conversación con un par de mujeres grandes y gordas que están haciendo diversas labores del caserío. Acto seguido vuelve a tomarme de la mano y nos dirigimos a un pequeño establo con puerta. Una vez dentro y la puerta cerrada, me enseña lo que se esconde dentro. Una vez mi vista se ha acostumbrado a la débil luz interior, veo un par de cerdos de lo más gordo que he visto nunca, que nos miran con curiosidad.

-Juanjo: este es Josué y este es Issac.

Saludo a los cerdos con educación y le pregunto si se pueden tocar.

-Juanjo: sí claro, si no les metes un trancazo no pasa nada.

Alargo la mano un poco temerosa pero veo que los cerdos se parecen mucho a los perros, pues levantan el hocico para olerme mejor, y una vez me han olido dejan que les acaricie la testa. Le estoy aún acariciando la testa a Josué cuando noto que otra mano me acaricia a mi. Es Juanjo que desde mi lado me soba el trasero tentando de un moflete a otro. A Juanjo no le muestro el inicial ignorar que le mostré a Hal justo ayer, cuando conmigo mirando la playa él me sobada la barriga y me besaba el cuello. Me tiro a los brazos de Juanjo y beso con pasión esos agrestes labios que han sabido oler mi excitación en medio de un repleto autobús. Me toma del trasero y me levanta, a lo que reaccióno abrazándole además de con los brazos, con las piernas. Él, para estar un poco más cómodo, me sustenta en el bajo marco que define la cuadra de los cerdos. Nos pasamos un ratito jugando con nuestras lenguas durante el cual seguramente los cerdos también me huelen encuriosidos el trasero.

No sé cuando se la ha sacado pero en esto que me noto que le estoy haciendo una paja con la mano. Conmigo sentada en el marco de la cuadra, me saca las bragas y se las lanza a los cerdos. Por dentro yo estoy pidiendo que me folle pero no me rebajaré a pedírselo porque jeje soy una santita. En esto que me vuelve a tomar y me gira sustentándome en el marco de la pocilga. Conmigo boca abajo y con mi cara a la altura de los cerdos, noto que de un empeñón me la mete toda de golpe.

-Sombrera: Aaaaaaaaaaaaaaah!

Sin dudarlo un momento se pone a follarme al tiempo que yo libero los gritos que no había podido pegar en el autobús. Los cerdos al principio se asustan de los gritos que pego y parecen retroceder. Pero cuando han perdido el miedo se me acercan y huelen esos extraños gemidos sexuales que escapan de mi boca. En esto que noto que la puerta de la pocilga se abre y entra una de las señoras gordas que vi antes.

-Señora: ¡esto Juanjo, sabes que aún tienes que llevar a pastar el rebaño!

-Juanjo: sí tranquila, déjame acabar esto que ya me ocuparé.

-Sombrera: ooooooh ooooooh ooooooh ooooooh .

El follar de Juanjo se alarga un largo rato durante el cual los dos cerdos se acaban atreviendo a besarme con la lengua. Mis aullidos me impiden cerrar la boca por lo que ambos, uno detrás de otro, me introducen la lengua en la boca para probar a qué sabe. Al final casi que agradezco sentir que Juanjo me inunda de leche por dentro, no hay miedo de embarazo porque recuperaré mi cuerpo de hombre en menos de una semana. Después de los últimos lácticos empujones de Juanjo, este se me separa y me da una palmada en el culo como dándome prisa.

-Juanjo: venga hija, que tengo un puñao de tareas que no puedo olvidar.

-Sombrera: ¡joder vaya, discúlpeme usted eh! no lo vaya a molestar!

-Juanjo: que te largues trigueña, que esto ya se ha acabado y el deber me llama.

-Sombrera: ¡pero serás cabrón, acabas de follar una chavala de 14 años y la despachas como si fuera una puta!

-Juanjo: oh, perdona hija, quizá me he excedido, pero es que yo trabajo los 365 días del año.

-Sombrera: no, es igual, ya me voy!

Y con la mala leche en mi cara me bajo la falda y vuelvo hacia la parada del bus de la carretera. Espero que no tarde mucho porque no quiero quedarme aquí ni un solo minuto más. El bus no tarda mucho en recogerme, y una vez en mi casa me vuelvo a limpiar cuidadosamente como hice ayer. Por hoy ya hay suficiente de follar, me dedicaré el resto del día a otras cosas más enriquecedoras. Haré la casa, sacaré al perro y miraré la tele. Pero Uy machos del mundo ¡la que os espera mañana!