La labor de una esclava

Leander ha sido nombrado general y tiene como misión alcanzar una tregua. Al llegar a su casa Galatea se entrega totalmente, ahora si, como una esclava.

La academia de Safo 6: La labor de una esclava

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El general Lisandro volvió hecho una furia a su palacete. Tal como había ordenado le esperaban sus hombres de confianza. Entro en la sala de estar donde varios de los espartiatas con derecho a voz y voto en la asamblea denominada Apella.

-          Conciudadanos. Es hora ya de tomar cartas en el asunto. El rey Pausinias me ha relevado del mando. ¡A mí! ¡Qué desfachatez!

Todos los éforos allí congregados murmuraban desaprobando la noticia. Uno de ellos tomo la palabra

-          Honorable general Lisandro. Esa acción es una deshonra y estamos dispuesto a apoyarle. Desde mi punto de vista es gracias a usted por el que estamos ganando esta guerra. Amigos, es Lisandro el que nos llevará a la gloria e imponer a Grecia el mandato de nuestra ciudad. Los griegos necesitan nuestra guía. Es gracias a nuestra educación y fuerza la que nos da autoridad para imponernos de una vez por todas. Debemos oponernos con todas nuestras fuerzas a esos demócratas de Atenas.  ¿Y qué hace nuestro rey? Quitar el mando al general vencedor en Lesbos

Todos aclamaron con estruendoso aplauso. Otro de los allí presentes continuo el debate.

-          Tengo noticias para todos. Al parecer será el capitán Leander el substituto de nuestro amigo.

-          Si confirmo lo que dice Alcander, le dio el mando delante mía. ¡Qué vergüenza! – apostillo Lisandro

-          Pero si es demasiado joven. No tiene experiencia en estrategia y tácticas. ¡Nuestro rey está loco!- habló otro de los presentes.

-          Hay más.- dijo Alcander- me han llegado noticias que Pausinias sigue con la idea de alcanzar una tregua.

Otra vez los murmullos desaprobatorios llenaron la sala.

-          Creo que la cosa está clara- dijo un hombre muy mayor.

-          ¿Qué opina de todo esto, gerusio? – pregunto uno de los notables

-          Pausinias está sufriendo un claro síntoma de las personas muy mayores. Todos los componentes del consejo de ancianos lo sabemos a la perfección ya que lo vemos alguna que otra vez en nuestros miembros. Es Senilidad.

-          ¿Entonces?

-          Hay que apartarle del mando. Hacerle abdicar.

-          Pero para eso hace falta la aprobación de la gerusia y de la asamblea.

-          No os preocupéis por la gerusia. Esta bajo mi control. Sus miembros me apoyarán, ahora vosotros debéis organizaros para que la asamblea no vete nuestra decisión.

-          No será difícil. Lisandro ahora tiene un gran prestigio y aclamaran la abdicación.

-          Aún queda otro tema- recordó Lisandro- El capitán Leander, me niego a llamarle general.

-          La cosa es más grave de lo que aparenta – dijo Alcander- Ha recibido órdenes para ir a la ciudad de nuestros enemigos y negociar.

-          ¡Debemos evitarlo! ¡Paz no! ¡Guerra! – gritaban todos

-          Ese maldito traidor se atrevió a ponerme las manos encima. – protesto Lisandro – Hay que evitar que lo haga y estropee nuestros planes.

-          ¡Tengo una idea!- intervino el gerusio

Todos callaron y prestaron atención al sabio.

-          ¿Qué debemos hacer?- pregunto Lisandro

-          Matarle.

-          ¿Matarle? ¿Asesinar a un espartita? ¿A un general de nuestros ejércitos? Es una locura.

-          No es problema si se hace bien. Debemos acabar con él. Pero no aquí. Debe morir en Atenas. Si cae en dicha ciudad podremos usarlo a nuestro favor para acabar con Pausinias. Será su responsabilidad por enviarle a manos de los enemigos. Y nuestra ciudad estallará en cólera.

Todos aclamaban la fina estrategia.

-          ¡Bien! Entonces deberemos mandar a un agente a que siga a Leander. Cuando comiencen las negociaciones que acabe con él. Será mejor ser sutiles, un veneno será el método más efectivo. Si muere de esa forma, la cobardía que implica jugará a nuestro favor.- sugirió Lisandro.

-          ¡Sí! Eso haremos- gritaron todos

-          Bueno amigos. Ahora debemos mantener en perfecto secreto nuestro complot. ¡Por la gloria y por Esparta! – grito Lisandro

-          ¡Por la gloria y por Esparta! – respondieron todos.

Todos los conjuradores fueron despidiéndose de Lisandro. Este estaba entusiasmado pero aún furioso. Necesitaba relajarse. Y sabia quien iba a pagar los platos rotos.

-          ¡Philipa ven aquí!

La esclava vino presurosa. Lisandro le arranco las vestiduras y la amarró a dos pilares que disponían de grilletes al efecto. Trajo una vara y la de Mitilene tembló al verlo.

-          ¡No mi señor, No!

-          ¡Si, puta, sí!

La vara impacto en la espalda arrancando un grito de dolor en la aprendiza de poesía. Un golpe, otro golpe, otro golpe. El general reía a carcajadas, disfrutando con cada grito que daba la joven.

-          ¡Señor, puedo ayudarle!

El general paró.

-          ¿Qué has dicho?

-          ¡Puedo ayudarle! ¡Le ayudaré con lo de Leander!

-          ¡Has escuchado nuestra reunión! ¡Puta! ¡Tendré que matarte!

-          ¡No esperé!¡Le ayudaré, yo mataré a Leander!

-          ¿Por qué quieres hacer eso?

-          Por venganza, mi amo.

-          ¿Venganza? En todo caso te vengarías de mí. No de Leander.

-          Me vengaría de Galatea

-          ¿De Galatea? ¡Explícate!

-          ¡Si quiero vengarme de esa zorra! ¡La quiero ver muerta! ¿Si yo mato a Leander, usted la matará?

-          Pero si es tu maestra. Tú me estás tomando el pelo.

-          No, la quiero muerta. Esa zorra se llevo a mi amada Sophie.

-          ¿Sophie? ¿Quién es Sophie?

-          Era mi amiga de mi infancia. Estaba secretamente enamorada de ella pero Galatea se la quedo y no pude … no pude poder estar con ella- dijo Philipa entre lagrimas.

-          ¡Jajajajajaja! Así que se trata de eso. De celos. Menudos debían ser los hombres de Lesbos que las mujeres preferíais estar entre vosotras. Tranquila chiquilla que yo te daré lo que necesitas. Una buena polla que te folle bien duro. Sí, creo que dices la verdad. Entonces me servirás como agente. Podrás conseguirlo. Solo que para asegurarme iras con uno de mis leales. No me fio del todo de ti. Traicióname y date por muerta.

-          No le fallaré mi amo.

-          De acuerdo, ahora sellaremos nuestro pacto.

El general Lisandro descendió su mano hasta el sexo de la joven. Metió sus manos bruscamente en la vagina y empezó a penetrarla con tres dedos. La entrada inicial fue brusca y molesta debido a la sequedad del coño de la mujer. Pero el general era hábil y supo como estimularla para que se corriera. Luego con sus manos manchadas de fluidos se los llevo a la boca de Philipa y esta de forma seductora los lamio bebiendo su propia miel.

-          Esto es un regalito por comportarte como una buena gatita. Ahora iras a mi dormitorio donde disfrutaras de follar con un tío. No con esos maricas de Lesbos.

~ ~ ~ ~

Galatea ya estaba bastante habituada a su nueva vida en la casa de Leander. Empezaba a disfrutar de su situación y ya más tranquila vio que no corría ningún peligro. El capitán estaba enamorado de ella y disfrutaban de una relación que les llenaba. Por otro lado su amistad con Meritamon también estaba subiendo de tono. La egipcia era una confidente y estaba decidida a conquistarla y tener también una amante femenina que complementase su relación. Las dulces caricias de una mujer seguían siendo una grata experiencia y con la mujer de color disfrutaba de su tacto y ese color de piel tan exótico.

Por otro lado ya Meritamon no ponía ninguna pega y se dejaba acariciar sin dudar por la maestra. Ambas comprendieron que dándose placer entre ellas era maravilloso ya que adicionalmente les unía como compañeras de sufrimiento en esa situación tan angustiosa que significaba ser esclavas en una ciudad extranjera. Galatea le enseñaba poco a poco las delicias que una mujer le proporcionaba a otra y Meritamon estaba alcanzando unos orgasmos que difícilmente su dueño le proporcionaba de esa calidad.

Así que aprovechando las salidas de Leander compartían besos, caricias y … otras cosas. Aquella tarde Meritamon estaba tumbada en la cama con la griega entre sus piernas.

-          ¡Oh Ra! ¡Qué increíble es que te coman el chichi! ¡Siiii!

Galatea sonreía al ver como su amiga caía presa de sus caricias. Ejercer el papel de dar placer era también una forma de gozar y la estaba disfrutando. Al parecer Leander era el único que daba sexo oral, antes se le daba a su esposa fallecida Karissa. Ahora ella era la afortunada. Galatea se sentía muy afortunada al tener un amante tan atento que no dudaba en comerle el coño a placer casi a diario haciéndole retorcerse en múltiples orgasmos. Después de eso y tener el coño bien sensible de tanto correrse el coito también era una pasada que disfrutaba en grado sumo.

Galatea seguía lamiendo el abultamiento entre los labios menores de la mujer de piel oscura. Tantas caricias terminaron con un estremecimiento que atravesó a la egipcia de par en par. Soltando sin pudor su placer.

-          ¡Ah! ¡Por todos los dioses! Lo que me he perdido. Venga Galatea, creo que ya me has enseñado bien a hacerlo. Ahora déjame a mí.

Galatea se giro y puso su entrepierna al alcance de su amiga y formaron un 69. Ahora ambas mujeres se daban la una a la otra placer oral. En minutos se corrieron de nuevo de forma casi simultánea. Se tumbaron una al lado de la otra sudorosas y se acariciaban.

-          ¿Entonces esto es lo que te hace Leander?

-          Si, a que te gusta.

-          Ojala yo también hubiese sido comprada por él. Pero … entonces no serías tu su amante. Perdóname, por estos pensamientos egoístas.

-          ¡Qué va! Si hubiese una forma me encantaría que formásemos una familia. Estoy seguro que Leander le encantaría la idea.

-          Ya, pero no puede ser. Soy propiedad de su padre.

-          Si. Lastima

-          Bueno, tampoco es tan malo. Mi amo no me trata mal. Pero por lo que me cuentas Leander es la repera.

-          Tengo que agradecerte todo lo que mes has enseñado Meritamon. Me va a servir de maravilla. Voy a hacerte caso. Mañana Leander tiene un día completo de permiso. Y me voy a entregar a él. ¡Completamente!

-          Es lo menos que podías hacer. Cariño. Él se lo merece

-          Además va intentar liberar a mi pueblo. Si así fuera, no me importaría seguir siendo su esclava en mi tierra.

-          De todas maneras creo que es aún pronto. Aún no te ha dado tiempo de prepararte.

-          No te preocupes ya lo he hecho.

-          ¡Jo! Pero que bruta eres. Aún así te digo que te va a doler

-          No me importa nada en absoluto. Quiero verle gozar. Mañana solo me importará su placer, nada más. Y yo sentirme entregada para que él disfrute ya será maravilloso

-          Estas enamorada. Se te han puesto los ojos brillantes al hablar de él.

-          ¿Tanto se me nota?

Meritamon asintió. Las mujeres se levantaron y se vistieron. Galatea la acompaño a la puerta y se despidieron con un cálido abrazo. En una hora llegaría el general Leander. Llevaba 3 días fuera ejerciendo maniobras con el nuevo ejército a su cargo. El trabajo era duro ya que tenía que aprender a toda prisa las tácticas que el ejército espartano adoptaba en sus batallas. Cuando llego a su casa no se sentía con fuerzas para nada y se lo comento a su amante-esclava que comprensiva le invito a bañarse. Ella le limpio todo el cuerpo de sudor pero renuncio a estimularle ya que estaba claro que no tenía ganas ni fuerzas para ello. Después de una frugal típica cena espartana se dispusieron a dormir.

~ ~ ~ ~

Un nuevo día comenzó en la vida de Leander. Ahora la responsabilidad de llevar los ejércitos de la ciudad le abrumaba pero lo adoptó con ilusión. Aún cansado el agotador día anterior se estaba despertando. Llevaba 3 días de intensas labores militares así que hoy se iba a permitir el lujo de descansar y renunciar a los obligatorios ejercicios físicos que todo buen espartano debía hacer a primera hora de la mañana. En vez de eso prestaría atención a alguien que le estaba provocando una obsesión. Y estaba acostado junto a él. Allí en la cama yacía Galatea. La prisionera que protegió de la toma de Lesbos. Esta noto sus movimientos y también abrió los ojos lentamente. Mirándose entre ellos con dulzura. Los ojos verdes de la rehén eran de un profundidad que le dejaba anonadado al general.

-          Buenos días, mi señor.

-          Buenos días, preciosa.

-          Estoy lista, mi amo.

-          ¿Estás lista? ¿Amo? ¿Lista para qué?

-          Para entregarme a ti. Incondicionalmente. Quiero ser tuya, en toda la extensión de la palabra. Tómame, sáciate en mí. Déjame que te lleve a los campos elíseos con mi cuerpo.

-          No puedo negar que es una oferta tentadora. Pero querida.  No tienes por qué hacer nada de esto.

-          Pero yo quiero hacerlo. Y como me tomaste el culo el otro día. Quiero que mi ano sea tuyo, para siempre. Mi ano, mi boca, mi coño. Toda para ti.

-          No niego que me gusto. ¡Mucho! Debería confesar.

-          Pues no tenga dudas, porque mis dudas ya han desaparecido. Sé que cuando enviudaste te sentiste perdido, solo. Pero ya no lo estarás. Me tienes a mí. Soy tu amante, y además soy tu esclava. Poséeme como esclava.

-          No digas eso. Tu cuerpo me enloquece y no te negare que tomarte me encantaría.

-          Si que te lo digo. Me has llevado al placer, me has dado esperanzas y yo quiero darte placer y goce como pocos hombres disfrutan. Hoy estemos todo el día desnudos y tú follándome.

-          Como quieras. Serás hoy mi esclava.

El general y la poetisa se levantaron de la cama aún desnudos. Las promesas hicieron efecto sobre el pene de él que apareció con una gran dureza. Esa visión fue una alegría para la esclava que sonrió al verla. Se arrodilló ante él en postura de adoración.

-          Tú eres mi dios Eros. Y vengo a rezarte.

No hacía falta ningún mandato. Ella misma dirigió su boca al miembro endurecido y después de unas lamidas al glande se la ensarto hasta metérsela en su totalidad. Gracias a los consejos de su amiga comprendió que bastaba con bajar la lengua para que su pene atravesase la campanilla evitando las arcadas, alcanzado así la garganta. Teniendo protegida con su boca toda la polla de su hombre. Con una dosis de saliva a modo de lubricación podía penetrarse a ella misma en su totalidad. El morbo de ese servicio tan entregado, el chapoteo de la saliva y el pene que rozaba la glotis hizo que la excitación del joven pasase al máximo en nada de tiempo. Mientras Galatea le miraba sus reacciones directo a los ojos. Deleitándose de cada uno de los gemidos. Ya lo conocía lo suficiente para entender que se vendría en nada de tiempo, le debía estar gustando sobremanera. En cierta forma se sentía poderosa, su placer estaba en sus manos, bueno no en sus manos en su garganta e iba a conseguir su objetivo en nada de tiempo.

-          Vamos alimenta a tu sierva. – dijo retirándose un momento para de nuevo metérsela hasta el fondo

Solo hizo falta eso para que la inundase, a duras penas consiguió hacer espacio para los borbotones que el geiser estaba lanzando a chorros en su estomago. Mientras Leander gozaba de su primer orgasmo del día se estremecía con tal acto de devoción mientras escuchaba los sonidos de deglución de su amante-esclava.

Tras no desperdiciar ni gota del preciado liquido la esclava continuo con su cometido limpiando a conciencia el pene de su amado dejándolo impoluto de restos de esperma y saliva. Las lamidas y la juventud permitieron que volvieran a endurecerse en poco tiempo.

-          ¿Qué desea ahora mi señor?

-          Deseo tu culo. Lo disfruté mucho hace un par de semanas y quiero repetir.

-          Pues este culo hoy esta para abrigar bien a tu polla. Galatea es tu puta personal y mi misión es cuidar de esta bendita lanza. Rómpeme el culo si lo deseas.

-          Si, eres mi puta- dijo con una respiración claramente llena de lujuria.

Leander tomo desde el suelo  y la giro poniéndola en cuatro patas. Empujo su cabeza contra el suelo y separo sus piernas. Apunto su glande al diminuto ano que aparecía indefenso para su total disfrute. Presiono y lo encontró resistente a su entrada. El dolor apareció como una punzada al sentir Galatea como su ano quería ser invadido sin ningún tipo de preparación.

-          Leander. Por favor, dilátame antes.

-          No, me has dicho que te puedo destrozar el culo.

-          Vale, mi señor. ¡Pero duele! ¡Duele mucho!

-          Mejor, quiero ser dueño de tu dolor. Eres mi esclava, y mi puta. Y te voy a follar como a una puta.

-          Si soy tuya.  Posea a esta sirvienta. Esta a su merced.

Realizando esfuerzos consiguió que su glande atravesara los anillos exteriores. Así podía continuar la invasión, pero hoy no quería andarse con sutilidades. Una vez vencida la resistencia de un golpe de caderas la penetro hasta que sus testículos hicieron contacto con su coño arrancando un grito de dolor a la poetisa. Hoy no estaba haciéndole el amor, se la estaba tirando. Sin ningún tipo de compasión, solo para su lascivia. Los movimientos eran salvajes y la sensación de dominación total le estaba llevando a cotas de excitación nuevas. Ese culo era suyo y lo estaba mancillando a voluntad. El dolor se fui difuminando y para Galatea empezaba también a disfrutar de la sensación de ser tomada sin paliativos, era su sacrificio. Su culo era sacrificado como en un altar en holocausto. Leander tomo uno de sus brazos y lo coloco en la espalda para inmovilizarla haciéndole sentirla a ella aún más suya, penetrándola con saña. El clímax era inminente para Leander y estallo en gruñidos que llenaron la habitación mientras su semen inundaba las entrañas. Recordaba la tradición espartana y estaba marcándola. Era suya, y solo de él. El placer fue intenso y se derrumbo sobre la espalda de la maestra que sostuvo agradecida su peso. Respiraba aliviada al sentir como el semen le aliviaba un poco las molestias en su culo. Y como el pene reducía su grosor. En cierta forma su suplicio termino con el clímax de su amo. Eso era lo que estaba decida a hacer. Hoy quería dar placer, y algo de dolor no iba a ser impedimento.

Leander se retiro tumbándose en el suelo a su lado. Con la respiración aun dificultosa decidió descansar un momento, pero era solo el comienzo del día y quería disfrutarlo plenamente. Pero Galatea se levanto y se coloco en su entrepierna, le estaba limpiando de nuevo el pene. Leander se maravillo ante tal entrega. Era cierto su amada Galatea estaba dispuesta a darle un día fantástico y colabora de propia iniciativa para darle más orgasmos. Y lo primero era volver a erizar el mástil. Las habilidades feladoras no tardaron en provocarle la necesaria erección. Cuando se sintió listo se puso sobre ella y la poetisa complaciente abrió las piernas para recibirle. El general entro en ella tomándola por las muñecas encima de su cabeza, se tumbo sobre ella echándole de nuevo su peso. Los pechos eran aplastados por los desarrollados pectorales del soldado. La posición es incómoda para ella pero le abraza con sus piernas. Pero esta dejándole claro que está sometida a él. Leander disfruta del húmedo y cálido coño. Galatea esta excitada pero el general solo está concentrado en sus sensaciones y el morbo de la situación le lleva rápidamente por los caminos del goce. En pocos minutos vuelve a derramarse marcándola por delante, Galatea por desgracia le faltaba poco. Se lamenta por no llegar. El pene de él esta como en un buffet libre pero ella necesita estímulos en el clítoris. Aún así el notar el caliente liquido deslizarse en su sexo le resulta gratificante. Piensa en la cantidad de orgasmos que le ha provocado en las semanas anteriores, hoy en gracia sus orificios serán para su mástil.

Leander descansa mientras su esclava le acaricia con suavidad viendo como su pecho sube y baja debido a su respiración. Se siente como si ahora le tocase protegerle de todo mal. Dando placer y protección. Como él la está protegiendo a ella. Pasa una hora y su miembro parece endurecerse inconscientemente mientras duerme. Él lo lleva a su boca para volver a disfrutar de su salado sabor y su calor. La atención hace despertar al soldado.

-          ¿Dónde quiere que me lo meta ahora, mi amo?

-          En tu culo. Mi princesa.

Galatea se coloca sobre él en cuclillas y apunta su miembro a su ano. Ya esta flexible y aunque debido a las consecuencias de la primera sodomización se queja levemente. Ella baja hasta tocar su ingle. Ella hace los movimientos a su ritmo. Que ella tome la iniciativa le es grato a Leander que toma sus pechos con fuerza, sus pezones están duros y los pellizca con suavidad. Galatea comprende que debe acariciar su sexo si desea llegar, así que empieza a masturbarse lo cual aumenta la excitación de ambos. Está ansiosa por correrse de una vez así que ahora se encarga del placer de ambos. La acumulación de deseo le provoca su orgasmo en breve plazo de tiempo. Las sensaciones de su clítoris y ano estallan en su cerebro que emite sensaciones gozosas en su vagina que empieza a vibrar y con ello su ano. Los apretones hacen que el delirio de placer supere todo lo conocido en ese día para el capitán que se deja llevar eyaculando otra vez, aunque sea en muy poca cantidad. La experiencia resulta tremendamente espiritual para Galatea que es ahora la que se tumba sobre él , le besa con ternura y vuelven a dormir.

Leander renuncia a la disciplina militar y en ese día se permite un copioso almuerzo. Su cuerpo está un poco agarrotado de tanta actividad sexual y precisa energías. Amo y esclava se besan con cariño. Es una breve tregua para continuar la doma por la tarde. Se van a la cama y Leander tumba a su amante sobre la cama de forma que su cabeza cuelgue por un lado. Se pone de rodillas y apunta su pene a su boca que sumisamente es abierta para volver a albergar la espada en una de las tres fundas a su disposición. Mientras ella se acaricia su vagina. Galatea disfruta con el acto de ser la puta del general. Y hoy está a su completa disposición para que se sacie. La tarde transcurre con Galatea siendo follada en todo tipo de posturas. Su ano no para de trabajar. El ver desnuda a la poetisa no para de encender la libido del espartano que solo tiene que pedir para que complacientemente la de Mitiline se ofrezca al juego que desee. La toma de muchas formas pero la mayoría a cuatro patas como si de una yegua se tratase.

La noche llega y el capitán ya no desea más sexo. Es suficiente. Después de cenar se tumban en la cama para dormir mientras se besan de nuevo y se miran. Están enamorados. Leander ha disfrutado de una forma increíble que ahora tiene miedo de pedir de nuevo, aunque lo desea. Ha sido una entrega demasiado grande. Galatea por su parte siente que su alma vibra al haberse entregado de esa forma a aquel hombre, que ahora ama tanto. Su boca está llena del sabor de su semen. De su vagina y de su ano sale mucha esencia suya. Ahora comprende lo que estar marcada, y le gusta. Lo único negativo es que su culo está irritado de tanto uso. Tampoco le da importancia. Ella ha visto como su amado temblaba de placer todo el día, y esas imágenes han merecido la pena.

Continuará …