La jovencita Almudena. Cuñada o Diosa...

La tierna, la dulce y joven ALmudena. Mi cuñada del alma y del sexo...

La dulce Almudena

Cuando me casé con mi mujer todo el mimo y el cariño de casa de mis suegros pasó a poseerlo su hermana menor Almudena. Una dulzura de chuiquilla de diecisiete años. Almudena era la atítesis de mi mujer. Era más corpulenta y estaba bastante gordita. Tenía el pelo liso y negro, derribado por su espalda de mujercita firme. Sus ojos caoba eran muy brillantes y seductores. Poseía ese divino aire de querer descubrirlo todo, ansiándolo en cada risa. Mi cuñada poseía unos enormes pechos, descomunales para su edad. Pero lejos de intimidarla, gozaba de su virtud con generosos escotes de mujer en ciernes. Mi relación con ella habia sido magnífica desde un primer momento. Gustaba de hablar mucho conmigo y prestaba gran atención a mis palabras, algo que me fascinaba por su corta edad.

La cotidiana relación entre familares políticos quedó para siempre trastocada aquella tarde de Agosto.

Me acerqué esa tarde a visitar a mis suegros con total normalidad. Mi mujer trabajaba y aprovechaba asi un poco mis vacaciones con mis visitas.

Mis suegros no estaban y no vendrían hasta la medianoche. Eso me dijo Almudena al entrar en casa.

Fui a la cocina y me serví una cerveza bién fria. Almudena venía de la ducha secándose el pelo con una larga toalla, con una blusita azul gastado a medio abotonar y un short que dejaba escapar su barriguita y unos buenos michelines a ambos costados. Pasó y me propinó una patada, regalándole un cachete en su enorme culito. Esa era nuestra forma de saludarnos.

Hablamos de mi trabajo, de su hermana, de la familia y alguna novedad en el vecindario. Así me tomé otra cerveza y le dije que si no le molestaba me fumaria un porro en la cocina. Ella no sólo asintió sino que me proporcionó un cenicero.

Tras fumar el segundo y ante mi sorpresa compartido con mi cuñada Almudena, la conversación se tornó en pocas palabras y muchas risas.

Comencé a observar a Almudena como hembra que ya era y cada vez me gustaba más su compañía, su presencia en mi vida. Me sentía rejuvenecido en esas charlas con una diecisieteañera. Me encantaba escuchar sus secretos. Cómo por ejemplo que sólo hacia dos meses que lo habia hecho por primera vez y que le habia encantado. Decía que ojalá su novio fuera más ardiente, pues era un tanto conservador y sólo podían hacerlo los sábados, si no habia ningún contratiempo.

Regresamos a las bromas, los empujones, los roces en principio sin picardia. En una de esas Almudena quiso empujarme y sujetándola de sus brazos abiertos contra la pared quedé a centímetros de su boca intercambiando nuestras respiraciones aún agitadas por nuestra reciente ‘pelea’. No me explicaba que pasaba pero entre los dos habia fuego de por medio. Nuestros ojos relucían por entrar en lo prohibido.

-Y ahora?- Susurré con un tono que resultó demasiado lascivo. Me horribilicé al darme cuenta.Pero ante mi sorpresa mi cuñada no sólo dejó brillar más que nunca su picardia en la mirada y susurró ante mi boca con tanta lascivia como jamás recordaba.

-Qué...? Ahora qué...?- Aquello me provocó en toda regla.

Miré sus ojos de fuego, su nariz, sus labios, y al retornar a sus ojos me encontré su mirada que también regresaba de alguna parte.

Y la besé, en un primer instante con timidez y hasta miedo a su reacción , pero enseguida mi lengua resbalando la suya, metiéndose en su boca inexperta, se notaba en sus movimientos aún torpes y ansiosos por agradarme. Y mientras la jovencita dejaba escapar unos resoplidos llenos de vicio yo magraba a mi cuñada contra la pared donde cenábamos en familia tantas veces. Toqué sus ubres y no tetas, las degusté con su beneplácito. Todo era parte de la lógica y el instinto humano. Ella estaba llena de juventud y ganas de probarlo todo. Necesitaba sentirse mujer y sentirse poseida por un buén macho. No sé si yo era lo que ella llamaría un buén macho, pero si era un hombre esforzado al máximo en mi labor de hacerla disfrutar de su cuerpo y el mio.Me encantaba su rostro de diecisieteañera, de putita reprimida que termina por desahogarse al fin.

Mis manos se perdían dentro de su blusa a medio abotonar y eso nos llevaba a un estado de lujuria enorme. Se me secaba la garganta al pensar que estaba con mi cuñada -menor de edad- en su propia cocina paterna

Llevé una de sus manos a mi entrepierna y la arrimé a mi miembro erecto. Almudena se estremeció toda al sentir mi bulto bajo el pantalón. Aunque Lejos de apartarla comenzó a regalarme un tierno masaje en mis huevos y mi polla. Dios! Que mano más dulce tenía aquella niña con ansias de mujer. Su mano descubría todo el vicio que llevaba dentro con profunda ternura. Toqué sus grasitas de gordita y su enorme culo, su piel lisa.

Estaba gordita pero muy maciza. Bajo ese aire de niña podía ver a esa mujer consumada, de carnes prietas y que un dia se vestiría como su madre, como una mujer mayor y tendría hijos con su novio. Me excitaba pensarlo. Un dia sería una madre formal y presa de las rutinas de un matrimonio. Pero ahora se estaba sometiendo al descubrimiento del morbo y el placer del sexo disfrutado sin tapujos.

Controlando al milímetro mi rudeza sujeté a Almu del cuello y con mi mano libre rompí su short haciéndolo harapos.

Almudena exhaló un sonoro gritito y cerro sus ojos. Temblaba toda y cada vez sus caricias eran más posesivas Me arrimé a ella y la respiré toda convulsivamente. Mientras sacaba mi polla Almudena en un arrebato fuera de su pudor lógico rompió mi camisa y comenzó a mirar mi pecho y a tocarme.Sentía sus suaves manos tocar mi barriga de 32 años, mis pezones, mi bello, mi cuello. Entonces descubrí que a ella le daba tanto morbo como a mi estar haciendo lo que haciamos. Yo, para su edad era ya un viejo, un maduro en su salsa. Comenzó a morrearme como hacen las niñas de su edad, con mucha lengua y sin orden. La respondí con mi experiencia y muy deprisa metí mi polla en su conejito aún tan prieto. No quería que se arrepentiera de nada, que pudiera escaparse ahora que la tenía asi, de esa forma. Con mi polla dentro no podria decir que no. Soltó un ronquido que me enloqueció por completo. Clavé mi polla muy adentro de ella, retorciéndome como un gusano en su cuerpo de niña-mujer. La obligué a tener las piernas abiertas y bajadas. Me excitaba esa postura de niña incrédula. Gemí con autoridad, empitonándola contra la pared. Qué hermoso silencio bordaba el aire. Sólo nuestras respiraciones y ayes, nuestros chasquidos y el chapoteo del coñito de esta niña copulando. Separé a mi cuñada de la pared y la hice ponerse sobre la mesa toda abierta de piernas. Se echó hacia atrás y cerró los ojos dejándose follar. Gemía con fuerza y en voz alta.

-Ahhhh... ohhhhhh... ohhh...- su pelo largo se esparcia encima de la mesa y yo metía mi pene en su conejito impúber con placer. Muy suave pero contundente. No podía parar de follarla, estaba ido, muy excitado y caliente. Giré a mi cuñada guarrita y la tumbé bocaabajo.

Magreé su enorme trasero y su coño todo babeante, a la mujercita le sobraban flujos.Sujetándola por sus caderas carnosas la penetré de un golpe a la muy guarra. Soltó un gruñido de nuevo y no pude reprimirme

-Zorra!! Diossss eres tan zorrrra Almu-

Almudena suspiraba y jadeaba como una niña vergonzosa de hacer lo que estaba haciendo. Se dejó follar encima de la mesa de la cocina como una vulgar putita de diecisiete años. Moví mi cuerpo con fuerza detrás de mi cuñada, me la tiré como a una perra. Tocaba sus grasas y sus caderas de adolescente. Apretaba con fuerza su culazo con mis dos manos mientras golpeaba el fondo de su vagina inexperta con mi rabo. La ‘niña’ gemía sin parar hasta que no aguantó más y comenzó a correrse. Me sorprendieron sus alaridos contenidos a media voz. Era increible como se corría esa zorra. Con experiencia acompañé sus espasmos y después empecé a gemir como un cerdo y con fuertes emboladas me corrí dentro de aquel coñito menor de edad.

-Ahhh, Almu, Al...muu,oh, ahhh-

-Qué...? Qué...? Qué... ohhhh- Respondía Almudena sin control y entre jadeos muy alargados.

Nos morreamos con absoluta calma y entrega. Con mis dedos recogí la mezcla de nuestras corridas y acercándoselas a la boca le ordené:

-Abre... lame nuestras corridas Almu... vamos... los dos a la vez.

Nos chupamos los dedos y las lenguas, absorbiendo una mezcla de sabores increiblemente afordisíacos.

Agazapados en la locura y la aventura la hice vestirse con el mismo vestido que llevó a mi boda con su hermana y me la tiré en la cama de sus padres.

Aparté sus vestido negro y gris, comenzando por su largo cuello blanco y llegué a sus enormes pechos. Los magreé hasta hartarme mientras veía mi polla entrar en ese coñito menor de edad, con su faldita por encima de su anchísima cintura. Me la tiré de nuevo a la zorra de la gordita de mi cuñada pequeña. Allí la endiñé hasta que más pausadamente nos corrimos de nuevos poseidos por el mayor de los morbos.

Aunque al principio con timidez después charlamos animadamente y nos propusimos cosas, nos prometimos otras, entre ellas que aquello no rompiera mi matrimonio, y entre otras al de follarme a su amiga Rosa que según mi cuñada se moría por echarme un polvo. Me pareció de locos. Esta juventud estaba totalmente enloquecida.

-No voy a poder hacerlo. Cuando sería eso??. Yo no dispongo de tiempo ni de lugar, y lo sabes... tú eres la excepción, estás en casa.

-Ya, pero existen los coches carroza- Sonrió.

Así, casi sin darme ni cuenta me encontraba en un descampado en lo hondo de un valle con mi cuñada y su amiga Rosa. Comenzamos una conversación demasiado estúpida y el orden se reinstaló al saltar al asiento trasero y comenzar a morrear a Rosa con avidez. Rosita era una diecinueveañera de también grandes pechos y complexión rellenita. Me encantaba su pelo corto y moderno. Siempre me habia caido bién aquella chiquilla pelirroja y simpática, que poseía una mirada para morirse de belleza, y una sonrisa que siempre comenté me parecía demasiado coqueta y desinhibida. Estaba disfrutando mucho de su boca. Movía la lengua muy lentamente y jugueteaba con ella dentro de mi boca. Se veía más rodada y experimentada. Tenía unas tetas enormes y unos pezones largos y duros. Levanté su minifalda hasta su barriguita y pude ver sus hermosas piernas.

La muy puta no tenía bragas y estaba depilada . Saqué mi polla con gestos convulsivos y sin mirar a mi cuñada metí mi enorme polla en el conejo de aquella amiga de mi cuñada y de mi mujer.

-Ahhhhh... ohhhh- gemí casi como un principiante. Pero Dios, estaba tan buena la muy puta. Comencé a follarmela con desprecio y pasión. Era un putón y se le veía bién claro. Comenzó a soltar unos gemidos más propios de una prostituta experta que de una niña de diecinueve años. A esas zorras habia que darles su merecido. Mucha polla!. Pero estaba recibiendo una grata sorpresa...Mientras me tiraba a aquella adolescente en aquel coche, como a una guarra cualquiera que era, las manos de la gorda Almudena se deslizaban por mis huevos,por mis nalgas, mis piernas...

No aguanté más y soltando algún que otro insulto hacia ellas dos le eché mi polvo a Rosa justo cuando ella comenzaba a correrse a alaridos puros. Era fabulosa. Contorsionaba su cuerpo hasta succionarme todo mi semen con unos movimientos convulsivos de su vagina. Mi leche bajaba su vagina con rapidez. Que coño más joven. Qué zorritas las dos.

Tanto fue el manoseo de mi cuñada que lejos de desempalmarme, cada vez mi polla se endurecía más. Tumbé a mi gorda cuñada en su asiento y se la endiñé de un golpe, con más desprecio que nunca.

-Ahhhh-jadeó Almu

-Vamos puta, llévate todo mi rabo adentro...-

-Te excita que esté aún todo babeante de la corrida de tu zorra amiga, verdad??... ehhh???- Almu gritaba como si la mataran dentro del coche y en aquel descampado.

-Te gusta eh??- Sonreía yo autoritariamente- Te gusta mi polla, eh, pequeña vaca...-

Al insultarla comenzó a gemir y a chuparme los pezones. Rosa se contagió de nosotros y comenzó a lamerme las nalgas, las piernas, y mi culo, primero con suavidad y finalizando con ansia casi acertada de meterse en mi culo, cosa que consiguió levemente unas cuantas veces, llevándome a un extasis no descubierto.

Así me corrí como un cerdo en mi cuñada Almudena. La muy puta jadeó largo rato mientras Rosa me morreaba con pasión, apagando los jadeos de mi orgasmo como una tormenta que se aleja.

Todo aquello que pasó lo llevo guardado con enorme celo en lo más profundo de mis secretos. Hace dias que no veo a mi cuñada y temo enfrentarme a ella. Que habrá meditada esa joven cria de lo experimentado conmigo...