La joven viajera

Un viaje de placer.... de mucho placer

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Dedicado a Melisa, una amiga breve.

La joven visitante I

" Bienvenidos a Santiago de Chile ".

La voz del piloto sonaba tranquila, propia de un hombre que hacía unos minutos había terminado de luchar contra el mal tiempo reinante en la cordillera de los Andes, la que habían atravesado en medio de una tormenta que la tuvo aferrada a los brazos de su asiento, rogando para que éste, su primer viaje en avión, no fuera el último. Pero afortunadamente ya estaban en tierra y el susto por los constantes movimientos del aparato de acero había quedado en el pasado.

Los nervios la consumían mientras el avión se acercaba a la terminal. Sus manos las notaba aún sudorosas, el corazón le latía a más aprisa y se sentía sofocada. No era el temor a volar ya que el viaje había terminado y el avión ahora se encontraba en tierra, abriendo sus puertas frente a la manga por la cual los pasajeros empezaban a salir. Estaba por llegar a un país que no conocía, la recibiría un tío al que ni siquiera recordaba bien, en cuya casa pasaría las dos semanas de vacaciones que había planificado pasar en Chile. Cerró los ojos, suspiró hondo, prolongadamente, dejando escapar el aire lentamente y ya más tranquilizada, se levantó y se hundió en el túnel que la esperaba y por donde saldría a vivir una nueva experiencia. Se sentía como Alicia resbalando por el túnel que la llevó al país de las maravillas. Lo que Melisa no sabía era que ella también tendría su país de maravillas, aunque no precisamente como el de Alicia sino más bien como el de Lewis Carroll.

Mientras caminaba hacia la terminal de pasajeros internacionales se percató que un hombre no dejaba de mirarla, aunque iba acompañado de una mujer que supuso era su esposa. Se rió para si misma pues no era el primero que durante el viaje la miraba sin disimulo. Se había arreglado mucho para dar una buena impresión a su tío, por lo que estaba consciente del efecto que producía con sus piernas bien delineadas que su minifalda resaltaba, sus senos prominentes que la blusa de seda hacían más atrayentes y su rostro, de hermosas y delicadas líneas, labios turgentes y ojos vivaces, todo ello coronado por un pelo liso, castaño, que caía como cascada sobre sus hombros. Su andar era seguro y su aire propio de una mujer que se sabe hermosa. Y a sus 21 años ella sabía que estaba en la mejor etapa de su vida, con sus encantos en todo su esplendor. No pudo evitar recordar las fotos que se había tomado en ropa interior, donde recostada en la cama lucía un trasero impresionante, que a ella misma le había parecido atrayente. Recordando esas fotos, se dijo a sí misma "y eso que no ha visto en paños menores la mejor parte de mi anatomía" y sonrió picarescamente. Su gusto por su propio cuerpo se estaba haciendo recurrente en la muchacha el último tiempo. Había un poco de egolatría en ello, lo sabía, pero también se decía que era una manifestación de sus deseos insatisfechos en lo sexual, ya que no había encontrado aún al hombre digno de gozar de sus encantos juveniles. Y deseos no le faltaban. Pero no era cosa de andar entregándose al primero que apareciera. Se sabía una mujer deseable y deseada, pero no se entregaría fácilmente ni a cualquiera.

Terminada la revisión de sus maletas, se dirigió a la puerta de salida, seguida por las miradas lujuriosas de los funcionarios de Aduanas.

"Melisa" sintió que la llamaban cuando traspuso la puerta y se enfrentó a una muchedumbre abigarrada que esperaba a los pasajeros de Aerolíneas que venían de Ezeiza. Un hombre de estatura normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado, de edad madura, con algunas canas asomando por los costados, le sonreía. Le gustó lo que vio. Era un rostro agradable, que le pareció algo tímido, pero con un cierto encanto que no pudo definir.

"¿Tío Salvador"? preguntó mientras él le respondía con un gesto afirmativo y se acercaba a ella pare besarla en la mejilla.

"¿Qué tal el viaje?"

"Emocionante, tío. Ansiaba llegar para conocer Chile y a ti "

"¿Cómo quedó tu mami?"

"Bien, te envía muchos cariños"

El tomó su maleta y la guió hasta el vehículo en el estacionamiento. Ella subió y se sentó a su lado, dándose cuenta en ese momento que su minifalda se había subido y sus piernas no dejaban nada a la imaginación. Como no podía hacer nada, optó por poner sus manos sobre sus muslos y así intentar tapar algo de lo que mostraba.

El pareció no darse cuenta de nada y puso en marcha el auto rumbo a la ciudad de Santiago, que ese día se mostraba algo nublada, pero con una temperatura ideal. Pronto se olvidó de sus piernas y se sintió revivir con el aire que entraba por la ventanilla abierta.

"¿Cómo está Buenos Aires, Melisa? Hace tanto que no voy por allá"

"Bueno, sigue como una cápsula del tiempo, detenida en los años sesenta"

"No seas cruel, niña. Yo espero que algún día vuelva a ser lo que fue"

"Seguro, tío" dijo ella y se echó a reir. Su risa cantarina era como un bálsamo y al ambiente se distendió entre los dos.

Fue entonces que ella se dio cuenta que su tío le miraba las piernas.

Se sintió cómoda pues estaba acostumbrada a que los hombres le vieran las piernas, que sabía hermosas y bien delineadas. Y su tío era un hombre. " Y supongo que no es de fierro ", se dijo a si misma y sonrió mientras estiraba sus hermosas piernas, acomodándose en el asiento, lo que le permitió a su tío una mejor visión. Divertida, vio que su tío hacía esfuerzos por no mirar y para fijar la vista en el camino. "Todos son iguales ", reflexionó.

Ya en el departamento, su tío le mostró la pieza que ocuparía durante su estada. Se notaba que se había preocupado por dotarla de todas las comodidades, lo que ella agradeció. El la dejó para que se acomodara y la invitó a cenar para cuando hubiera descansado. Al cabo de una hora apareció, esplendorosa en una mini azul y una blusa celeste, que resaltaban la blancura de su piel y el color de su cabello. Su tío quedó pasmado al ver tanta belleza. "Guauu sobrina, que linda que estás". "Gracias, tío". "Llámame Salvador " le dijo mientras la tomaba del brazo y salían del departamento.

El fue todo un caballero durante la velada, en que Melisa lo puso al día de la historia de la familia en la provincia de Buenos Aires, a la que Salvador había dejado para radicarse en Santiago de Chile. El, por su parte, le contó de su vida, las razones por las que no se había casado y lo muy ocupado que el trabajo lo tenía, impidiéndole ir a visitar la familia desde hacía diez años. Ella no le creyó, pero optó por asentir en pos de unas buenas relaciones durante su estada en casa de su tío.

Cuando llegaron de vuelta al departamento, el le invitó a una copa antes de dormir.

"Salvador, ¿no será mucho? No estoy acostumbrada al vino y me tomé dos copas en la cena" dijo Melisa, mientras se sentaba en uno de los sillones y cruzaba sus piernas, dispuesta a aceptar la invitación contradiciendo con ese gesto sus propias palabras.

"Pero estás en casa y en vacaciones, por lo que no tienes nada de que temer" le respondió él mientras le alcanzaba un pisco sour. Le supo tan rico a la muchacha que pronto lo acabó y pidió otro. Si hubiera que buscar una explicación para lo que sucedió después, se diría que fue el segundo pisco sour.

Estaban sentados en el living, frente a frente, conversando de los planes de ella para los días siguientes mientras disfrutaban del rico preparado de pisco, limón de pica, una pizca de angostura y clara de huevo, que iba haciendo efecto en ambos poco a poco. Melisa se sentía mareada, pero era una sensación exquisita, pues el sabor del trago la había atrapado con su mezcla de dulzor y acidez. Mientras le contaba a su tío de los lugares de los que había escuchado hablar y que deseaba conocer, se dio cuenta que las miradas de él no se apartaban de sus piernas. Sólo entonces se dio cuenta que las había abierto ligeramente. sin darse cuenta de ello, lo que le proporcionaba a su tío una visión privilegiada de sus formas. Tal vez el trago, tal vez el sentirse dueña de la situación, tal vez el echo de sentirse libre debido a sus vacaciones, la cosa es que empezó a abrir más aún sus piernas, para divertirse con la reacción de ese hombre maduro y atractivo que tenía al frente. Ya no era el hermano de su madre sino un hombre que la atraía. Una irresponsabilidad atrevida se apoderó de la muchacha y sus piernas se abrieron más aún, esperando la reacción de Salvador. Ya no era el tío, era Salvador, un hombre que no apartaba sus ojos de sus piernas, pero tratando inútilmente de que ella no se diera cuenta, empeño que a la muchacha le pareció inútil y ridículo.

Salvador tenía ante sí una mujer joven, hermosa, con unas piernas que invitaban a estar entre ellas, degustando de las delicias que escondían. Una muchacha segura de su belleza y que la usaba como un arma de conquista, lo que la hacía poderosa. Sabía que los hombres, invariablemente, caían rendidos ante sus encantos. Y Salvador no sería la excepción, pensaba.

Melisa finalmente abrió tanto sus piernas que la tela negra de su calzón quedó expuesta ante los ojos vidriosos de su tío. Este tragó saliva y se le atragantaron las palabras. Ella, divertida, siguió dándole el espectáculo de sus albos muslos abiertos y la seda negra de su calzoncito diminuto que casi ni tapaba el paquete que cubría. Fue en ese momento en que se acordó que se había depilado toda la zona vaginal, por lo que agradeció haber tenido esa precaución, ya que suponía que el espectáculo para Salvador sería inolvidable: el blanco de sus muslos, el negro de su calzoncito y el blanco de la zona púbica. ¡Pobre de él!

Estaba jugando con su tío y sabía que ella sería la ganadora, pues por costumbre sabía que los hombres se cohibían ante una mujer como ella, que lucía su hermosa sin recato y que sabía que ningún hombre podía resistírsele. Estaba jugando un juego peligroso, con un hombre mucho mayor que ella, que tenía medios como para resistir sus encantos.

" Será mejor que te acuestes, Melisa, es muy tarde " le dijo Salvador levantándose, con la frente perlada de sudor, en un esfuerzo supremo por sobreponerse a la excitación que la muchacha le había provocado. Se levantaron y cuando el le hizo pasar, ella se acercó de manera que sus piernas rozaran las de él, en un gesto atrevido que precipitó los hechos.

"Permiso, Salvador" le dijo mirándolo intensamente a los ojos, mientras su cuerpo rozaba el de su tío, que estaba embobado por el influjo del aroma que desprendía el perfume de Melisa, el roce de sus piernas y ese gesto insinuante mientras sonreía. Fue demasiado por Salvador y ya fuera de sí dio rienda suelta a sus instintos. La tomó de los hombros y la volvió, de manera que quedaran frente a frente. Se acercó a la muchacha, que nada hizo por rehuirlo o detenerlo. Este era el tipo de hombres que ella deseaba y el momento, el sopor del licor, su larga abstinencia sexual, la excitación del momento, todo se confabulaba para que ella se entregara a el y lo haría con todas sus fuerzas y deseos.

Se miraron a los ojos, intensamente, mientras Salvador bajaba una mano y la ponía en su falda, bajando lentamente para volver a subir por entre la tela y la piel, para llegar finalmente al paquete que formaba el calzoncito de tela negra que cubría su chochito. Ella nada dijo. Sonrió y le besó con suavidad, acercando su cuerpo al de él, por lo que su pecho se apretó al de su tío, lo que fue demasiado para ese pobre hombre, que hurgó por debajo del calzoncito hasta alcanzar la vulva de la muchacha, que empezó a acariciar con su mano que empezó a humedecerse con los primeros jugos vaginales que en su excitación Melisa estaba liberando. Salvador se estremeció de placer cuando sintió en su palma el contacto con la suave piel de los labios vaginales de la muchacha, que le transmitieron calor y humedad. Esta sintió flaquear sus piernas al contacto de la mano de Salvador en su vagina. Con un leve temblor delató su estado y ello no pasó desapercibido a su tío que se sintió orgulloso de estar produciendo ese efecto en ese pedazo de mujer que se le estaba entregando. Sabía que ese cuerpazo, esos exquisitos senos, esas hermosas piernas, ese culito de sueño, serían para él y podría disfrutarlos a gusto.

Ella bajó la mano y apretó el paquete de Salvador. Metió la mano por el pantalón y tomó su verga, que acarició mientras sentía que un dedo de su tío se introducía en su cosita.

Melisa se bajó poco a poco, sin dejar de mirar a su tío a lo lejos y sin soltar su miembro, para terminar arrodillada y abriendo su boquita juvenil se tragó la cabeza del miembro de Salvador, que entró poco a poco entre sus rojos labios. La niña empezó a chupar con una maestría que asombró a su tío, que no pensaba encontrar tanta experiencia en su sobrina, que chupaba el tronco hasta su base, envolviendo las bolas con sus labios carnosos y volvía a chupar el tronco hasta terminar en su cabeza, que engullía con deleite.

La muchacha abrió su boquita y dejó salir el trozo de carne, que empezó a masajear mientras observada con deleite el pedazo de carne que estaba acariciando. Era grueso, de piel algo oscura, que cuando ella descubría mostraba un tronco cubierto de venas que palpitaban vida. Le encantaba descubrir su cabeza y llevar la piel hasta atrás, para volver a cubrirla.

"Por favor", dijo su tío y la separó . Era demasiado el placer que estaba sintiendo y sabía que si no la detenía terminaría acabando en las manos de la muchacha.

La puso en el sillón, abrió sus piernas y apartando su tanga metió su lengua entre sus labios vaginales, gozando de la conchita de su sobrina, que cerró los ojos y suspiraba disfrutando la mamada que le brindaba ese hombre con experiencia en las lides del amor. Y ella se alegró de haberse reservado para un momento así y un hombre como este.

La muchacha se sintió besada hasta lo más profundo de su vagina, la que empezó a liberar jugos, mientras la lengua de su tío buscaba el clítoris juvenil para aprisionarlo y hacerla llegar al clímax. Y muy pronto el hombre logró su objetivo y la muchacha abrió las piernas completamente mientras por sus piernas empezaba a caer el fluido seminal en señal de rendición en la amorosa lucha que estaban sosteniendo tío y sobrina.

El se paró frente a la muchacha y empezó a bajar el cierre de su pantalón para liberar su sexo, el que sostuvo entre sus manos, mientras la miraba. Ella comprendió que su tío quería que volviera a chuparle la verga.

Se sentó, con restos de su acabada aún goteando entre sus muslos, y tomó el pedazo de carne que se le ofrecía, llevándolo a su boca. Abrió sus labios y empezó a tragar la cabeza de la verga de su tío, totalmente parada. Se sintió tomada de los cabellos y empujada para recibir todo el mástil de su tío. Ella abrió su boca lo más que pudo, pero era evidente que no podría tragarlo todo. Pero aún así intentó abarcar lo más posible. Y empezó a meter y sacar el trozo de carne de su boca, apretando la cabeza de la verga entre sus labios cuando esta salía, produciendo una exquisita sensación a su tío, que se sentía en el paraíso con esa mamada, digna de la que él recién le había proporcionado a la muchacha, que resultó más experta en el arte del sexo de lo que él suponía.

Y el esfuerzo de Melisa tuvo su recompensa cuando sintió que su tío la apretaba fuertemente, su cuerpo se envaraba y un fuerte chorro golpeaba su garganta. Su boca se inundó de semen, que parecía no tener fin.

"Eres una gran mamadora, Melisa"

Le dijo él mientras su verga destilaba las últimas gotas de semen.

"Tío, follame"

Respondió la muchacha en un tono de súplica que indicaba su estado de excitación.

Sintió que la tomaban en brazos y la llevaban al dormitorio, donde la depositaron sobre la cama. Melisa se desprendió de su ropa y el tío pudo darse el gusto de ver a la muchacha completamente desnuda, en toda su belleza, con las piernas abiertas y sus senos al aire, esperando la penetración.

" Te voy a culiar, Melisa "

Le dijo mientras avanzaba con su verga en la mano. Se situó entre las piernas de la muchacha y puso su instrumento en la entrada de la vagina de Melisa.

" Voy a meterte el pico en tu chuchita rica"

Ella comprendió lo que él quería decirle y le gustó el sonido de esas palabras desconocidas. Se aprestó a la penetración, que se produjo en forma violenta. Sintió que el trozo de carne de su tío la taladraba sin compasión, ocupando todo el espacio dentro de su túnel de amor,

El la tomó de las nalgas, la levantó y empujó su instrumento. Ella se sentía morir con las sensaciones que ese hombre le daba.

" Así, tío, así "

Y se movía con desesperación, como si su cuerpo se adelantara para encontrarse con el de su tío, que empujaba con fuerza, produciendo unos choques de sus pelvis que le parecían a ella que la verga de él le llegaba hasta lo más profundo de su cuerpo. Y a el le parecía que en cada choque su verga quedaría hundida dentro de ella.

"¿Te gusta, sobrinita?"

"Sí, tío, sí. Eres rico, tiito"

"¿Te gusta que tío te esté culiando?"

"Me encanta, tío rico. Y a ti, ¿te gusta follar con tu sobrinita linda?"

Los dos se sentían excitados en grado sumo con las palabras de estímulo que se decían. Y era evidente que a ambos les producía morbo el decir su parentesco. Un tío y una sobrina follando desesperadamente, sin trabas, sin ataduras.

Y la noche estaba recién empezando.