La JOVEN NALGONA y el PADRE de su ENAMORADO 2º

Consciente del disparate que ha perpetrado junto a la nena que tiene enamorado a su hijo, Salva quiere dar por finiquitado tan bochornoso asunto y pasar página. No obstante, Paula parece empeñada en complicar la vida del bombero, y amenaza frívolamente aquel longevo matrimonio.

SALIR DEL FUEGO PARA CAER EN LAS BRASAS

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lunes 19 junio

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Han pasado un par de días desde que aquellos indecentes altercados tuvieran lugar en el jardín de la casa de los Lucena. Salvador sabe que no se trata de un sueño, pero, de algún modo, su subconsciente lo está asimilando como tal. Puede que dichos actos se asemejaran más a una fantasía erótica que a algo que realmente pudiera suceder.

Su interpretación emocional le resta culpabilidad, y eso es algo contra lo que no conviene luchar.

Como era de esperar, no ha tenido noticias de Paula ni de sus padres. Ni siquiera su hijo ha vuelto a sacar el tema que tanto monopolizaba su conversación días atrás.

“Todo está bien. Cada día que pase pondrá más distancia. El peligro se apagará, poco a poco, como lo hacen las brasas de un incendio”

La tranquilidad de ese apacible cabeza de familia llega a su fin cuando habla con su mujer, al llegar del parque de bomberos, en la tarde de este lunes nublado. Después de un beso protocolario y de algunas frases banales a cerca del tiempo, de la economía familiar y de los arreglos que necesita la casa, ella le suelta:

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MARISA: Eugeni está muy contento. No sé qué se ha tomado hoy.

SALVA:   ¿Qué dices, mujer? Si ha sido un alma en pena durante meses.

MARISA: Yo pensaba que lo último que quería es que acabaran las clases, pero…

SALVA:   Claro que sí. ¿No ves que está coladísimo? No verá a su amada en verano.

MARISA: No lo sé. Se lo he preguntado mil veces y no quiere decírmelo. Prueba tú.

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Marisa se dispone a afrontar sus quehaceres y desaparece de la escena; dejando solo y pensativo a su marido. Salva se inquieta más a cada momento e intenta encontrar una explicación:

“¿Por qué estará tan contento? Si hay algo que pueda haber cambiado su ánimo de un día para otro es...”

Inundado por su propia curiosidad, se dirige a la habitación de su hijo con la firme intención de sacar el entresijo de este asunto. Tras golpear su perta, recibe el permiso pertinente:

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EUGENI: Papá, no te he escuchado llegar.

SALVA:   No me extraña. Con la música tan alta.

EUGENI: Bájala, anda. O quítala ya. Da igual.

SALVA:   ¿Desde cuándo te dedicas a escuchar música alegre?

EUGENI: ¿Qué pasa? También tengo derecho a tener un poco de alegría.

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Ni siquiera es necesario que Salva pronuncie su pregunta. La complicidad entre padre e hijo les permite entenderse sin tener que decir nada. Eugeni niega con la cabeza con la fútil intención de conservar su secreto, pero:

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SALVA:   No me puedes hacer esto. ¿Me oyes? Me lo debes.

EUGENI: ¿Lo cualo?

SALVA:   Llevas semanas llorando sobre mis hombros. He tenido mucha paciencia.

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Eugeni no puede evitar que se le cuele una indiscreta sonrisa por debajo de su nariz. Empieza a sonrojarse y, finalmente, accede a dar parte de su euforia.

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EUGENI: Vale, pero no se lo digas a mamá. No quiero que se ponga pesada.

SALVA:   Nunca le digo nada de lo que me cuentas. Te lo explico cada vez.

EUGENI: … … He hablado con Paula, papá. Bueno… … ella ha hablado conmigo.

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Los latidos de Salva se vuelven más contundentes. Tenía la esperanza de que su hijo pudiera superar lo de esa chica si pasaba tres meses enteros sin verla, pero ahora…

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-¿Qué es lo que te ha dicho?- le pregunta lleno de reservas.

-Me ha pedido que le ayude con los exámenes de recuperación; dice que yo soy el que mejor nota saca en mates y en química, y que necesita que le eche una mano-

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viernes 23 junio

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Salvador ha logrado escurrir el bulto; de momento. Se ha ausentado de su casa en los ratos en que Eugeni había quedado con Paula para impartirle clases particulares. No quiere verla:

“Solo una semana más. Hasta que terminen las recuperaciones”

De todas maneras, siente el peligro acechándole a su espalda. Esa chica anda buscando pelea. Podría haber escogido a cualquier otro chico de su clase para que le diera clases gratis.

“¿Qué pretende? ¿A caso quiere complicarme la vida?”

Estos pensamientos recurrentes le atosigan mientras descansa acomodado en su sofá; mirando un programa de humor que, broma tras broma, no consigue inquietar su rostro. Suena la puerta y aparece Eugeni con una amplia sonrisa en la cara.

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SALVA: ¿De dónde vienes tú tan contento?

EUGENI: Paula me ha pedido que la acompañe a casa. Creo que le gusta estar conmigo.

SALVA: Bueno… Es lo mínimo… un poco de simpatía ya que la estás ayudando.

EUGENI: No, papá. No se trata de eso. Creo que me da señales. Creo que hay algo.

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Su mirada brilla como nunca. Salva no tiene el coraje de bajarlo de las nubes; ni siquiera tiene argumentos confesables para ello.

“¿Quién sabe? ¿Y si de verdad Paula ha entrado en razón y se ha dado cuenta de que Eugeni es un gran chico?”

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Captura de chat del móvil de Salva

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Socorrrooo. Estoy n llamas. Necesito l cuerpo d bomberos :-D

qué? Quién es? Cómo has conseguido este número?

No m creo qe n sepas qien sy. Es qe no ves mi foto d perfil?

Cómo tienes mi teléfono?

Adivina adivinanza ;-)

No. En serio. De dónde lo has sacado?

He usmeado n l movil d t hijo. M lo ha dejado l muy iluso.

Ha visto que copiabas mi número?

Noooo. L he dicho qe qería mirar sus fotos. Se lo cree todo.

No juegues con Eugeni, paula. Si no te gusta, apártate de él.

Puede que lo haga. o puede qu n. Puede qe m guste ahora.

Sé que no te gusta. Sino por qué estarías hablando ahora conmigo?

S que no pudimos ni despedirnos l sabdo. Casi ns pillan mis padres. :-D

Nonono. No vooy a decir nada aquí. Tú tampoco. Así que no digas nada.

Qpasa? Tienes miedo de que alguienn lea algo inadecuado?

Es muy tarde. Mi mujer ya está dormida. Yo madrugo mañana.

Stas n la cama con ella? Habeis follado?

Paula, por favor. Borra mi número y olvidate de mí, de acuerdo?

Cmo quieres q me olvide? Nadie había llegado nunca tn dentro de mí. Por tantos sitios ^^

Qué es lo que quieres?? Que quieres de mí?

Dime si has follado con tu mujer

No. No. Hace más de un mes que no lo hacemos.

Q sosos. T has tocado entonces? Hs pensado en mi? Dime la vrdad.

No, Paula. De verdad. No te hagas una idea equivocada. Tienes que olvidar este asunto.

Entonces, si tu n m qieres saldré cn t hijo. Cuand m folle l diré "tu padre lo hace mejor" :-DDDD

Pero que dices? En serio...

"Tu padre la tiene mas grande" jajaja... Te imaginas? :-P

Sé que no hablas en serio.

Q no? Mañana l diré q m gusta. Pero q n stoy preparada aun. Aunque si m da un calenton...

No ojuegues con sus sentimientos.

Entnces dime q debo hacer: Q Hago si m pongo cachonda? Se l digo a él o t l digo a ti? Tu hijo empieza a gustarme. No s tan memo. Sta coladísimo pr mi. Srá divertido dsvirgarle. ^^

Hazme el favor. Espero que cuando te hallas examinado...

Q vaaaah!!! Si vamos a sr familia. Vs a sr mi suegro. T voy a llamar papá :-*

Deja de bromear ya, Paula. Aléjate de mi familia por favor. Voy a apagar el móvil ahora mismo. No te lo tomes a mal pero... no hagas nada que nos hiera. Sigue con tu vida lejos de nosotros.

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sábado 24 junio

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Cuando Salva abre los ojos, por la mañana, Marisa ya hace rato que está levantada. Esa ciberconversación nocturna le mantuvo sometido a un preocupado insomnio durante largas horas.

“Paula solo se está divirtiendo a mi costa. No tiene tanta maldad, solo quiere hacerse notar; que piense en ella y la tenga en cuenta”

Releyó esa reveladora conversación media docena de veces antes de borrarla. A pesar de no admitir nada en ella, cualquiera que la viese podría sacar conclusiones sin romperse la cabeza.

“No debería haber contestado. Tan fácil como eso”

Después de echar el primer meo del día, Salva regresa a su acogedora cama de impolutas sábanas blancas. Por supuesto, mintió ayer cuando le dijo a Paula que hoy tenía que madrugar.

A medida que pasan los minutos se da cuenta de que no puede dejar de pensar en ella. Lo que en un principio era una inocente rascada de cojones se ha ido convirtiendo en un reprobable masaje fálico con intenciones cada vez más inequívocas. Tiene la puerta abierta, pero los sonidos que emiten los cacharros de la cocina le dan la certeza de que su mujer no le interrumpirá. No es la primera vez que se toca pensando en Paula. Lo ha hecho a diario durante toda la semana.

En cada calentura, su nublado pensamiento llega a plantearse el dar continuidad a ese adulterio, pero la razón regresa después de cada pajote y pone orden a sus sacudidos valores familiares.

Un hondo suspiro, articulado por su cara desgobernada, pone fin a ese orgasmo que inaugura la jornada en lo más alto.

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domingo 25 junio

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Dicen que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen. Puede que esta analogía sea demasiado dramática, pues, lo único que aquel bombero mató, el pasado sábado, fueron dos décadas de fidelidad matrimonial.

El caso es que los padres de Paula han invitado a comer a la familia Alfaro. Los motivos, que tan insuficientes le parecen a Salva, tienen que ver con el hecho de que Eugeni esté ayudando a Paula con sus estudios, y con que, por lo visto, ahora salen juntos; también ha influido la antigua amistad que unía a Marisa y a Ariana desde el tiempo en que iban a yoga jutas.

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MARISA: No sé por qué dejamos de vernos. Tan bien que nos lo pasábamos.

ARIANA: Nos reíamos tanto que más de una vez nos tuvieron que llamar la atención.

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La joven pareja se une, por fin, a los demás comensales, y toman asiento, uno al lado de la otra. Paula se ha sentado delante de Salva y le mira a los ojos por primera vez desde hace más de una semana. Él respira hondo, como si sus pulmones intentaran llenarse de la serenidad oxigenada que necesita.

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-Hola, señor Alfaro… … Señora…- con desproporcionada educación.

-Pero ¿qué haces, Paula?- se extraña Eugeni -No trates de usted a mis padres-

-Ah, yo que sé- se ríe ella.

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Ariana es una gran cocinera, y mejor conversadora. En cambio, los patriarcas de esa mesa no son muy proclives a la verborrea. Los tortolitos intercambian misteriosos susurros y Noa, sentada en su sillita adaptada, va a su bola sin prestar atención.

Nicolás intenta abrir un debate vinícola, pero nadie está preparado ni interesado en rebatir sus argumentos de sommelier.

Marisa parece la única capaz de seguir el ritmo de su reencontrada amiga, y no duda en revelar detalles íntimos que deberían de permanecer en el seno de la discreción familiar.

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MARISA: Sí. Ariana. La primera vez y… gatillazo total.

SALVA: Pero, Marisa. Por favor. No cuentes eso.

ARIANA: No te preocupes, Salva. Hace muchos años ya.

NICOLÁS: Eso nos ha pasado a todos alguna vez. No te avergüences.

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Salva se estampa la mano contra su cara, desatando la risa de Paula, quien escucha atentamente muy cerca de él.

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ARIANA: Tú sí que deberías avergonzarte. Al menos lo suyo es del siglo pasado.

NICOLÁS: No empieces, mujer. A nadie le importa nuestro historial pasional.

ARIANA: Sí. Pasional dice.

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Eugeni esgrime una mueca de extrañez por la deriva que está tomando esa conversación. Lo cierto es que, desde el prisma de un adolescente, es difícil pensar que un hombre tan gordo y tan mal conservado pueda levantar ninguna clase de fervor sexual.

Ariana, por el contrario, todavía conserva parte de su encanto. Continúa haciendo yoga por su cuenta y sus rutinas deportivas no han amedrentado esas generosas curvas que con tanta gracia ha heredado su hija.

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PAULA: Parece mentira que seas más joven que Salva, papá.

ARIANA: ¿En serio? No me lo creo.

MARISA: Ya te lo conté, mujer. Bueno. Eso es porque mi marido cumple en febrero.

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Cuando llegan los postres, el ambiente ya es inmejorable. Cualquier otro que se encontrara en la edad del pavo se avergonzaría de sus padres; es algo inherente a esa etapa vital; pero Eugeni adora a Salvador. Es su héroe; su mentor en todas las fases de su corta vida de hijo único; el hermano mayor que nunca tuvo; su mejor amigo…

Una vez terminadas las últimas onzas de ese pecaminoso helado de chocolate, Paula se lleva a Eugeni a arriba, a su cuarto, en una maniobra que incomoda a Salva, quien, por vez primera, identifica tan corrosivas sensaciones como celos. Había olvidado como pinchaba aquello, pues Marisa, y su falta de flirteo con cualquier otro ser vivo, lo han mantenido a salvo durante largos años.

“Esta niña desvergonzada está rompiendo con todo”

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NICOLÁS: Si os digo la verdad, estoy muy agradecido de que Eugeni haya aparecido en la vida de nuestra hija. Los primeros… … pretendientes de Paula estaban siendo… … por decirlo de una manera suave… … gamberros de cursos superiores o tipos todavía más indeseables.

ARIANA:   Calla, calla. No asustes a nuestros invitados, Nico. No hay para tanto.

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Ariana se incomoda y pone freno a esa indiscreción. El silencio consiguiente espolea a Marisa para intervenir:

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MARISA: ¿Sabéis que me propuso mi marido, la semana pasada?

ARIANA:  A ver, a ver. ¿Otra idea de bombero?

MARISA:  Quería venir a vuestra casa para hablar con vosotros de Eugeni y de Paula.

SALVA:    No, a ver. Mi hijo sufría mucho por ser incapaz de hablar con ella y…

ARIANA:  Qué mono. No conozco a ningún padre que se preocupe tanto por su hijo.

NICOLÁS: ¿Qué insinúas, mujer?

ARIANA:   Tú lo único que quieres es que ningún hombre se acerque a la tuya.

MARISA:   Eso no está bien, Nico.

NICOLÁS: A ver. Es verdad que no me emociona que mi hija salga con un chico, pero al menos, con Eugeni, no siento que Paula esté amenazada; que puedan forzarla o engatusarla, aunque sea de un modo psicológico. El chico es un pedazo de pan tímido e inocente. Más bien deberíais estar preocupados vosotros. Al fin y al cabo, el primer amor es algo que no se olvida jamás.

MARISA:   Eso no te lo niega nadie. Todavía recuerdo a Tomás Valiente, mi primer beso...

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Salvador no sigue el hilo de aquella nostálgica conversación:

“¿Qué harán allá arriba? ¿De verdad estarán follando? Y nosotros aquí, como si nada. Nonono. No puedo con eso”

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ARIANA: Espero que hayas traído el bañador, Marisa.

MARISA: ¿Cómo no? Llevo desde ayer esperando este momento.

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Hace casi una hora que invitados y anfitriones están gozando de esa soleada tarde en la piscina. Ariana dedica la todos sus cuidados acuáticos a la pequeña Noa. Marisa, sobre el césped, ha tomado el liderazgo dialéctico y le está sonsacando un cumulo de soporíferas informaciones a Nicolás sobre su día a día en los juzgados. Al fin, Eugeni se digna a aparecer. Se le ve sospechosamente feliz.

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NICOLÁS: ¿Cómo andáis, parejita?

EUGENI: Bien. Paula se ha hartado de estudiar para el examen de mañana.

MARISA: Estudiando, ¿eh? ¿En serio?

EUGENI: Sí, claro. Le ha entrado sueño y quería dormir un rato.

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Salva, que desde hace un rato se está secando al Sol, se siente aliviado. Ese crío no miente. Es incapaz de faltar a la verdad sin sonrojarse y exhibir su repertorio de tics nerviosos. Le conoce mejor que nadie en el mundo; mejor que el propio Eugeni.

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SALVA: Voy a dentro; a lavar los platos.

NICOLÁS: Ni lo sueñes. Los invitados no hacen esas cosas en esta casa.

MARISA: Déjalo, déjalo. En casa los limpia siempre. Ya que no cocina…

ARIANA: !Si no los limpia él los limpiarás tú!

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Ariana está a cierta distancia, todavía dentro de la piscina con la niña, pero su oído es capaz de captar las pisadas de las hormigas que andan sobre el césped del vecino. Nicolás accede sin oponer más resistencia. No le gustaría cargar con ese castigo.

Al llegar a la cocina, Salva se sorprende por los azulejos negros; por esa especie de mármol marrón; por unos electrodomésticos a juego, todos gris oscuro. En aquella casa, cada ambiente tiene un toque estilístico peculiar de un gusto exquisito.

En cuanto aborda su tarea, saluda a Nico y a Marisa, quienes le observan a través de esa gran ventana que da al jardín. Eugeni se lanza a la piscina con una graciosa acrobacia.

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-¿Todavía no han arreglado el lavaplatos?- dice Paula haciendo acto de presencia.

-… … … No. Tutu madre nos contaba antes queque tendréis que comprar uno nuevo-

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Pese a estar de espalda, Salva no es mucho mejor que su hijo a la hora de disimular su nerviosismo. La chica, por lo contrario, exhibe un sosiego que llega a resultar insultante mientras pisa, descalza, las baldosas de piedra que pueblan el suelo. Lleva puestos unos cortísimos pantalones de pijama que desafían las normas más elementales del decoro, pues su fina tela gris no da alcance para tanta voluptuosidad nalguil. Unas líneas verdes dibujan los límites de esa prenda, muy lejos de donde deberían de estar. Su top blanco tiene pinta de ser muy cómodo, pero tampoco sería la prenda ideal para una chica recatada.

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SALVA: Pensaba que estabas echando la siesta.

PAULA: Sí, pero luego me he puesto a pensar en que estabas aquí y me he desvelado.

SALVA: ¿Por qué no sales a fuera? con los demás? Eugeni se está bañando.

PAULA: No tengo porqué mirar a ese tirillas pudiéndote ver a ti. ¿Siempre lavas los platos sin camiseta? O solo en las casas ajenas?

SALVA: Estaba tomando el sol con… con… ¿Qué haces? No me toques. Nos pueden ver.

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Paula le está acariciando la espalda muy sutilmente, con tenues cosquillas, mientras Salva sigue enjabonando los platos.

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PAULA: Perdóneme, don Arisco. No estaba usted tan comedido la semana pasada.

SALVA: Acabo de saludar a mi mujer y a tu padre. Están ahí mismo.

PAULA: ¿De qué tienes miedo? Con esta estatura y con estas espaldas tan anchas es imposible que me vean detrás de ti. Eres el escondite perfecto.

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Los susurros del bombero, teñidos de urgencia, no alcanzan unos mínimos decibelios. Tras él, las réplicas de Paula tienen un carácter mucho más natural.

Al principio, la quietud de Salva intentaba no llamar la atención, pero, en estos momentos, las caricias de la chica ya han adquirido suficiente valor, por sí mismas, como justificar dicha inmovilidad.

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SALVA: ¿Qué estás haciendo con mi hijo? ¿Por qué juegas así con él?

PAULA: Porque cuanto más me quiera él, más fuerte te tendré agarrado por los huevos.

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Las manos de Paula se infiltran por debajo del bañador de Salva. Se ha propuesto escenificar su última frase y, sin oposición alguna, se apodera de los cojones de su invitado. Ese estampado de camuflaje militar se ve deformado, de pronto, por el manoseo indecente que tiene lugar debajo de la encimera.

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-¿Qué contestas a eso? ¿Te los tengo bien agarrados?- con tono desafiante.

-No mh… … No me aprietes tanto, Paula. Esto no… … no es un juguete-

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Las oscilaciones emocionales que baraja Salvador, desde su llegada a esa casa, le tienen bastante patidifuso. Ha empezado con una gran incomodidad, luego le han seguido unos celos injustificables, luego alivio, calma y ahora…

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PAULA: Eugeni te adora. Y tú le quieres todavía más. ¿Cómo no? Es tu único hijo.

SALVA: Por eso no puedo hacerle esto. ¿Me oyes?

PAULA: Pero es que ya se lo hiciste. ¿Recuerdas? Eso ya no lo puedes borrar.

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Paula, muy pegada a él, sigue jugando con sus pelotas. Mientras, aquel desatendido trabuco va recaudando, con carácter urgente, gran parte del flujo sanguíneo que emana del creciente pulso de Salvador.

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-!Vaya!- dice musicando su exclamación -Aquí hay alguien que me requiere-

-!No! no no... Espera. No tengo control sobre eso- admite incómodo.

-Ya lo sé. Ahora mismo no tienes control sobre casi nada- contesta altivamente.

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Paula da un paso atrás. Hasta el momento, Salvador se había esforzado para no incluirla en su ángulo visual, pero, a estas alturas, esa actitud tiene poco sentido ya. Se ha dado la vuelta y la contempla en todo su esplendor. La chica se mueve sinuosa: está usando la goma que llevaba en su muñeca para recoger su pelo negro en una larga cola que le llega más abajo de la cintura. Fruto de esta maniobra, al levantar los brazos, sus jóvenes tetas se asoman libremente por debajo del top. El bañador de ese lavaplatos accidental acaba dibujando una notable tienda militar.

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-¿Qué miras?- pregunta Paula simulando enfado por tan lascivas miradas.

-No puedo seguir con esto. Esto no puede…- torturado por la culpa.

-Dime una cosa- le interrumpe ella

-¿Crees que Eugeni se enfadaría menos si le dijeras que solo me has follado una vez?-

-¿Q.Qué? ¿A qué viene esto?- sorprendido y con los ojos muy abiertos.

-El mal ya está hecho. Nada de lo que hagas empeorará lo que le hiciste el sábado-

-No. Qué… … Solo digo qué...- viéndose otra vez interrumpido.

-Mira hacia el jardín o sabrán que estoy aquí- le susurra mientras se arrodilla.

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Nada más obedecer esa orden, nota como un tirón seco libera su polla, la cual golpea con ímpetu sus marcados abdominales. Completamente rígido, no es capaz de oponerse al perverso ejercicio que está desempeñando su presunta nuera.

Paula empieza a chuparle la verga con una gran naturalidad. Se la mete muy adentro en cada acercamiento. No deja de masajearle los huevos en ningún momento, e incluso se permite desatender bocalmente a ese nabo colapsado para saborear, uno tras otro, aquellos turgentes huevos maduros. Su turgencia, obviamente, no se debe a su juventud, sino al tirón escrotal que ejerce tan imperioso tronco fálico desde arriba.

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-!Papá! !Papaáh! !Mira cómo me tiro!- grita Eugeni desde lejos haciendo una pirueta.

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Los sutiles gemidos de Paula, por debajo, terminan de aliñar esa sórdida escena. La chica estaba en lo cierto: cuanto más terrible es su traición, más cachondo se pone.

Salvador se fustiga, cual masoca, causándose daños emocionales que le duelen en el alma de un modo muy depravado y vicioso.

Intenta mantener la quietud, pero las sensaciones que recorren su cuerpo le provocan incontrolables convulsiones.

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-¿Estás bien, cariño?- le pregunta su mujer a pocos metros.

-!Sí! Sí si- contesta él intentando disimular su espanto.

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El marco inferior de la ventana eleva unos centímetros el umbral de su intimidad fálica, pero, aun así, el riesgo persiste.

Su mujer, extrañada, solo le aguanta unos segundos la mirada mientras Salva vuelve a coger el salvauñas y hace como que lava un plato. Pronto, Nicolás vuelve a reclamar la atención de Marisa con sus aburridos argumentos, y el peligro pasa de largo.

Eugeni sale de la piscina y le dedica un teatral saludo a su padre. Por poco tropieza con Noa, quien lleva unos manguitos hinchables de Dora la Exploradora. Ariana no se separa de ella.

En el jardín de los Lucena está teniendo lugar una amena sociabilización distendida, pero, tras el fregadero, las cosas son muy distintas. Paula está babeando las partes nobles de Salva sin la más mínima contención salival. Efectúa mordiscos traviesos y se golpea la cara con ese duro falo erecto. Su repertorio es más creativo aún que el del pasado sábado, y su juguetona lengua está representando un papel tan virtuoso que bien merecería un Oscar a la mejor interpretación vocal.

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-Podrías follarme sin siquiera quitarme la ropa- faltándole el aliento.

-Con estos microshorts… … no lo dudes- negando con la cabeza.

-Pues vamos. Fóllame… … En el suelo- indicándole el espacio que debe ocupar.

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Un repaso fugaz a su entorno le permite percatarse de que ninguna de las personas que habitan sobre el césped proyecta la más mínima intención de entrar en casa.

Nadie está ahora pendiente de él, allá a fuera. Como si se desmayara, se deja caer sobre las baldosas de piedra. Paula no pierde el tiempo. Se encarama rápidamente encima de él y desvía la tela de su diminuto pijama para que no represente ningún impedimento. El chocho mojado de esa atrevida adolescente engulle, lujuriosamente, la polla de Salvador, y no tarda en describir una obscena y repetitiva trayectoria que hace botar y rebotar sus opulentas nalgas salvajemente.

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PAULA: Oh… oh… oOh… Joder… j0der… !Qué bien!… fóllame… fóllame.

SALVA: Mmnh… … ooOh… … Paula… … Que mala eres… … Oo0h… … Mngh.

PAULA: Cállateeeh… OoOh… Pero que pedazo de pollaaah… !Cómo la sientooh! …Oh.

SALVA: Sshht… Cuidadoooh… Mmnoh… NoOo grites… … ooh… … p0r favoohr… o0h.

PAULA: Sí… … Sí… sí… Fóllame suegro… … o0Oh… … Que bieeen… … Que gustoOoh.

SALVA: Oh… … Paulaaah… … Qué buena estaaaás… … No lo puedo creeer… OooOh…

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La adrenalina se dispara en el cerebro de Salva, pues desde donde está no puede asegurar la discreción de la barbaridad que está perpetrando, junto a esa niña, en el suelo de la cocina de sus padres. Aquella sensación tan trepidante acelera el proceso y no tarda en sentir el vértigo de su imparable eyaculación.

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-Paulaah… …hhh… … !Paula quita!- desenfundando justo a tiempo.

-¿Yaaaah?- pregunta ella tímidamente.

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Un clamoroso chorro de semen le da la respuesta pertinente. Ese flujo salpica, con gran presión, parte del torso de su propio autor; incluso llega a mojar su bañador, todavía a media asta.

La imponente voz de Nicolás entra en escena sin apenas conceder margen de reacción:

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-!¿Tú quieres hielo, Marisa?!- mientras entra en la cocina.

-!!Un solo cubito para mí!!- contesta ella a lo lejos.

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Salva ha conseguido ponerse en pie y recuperar su primaria pose frente al fregadero. Está terminando de subirse el bañador cuando su rollizo anfitrión se percata de que la presunta siesta de su hija no se ha prolongado tanto como era de esperar.

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-¿Qué estás haciendo tú aquí?- le pregunta extrañado y con desconfianza.

-Pero, papáh- tragando saliva -¿Cómo dejas que los invitados laven los platos?-

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Salva no se pronuncia; ni siquiera es capaz de voltear la cabeza para mirar al hombre de la casa. Paula casi se ahoga tratando de disimular su respiración acelerada. Tiene la espalda pegada a la despensa para proteger el decoro de sus nalgas, pues nadie de su familia ha de saber lo indecente que es su pijama. Su paralizada pose termina de ilustrar una escena totalmente descuadrada.

El silencio de Nicolás empieza a congelar ese escenario justo cuando su mujer aparece en la cocina. Salva se ha limpiado como ha podido con la esponja, pero su bañador está mojado de babas, de esperma, de agua, de espuma jabonosa...

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ARIANA: Marisa quiere un poco más de helado… … … … ¿Pasa algo?

NICOLÁS: Nada. Que Salva todavía no ha limpiado ni la mitad de los platos.

ARIANA: ¿Pero qué te ha pasado? !Estás empapado!

SALVA: No. Es que este grifo tiene más presión que el de mi casa y…

ARIANA: Menudo bombero. Espero que se te de mejor manejar la manguera.

PAULA: Es qué esto no lo tienen que hacer los invitados, mamá.

ARIANA: Déjalo, Salva. Ya termino yo. Ya me estoy acostumbrando.

NICOLAS: ¿Y tú no estabas durmiendo?

PAULA: Si, pero me habéis despertado con los gritos que pegáis, sobre todo Noa.

ARIANA: Haz el favor de no pasearte así, Paula. No querrás que a Eugeni le dé algo.

PAULA: Vale.

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Ariana no sería tan indulgente con su hija si supiera como luce ese escueto pijama por detrás. Se enfunda los guantes y se pone manos a la obra. El relevado nota como Nicolás le clava la mirada.

Sin supervisión alguna, Paula ha podido escabullirse hacia su habitación, discretamente, sin levantar mayores suspicacias. Mientras tanto, su padre sigue supervisando a Salvador:

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NICOLÁS: Tío. Eres un auténtico desastre como amo de casa.

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El tono de dicho reproche parece más desenfadado, y el furtivo follador empieza a tranquilizarse. Le responde con una sonrisa resignada y unos gestos cómicos que claman al cielo.

Ha estado cerca; más aún que la otra vez. Sabe que está jugando con fuego y eso no es propio de un buen bombero.

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PARQUE DE BOMBEROS

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viernes 30 junio

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En el centro de operaciones de los bomberos de Fuerte Castillo no suele haber ninguna presencia femenina. Es un hervidero de testosterona y eso es fácilmente perceptible en la incorrección de las charlas que tienen lugar en su seno. El machismo se disfraza de humor negro en una disyuntiva que difumina los verdaderos valores de cada uno de los funcionarios que integran la plantilla. En ese caldo de cultivo cohabitan verdaderos paletos retrogradas, cachondos mentales y hombres como Salvador, quienes personifican un talante más decente.

Claudio puede que sea el colega más cercano de Salva. Tienen edades similares, entraron en el cuerpo en la misma promoción, comparten arduas experiencias entre las llamas… Son compañeros de fatigas e incluso, en una ocasión, ese calvo fornido llegó a salvarle la vida. No se cansa de recordárselo.

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CLAUDIO: Eh, Damisela, ¿qué haces aquí fuera tan solo? ¿No habrás vuelto a fumar?

SALVA: No. Qué va. Estoy esperando a mi hijo. Quiere enseñarle el parque a su novia.

CLAUDIO: Wah. ¿El pequeño Eugeni ya tiene novia? !Carajo! Que rápido pasa el tiempo. Voy a dentro. Tengo que apretarle las tuercas a Roque.

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Un sol intransigente castiga el asfalto de la base anunciando, con vehemencia, la irreversible llegada del verano. Hace solo una semana que las lluvias daban forma a los últimos coletazos de la primavera, pero esas nubes negras han quedado ya en el olvido.

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PAULA: !Ya estoy aquí!

SALVA: Hola, Paula. ¿Dónde está Eugeni?

PAULA: No podrá venir. Me está haciendo un trabajo de lengua.

SALVA: ¿Él te hace el trabajo? ¿Y no podía dejarlo para otro momento?

PAULA: Es que lo tengo que entregar esta tarde y no me daba tiempo.

SALVA: Podría haberos enseñado el parque cualquier otro día.

PAULA: ¿Por qué te quejas tanto? ¿Es que no te alegras de verme?

SALVA: Sí. Digo: no, pero no entiendo porque…

PAULA: Él ya ha venido otras veces. Ya se lo conoce. Le he pedido que no lo anulara.

SALVA: ¿Por qué no haces tus propios trabajos? No me gusta que te aproveches de él.

PAULA: ¿Quieres que hablemos de quien trata peor a tu hijo? ¿De lo que le haces?

SALVA: Eso no volverá a pas… !Pero Paula! ¿Cómo vas así?

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La chica ha andado unos pasos para asomarse al interior del parque de bomberos dando una nueva perspectiva de sus sinuosas curvas traseras al pretendido guía de su visita. El atrevimiento de su vestimenta tejana es inconcebible.

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SALVA: ¿Es que tu padre te deja salir así de casa?

PAULA: Claro que no. Ni me han visto salir ni me verán llegar.

SALVA: Pero ¿por qué haces esto? ¿No te da vergüenza ir así?

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Rotando sobre sí misma, vuelve a ponerse de cara a su suegro. Estira sus brazos entrelazando los dedos a su espalda en un gesto que parece intentar cubrir la desnudez de sus nalgas. Sonríe con picardía mientras inclina la cabeza y se encoge de hombros cómicamente. Se trata solo de una pose fugaz. No hay nada que la enorgullezca más que su propio culo y goza con cada mirada obscena que recibe a raíz de su desvergonzada actitud.

A pocos metros, Claudio y Roque ya se han percatado de la presencia de la chica. Este último es el decano del cuerpo. A diferencia del otro, todavía da continuidad a los pocos cabellos blancos que le quedan cerca de las orejas. Es viejo, bajo y gordo. Ya no le queda mucho para jubilarse. Su personalidad conserva tics propios de otros tiempos y carece del más mínimo tacto a la hora de tratar con el resto de la gente. Afortunadamente, aquí todos se lo toman a broma y nadie desea corregir su abrasiva oratoria.

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ROQUE:   Eh, Teo, Mira que moza se ha traído Salva.

TEO:        No es Marisa, ¿no?

CLAUDIO: Ya quisiera su mujer tener un culo como ese.

ROQUE:    Dime que me falla la vista, hermano. ¿De verdad se le asoman las nalgas?

CLAUDIO: Es la novia de su hijo. Estarán esperando a Eugeni para la visita guiada.

ROQUE:    Qué hijoputa ese niño. !Pero si hace dos días era un bebé!

CLAUDIO: Ni que lo digas, brody, el tiempo pasa jodidamente deprisa… como jode.

TEO:         No lo sé. Está muy lejos.

CLAUDIO: No me seas mongolo, Teo. Deja el puto ordenador y ven aquí.

ROQUE:    A dos días de retirarme y aun me dará un infarto; parece un tópico de una peli americana de policías… ¿También vale eso para los bomberos?

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Teo se une a la fiesta. Parece el típico mejicano a raíz de su bigote tupido y de un pelo rizado y muy oscuro. Pese a ser el de menor estatura y el más reservado, cuando se trata de combatir las llamas se convierte en una fiera incansable.

Se ha levantado de la pequeña oficina que hay al lado de los camiones y se acerca a sus dos colegas, quienes intentan disimular sus viciosas miradas haciendo como que hablan del enorme vehículo sobre el que se apoya Roque.

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CLAUDIO: La está riñendo por llevar esos microshorts, ¿no?

ROQUE:    Eso parece. No me extraña. Menuda lagarta se ha pillado Eugeni.

CLAUDIO: Calla, calla… Salva levantando la voz. Lo nunca visto.

ROQUE:    Cállate tú. A ver si nos enteramos.

CLAUDIO: Wooh. Mierda. Que vienen para aquí. Teo, cuéntanos como les va a…

ROQUE:    ¿Qué pasa, Salva? ¿No nos presentas a esta preciosa señorita?

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Todavía con un semblante enfadado, Salvador se aproxima a sus compañeros, repleto de recelos. Sabe la clase de comentarios que estará suscitando la atrevida indumentaria de su nuera en un ambiente tan cavernario. Tras un suspiro de hastío, se pronuncia:

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SALVA:     Es Paula, la novia de Eugeni. Había quedado con ellos para enseñarles la base, pero mi hijo no ha podido venir. Así que se lo enseñaré todo y se irá.

ROQUE:   !Pero bueno! ¿Qué son esas prisas? No tiene porqué irse si no quiere.

SALVA:     Sé que os costará lo vuestro, pero espero que seáis educados y respetuosos.

CLAUDIO: Por favor, damisela: nos dejas muy mal. Ni que no fuéramos unos caballeros.

PAULA:     ¿Por qué le llamas damisela a mi suegro?

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La chica se inicia en la conversación esgrimiendo una luminosa sonrisa llena de interés. Su pose se doblega juvenilmente escenificando una tímida coquetería.

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CLAUDIO: Le llamo así porque es una damisela en apuros y yo soy su salvador.

SALVA:     Me salvó la vida en un incendio forestal, cuando me rodeaban las llamas.

PAULA:     !Menuda ironía! El Salvador salvado. ¿Eh, Salva? Ja, ja, jah.

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La chica se ríe, sobreactuando, mientras le lanza un puñetazo en el brazo a su tutor. Los demás barones del círculo se miran con complicidad. No solo esos shorts de son indecentemente cortos, sino que su pequeño top veraniego pronuncia, todavía más, sus notables tetas adolescentes. Unas pequeñas sandalias, sin florituras, completan su escaso atuendo.

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-Vamos a arriba, Paula. Te voy a enseñar los dormitorios y…- con urgencia.

-Valep- contesta ella, con voz aguda, como si su respuesta contuviera una sola sílaba.

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Salva toma la delantera de su ruta turística y anda hacia las escaleras. Paula le sigue exhibiendo sus generosas nalgas con unos andares serpenteantes propios de una cinta pornográfica.

Tras ella, los dispares compañeros de su guía coinciden, con sus lascivas miradas babosas, en ese binario foco basculante. Nada más subir los primeros escalones, Paula vuelve la cabeza para comprobar lo cautivador que es su fastuoso culo. Ninguno de los tres logra cerrar su boca ni dejar de mirarla.

Aun suenan sus pasos cuando, finalmente, sus tobillos se esconden tras el margen superior del umbral de esa puerta.

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ROQUE:    Pero qué guarra.

CLAUDIO: Cómo nos ha mirado, la muy zorra.

ROQUE:    Teo, ¿tu hija no tendrá su misma edad?

TEO:         Roque… … No metas a Lara en esto.

CLAUDIO: Hay que ver cómo crecen las niñas hoy en día.

ROQUE:    Suerte que los tuyos son todos niños, ¿no?

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Teo emite un hondo suspiro resignado y se encamina, de nuevo, a la oficina. Los otros dos, tras observar esa espantada, regresan su atención el uno sobre el otro.

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-Mira- le ordena Claudio mientras empuja su pelvis hacia delante.

-!Madre mía! ¿Estás de guasa?- contemplando aquella protuberancia tan notoria.

-Soy una bestia sexual, no como tú. Seguro que llevas décadas sin ponerte palote-

-Dame unos minutos con esa nena y te aseguro que mi tranca vuelve a las andadas como en los mejores tiempos- cerrando el puño desafiantemente.

-Pídeselo. A ver qué opina Salva- rompiendo su pronuncia con su propia risa.

-Ahora mismo sería capaz de loquearle y violar a esa cría- regresando su mirada más allá de la puerta que da acceso a los escalones.

-Si te escuchara tu amada esposa…- dice con fingido desprecio.

-!Vendería a mi mujer solo por poder correrme una vez en ese culazo!- le escupe agarrándole violentamente de la solapa.

-!!ROQUE!!- le recrimina Salva desde la obertura superior que conecta la barra deslizante con la segunda planta.

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[LA NALGONA Y EL PADRE DE SU ENAMORADO] 2,1/5

-por GataMojita-