La joven esposa

Lo que empezó como un matrimonio de conveniencia, termina en este relato en un excitante trio junto a la piscina.

ALBERTO

El verano entraba en su recta final y el termómetro colocado en el jardín marcaba los 35 grados otro día más. Un calor casi asfixiante en la horas puntas del día y que Gerardo aprovechaba para prolongar sus baños en la piscina aprovechando que el verano se resistía a dejarles.

-¡Cielo! -El grito sonó dulce, tierno, como unas melodiosas notas musicales resonando en el aire de improvisto-, hay un señor preguntando por ti.

De inmediato, Gerardo salió de la piscina chorreando agua por toda su piel morena. Se acerco a Paulina, la joven que le llamaba y que no era otra que su esposa, y le dio un seco cachete en sus tiernas y tersas nalgas produciendo una mueca de complicidad en los carnosos labios femeninos.

-Ahora nos vemos, ve preparando algo de beber bien frio –ordeno mientras se dirigía a la puerta al encuentro de la visita y echando intermitentes miradas a su esposa.

Paulina era su sueño hecho realidad. Tenía 20 años y era una hermosa hembra de origen latino que expresaba sensualidad por todas las células de su escultural figura. Y todo había empezado unos meses atrás, con lo que en principio iba a ser un matrimonio de conveniencia con una joven y desconocida extranjera, que día tras día, semana tras semana fue cambiando, sobre todo en los dos últimos meses donde ambos se dieron cuenta que tenían en común muchas más cosas que unos meros interese legales, desembocando su relación en la etapa más excitante y pasional en la vida de Gerardo, porque como el mismo se había definido antes de la llegada de Paulina, se estaba convirtiendo en un aburrido cuarentón divorciado, de buena posición y algo vicioso en el mundo de la pornografía en internet.

Ahora todo era diferente y Paulina ya le había regalado su excitante cuerpo en intensas sesiones de sexo apartando sus intereses iniciales, incluso habían fantaseado con experimentar…y por eso se encontraba aquella tarde Mario en casa.

-Pasa Mario, pasa al jardín.

Paulina saludo con un caluroso abrazo y dos suaves besos al invitado y este no pudo evitar seguirla con la mirada cuando la joven se disculpo para ir a buscar las bebidas.

El compañero de Gerardo era un hombre casado y según sus propias palabras cuando el alcohol le hacía saltar la lengua en las sesiones pos laborales, su matrimonio ya no le aportaba nada, sobre todo en el sexo aunque él era un hombre bastante atractivo y tal vez por eso, Gerardo le había elegido.

Y le había invitado a su casa con la excusa de enseñarle unos informes relacionados con el trabajo.

Los dos compañeros se acomodaron en una mesa de jardín cerca de la piscina, mientras Paulina dejaba unas cervezas frías al lado. Gerardo observaba con disimulada excitación, como su amigo seguía con la vista a su mujer, que tan solo llevaba puesta una fina bata semitransparente que dejaba entrever un minúsculo bikini, cada vez más descaradamente.

Tras unos minutos observado el informe en el portátil, Gerardo invito a su compañero a darse un baño en la piscina.

-Pero no me traje bañador –expreso un tanto sorprendido.

-Puedes ponerte uno de mi marido –sugirió Paulina que no dejaba de revolotear alrededor de los dos hombre como una abaja traviesa.

-O desnudo –bromeo un tanto nervioso el propio Mario-. Bueno mejor en bóxer.

-No te atreves a hacerlo desnudo -le desafió Gerardo.

-¿Que no me atrevo? –soltó su compañero sintiendo como sus mejillas se ruborizaban y como si retrocediese en el tiempo, dejando muy atrás sus 32 años actuales y volviendo a sentirse un joven a punto de cometer una diablura. La visión de la joven latina a escasos dos metros sonriéndole pícaramente con sus grandes y erguidos pechos marcándose tan claramente en su bata como los brillantes rayos del sol en el agua de la piscina, le dio alas. Miro a Gerardo-. Sí que me atrevo..., si no te importa a ti claro.

-Por supuesto que no, y a Paulina tampoco, verdad cariño.

-Claro que no.

Mario empezó a quitarse la ropa tímidamente mirando a sus anfitriones, sobre todo a la chica que le devolvía las miradas con ingenuo descaro. Como un niño nervioso al principio, pero la fresca y excitante imagen de la joven esposa de su compañero tan cerca de él, le hizo perder toda timidez.

Por fin quedo en bóxer, unos bóxer negros que se ajustaban a su aun bien conservado físico y que dejaba entrever una incipiente y notable erección. Enseguida Mario se metió al agua.

-¡Uaah que rica! –Gritó sumergiéndose por completo en la pequeña piscina-. ¿Por qué no os metéis?

-Acompáñale cariño.

Paulina, sin hacer esperar a que su marido tuviese que repetir las palabras, se quito la blusa quedando tan solo en un minúsculo bikini rosa que se ajustaba exquisitamente a su piel morena.

Enseguida se metió y se acerco a Mario que rápidamente la salpico agua jugueteando como un niño.

-Aay que maloo –se quejo dulcemente la chica a la vez que le devolvía el agua.

Esta vez Mario la cogió de los hombros y la hizo una aguadilla.

-Aaaah jajaja, me vas ahogaaar –gimió sensualmente Paulina cuando volvió a emerger abrazándose a Mario que al sentir el cuerpo caliente y terso de la mujer tan pegado a él, no puedo evitar que su erección creciese casi al límite.

El abrazo de la joven se acentuó sobre el cuerpo de Mario que no pudo evitar echar una mirada furtiva a su compañero.

  • ¿No te metes cariño?

-No, divertiros vosotros –contesto Gerardo al tiempo que se ponía en pie mirando a la pareja.

Paulina intento hacer una aguadilla a Mario que se resistió, notando como se acentuaba la presión de los duros pechos pegados a su cuerpo, forcejeo y vio como el sujetador de la chica se desprendía dejando los hermosos y morenos senos desnudos ante su vista.

-Lo…, lo siento no quería, fue sin querer

-No pasa nada –la picara sonrisa de Paulina se intensificó.

-Jajá –rio Gerardo-. Vamos ahora la puedes agarrar mejor.

Paulina se abrazo esta vez a Mario de una forma más sensual.

-No pasa nada tonto –las palabras sonaron como balas de placer en el oído del hombre que al mismo tiempo, noto como la joven frotaba su pelvis con una exquisita suavidad sobre su bóxer ya totalmente abultado-. Vamos, no pasa nada

Mario volvió a echar una fugaz mirada por encima del hombro de la chica a su compañero, que les miraba complaciente desde el borde de la piscina, no pudo resistir entonces que sus manos recorriesen la espalda desnuda de Paulina hasta llegar a las duras nalgas que asió con firmeza por encima de la tela, apretándola contra él.

-Aah –gimió levemente la joven.

-Joder –exclamo el hombre pasando sus manos por debajo de la tela-, joder -repitió al tiempo que notaba como su boca se juntaba a los ardientes labios de la chica, comenzando un beso en el que las lenguas comenzaron a jugar en un extasioso baile de movimientos.

Las manos de Mario abandonaron las duras nalgas y subieron por los costados mojados hasta alcanzar los pechos, donde se movieron intensamente, aplastándolos con suavidad, rozando los pezones duros y protuberantes, donde se atascaban los dedos.

-Vayamos fuera.

-si –asintió la joven que presidio al hombre casi pegado a ella.

Los dos abandonaron el aguan ante la mirada de Gerardo y pararon en el césped, enseguida Mario volvió abrazar a la chica comenzando a comer nuevamente su boca, dirigiendo sus manos por cada rincón del cuerpo femenino hasta que sus dedos pararon indecisos en el borde de las bragas.

-Quítamelas –susurro Paulina.

Sin esperar más, las manos del hombre bajaron las bragas dejando totalmente desnuda a la joven esposa, los dedos recorrieron el sexo totalmente limpio de pelos hasta que encontraron la húmeda apertura y uno de ellos comenzó a introducirse con suavidad.

-Aah cielo –gimió la joven notando el dedo penetrar en su interior a la vez que se giraba en un lento movimiento quedando sus nalgas pegadas al ya duro paquete del hombre que aumento sus caricias en el humedecido sexo-, aah, sii, sii, cielo

Mario sintió un escalofrío cuando noto como los finos, suaves y hábiles dedos de la joven se introdujeron dentro de su bóxer empapado, buscando su presa, palpando su dureza que ya comenzaba a doler, hasta que noto como la mano femenina rodeaba su pene y lo movía con delicadeza pero con extrema pasión, causándole una irresistible sensación de placer.

-¡Aaag joder! –jadeo. Una de sus manos presiono con fuerza, casi pellizcándolo, uno de los grandes pechos de la chica-. Quítame el bóxer

-Si

-Quiero que me lo quites y me comas la polla, estoy a reventar.

Paulina se giro, mirando primero a su marido que ya tenía una mano dentro de su bañador, y después a Mario, arrodillándose con increíble sensualidad y sumisión delante de él; sus manos asieron con suavidad el bóxer y tiraron hasta que el miembro quedo totalmente libre, erecto, el glande relucía mojado y rosado en la claridad del día, la joven paso suavemente sus labios por la punta hasta que gran parte del miembro quedo dentro de su boca, entre los gemidos placenteros del hombre. Enseguida los movimientos de sus labios rozando la piel rugosa y el de su lengua en el interior, se acompasaron, fue entonces cuando Gerardo, ya totalmente desnudo se acerco a su mujer, acomodándose de rodillas completamente pegado a ella, rozando su miembro duro entre las nalgas femeninas y jugando con sus dedos en el sexo caliente y excitado, mientras las manos de Mario, la cogían de la cabeza y comenzaba a dirigir el movimiento en la boca cada vez más fuerte y rápido.

Durante unos minutos permanecieron los tres en esa danza sexual envueltos en gemidos.

-¡Joder no aguanto más! –Exclamó de pronto Mario-, estoy a punto.

-Espera –dijo serenamente Gonzalo-. Fóllatela.

Esta vez, fue su propio marido quien cogiéndola de las axilas la "obligo" a colocarse a gatas entre ellos dos, Mario ansioso, se coloco detrás, en cuclillas y cogiendo su pene que palpitaba en su mano, lo paso lentamente entre los ardientes y sonrojados pliegues vaginales de Paulina, soltando prácticamente de inmediato un alarido de placer, después, coloco el glande en la entrada de la húmeda cavidad y empujo vigorosamente notando como su miembro rozaba cada centímetro del interior de la joven.

Paulina se estremeció y se arqueo al tiempo que el pene de su marido ahogaba sus gemidos cuando lo introdujo en su boca, sacándolo y metiéndolo en lentos pero acompasados movimientos, observando a la vez como Mario aumentaba el ritmo de sus embestidas sobre su esposa, agarrándola cada vez con mas fuerza, primero de las nalgas y luego de las caderas.

Gerardo saco su miembro de la boca de su mujer y dejando la punta a tos solo unos milímetros, comenzó a masturbarse.

-¡Fóllala vamos! ¡Dale fuerte! –le animo a su amigo con una latente excitación.

Las palabras de su compañero y el placer inmenso que le proporcionaba la joven a la que penetraba cada vez mas extasiado, apuntillaron a Mario, sus manos buscaron los pechos que se movían al tremendo ritmo de sus embestidas y los apretaron con tremenda fuerza. "Ahhh ostiaaaas que gusto". El hombre sintió su miembro temblar dentro de la exquisita cavidad de la chica produciéndole un tremendo placer. Notaba que estaba a punto de descargar, pero antes, pudo observar como Gerardo comenzaba a eyacular entre entrecortados gemidos sobre la cara de su esposa que también gemía lentamente mientras el tremendo chorro de semen empapaba cada centímetro de su bonita cara, como si de una mascarilla de maquillaje se tratase; casi al mismo tiempo, Mario noto como las ardientes y tiernas carnes del interior de paulina donde se agitaba su pene, le apretaban de una manera inaguantable.

No pudo aguantar más.

El grito inundo el aire caluroso de las tarde. El hombre noto como chorros incontrolables salían de su interior a una presión que le causaban dolor vaciándose por completo entre incontrolables espasmos. Sus manos aflojaron la presión sobre los duros pechos hasta que soltaron a la joven.

Paulina cayo al césped, jadeando y cubierta por una capa de brillante sudor y llena del reciente néctar de Mario.

Gerardo se levanto y tranquilamente se dirigió a beber una cerveza fría.

Mario les miraba arrodillado, extasiado, con un rictus en su cara como si hubiese pasado la experiencia más maravillosa de toda su vida, intentando controlar y devolver a la normalidad las convulsiones que aun atenazaban su cuerpo, temiendo que lo que acababa de vivir fuese solo un maldito sueño.

FIN