La jefa (y el peor día de su vida)
Ella es la jefa, la mujer alfa, implacable y poderosa. Pero, de repente, se ve atrapada en una trampa mortal. Lo bueno es que, hasta en las peores situaciones, puede aparecer un aliado.
LA JEFA (Y EL PEOR DÍA DE SU VIDA).
Ella es la jefa, la mujer alfa, implacable y poderosa. Pero, de repente, se ve atrapada en una trampa mortal. Lo bueno es que, hasta en las peores situaciones, puede aparecer un aliado.
SONYA:
9:00 AM. Entro en el trabajo. Oficina municipal de transportes. ¡¡¡Arggghhh!!! Otro día aguantando a la jefa. No hay quien la trague. Todo el día controlando qué hacemos todos. Continuamente diciéndote como lo haría ella… e insinuando que está mal hecho. Aunque en la oficina es “Señora”, se llama Liliana. Para todos, en el bar de abajo, después de trabajar se llama Lylith… Un terrible diablo legendario.
No ella no es como la Lylith de los cuadros. Es bajita y morena pero es insuperable en mala leche.
Después de todo el día corriendo para cumplir (mediocremente) los encargos de Lylith, por fin salgo. Me voy al centro… no quiero ir a casa todavía. No he quedado con nadie, no tengo una gran vida social. Entro en un bar.
A media cerveza veo un grupo que se levanta… Uno de ellos se queda en la mesa. También va a media cerveza. Se pone unas gafas de leer y hace algo con su móvil. Después lee el periódico. Es un tipo de cuarenta y pico… medianamente bien llevados, viste como un estudiante, me parece fuerte, hace deporte, su pelo es canoso, muy corto… cortado al uno con maquinilla militar.
- Supongo que puedo sentarme -le espeto, mientras me siento frente a él.
No creía que fuera capaz de algo así pero ya estoy en el lío… Me arreglo el pelo de forma coqueta, recojo mi melena castaña, sacando pecho. Llevo algo de escote y la silla está algo separada de la mesa. Él me mira alucinado. Se quita las gafas lentamente… veo que me contempla… mi cara, mi pecho, mis rodillas, mis pies… Estamos en mayo pero hace algo de calor.
- La verdad, es que si querías sorprenderme lo has logrado -contesta aún aturdido.
Pero sigue hablando… Se presenta… Él Frank, yo Sonya. Cuarenta y cinco… quince más. Bueno, somos los dos mayorcitos. Pide dos cervezas más… Pedimos algo de picar, paga él.
¡¡¡Ahhh!!! Han pasado dos horas… Estamos en un motel, estoy sobre la cama, desnuda… Me ha besado con su lengua hasta el fondo. Me ha recorrido con sus manos y su boca entera… chupando mis pezones, mi ombligo… ¡¡¡Ahhh!!! Me está chupando el coño… Lo hace bien, despacio… Toca mis senos al mismo tiempo.
Me siento un poco puta, llegar tan lejos con un desconocido en apenas tres horas. Él para justo antes de que me corra… Sí… me va a follar… quiero ser follada.
Él se baja los pantalones… algo cae al suelo… es como una cartera, veo una insignia de policía brillar.
- ¿Eres poli?, ¿O todavía juegas como los niños?
Él sonríe… Pregunta si quiero comprobarlo. Coge algo en su cinturón.
Parece que sí lo es, o que se toma en serio el atrezzo. Es una locura pero, sumisa, le ofrezco las manos. Él me pone las esposas y se tumba sobre mí… Busca el camino con los dedos me penetra… Me penetra con su pene lentamente, muy lento… un poco más rápido, más rápido… rápido del todo. ¡¡¡Ahhh!!! Me corro con furia… retorciéndome, gritando… al moverme bruscamente me duelen las muñecas. ¡¡¡Me encanta!!!
Él va a buscar la llave… y yo cada vez más loca.
- Déjamelas puestas… Me quiero quedar así toda la noche.
- Estás loca -responde-… Primero por dejarte esposar por un desconocido que no sabes si es policía, después por querer quedarte con eso puesto. Los grilletes están unidos por bisagras, no por eslabones. Son mucho más incómodas. Las usamos en patrulla. En cárceles y traslados, se usan las de cadena. Siempre que un prisionero las va a llevar mucho tiempo.
- ¿Se las dejáis puestas mucho tiempo?
- A veces, casi días enteros...
Aguanté cinco minutos antes de pedir ser liberada… Me contó cosas sobre su trabajo, “lo que se podía contar” y yo sobre el mío y mi jefa. Le acabé contando que sospechaba de ella por corrupción… hacía cosas raras con presupuestos, concursos, adjudicaciones…
Por la mañana, me llevó al trabajo. Entré con la misma ropa del día anterior pero con una gran sonrisa en la boca.
FRANK:
Llego a comisaría a primera hora. Antes dejo a Sonya en su trabajo, con su querida jefa. No sé si volveré a verla… Por mí, claro que sí… pero es que le llevo quince años. Sí, es adulta, pero a mí debería parecerme una niña.
Papeleo, expedientes, informes… Cuando empezamos a ir viejos, los policías nos convertimos en funcionarios. Sigo yendo al gimnasio y a la galería de tiro pero sé que ya no es lo mismo.
En un momento libre recordé lo que Sonya me había dicho sobre la corrupción en su oficina. Tenía acceso telemático a mucha información… empecé a mirar y, efectivamente, ví alguna cosa que no cuadraba. Yo no tenía acceso ni conocimientos para seguir investigando pero sabía quién podía hacerlo.
No sabía muy bien cómo justificar que lo había averiguado… pero, realmente, no hacía falta. Era una investigación de oficio. Tal vez surgida de una confidencia… como tantas otras.
Hice un pequeño informe y se lo envié… a María. Una inspectora de delitos económicos… Una amiga… bueno, fue mi amiga mucho tiempo, dormía en mi cama… Aquello terminó, tenía que terminar. María es una mujer muy fuerte… puedes estar con ella un tiempo, pero nadie es bastante hombre para que te dure siempre.
A los dos días, María me llama… Como siempre, muy delicada por teléfono…
- ¿Qué, cabroncete, sigues armando líos?
- Y tú sigues siendo amable ante todo.
- Pensé que no iba a ser nada… pensé que sólo era una excusa para llamarme. Pero sí… aquí hay bastante tomate. La jefa, la tal Liliana García, firma todos los chanchullos. Mañana me presento ahí a primera hora y vamos a visitarla.
- Un placer, preciosa…
- No seas pelota...
Llego al día siguiente y a las 09:15 se presenta María. La miro de arriba a abajo cuando entra. Falda marrón hasta la rodilla, jersey blanco… todo ceñido. Sigue igual… fuerte, fibrosa, pelo largo, pelirrojo, piel blanca llena de pecas.
MARÍA:
Entro en su despacho… No te conservas mal… Me llevas cinco años. El pelo irremediablemente blanco, lo rapas para que te caiga menos. Ancho, robusto… sigue yendo al gimnasio… no está definido, menos mal, pero sí fuerte. Un experto en varias artes marciales, campeón de tiro…
Se levanta… coge la pistola…
- No hay prisa -le digo, estará allí todo el día.
- ¿Y por qué vienes tan temprano?
- Me quiero poner un poco al día...
Me acerco a él… Acerco mi cuerpo… Rozo su pecho con mi pecho… Cara de susto, no se lo esperaba… recula un poco.. cobarde.
Sigo adelante… le pongo las manos en los hombros… podría ser un gesto de hermana, de amiga… Acerco mi boca a su boca… Le hablo bajito…
- ¿Cuánto tiempo?, ¿Qué tal ha ido todo?
Vamos… hazlo… yo no voy a empezar…
¡¡¡Ahhh!!! Me abraza… no, me agarra… con fuerza… me besa… con lengua… profundo, húmedo. Me quita el jersey… el sujetador… ¡¡¡Ahhh!!! Me chupa los pezones… ¡¡¡Síii!!!
Le quito la camisa, le bajo los pantalones… Me baja la falda… Me vuelve chupar los pezones… Su mano bajo mi braga… Me mete dos dedos… despacito… va poco a poco… ¡¡¡Ahh!!! me acaricia el clítoris con suavidad. ¡¡¡Ahhh!!! Me mete los dedos hasta lo más profundo… Sabe ser delicado y también brutal… eso me gusta.
Le quito el calzoncillo… Lo veo erecto, preparado, en su máximo tamaño.
Hay un sofá… se usa para dormitar en las noches de guardia… Lo llevo allí… lo agarro por el pene… él se deja. Sabe que me gusta mandar. Lo tumbo boca arriba… Voy encima de él… ¡¡¡Ahh!!! me toca las tetas… ¡¡¡Ahhh!!! me penetra… O soy yo que me pongo sobre la estaca. Seguimos… seguimos… despacio.. rápido… suave… fuerte… Lo veo, se quiere correr… No… Te vas a correr cuando yo te deje. Sigo… sigo… ¡¡¡Ahhh!!! Me corro yo…
Él no acabó… Vale, tú ganas… te toca mandar un poco. Sé bueno.
Me pone a cuatro patas en el suelo… ¡¡¡Me encanta!!! Me penetra desde atrás… me coge del pelo… ¡¡¡Ahhh!!! Soy el caballito… ¡¡¡Me gusta!!! ¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡Ahhh!!!
Termina… por fin… caemos al suelo agotados, sudorosos…
Él se levanta y se va vistiendo como puede… hay un paquete de pañuelos y se limpia un poco. Me lo ofrece…
- Muy bien… ahora vamos a trabajar -dice.
Yo asiento...
LILIANA:
Primera hora, llego a la oficina… Lo de siempre, informes incompletos, formularios con errores… Diosss… ¿De dónde han salido tantos y tantas inútiles? Ya tengo que empezar a pelear… a llamarlos uno a uno para decirles cómo deben hacer las cosas.
A media mañana oigo dos golpecitos en la puerta. Sin tiempo a reaccionar la puerta se abre y entran dos personas: hombre y mujer… ¿Qué hacen aquí?, ¿Cómo les han dejado pasar?, ¿Cómo se atreven a pasar sin esperar mi respuesta?
Los veo desde mi silla, se acercan lentamente. Serán de mi edad… Él es canoso pero de cara aniñada. No es alto pero sí fuerte, la verdad es que si lo veo en un bar, pensaría en invitarlo a algo. En cuanto llegue se va a comer una bronca por entrar así. La chica camina un paso por detrás, pero lo hace firmemente, parece segura de sí misma. Es tan alta como él, buen cuerpo, pelirroja y de piel blanca.
Estoy a punto de soltar un chillido… sea lo que sea, no se puede entrar así… ¡¡¡Ehhh!!! Una placa de policía… el grito se me cae a los pies. ¿Qué pasa?, ¿Qué quieren?
- ¿Qué ocurre agente?, ¿Qué problema hay? -le digo al hombre.
- Se lo explica ahora mi compañera -responde él.
Ella acelera… rodea la mesa y se pone a mi lado… yo no protesto. No le permitiría a nadie un comportamiento así, pero entreveo la pistola bajo la chaqueta de él y eso me infunde respeto.
Tengo a la pelirroja encima… Saca documentos de una mochila. Al moverse veo el arma en su costado… No sé qué pasa pero va en serio.
Me enseña los documentos… Me explica el primero y me empiezo a aturdir… Concursos amañados, comisiones, facturas falsas… Todo eso ha pasado aquí. ¿Ha pasado en mi oficina?, ¿De verdad? Lo peor es que mi nombre sale en muchos documentos, mi firma en algunos… Sí, firmo muchas cosas… corrijo muchos documentos incompletos pero no recuerdo estos. ¿Serían de los pocos que no tenían errores?
- Por favor, levántese -dice la chica secamente, al llegar al último documento, parece claro que soy sospechosa.
- Está arrestada por sospechas de corrupción grave: prevaricación, apropiación indebida y falsedad documental.
Al tiempo que lo dice me agarra una muñeca, ¡¡¡Ayyy!!! Algo metálico me la aprieta… oigo un click metálico repetido, es como una cremallera, como una carraca. ¡¡¡Ayyy!!! Me junta las manos a la espalda… ahora noto presión en la otra muñeca. Me suelta un momento… No lo veo, pero sé que me ha esposado.
Me deja un segundo, después me cachea… tontería porque en el vestido no llevo nada. Todo está en el bolso. Se ha puesto guantes. Me toquetea a gusto… ¿Será lesbiana? Me pasa las manos sobre las tetas… ¡¡¡Ahh!!! Me mete la mano bajo la falda, llega a rozarme la vulva por encima de las bragas.
Me registra el bolso… nada raro: teléfono, llaves, cartera… Mete móvil y tarjetas en una bolsa.
- Esto lo apartamos porque pueden ser pruebas.
Estoy noqueada… balbuceando, digo:
- ¡¡¡Por favor!!!
- ¿Qué? -dice él, tiene voz más suave, me ve indefensa y no se quiere ensañar.
- No me saquen esposada, delante de todos. No me resistiré lo más mínimo pero querría salir de la oficina sin esposas.
Veo la cara de ella… sonríe… parece que me va a decir una crueldad.
- Suéltala ahora. Lleva tú el bolso y la engrilletamos al salir -dice él.
Ella pone mala cara, a regañadientes me suelta… Me froto las manos. Salimos del despacho… Él va delante, yo detrás de él. Ella me sigue, mochila en la espalda y mi bolso en mano.
- Cojan mi chaqueta, por favor -digo ya saliendo.
Ella la coge del perchero con una expresión de terrible enfado. Es una cazadora de cuero roja a juego con mis zapatos.
Atravesamos la oficina con las miradas de todo el mundo clavadas en mí… No pestañeo y miro al frente. Le ordeno a Sonya que cierre mi despacho con llave.
Llegamos al ascensor… Ella pulsa el botón del garaje… Les han dejado aparcar dentro, es lo que hace esa placa que tienen.
- Ahora sí, señora -dice él.
Lo miro, tiene unas esposas en la mano. Es un acero galvanizado con color plateado oscuro, parece sucio.
- Usa éstas -dice la chica alcanzándole un par de esposas rosa.
- Señora “grilletes rosas”, no son reglamentarios -le dice él.
- Y quitarle las esposas a una detenida para que no pase vergüenza tampoco.
- Vale… Junte las manos y acérquelas a mí -me dice él.
Obedezco, me pone las esposas rosas con las manos por delante… No aprieta tanto como antes y es menos incómodo. De todas formas, está siendo el peor día de mi vida. Me suben al coche policial… no tiene sirena ni distintivos, la parte de atrás está separada por una mampara, los cinturones de seguridad sujetan sólo por la cintura. Si fueran por el hombro no me lo podrían poner así, esposada...
Al llegar a comisaría, la mujer me lleva a lo que parece una sala de espera. Hay gente sentada, todos con cara de no estar pasándolo muy bien. Según llegamos, una policía uniformada sale a nuestro encuentro. Me sienta en un banco grande, donde hay otras mujeres.
- ¡¡¡Esposas rosas!!! -dice riéndose.
- Espera con ella, que traigo un cepo para que no escape -le dice a la agente que me arrestó.
Eso del cepo suena muy mal… Me quita los zapatos. Se los lleva junto a mi bolso y mi cazadora. Trae un extraño objeto metálico. Se arrodilla y me agarra los pies… Me dejo hacer, miro al frente, no quiero mirar. Oigo un click, sólo uno, y noto un metal frío en mis tobillos. Me atrevo a mirar mis pies… los veo atrapados con el artilugio.
- A esto le llamamos un ocho -me dice la uniformada, no sé si quiero la información-. No te va a hacer daño, pero no podrás caminar.
En el suelo hay una alfombra blanca… por la textura, casi es una sábana. Ahora que me fijo, mis compañeras de desgracia también están descalzas y con los pies sujetos.
La agente pelirroja, me quita las esposas, las guarda y se va… La otra me obliga a levantar. Puedo estar de pie, pero no dar un paso. Me cachea por completo y me vuelve a sentar.
También hay hombres detenidos en el otro lado de la sala. Allí nadie se mueve, seguramente no pueden. Hay guardias, hombres y mujeres, mirándonos constantemente. Llevan enormes porras pero no pistolas. Cada vez que nos miran, ponen la mano derecha en la porra...
Me tienen esperando una eternidad. Veo como llaman a otras chicas. Cuando una guardiana viene a buscar a una, le libera los pies y la lleva tras una puerta en la pared derecha. Las veo entrar pero no salir…
Con los hombres hacen lo mismo, entran por otra puerta con un guardia masculino. No sé a dónde los llevan. Espero que no al matadero… Si tengo que ir a un calabozo, llevadme pero quitadme esto de los pies. Y pensar que yo voté al partido que defendía tratar más duramente a los presos. Nunca pensé que lo sufriría.
Llevo aquí más de dos horas. Tengo hambre, sed… Ya soy la última en el banco. Le pido agua a un guardia… No dice palabra pero me da un vaso de plástico con agua del grifo. Lo bebo de un trago…
Me duelen los tobillos, tengo calambres en las piernas, me hago pis.
Por fin, se acerca una de las agentes. Grita mi nombre. Con esto en los pies no puedo andar. Me lo quita y me señala la puerta. Camino lentamente... me cuesta andar, temo que me voy a caer. Ella me sigue, cierra la puerta tras de mí. Giro la cabeza, veo que la puerta no tiene manila, no abre desde dentro sin llave.
- Tú talla debe ser la "L" -me espeta ella.
- No lo sé, depende de la marca -respondo.
Me señala una extraña prenda amarilla sobre un banco.
- Quítate todo -me dice.
Sólo llevo un vestido, me lo quito. Ella me invita a doblarlo y a meterlo en una bolsa. Yo me quedo en ropa interior.
- Todo -dice enfadada.
- Quitarse todo es todo... -añade.
A regañadientes, pero me quito braga y sujetador y quedo completamente desnuda. Ella me ofrece de nuevo la bolsa abierta, meto allí las dos cosas.
- Esto va a lavandería -dice mientras anuda la bolsa. La mete en una caja de cartón... veo que en esa caja están también mis zapatos, mi cazadora y mi bolso.
Me ofrece unas bragas blancas. Las pongo... son ásperas, de mala tela pero de mi talla. Después me da la prenda amarilla. Es un mono de tirantes y pantalón corto. Me instruye para ponérmelo por los pies. La parte de arriba es como un tubo hasta el pecho. No me da sujetador. Cierro una cremallera hasta el escote y pongo dos tirantes sobre los hombros. Parten de la espalda y se aseguran con un botón en la parte delantera. Me queda apretado.
- L de chica. Talla perfecta -dice ella.
- Me está apretado -respondo.
- No me seas fina, que esto no es el palacio de la moda. Además, con la dieta de la cárcel todas adelgazáis.
Me ordena que me quite las joyas... Obedezco: anillo, pulsera, gargantilla, pendientes… todo a un sobrecito y a la misma caja.
Al acabar de guardar todo, me enseña unas esposas. Lo entiendo extiendo las manos con las muñecas juntas. Me las pone apretando lo justo… Hasta donde es molesto sin llegar a doloroso. Son como las esposas rosas pero de color negro. Una brevísima cadena de dos eslabones une ambos grilletes. No es tan incapacitante como un cepo en los tobillos, pero no es cómodo. Puedo separar las muñecas no más de diez centímetros.
Así, esposada, me lleva a una especie de despacho mínimo, me sienta frente a la mesa y ella se pone del otro lado. Me entrega un formulario de indentificación. Ha copiado los datos de mi documentación. Me pide que repase los datos y lo firme. Todo está bien... Me cuesta, pero firmo esposada.
Me da otro papel a firmar: mis derechos. No declarar, abogado, avisar a familiares... Firmo.
Tercer papel: lista de objetos personales. Han listado todo lo que tenía en el bolso, el bolso mismo, zapatos, chaqueta, añade la ropa y la bisutería que me acabo de quitar (no, a trabajar no llevo nada bueno). Después de firmar, me toma las huellas y me hace varias fotos.
Me entrega una especie de sandalias con suela de esparto plana y dos tiras de tela amarilla, sin lazos ni hebillas, como unas chanclas.
Coge una tira de tela amarilla y escribe un número con rotulador y caracteres gruesos. Después la pone alrededor de mi cuello y la grapa con una gruesa herramienta. Yo me acojono pero no me resisto, permanezco inmóvil.
- Así me gusta, quietecita -dice, mientras corta la parte que sobra.
Terminado todo el proceso me lleva por un oscuro pasillo. Hemos entrado por un lateral, veo las puertas y no hay duda, son los calabozos. Llegamos a uno abierto y me invita a pasar. Entro tímidamente y oigo la puerta cerrarse tras de mí. A gritos me pide que saque las manos por la "rendija" que hay en la puerta. Lo hago y me quita las esposas.
- Ahora te traigo un par de cosas.
Examino mi "suite". Un camastro de hierro con un colchón negro por las manchas, un ventanuco encima del cabecero. Si se abre la ventana de aluminio cuadrada se descubren las rejas que impiden cualquier tontería. Son unos dos metros de ancho por tres de largo. En la pared opuesta a la ventana están la puerta y un mueble extraño... como una combinación de pileta y retrete. Tiene aspecto sucio y no huele muy bien. Me estoy haciendo pis encima, no es momento de remilgos… Orino durante casi un minuto y, por fin, siento algo de alivio.
La policía vuelve y, por la rendija, me entrega unas sábanas, papel higiénico y un vaso de plástico duro. Dentro del vaso hay una pastillita de jabón, como las de los hoteles cutres y un cepillo de dientes plegable con una muestra de dentífrico. Empiezo a poner las sábanas… son ásperas y raídas pero al menos parece que las lavan con lejía.
- Cuando el oficial encargado del caso esté listo, te llamará para presentarte las pruebas e interrogarte -dice la agente antes de irse.
Un rato después me trajeron un intento de sandwich mixto... Digo intento porque era asqueroso... Aun así lo comí... Aparte de hambre sabía que iba a necesitar todas mis fuerzas.
Me tumbo en la cama e intento no pensar.
Pero no puedo… ¿Será cierta la acusación? Yo sólo sé que no participé… Tal vez me engañaron para firmar, tal vez lo falsificaron. ¿Cómo pudo pasar delante de mis narices? Demasiado afán de perfección en todo y acaba resultando así…
Han pasado horas. Para evitar volverme loca me asomo a la ventana. Estoy de rodillas sobre la almohada. He abierto la ventana y me agarro a los barrotes. Esto parece una especie de entresuelo. No está muy alto. Veo la calle… no es una calle principal… pero hay gente, hay una frutería, un bar… coches… gente normal, viviendo.
Alguna persona parece que me mira… ¿Sabrán que estoy detenida en un calabozo? ¿Especularán sobre cuál ha sido mi delito?
¿Cuándo me llamarán?, ¿Qué pasará? Está oscureciendo…
- Ven aquí, manos en la rendija -ese grito me sacó de mi meditación.
Fui hacia la puerta temblando de miedo. Obedecí sacando las manos y enseguida noté la presión de las esposas.
Me condujo fuera de la zona de calabozos. Entramos en un despacho, donde estaba el policía canoso… Sentí un poco de alivio, él me permitió salir de la oficina sin esposas. Me hubiera muerto si me sacan esposada.
Me sentó frente a él.
- ¿Le pongo el cepo, señor? -preguntó.
- No, déjalo sobre la mesa, no creo que haga falta -contestó él.
La uniformada dejó el ocho de acero sobre la mesa y se fue. El tipo me miró de arriba a abajo. Estaba allí, esposada, con un mono amarillo ridículo, que me apretaba y hacía que se me marcara todo. La silla estaba un poco alejada de la mesa y vi como su mirada se paraba en mis pechos y después en mis muslos. ¿Aquello podría ser una ventaja?, ¿Abusaría de su poder y saldría de allí violada además de arrestada?
- Hay un expediente enorme, lleno de irregularidades castigables penalmente -empezó a hablar.
- Todas ellas ocurrieron en tu oficina, tu firma sale en todas partes -continuó.
- Comprobad mis cuentas, mi vida, mis gastos -respondí, como un gato panza arriba-. Vivo acorde a mi sueldo, no veréis pruebas de que tenga ingresos extra.
- Lo hemos hecho… tienes razón -contestó-. Pero eso no demuestra tu inocencia. Podrías estar guardándolo todo en una cuenta extranjera para desaparecer cuando tengas bastante.
Seguimos un rato discutiendo… La verdad es que está siendo bastante profesional, para la mirada lasciva que me empezó dedicando. Yo puedo demostrar que no he usado el dinero malversado hasta ahora pero mi firma en esos documentos es una prueba sólida.
Siento como me voy cansando… Las esposas son incómodas. Gesticulo al hablar y las noto a cada movimiento. Cada vez las noto más apretadas. No sé si se me han hinchado las muñecas. Esta ropa no ayuda… me siento ridícula, humillada, casi expuesta como una esclava a la venta. Después de casi una hora de no lograr demostrar mi inocencia, me derrumbo… comienzo a llorar. Me retuerzo sin control en mi silla.
Se me pasa parcialmente el arrebato histérico… Él me da una servilleta, me seco las lágrimas. Me lleva a un sofá… ¿Para qué tienen aquí un sofá? Me sienta allí, así estoy más cómoda, sí. Se sienta en la silla, delante de mí… Ya no está la mesa por medio, me ve entera, de arriba a abajo. Me habla suave… me intenta convencer de que confiese…
- No puedo confesar, soy inocente -le digo.
- Pues volvemos al calabozo -dice él.
Algo se enciende en mi cabeza…
- No… al calabozo no… ¡¡¡Por favor!!! No quiero pasar la noche sola y encerrada… -le digo, le suplico.
- Tengo que llevarte allí, qué voy a hacer si no.
- ¡¡¡Por favor, no!!!
- No me metas en líos, vamos.
- ¡¡¡No, hazme cualquier otra cosa!!! Ponme eso en los pies, pero no me lleves a la celda.
- Estoy de guardia… voy a estar aquí toda la noche. Este sofá lo usamos para descansar un poco. ¿Seguro que quieres quedarte aquí?
- Sí...
Y me toma la palabra, me aprisiona los pies y vuelve a su mesa… se vuelve hacia un lateral, donde tiene el ordenador y se pone a trabajar con él.
Yo intento dormir… Lo curioso es que lo logro… sujeta de pies y manos me recuesto en el sofá y me quedo frita. Estoy agotada física y mentalmente.
Despierto un par de horas después… Se han apagado las luces y el oficial, mi captor, mi carcelero… dormita en el sofá a mi lado. Es un mueble grande, podemos dormir los dos sin tocarnos…
Querría robarle el arma, huir… seguro que eso sale mal. No le veo arma… ¿Las llaves? Aunque me soltara no iría muy lejos.
Cuando me doy cuenta estaba sobre su entrepierna toqueteándolo… Sin despertarlo, empecé a notar su miembro duro bajo el pantalón… Veo como despierta y sonríe...
Sigo tocando la bragueta con él despierto. La sonrisa se vuelve sorpresa pero no me aparta. Se vuelve duda… pero no lo impide. Continúo, descalzándolo, bajándole los pantalones… Tiene cara de alucinado pero me deja hacer.
Yo me muevo con mucha dificultad. Me coloco de rodillas, frente a él… Él abre las piernas y me deja llegar. Baja el calzoncillo y yo empiezo… a lamer miembro con cuidado, con toda la suavidad y humedad de mi lengua. Con cuidado lo voy introduciendo en mi boca, lentamente… Con algún pequeño acelerón.
Me siento muy puta haciendo esto. A mí, mujer fuerte, poderosa, no me gusta eso de chupar. Me parece algo básicamente machista… Pero sé que los enloquece a todos. Tengo que conseguir como sea que este hombre investigue un poco más, que encuentre al verdadero culpable porque yo soy inocente. Si me dijeran ayer mismo que iba a hacer una felación a un hombre, estando medio desnuda y encadenada, me parecería una locura.
Sigo.. él me acaricia el pelo… Me gusta que me acaricien el pelo. Se va a correr, lo noto, está ahí… ¡¡¡Ahhh!!! Ahora me para, suavemente, pero me para.
No dice palabra, yo estoy helada… Coge una llave, la tenía colgada al cuello de una cadena. Libera mis pies… Bueno, no se lo ha tomado tal mal. Me levanta… ¡¡¡Ahhh!!! Me besa… ¡¡¡Me gusta!!! ¿Me gusta? Hacía mucho que no estaba con un hombre… tanto estrés, no recordaba esto… Me besa el cuello.
Suelta los botones que sujetan los tirantes… El mono cae a mis pies… Sigo con las manos esposadas. ¡¡¡Ahhh!!! Me besa los pezones… su lengua juega con ellos… ¡¡¡Me gusta!!! Baja al ombligo. Lo chupa… lo besa… Me baja las bragas. ¡¡¡Ahhh!!! Me chupa la vulva… el clítoris… Suave… después más fuerte… más rápido… ¡¡¡Ahhh!!! Ahora me voy a correr yo…
Para… me tumba en el sofá, no ha dicho palabra, me maneja con gran suavidad. Yo me entrego, me rindo, me dejo llevar… Hacía años que no me dejaba llevar. Me libera una muñeca… “Raaaack”... Ha enganchado el grillete en el sofá, en el brazo metálico del sofá. Mi mano Izquierda está atrapada, el resto de mi cuerpo libre.
¡¡¡Ahh!!! Ha mojado en saliva sus dos dedos y me está tocando…. ¡¡¡Ahhh!!! los dedos han entrado… hasta el fondo. Cabalga sobre mí… Ahí, está ahí… su miembro duro está entrando en mí… Despacio.. pidiendo permiso… Lentamente… Un poco más rápido… Más rápido: dentro, fuera, dentro, fuera… ¡¡¡Ahhh!!! Lo noto… vamos a llegar a la vez… ¡¡¡Sí!! Me corro, ahogo los gritos, lo araño, me retuerzo… Me duele la muñeca esposada. Noto el líquido cálido dentro de mí…
Él se retira… yo me siento, con mi mano pegada al brazo del sofá. Él se sienta a mi lado.. Jadeamos, sudamos, descansamos… Me apoyo en su pecho… No sé si lo he seducido o él me ha rendido por completo.
Aprovecho el momento… Bajito, intentando hablar serena le insisto en mi inocencia. Le pido que investigue. Le digo la clave que permite acceder a todo el material de la oficina: mandrAgora. Insisto, suplico… acabo sollozando.
Él no habla, apoya mi cabeza en su pecho. Me trata con cariño, no sé si me cree, no sé si duda...
Tengo mucho sueño… el cuerpo me reclama descanso. Me rindo… me duermo sobre él.
FRANK:
Se queda dormida… ¡¡¡Qué capacidad para dormir!!! Yo no sería capaz en una situación así. Dioss… llevaba casi un año sin relaciones y tengo sexo con tres mujeres en dos días. ¿Será de verdad inocente? No parece que mienta… pero las pruebas parecen muy sólidas.
Con cuidado de no despertarla me levanto y la coloco a ella tumbada sobre el sofá. Coloco su cabeza sobre su brazo izquierdo, la giro entera sobre ese lado con cuidado de no tirar. El grillete la despertaría. Le pongo un cojín bajo la oreja. La tapo con una manta… está desnuda.
Yo también… me visto. Espero que nadie se entere de esto… No es muy profesional tener sexo con sospechosas… ni follar antes de salir a practicar una detención, ni recibir una confidencia (casi una denuncia informal), después de tener sexo con una desconocida. Cualquiera diría que me están manipulando a base de sexo…
Me siento en el ordenador… ¿Podré hacer algo con esa clave? Pruebo… Sí, tengo acceso a toda la oficina. Los documentos tenían firma manuscrita escaneada y sobre el pdf se aplicaba firma electrónica. Es normal que el jefe o jefa, faciliten su firma electrónica a sus subordinados… Puede no ser conveniente pero es normal. Pero las manuscritas… Esas son más difíciles de falsificar.
Comparo las firmas como imágenes… punto a punto. Son diferentes… dos firmas manuscritas iguales son un indicio seguro de falsificación. Pruebo otras cosas… todas llevan a callejones sin salida.
De repente lo pienso… si quisiera falsificar las firmas manuscritas usaría firmas de otros documentos… otros documentos de la oficina, sin importancia. Comparo con otros documentos de las mismas fechas… ¡¡¡Bingo!!! Todas las firmas comprometedoras han sido copiadas de otros documentos de fechas cercanas… ¡¡¡Sí!!! Ahora parece inocente.
Veo un manual de procedimientos… ¿Quién tiene la clave para efectuar las firmas electrónicas? ¿Estará documentado? Sí… Sonya Vargas. ¡¡¡Vaya!!! La denunciante… la que me entró a saco en un bar, subiéndome la autoestima de cuarentón calvo.
Hago un informe con todo. Incluyo una declaración mía sobre mi encuentro con Sonya. Se lo voy a enviar a María… Algo me hace dudar… Se lo envío a su jefa.
Amanece, con toda la delicadeza que puedo, levanto a Liliana. Está tan dormida que no parece consciente. Como puedo, la visto y la llevo a su celda. El informe del interrogatorio concluye: culpabilidad no demostrada, investigación en curso. No hay traslado a prisión, permanecerá retenida hasta que se aclare la culpabilidad o no.
LILIANA:
Despierto… un rayo de sol entra por el ventanuco, estrecho pero potente. Bostezo, noto como voy despertando. No recuerdo volver a la celda… Debo haber dormido mínimo diez horas. Agradezco la gran capacidad de mi cuerpo para dormir. No sé qué hora es.
Oigo pasar a una guardiana… Grito “por favor”, primero suave, después más fuerte…
- ¡¡¡Vaya!!! -dice- despertó la bella durmiente. Te traigo algo de comer que estarás hambrienta.
- Gracias -respondo.
Cuando vuelve con uno de esos horrorosos sandwiches, le pregunto la hora… Ya son las 12:00. Pregunto si me llevarán a prisión, ella contesta:
- Ese autobús ya salió a las 8:00 de la mañana. De momento, te has librado.
Como con hambre aunque la calidad no acompaña mucho. Me quedo todo el día comiéndome la cabeza. Me tumbo, doy vueltas en la cama. Intento dormir… ahora no lo consigo. Paseo por la celda: de la puerta a la ventana, de la ventana a la puerta… Me encaramo a la ventana, veo la calle. Hoy debe hacer más frío, la gente va más abrigada. Yo me toco la frente y la noto ardiendo… llevo todo el día sudando a chorro, bebo mucha agua y luego la orino.
Al fin, cuando ya es de noche, la puerta se abre. Veo a la guardiana junto a la puerta, camino hacia ella y extiendo las manos.
- No, sin esposas -dice ella.
¿Quiere eso decir que me van a liberar? O sólo es un detalle humano… esta gente no tiene muchos detalles humanos. Volvemos a la sala donde me desnudé… Me devuelve mi ropa. Sí, sí… Me visto a toda prisa, me devuelve la bisutería, el bolso, la bolsita con mi documentación, el móvil, las tarjetas.
- Sí, eres libre… No quiero volver a verte por aquí -dice sonriendo.
Me deja salir al vestíbulo de la comisaría… Allí me está esperando Frank. No aguanto… lo abrazo… digo gracias mil veces.
Me pide que sea discreta. Me lleva un momento a su despacho… Allí en el ordenador accede a las cámaras de seguridad.
En la sala de espera de detenidos están ¡¡¡Sonya!!! y ¡¡¡la agente pelirroja que me detuvo!!! Las dos detenidas, con mala cara, con grilletes. Sonya era mi principal sospechosa pero la inspectora de delitos económicos.
Eran amantes y cómplices… María le ayudó a preparar tu incriminación por si la pillaban. La corrupción estaba en el punto de mira de otros inspectores de su unidad. Antes de que lo descubrieran preparó un encuentro de Sonya conmigo… Se me insinuó descaradamente en un bar y yo piqué… Me acosté con ella y me habló de la déspota de su jefa y de que sospechaba corrupción. Sabía que yo iba a avisar a María y así se hizo ella con el caso.
Diosss…. Vaya par de… Menos mal que Frank no se dejó engañar.
- A los hombres siempre os engañan por el pito -dije.
- María fue mi pareja mucho tiempo. El mismo día de tu detención se presentó aquí muy sugerente y me folló por los viejos tiempos.
Con algo de vergüenza por lo que me hizo pasar, Frank me acompañó hasta la calle. Bueno, como yo estaba lejos de casa y él acababa el turno, me llevó a casa en su coche particular. Mucho mejor que en el asiento de atrás de la patrulla…
Y al llegar, lo invité a cenar… Tuvimos que pedir comida a domicilio. Discutimos sobre japonés o pizza… Ganó él y tenía razón… nunca habían comido sushi sobre mí y ¡¡¡Me gusta!!!
Han pasado dos meses. Entro en la oficina y todo el mundo me sonríe… Sé que antes decían que necesitaba un novio… Algo de razón tenían. Frank vendrá a buscarme a la hora de salir.
FIN