La jefa de cocina.
Mi primer día en mi nuevo destino, aunque el trabajo sigue siendo el mismo, a una cocina. Gente nueva, normas nuevas, manías nuevas,
Soy un tío de 32 años, alto de complexión normal, la verdad es que no llamo mucho la atención, pero se ve que tengo esa atracción por parte de señoras ya maduritas; que no sé exactamente como describir, pero supongo que será que ellas con sus años de experiencia en la vida, perciben cuando un hombre no las mira solo como una señora, sino como una posible amante a la que lo único que busca es darle los mayores de los placeres posibles en la cama (o en la mesa de la oficina).
En cuanto llegué a mi nuevo destino me presenté a mi nuevo jefe, me esperaban, ya que el que estaba antes en el puesto que voy a ocupar se había marchado hacía unos meses y no habían mandado a nadie a sustituirle. Me presento a mis nuevas compañeras, la jefa de cocina y el resto de cocineras. Son todas ya unas señoras, la más joven 46 años, como a mi me gustan; y la verdad bastante buenas; cada una con lo suyo, pero todas riquísimas para mi gusto.
La jefa de cocina, Ángela, es una señora de 56 años, más o menos 1,60, con unos pechos bastante grandes, con un culo que más quisieran tenerlo muchas de 30; tiene una boquita pequeña pero con unos labios carnosos que más tarde yo comprobaría que además tienen la experiencia de una mujer de su edad; con sus arruguitas típicas de la edad, es una señora muy dicharachera y muy simpática.
Después de un par de meses, ya tenía la confianza cogida con las chicas (aunque sean unas señoras así las llamo), y haciendo el trabajo ya de una manera muy habitual y casi mecánica; y fantaseando mucho con varias de mis compañeras de trabajo, me masturbaba casi a diario imaginándomelas; cómo serían desnudas, o qué ropa interior llevaban, me imaginaba como se retorcían de placer mientras yo les comía el coño. A cada una me la imaginaba, según me parecía, cómo lo debían de llevar, o bien peludito o arreglado, pero lleno de vello, buf, ahora mismo me las estoy imaginando y se me está poniendo la polla dura como un mástil.
Un día por la mañana en agosto llegué a mi oficina, solo estaba una de las chicas, empezando a preparar la comida para ese día, puesto que era verano y había poca gente para comer solo venían una de las chicas y Ángela. En cuanto llegué le dije a la cocinera que si tomábamos un café, invitación que ella aceptó, así que me fui a prepararlo; la cafetera las chicas la tienen en su vestuario, por lo que fui a entrar para preparar el café. Normalmente siempre llamo para ver si hay alguna cambiándose, pero como solo estaba ella y Ángela cuando está en la cocina se nota, pues no llamé y abrí directamente; y allí me encontré a la jefa de cocina completamente desnuda, de espaldas a la puerta en sujetador y tanga de color granate con encajes; se dio la vuelta y me vio, y de frente puedo asegurar que gana tanto como de espaldas, me quedé plantado con la puerta abierta excitado, ruborizado y nervioso por la situación; “perdón” y cerré la puerta de golpe y me metí en mi oficina.
Al rato salí y le pedí perdón, y ella me dijo que no pasaba nada que para otra vez no se me olvidara llamar a la puerta. Yo aún ruborizado y muy excitado me fui otra vez a la oficina, pero no pude aguantar más y me fui al baño de mi vestuario a masturbarme pensando en el culo y en las tetas de Ángela; no me podía imaginar que me corriera de esa manera tan abundante y desenfrenada, no sé si llegué gritar o no emití ningún sonido, solo notaba como mi polla escupía una cantidad impresionante de semen y en mi cabeza solo tenía la visión de Ángela en ropa interior. Me recompuse lo más rápido que pude, limpié todos los restos que había derramado de mi interior y me fui a dar una vuelta para airearme y recomponerme.
Al volver a la cocina me llamó Ángela, y me dijo que le había llamado nuestro jefe que había que preparar una comida para este sábado; menuda gracia me hizo, tenía ya planeado un fin de semana con los amigos, pero no me quedó más remedio que anularlo.
Llegó el sábado, yo llegué pronto, como siempre que había estos acontecimientos; me puse a buscar en el tablón de la cocina el menú que había que preparar, no lo ví; al poco llegó Ángela, se lo dije y me comentó que seguramente lo había dejado el jefe encima de la mesa de la oficina, me fui al despacho y me puse a buscar por todos los lados sin encontrar nada, en eso que se abre la puerta y aparece Ángela con en ropa interior, con el mismo sujetador y tanguita con los que yo la había visto hacía un par de días; me quedé blanco, ella me dijo que ahora que estábamos solos podía mirarla bien si quería, y se dio una vuelta sobre si misma y me preguntó que qué me parecía; yo no sabía que decir, de echo no sabía ni siquiera si podía hablar, ya que toda la sangre me bajó hasta mi entrepierna, notaba como se me hinchaban y calentaban los huevos, la polla se puso durísima al instante. “¡Vamos!, dime cómo estoy” me espetó, y solo le supe decir “muy guapa”.
Ella se empezó a acercarse a mi, me dijo “no te preocupes que he cerrado con llave, no va a venir nadie ya que no hay nada que hacer hoy. Te escuché cómo gozaste el otro día, ¿lo hiciste pensando en mi?”. No podía hablar, era la primera vez que una fantasía mía se hacía realidad. “Bueno, si quieres me voy”, me dijo. En ese momento desperté y directamente le grité diciendo que no se fuera, me levanté le agarré de la cintura trayéndola hacia mi y le empecé a besar el cuello y bajar hasta sus tetas con locura.
“Tranquilo mi niño, que me vas a tener todo lo que quieras. No me voy a marchar sin que te hayas saciado.”
Entonces me tranquilicé, la iba a tener para mí todo el rato que quisiera, así que necesitaba besarla todas las partes de su cuerpo, recorrerlo para aprendérmelo de memoria, lo llevaba deseando demasiado tiempo como para perder esta oportunidad.
Le besé en los labios, fui besando su cara, bajé por su cuello poco a poco, pasando por sus pechos, eran incluso más grandes de lo que yo me imaginaba, su tripa; dejé a un lado su tanguita, quería hacérselo desear, seguí por sus piernas, solo la tocaba con mi boca, ella estaba quieta, sin decir nada, suspirando de vez en cuando. Cuando llegué a sus pies, me levanté me puse detrás de ella y empecé a hacer lo mismo, la besaba cada parte de su espalda bajando hasta ese culo que es impresionante, redondo grande, realmente el culo de una señora.
Cuando terminé con mi particular recorrido me levanté me puse de frente a ella y me dijo que ahora le tocaba a ella; se quitó el sujetador dejándome a la vista sus dos poderosos pechos, grandes y algo caídos, pero impresionantes; sus pezones erectos y la areola oscura y grande, me quedé mirándolos como el bebé que descubre pechos de su madre y va en busca de su comida, ella me despertó de mi ensoñación con un beso y me dijo que me había preparado una sorpresa, que no había echo eso por ningún hombre, ni siquiera su marido que se lo pedía constantemente; se dio la vuelta se empezó a bajar el tanga poco a poco, poniendo su impresionante culo en pompa, se dio la vuelta y pude ver como tenía el coñito completamente rasurado; “¿te gusta?” me preguntó, tenía los labios grandes y carnosos, se entrevía entre ellos su clítoris, hinchado y enrojecido de la excitación.
La cogí y la tumbé encima del escritorio, tirando todos los papeles que había encima, le abrí las piernas, ví como los labios que abrían y me dejaban a la vista un chochito abierto y empapado, y el clítoris hinchado y palpitante, directamente fui en busca de mi premio, le empecé a comer el coño como si hubiese estado esperando ese momento toda mi vida; la hice gemir como lo que ella ahora era para mi, una autentica putita. ¡Qué rico estaba!, no paraba de emanar flujos por su vagina, como estábamos los dos de excitados y desesperados de saborear el uno al otro.
Así estuve un buen rato, comiéndola, sorbiéndola, saboreándola; ella no paraba de empujar mi cabeza con sus manos para que me hundiera más y más en su sexo rebosante de placer; le amasaba las tetas y le daba pequeños pellizcos a sus pezones; así hasta que la hice correr. Emanaba de su coño una cantidad de flujo que no había visto nunca en ninguna otra mujer. Se quedó adormilada encima de la mesa, flácida, con una sonrisa muy sensual en sus labios y su coño completamente abierto y chorreante. Me levanté y me bajé los pantalones, tenía la polla que hasta me dolía de lo dura que estaba, empecé a masturbarme mirándola, triunfante de mi trofeo. Ella levantó un poco la cabeza, me vio y me dijo que se la metiera, que quería notarme dentro. Así lo hice.
Tenía el coñito tan abierto y tan mojado que se la metí con una facilidad pasmosa, le dije que no sabía si iba a aguantar mucho, que estaba demasiado cachondo por su culpa.
Entonces abrió los ojos se empezó a acariciar sus pechos y me dijo; “lléname con tu leche”; en ese mismo instante empecé a correrme como un animal, le golpeaba el coño entrando y saliendo como un bestia, corriéndome dentro de ella, perdí toda la noción de lugar, únicamente cuando terminé de correrme pude entenderla que parara que le estaba haciendo daño; y terminé prácticamente tumbado encima de ella con mi polla aún palpitando en su vagina. Nos besábamos con la misma timidez que dos adolescentes se dan el primer beso, con el mismo amor que una pareja de recién enamorados. No sé cuánto tiempo pasó, pero hubo un momento que me dijo que quería que fuéramos a otro lado, y le dije que sí. Me llevó a una casa que tenía ella en las afueras de la ciudad y allí volvimos a follar, esta vez ella encima de mi, moviéndose como una autentica amazona encima de su caballo, dándome sus pechos para que yo los comiera, literalmente se los mamaba, era su niño, así que tenía que mamarle las tetas como si me estuviera amamantando de verdad. Por la noche me despedí de ella, besándole todo el cuerpo, oliendo a ella, y con su sabor en mi boca.
El lunes cuando nos vimos nos saludamos como siempre, delante de las chicas le dije: “buenos días Ángela, ¿qué tal el fin de semana?”, ella se ruborizó y me dijo, “pues en casa, aburrida”; “el mío no estuvo mal, aunque les he tenido mejores”. Y seguimos cada uno con nuestro trabajo hasta que unos minutos después me llegó un mensaje al móvil de Ángela que decía: “mi niño, que sepas que aún no he probado el sabor tu polla”.